Si había un día que le gustaba a Romy era los miércoles. No tenía muy claro los motivos, pero no podía evitar salir sí o sí a saltar por los tejados todas las noches ese día de la semana. Quizás era por la cercanía al fin de semana, quizás porque parecía un día mucho menos pesado que un lunes... o quizás porque siempre le encontraba en aquellas noches.
Una vocecita en su interior le dijo que si no hiciera saltar las alarmas de numerosos sitios todos los miércoles no se verían siempre, pero eso no hacía más que motivarla a llamar la atención del enmascarado. Romy Shepard sabía que aquel era su juego y que de alguna manera, ambos disfrutaban jugándolo.
Aquella noche se encontraba por Old Betlam, en el tejado de uno de los edificios administrativos más famosos de la ciudad. Se encontraba sentada al borde del abismo con las piernas cruzadas, balanceándolas mientras pensaba qué objetivo tomaría aquella noche. Debía ser algo llamativo y a la vez divertido, el golpe tenía que ser emocionante. No sólo de Centinela vivía la gata ladrona.
Sobre la cima de aquel edificio, uno podía tener una de las visiones más espectaculares de toda la ciudad. Las luces y líneas de los edificios se extendían hasta la bahía, y continuaban más allá de donde alcanzaba la vista. Tras el antifaz, Felina sonreía ampliamente con una felicidad genuina que no se le podía atribuir a nada en concreto salvo al Miércoles. Se llevó la última cucharada de helado de fresa a la boca y se puso en pie manteniendo la cucharillas entre los labios.
-You'r the night-queen... tuturuuu... -canturreó aplicándole un ritmo pegadizo de alguna canción conocida. Mordió la cucharilla y con las manos a la cintura, echando hacia atrás la gabardina, preguntó al aire-. ¿Qué va a ser hoy, gatita?
Tiró la tarrina a una bolsa de papel que tenía guardada en una esquina -aquel se había convertido su lugar favorito del mes-, y dio un paso al frente dejándose caer por la balaustrada hacia el asfalto, precipitándose como una sombra más en aquella paleta de colores brillantes. Había un sitio no muy lejos de allí, el Museo de Historial Natural, que contaba con varias gemas en bruto preciosas y fáciles de vender en el mercado negro. Dinero fácil que a nadie le dolería perder si el Centinela se aproximaba demasiado.
Cayó con su peso sobre una de las banderas ondeantes, que cedió peligrosamente sin llegar a romperse. Se balanceó y lanzó el gancho hasta la siguiente fachada descolgándose con la soltura de una araña. No dejaba de sonreír, apretando la cucharilla de plástico verde entre los dientes.
Salto a salto, edificio a edificio, Romy se daba cuenta más y más de lo mucho que le gustaba su vida nocturna. Ver como las luces de Betlam se emborronaban por la velocidad de sus movimientos y el ruido de la noche betlamita sumado a la adrenalina que sentía cada vez que se descolgaba por un edificio y el vértigo ascendía por su estómago... todo aquello era un cóctel de sensaciones que muy pocas cosas podían igualar. Si seguía robando así pronto podría retirarse y vivir la vida fácil disfrutando de las ganancias de aquella corta vida de ladrona enmascarada...
...pero Felina sabía que no iba a abandonar el redil tan fácilmente.
Se dejó caer hasta un callejón junto al Museo para rodearlo después desde la distancia suficiente como para ver lo que había. Parecían dos guardias haciendo ronda alrededor del edificio: cada tres minutos aproximadamente hacían la media vuelta, por lo que tenía ese tiempo para hacer lo que quisiera si no les quitaba de en medio de algún modo.
El edificio en si tenía al menos una docena de plantas y estaba hecho de ladrillo a la vista, así que escalar no sería un problema para la joven.
Un nuevo juego comenzaba.
La gata se deslizó con soltura hasta un lateral, encaramándose al edificio opuesto desde el que vigiló al guardia caminando con paso firme y algo ausente. Ladeó la cabeza observando su silueta iluminada por la luz resinosa de las farolas hasta que se perdió al doblar la esquina. Entonces lanzó el gancho y se columpió con la profesionalidad de un trapecista y su acostumbrada gracia felina hasta la ventana, a la cual se asomó colgando desde arriba con las piernas bien sujetas a la cuerda. Echó mano al cinturón para sacar el punzón y el resto de herramientas.
Motivo: Stalking in the shadows
Dificultad: 20
Habilidad: 13
Tirada: 2 6 8
Total: 6 +13 = 19 Fracaso
Motivo: Boing
Dificultad: 20
Habilidad: 20
Tirada: 9 10 10
El dado ha explotado: 1 3 5
Total: 13 +20 = 33 Éxito
Éxito: Aspecto temporal 'Coordinación perfecta'
Romy cortó el cristal de la ventana con cuidado tras colocar una ventosa en éste, de forma que pudiera retirar el cristal sin hacer ruido. Se impulsó hacia atrás para entrar por el agujero con las piernas entrelazadas y el cuerpo recto, colándose hacia el interior de forma limpia, perfecta.
Una vez dentro, para que el cable no rompiera el cristal, Romy desenganchó la cuerda del cinturón en el momento justo para caer con una voltereta y una mano en el suelo. Sonrió para si misma, muy orgullosa de aquello, pues había sido una de las entradas más limpias que había hecho hasta la fecha.
No había sonado la alarma, pero sospechaba que habría algo en las gemas que iba a robar. Apartir de ahí tendría que actuar milimétricamente, sin cometer errores... no podía permitirse que la fiesta comenzase antes de estar lista para salir a la pista de baile.
Estaba cerca de un pasillo y vió un cartel que le indicaba el camino a la zona de exposición de esa planta. Una vez allí llegó a la puerta, la cual abrió con cuidado tras fijarse si había algún tipo de cable cerca de ella. Al no encontrar nada, abrió y encontró una sala con el suelo de baldosas blancas y negras, como un tablero de ajedrez. Allí había algunos tapices, un par de mapas antiguos y en una vitrina, en el centro de la sala, las gemas en bruto que se habían encontrado cerca de San Francisco hacía casi mil años.
Con una entrada perfecta que la hizo erguirse como una diosa, Romy se adentró en el Museo con más ganas todavía de darle un giro inesperado a aquella perfecta noche. A veces resultaba una lástima -un peso en su orgullo, más bien- que nadie pudiese ver aquellas contorsiones tan elegantes que la habrían alzado como una estrella dorada en el mundo del trapecísmo. Una verdadera lástima.
Avanzando con rapidez se presentó en la sala de las gemas, poco preocupada por las posibles cámaras de seguridad. Abrió las puertas y examinó con ojos críticos toda la estancia. Le pareció ver algo en la vitrina, pero nada sobre aquel tablero de ajedrez que le dio unas ganas irrefrenables de bailar saltando de una baldosa a otra. Sin embargo, algo le resquemaba. Un soplido en la nuca. Un leve sonido. Una vocecilla que susurraba 'demasiado fácil...'. Se agachó entrelazando las manos y mordiéndose los pulgares con los codos apoyados en el muslo, paseando sus ojos fríos de un lado a otro. Una idea saltó de su cabeza. Echó la mano al cinto y sacó unos polvos de maquillaje que usaba para ver cosas que a veces no parecían estar. Abrió la tapa y sopló.
Motivo: Meow
Dificultad: 0
Habilidad: 11
Tirada: 3 6 8
Total: 6 +11 = 17 Éxito