Partida Rol por web

La agente Lewis conducía con destreza el Chevrolet Malibú del FBI. Las nube de primeras horas de la mañana habían volado lejos de los cielos del condado y, en esos momentos, un sol castigador escalaba buscando el cénit. El agente Bennet viajaba en el asiento del copiloto disfrutando del confort que proporcionaba un aire acondicionado en perfecto funcionamiento y, de vez en cuando miraba de reojo a la mujer.

Lewis parecía cansada pero mantenía los ojos fijos en la carretera y maniobraba como si llevara conduciendo por allí toda la vida. El desayuno le había sentado bien, pero su cuerpo tardaba en responderle. Sin duda, la tensión de la noche anterior todavía se agarraba a sus músculos y a sus cervicales. Ya no era una cría y cada vez costaba más recuperarse de un duro día de trabajo y de una mala noche.

En pocos minutos, a pesar del tráfico matutino de camionetas y todoterrenos cargados de domingueros, llegaron a la entrada del parque estatal Caddo Lake, donde se hallaba, además, la bifurcación para Uncertain y para Karnack.

Tenían asuntos que tratar en ambos lugares: rastrear la zona cercana a la vivienda de los O'Hara, hablar con la señora Preston cuyos perros ladraron la tarde de la desaparición y entrevistarse con los Tillman, todo ello en Uncertain; buscar a la abuela Smith en Karnack.

Adele Lewis aminoró la marcha y dirigió una mirada interrogativa a Scott Bennet.

Bennet notó cómo Lewis aminoraba la marcha en la bifurcación con Uncertain y Karnack. Le sorprendió aquel gesto de la afroamericana, aunque consideró que ambos tenían claro a dónde deberían dirigirse en primer lugar. En Uncertain tenían dos vías de las que tirar, mientras que en Karnack únicamente una.

-Rumbo Uncertain, agente Lewis -le dijo a la agente federal, esbozando una ligera sonrisa-. ¿Ha descansado bien esta noche? -le preguntó, mientras mantenía la mirada puesta en la carretera-. Reconozco que yo me pasé varias horas pegado a la pantalla, estuve echando un vistazo en la web a los nombres de varias personas relacionada con nuestro caso.

Scott tomaba en ese momento su teléfono móvil, decidiendo enviarle un mensaje de texto a su compañera Moira, con unas pequeñas indicaciones de lo que le aconsejaba hacer, sin saber si Greenwrim había reparado en ciertos detalles.

Vi tu nota. Gracias por el dato.

Si visitáis a los Bamford, habla tú con la chica. Pregunta a Rose por la relación del sheriff Taylor con ella y con su madre. La adolescente y Taylor pueden tener más en común de lo que pensamos. Los errores en los números de las fechas no son casuales.

Cuídate, Moira. Y cuidado con El Calvo.

Adele Lewis estacionó el vehículo en la propiedad de los O'Hara. El aire húmedo y caluroso, cargado de los olores de bayou recibió a los dos representantes de la Ley. El ruido de las cigarras era ensordecedor y un ave zancuda, tal vez alguna especie de grulla, pasó volando a no mucha altura.

A una decena de metros, en el arcen de aquel estrecho camino, estaba aparcado un coche patrulla de la oficina del sheriff del condado. La puerta se abrió y de él emergió el alguacil Reeves con movimientos torpes y apresurados.

La casa de los O'Hara permanecía en silencio, roto únicamente por el zumbido chirriante del motor del vetusto aire acondicionado. Los visillos estaban corridos y la luz de la puerta exterior permanecía encendida, a pesar de la hora. Si todo había ido como los agentes esperaban, el matrimonio dormiría agotado tras la durísima jornada de anoche.

Quentin Reeves trotó hacia Lewis y Scott sujetándose el cinturón donde llevaba su arma reglamentaria.

—Buenos días, agentes —saludó al estilo marcial cuando llegó ante ellos—. Ninguna novedad destacable durante la noche..., salvo algunos gritos y ruidos..., ya saben. Creo que se acostaron algo tarde. Me acerqué a poner un poco la oreja y todo parecía tranquilo.

La agente Lewis no había sido precisamente un rayo de sol durante el viaje, el silencio había reinado dentro del coche excepto para responder a algún comentario o pregunta esporádica. Al preguntar por su estado, Adele ni siquiera le dedicó una mirada de reojo. -No, no descansé.- Respondió con cierta sequedad y sin intención de ahondar en el tema.

Al poco ya estaban frente a los O'Hara, y en la expresión de la mujer se notó el hastío de tener que tratar con el joven que se les acercaba en ese momento a reportarse. -Alguacil.- Respondió ella a su saludo, dedicando una mirada hacia la caravana. Mientras escuchaba a Reeves contar las novedades de la noche, Adele sacó el croquis que le había hecho Max y comenzó a evaluar de forma superficial la zona. Tomó aire profundamente antes de mirar al negro. -Gritos y ruidos, y a usted le parece eso de lo más natural, ¿no?- Dijo, y luego de una mirada hacia Bennet, la agente se encaminó hacia la puerta, golpeando con los nudillos.

El alguacil Reeves boqueó un par de veces sin llegar a hablar y miró al agente Bennet buscando algo de comprensión. Alzó ambos brazos y los dejó caer en señal de derrota.

Adele Lewis ascendió los cortos peldaños que daban a la puerta de entrada de la casa de los O'Hara. Nada parecía haber cambiado desde la noche anterior y aquel botarate de Quentin Reeves al menos se había situado en un lugar bien visible tanto desde el interior de la casa como desde el exterior. Por tanto, maldiciendo para sí sus infundados temores, desechó la idea de que algo realmente grave hubiera sucedido en aquel hogar maldito.

Golpeó con los nudillos e inmediatamente, como si la hubiera estado esperando, la puerta se abrió de par en par y tras ella apareció Juliette O'Hara, separada de la mujer policía por la vieja mosquitera. Tenía los ojos completamente enrojecidos, sudaba copiosamente a pesar del frío que emanaba de la casa refrigerada durante toda la noche, llevaba el pelo despeinado con mechones levantados y otros pegados al rostro húmedo, los dedos de su mano derecha temblaban sobre el borde de la puerta que sostenía y la mano izquierda se ocultó rauda detrás de la espalda.

La agente Lewis tuvo tiempo de ver el interior de la vivienda y se percató de que Gregor dormía estirado en el sofá y que la cuna de su hija Violeta estaba colocada a su lado, sin ningún sentido aparente. En ese preciso instante su cerebro terminó de procesar el movimiento de manos de Juliette que sus ojos habían detectado: la mujer acababa de esconder un bote de pastillas...

El ayudante Quentin Reeves les informaba, como había supuesto desde primera hora, que no había habido ninguna novedad desde la noche anterior hasta esa mañana, más allá de unas supuestas discusiones entre el matrimonio O'Hara. No obstante, las acertadas palabras de Lewis remarcaron que, por más que las discusiones pudieran ser una constante en aquella pareja, el hecho de que se oyeran gritos y ruido podía no deberse a la causa más habitual y probable.

-¿Va todo bien? -le preguntó a Adele, desde el umbral de acceso a la caravana, dado que las anchuras de la afroamericana le impedían ver qué podía estar produciéndose en el interior de la vivienda.

-Buenos días, Juliette. ¿Le importa si pasamos?- Dijo Adele en un tono que dejaba claro que sus palabras más que una petición era una declaración de intenciones: ambos agentes iban a entrar le importara o no. Sintió como Bennet se acercaba y le asintió sin apartar la mirada de la mujer. -Todo perfectamente, la señora O'Hara nos va a abrir la puerta en este momento y entregarnos el bote de pastillas que tiene a su espalda, ¿no es cierto, Juliette?-

Juliette miró a la agente federal con los ojos culpables de una adolescente y se echó a llorar.

—Lo siento, lo siento mucho... —se disculpó entregando el bote de pastillas a Adele con mano temblorosa—. No he podido hacerlo... No pude tomármelas todas...

Cuando Adele Lewis dio un paso hacia el interior de la casa, Scott Bennet pudo entender con claridad meridiana la situación. El alguacil Reeves murmuró un ahogado Dios mío mientras permanecía a un par de pasos de los otros dos policías, tal y como mandaba el protocolo de seguridad.

Gregor se levantó pesadamente del sofá, alertado por las voces y por el llanto de su esposa. Parecía aturdido por el alcohol, pero trató de recuperar la compostura y llegar hasta la puerta. Esta vez ni siquiera abrió la boca ante lo evidente: los agentes de policía habían salvado la vida a su mujer. Sin embargo, la agente Lewis sabía que, de todas formas, había que llevar a Juliette a un hospital lo antes posible.

Adele tomó el bote de pastillas y le hizo una seña a Quentin para que se acercara, haciéndole entrega de las pastillas. -La señora O'Hara va a necesitar un lavado estomacal; llévelos al hospital.- Ordenó al joven alguacil conteniéndose el uso de palabras más fuertes. Vio hacia el recién despertado Gregor, y se dirigió a él. -Antes de irse, ¿puede indicarme cuál era la zona donde usualmente Theresa jugaba?-

Esperando por la respuesta sacó el móvil para ver la hora, encontrándose con varias llamadas perdidas de Max. Maldijo por lo bajo, ¿estaría metido en algún problema, habría descubierto algo? -Indíquele el lugar al agente Bennet y vayan al hospital; necesito atender esto un momento.- Se apartó entonces y marcó el número de su compañero del FBI.

Bennet se mostró bastante sorprendido al saber que Juliette O'Hara hubiera estado a punto de suicidarse con un bote de pastillas. Pese a que no le sorprendía el hecho de que la mujer quisiera acabar con su vida, teniendo en cuenta la situación en la que vivía y que se había confirmado la muerte de su hija, sí que le tomaba por sorpresa que lo hubiera intentado justo a la mañana siguiente de haber sido informada sobre el trágico destino de su pequeña.

El ranger no era desde luego una persona especialmente empática. Sin embargo, al oír a Lewis y ver que la agente federal se disponía en esos instantes a hablar por teléfono con alguien, decidió aproximarse a Juliette O'Hara.

-Piénselo bien, señora O'Hara. ¿En qué zona solía jugar Theressa? -le preguntó, adoptando un tono más cercano del que solía utilizar de forma habitual.

Juliette contempló al agente Bennet con una mirada confusa y no supo qué responderle. En ese momento, su marido decidió tomar el relevo y guiar, sin ocultar su cara de fastidio, a los agentes hacia una explanada que quedaba detrás de su casa. En el improvisado patio que no ocupaba mucho más que unos 90 metros cuadrados despejados de maleza y árboles, había desperdigados por el suelo unos cuantos juguetes de plástico, una piscina hinchable vacía y un triciclo medio oculto por enredaderas.

—Nuestra pequeña solía jugar aquí, a la sombra y lejos de la carretera. Su madre y yo la vigilábamos desde la ventana —les señaló hacia la misma y, sin más, regresó con su mujer y el alguacil Reeves, dejando a los dos policías allí.

Alrededor del lugar se extendía un sotobosque de cipreses barbados por el musgo y alfombrado de todo tipo de grama y arbustos. Si alguien se había acercado a la pequeña Theresa desde ese lugar, sin duda había tenido cobertura suficiente para llegar casi al borde mismo de la propiedad de los O'Hara.

Antes que la familia se fuera, Adele se acercó al joven alguacil. -Deme su número de teléfono.- Marcó el número en su móvil y le hizo una llamada perdida. -Quiero que me mantenga informada sobre lo que ocurra en el Hospital. Avísele al Sheriff Taylor sobre lo ocurrido, que me llame si tiene alguna duda. Esté atento a cualquier cosa anormal, por muy nimio que le parezca.- Le miró con seriedad, de algún modo imponente. -Demuéstreme que llegó a alguacil por su propio mérito, alguacil Reeves. Demuéstreme que no es un incompetente.-

Una vez se fueron, miró hacia el lugar señalado por Gregor, y resopló. Intentó ver desde donde estaba hacia la ventana. -Incluso si Gregor no se hubiera quedado dormido, esa ventana debe tener muchos puntos muertos como para ver hacia aquí.- Negó con la cabeza. ¿Acaso hacía falta que ocurriera una tragedia para poder ver que no estaban haciendo un buen trabajo como padres? -De acuerdo, empecemos.- Sin retrasarse más, indicó a Bennet para que le siguiera. Separarse podría ayudar a acelerar el avance, investigar mas en menos tiempo, pero Adele era minuciosa y sabía que dos pares de ojos era más efectivo que uno solo. Veamos que tan hábil es este Ranger.

-Por cierto, ¿qué sabe de Moira Greenwrim? Al parecer no ha estado de acuerdo con la idea de trabajar en parejas. ¿Puede llamarle? Le daré el número del agente Jordan para que se comunique con él, o deme usted el número de ella para enviárselo a mi compañero.- El tono de Adele, aunque aparentemente tranquilo, mostraba el enojo que le causaba que aquella que había considerado más afin a si misma de los tres durante la noche anterior pareciera en cambio no tolerar que otra persona le dijera que hacer.

El alguacil Reeves miró con gesto de incredulidad cómo la agente Lewis se alejaba de él y, aprovechando que nadie podía verle, levantó su dedo medio: Que te jodan, negra estirada, murmuró cabreado.

Gregor ayudó a su mujer a entrar en el coche patrulla, luego regresó a por su hija y subió él también con la niña en brazos.

—Conduce con cuidado —le espetó al ayudante Reeves. Este le miró por el espejo retrovisor, movió la cabeza de un lado a otro y continuó murmurando maldiciones.

*****

Al otro lado de la casa que se había quedado vacía, Adele y Scott comenzaron a buscar adentrarse en la foresta que rodeaba el terreno de los O'Hara. El calor era ya a esas alturas insoportable y muy pronto se dieron cuenta de que con aquella indumentaria que llevaban todo iba a ser significativamente más complicado, sobre todo a causa de la falda y de los zapatos de la agente federal. El suelo, aunque firme al principio, se tornaba blando y embarrado en los lugares menos inesperados y muy pronto se dieron cuenta de que no podrían llevar muy lejos el rastreo sin prepararse mejor. Sin embargo eso significaría regresar y buscar ropa nueva, con lo cual perderían un tiempo precioso.

El dilema pesaba tanto como el bochorno y los policías cruzaban miradas cada vez que una nueva rama, una enredadera, un hoyo o un charco les arrancaba algún gesto o palabra malsonante de la boca.

Adele se debatía entre la necesidad imperiosa de mantenerse de algún modo presentable incluso ante el calor y la dificultad del terreno, y la necesidad de estar más cómoda para moverse en aquel lugar. No había amanecido con humor, y ciertamente la situación actual no la estaba ayudando en nada. La quinta vez que sintió que su pie se hundía en un charco, soltó una maldición y se quitó la chaqueta, amarrándosela a la cintura. Se imaginaba luciendo de esa manera cuando fueran a hablar con los Tillman y con la señora Eloise Smith, y volvía a maldecir.

Esperaba que todo aquello valiera la pena. Se concentró en analizar el terreno en el que se encontraban, en intentar ver a través de los ojos del secuestrador. Si quisiera atraer a Theresa O'Hara a mi, sin que pudiera estar a la vista de sus padres aún si Gregor no hubiera estado durmiendo... ¿donde me ubicaría?

Bennet se había adentrado en la foresta, acompañando a Adele y ayudándola a avanzar, si bien era cierto que caminar por aquel suelo barroso empezaba a resultarle más duro de lo que hubiera pensado en un primer momento.

-Greenwrim me envió una nota debajo de la puerta esta mañana, informándome de que había un error en los datos tomados por el sheriff Taylor -le explicó a la afroamericana, mientras caminaban juntos-. Tillman no desapareció el 18 de octubre, sino el 18 de septiembre. Ha comprobado los datos de los otros cinco niños iniciales y todos son correctos. Como ve, el sheriff Taylor es cuanto menos olvidadizo... -aseguró, con una sonrisa sibilina en los labios, que evidenciaba que no era precisamente lo que pensaba el ranger-. Esto me lo comunicó Greenwrim esta mañana. Desde entonces le he enviado un mensaje, indicándole que si visitaban a los Bamford fuera ella la que hablase con la chica, le dije que se cuidara y que tuviera cuidado con Jordan. Imagino que no soy el único que notó las miradas de su compañero -expresó, adoptando durante un instante un tono más serio, pensando en cómo Max se había comido a la pelirroja con la mirada en la caravana-. Greenwrim no ha respondido desde entonces -declaró, encogiéndose de hombros, dejando claro que tampoco comprendía el silencio de su compañera. Era inevitable preguntarse si le habría surgido algún percance-. Pero, ¿por qué dice que Greenwrim no ha estado de acuerdo con la idea de trabajar en parejas? ¿Qué ha sucedido? -le preguntó, desconocedor por completo de la conversación que Lewis hubiera tenido con su compañero.

El ranger sacó su teléfono móvil, decidido a llamar a Greenwrim, aunque no lo hizo por el momento, a la espera de que la agente Lewis le informara sobre lo que había hecho su compañera.

Adele hizo una mueca de irritación al enterarse sobre el error cometido por el Sheriff Taylor. -Maldita sea... Tendremos que buscar algún momento para ir al hospital y hablar con los O'Hara luego, entonces. A saber cuantos más errores puede haber en esas notas.- No se le olvidaba que Taylor le había pedido en lo posible no ser tan duramente tratado cuando todo acabara, pero a medida que avanzaba en el caso quedaba más claro que había habido negligencia de su parte. Errores como los mencionados podían convertir un caso en un fiasco si las fechas no coincidían y le daban una coartada al sospechoso.

A la mención de Max, Adele se detuvo. -Voy a decirle lo mismo que le dije a mi compañero esta mañana. No pienso tolerar más rencillas entre ustedes, ¿queda claro? El agente Jordan es un hombre y la agente Greenwrim atractiva; pero le aseguro que de él no habrá ninguna intención de índole sexual hacia su compañera. A diferencia de otros agentes en la agencia, el agente Jordan es respetuoso y atento con las compañeras femeninas, que tampoco somos muchas.- Puso punto final a esa conversación, quedaba de parte de Max demostrar que la confianza que Adele tenía en él estaba bien fundada.

-Respecto a su pregunta, la agente Greenwrim salió en la mañana muy temprano, sin dejar aviso a mi compañero de donde encontrarse o siquiera un número para mantenerse comunicados. Y aunque sé que anoche declaró cuáles eran sus intenciones para el día de hoy, que no dejara manera alguna de contactar con ella me hace pensar que no tenía intención de que le ayudaran o le acompañaran. ¿No opinaría usted lo mismo, acaso?-

Antes de llegar al bayou los agentes encontraron una trocha en el sotobosque, seguramente abierta por los lugareños para atajar camino. Estaba lo suficientemente alejada y oculta de la casa de los O'Hara como para que pudiera haber sido usada, sin lugar a error, para aproximarse sin ser visto. Cuando comenzaron a seguirla se dieron cuenta de que giraba hacia el norte en paralelo al bayou pero a bastante distancia todavía del mismo. Más adelante se toparon con una bifurcación.

Scott dedujo rápidamente que debían seguir el rastro por el sendero de la izquierda, el que parecía regresar a la carretera si mantenía su orientación. Los perros de la señora Preston habían ladrado a algún intruso aquella tarde, de modo que el Ranger pensó que tal vez ya llevaban a la niña secuestrada cuando pasaron lo suficientemente cerca como para alertar a los animales.

Adele asintió a la sugerencia de su compañero y comenzaron a avanzar por un camino algo más firme. El calor la estaba matando y la obligaba a mantener la cabeza agachada más de lo que era necesario. Pero fue entonces cuando descubrió algo que brillaba casi a los pies de un árbol joven. Se trataba de un colgante de unos cuatro centímetros, de color plateado y prendido de una correa de cuero prácticamente desintegrada. Había perdido casi todo su lustre y estaba parcialmente enterrado, pero un reflejo del sol lo había delatado.

La agente lo tomó con cuidado, con la punta de un bolígrafo que llevaba en su chaqueta y se lo mostró a su compañero, sosteniéndolo ante la vista de ambos.

Apenas les restaba un centenar de metros para volver a aparecer en el trozo de carretera que corría entre el domicilio de los O'Hara y la casa de la señora Preston.

La mujer miró con intensidad aquel amuleto, intentando recordar si pudiera haber visto algo similar en algún caso, ya fuera como símbolo de algún culto, alguna marca personal, lo que fuera[*]. Luego buscó en su bolsillo una bolsita de pruebas, metiendo lo encontrado allí dentro. -Puede que no sea nada como puede que si.- Intentó memorizar aquel lugar. -Podemos preguntar a los O'Hara si Theresa usaba algún tipo de colgante cuando desapareció.-

Miró entonces en la dirección en la que se encontraba el hogar de la señora Preston. -Vamos allá.- Indicó a su compañero, pasándose la mano libre por el rostro para quitarse el sudor.

-No, agente Lewis. En las notas que proporcionó Taylor no había ningún error más. Greenwrim se ha encargado de contrastar todo -expresó Bennet, plenamente confiado en que su compañera habría hecho un buen trabajo. Desde luego, ya habían estado a punto de caer con las fechas con el caso de Matteis, por lo que cualquier dato que los proporcionara el viejo sheriff podía no ser correcto.

Scott sonrió maliciosamente cuando Adele sacó la cara por su compañero. Tenía que reconocer que, ante todo, la federal era una buena profesional.

-No se preocupe. Sabe que de mi parte no habrá ningún intento de iniciar una discusión con el agente Jordan. La de ayer podía haber sido una buena cena... -El ranger dejó la frase inacabada a conciencia, dejando claro quien había iniciado la refriega en la cena-. Reconozco que la defensa que hace de su compañero la honra, agente Lewis, pero ya ve, la agente Greenwrim comunicó ayer que acudiría a la comisaría de Smith -La revelación de Adele acerca de que Moira había marchado sola y por su cuenta a la comisaría le tomaba por sorpresa, y le resultaba muy difícil defender eso, más sabiendo que inicialmente Greenwrim había hecho lo posible por iniciar un acercamiento con los agentes federales, pese a que a priori no había motivos para ello-. La comisaría no está lejos del Excelsior. Creo que el agente Jordan podría haber acudido por su cuenta en vez de imaginarse que Greenwrim le llevaría de la mano -Scott respiró hondo antes de proseguir. Tenía que reconocer que aquella vez Moira había dado una oportunidad perfecta para que Jordan se quejara, aunque podía llegar a entender las acciones de la joven-. No pretendo con esto defender lo que ha hecho la agente Greenwrim, pero póngase en su lugar, Lewis: de buenas a primeras y sin que usted haya realizado ningún tipo de mérito, viéndola tan solo unos minutos, un completo desconocido empieza a decirle que es usted extraordinaria, que nunca dudará de su inteligencia y para colmo se la come con la mirada como si fuera un bizcocho. Usted conoce al agente Jordan, Greenwrim no, así que imagino que ella pueda haberse sentido incómoda. Por supuesto, desde el momento en que decidimos colaborar los cuatro, todos hemos de hacer sacrificios en pos del caso, por lo que por más que pueda comprender a Greenwrim, no puedo justificarla. Si me disculpa, voy a enviar un mensaje a mi compañera.

Bennet tomó entonces su teléfono móvil y procedió a enviar un nuevo mensaje de texto a Greenwrim, que a esas alturas podía estar en cualquier lugar del condado.

Greenwrim, ¿dónde estás y dónde el agente Jordan? LLÁMAME.

Cuando continuaron avanzando y Lewis encontró aquel colgante, Scott lo miró con interés. Se hallaba lo suficientemente desgastado como para que no hubiese caído hacía unos cuantos días o semanas. ¿Y si estaba relacionado con Theresa O'Hara?

-Habrá que preguntar a los O'Hara -coincidió con Lewis, observando el extraño símbolo del colgante. Y en ese momento se olvidó de Greenwrim, de Jordan, Smith y todo lo demás-. No parece el tipo de colgante que llevaría una niña... -le dijo a Adele, dirigiéndole una mirada severa. En esos instantes le era imposible determinar qué era ese símbolo. Pero su intuición le decía que no pertenecía precisamente a la chiquilla.

Sin más, Bennet decidió seguir a Adele en dirección a la casa de la señora Preston.