La ira iba apoderandose de Domingo. Ya no sabía si estaba enfadado con su mala suerte, con el argentino o con los muchachos que estaban esperando a punta de pistola; pero estaba enfadado. Y mucho.
- Vale - llegó a decir antes de empotrar el teléfono contra su receptáculo en la cabina y volverse hacia Elías.
- ¡Vale ya de soplapolleces! ¿Estamos? El cabrón del narco ese tiene varias pistolas sobre cada una de las cabezas de los chavales - dijo dando uns golpecitos con el dedo en la solapa del argentino.
- No estoy dispuesto a perder ninguna vida por una jodida carta así que, hazme un favor. Dame la carta.
Extendió la mano. Se había dejado llevar por los nervios.
-Y sí, Domingo, y sí...-Elías cumplió con lo que le tocaba e intentó disculparse al tiempo que entregaba la carta: -No era mi intención, entendé que ellos... Total, yo sólo quería un poco de agradecimiento, es todo.
Domingo contempló la carta que le entregaba Elías. Por el follón montado a su alrededor esperaba algo más espectacular, pero era tan solo un naipe de la baraja de Tarot. Tenía pinta de ser antiguo, era cierto, pero ni siquiera parecía excesivamente lujoso. El cartón era duro, rugoso al tacto, incómodo casi. ¿Por esto se estaba jugando la vida de un chaval?
La desilusión fue magna. El policía se detuvo un momento en la carta... el tarot.
- ¿Qué significa esto, Elías? ¿De verdad merece la vida de alguien? - dijo mientras meneaba la cabeza a ambos lados.
Guardó la carta en el bolsillo interior de la chaqueta.
- Vamos - ordenó.
Se dirigió rapidamente al coche y abrió las puertas. Se sentó y arrancó el vehículo mientras esperaba que el argentino subiera. Quisiera o no iba a tener que verselas con el tipo que había estado intentando esquivar.
Pensó en Velez, en su advertencia y en la policía. Pensó en avisar pero, ¿qué iban a decirle? Les tenían atados de pies y manos. Estaba solo.
¿Puedes describirme un poco el dibujo de la carta?
Domingo, mientras esperaba que Elías subiera, no se quitaba de la cabeza la absurda carta. Era un naipe del tarot: el ahorcado. Representaba a un hombre grotescamente colgado de un pie, con la rodilla doblada y los brazos cruzados por su espalda.
Sí, vaya despiste :)
Aún rumiaba una respuesta cuando ocupó el asiento del acompañante. Y terminó por desistir cuando el coche arrancaba y ponían rumbo hacia la estación, de nuevo, o al menos, eso suponía. ¿Podía pensarse en aquella situación que la carta era un mero fetiche, el objeto de deseo de un obseso de lo arcano? Permaneció callado, temeroso de mirar por las ventanillas, y eso que la visión del infierno persistía en sus retinas.
Domingo conocía bien el camino, para su desgracia. Condujo el coche hasta la esquina donde se encontraba el Méjico Lindo y allí, junto a una cabina, encontró a la Maca y a Agustín esperando. Junto a ellos estaba otro tipo, uno punky alto y fornido, vestido con una chupa de cuero.
Continuamos en la escena La ciudad durmiente.
Domingo rumió una maldición. Era el puñetero Hermo el Punky... ¿Qué coño pintaba en esta movida?
Elías notó que el día se ensombrecía un poco más para él... ¿Qué demonios estaba haciendo aquel yonki, Hermo el Punky, con los chavales? Aún recordaba la escenita del Retiro... ¿Es que no iba a dejar de tocar fondo?