Partida Rol por web

Ante ellos se abría paso una gran urbe subterránea. Los edificios que la conforman, no parecían otra cosa que enormes termiteros distribuidos por toda la planta inferior de aquel aberrante lugar. Dichos edificios presentaban oberturas cerradas por rudimentarias puertas fabricadas con un material similar a la madera pero con un aspecto mucho más endeble. Unos extraños mohos amarillentos que resplandecían con una tenue luz propia, estaban presentes en todos los edificios y sujetos en todos los termiteros iluminando las callejuelas de aquella ciudad subterránea.

Se encontraban a las afueras de la ciudad y las calles estaban repletas de individuos que deambulan de un lado para otro cargando con pesados fardos, tirando de carretas, pidiendo limosna o tratando de vender al resto de transeúntes sus extraños productos. La mayor parte de ellos eran trasgos y grandes trasgos, pero también se contaban entre los habitantes de aquella ciudad, criaturas pertenecientes a otras razas, como eran osgos, gnolls, enanos grises, trolls de las profundidades, eslizoides, extraños humanoides con el color de piel grisáceo y carentes de ojos, no por haberlos perdido sino porque nunca los habían tenido, incluso algún ilícido, así como una gran variedad de seres de inverosímiles descripciones. Al fin y al cabo, se trataba de un maloliente núcleo urbano plagado de seres dedicadas a sus propios asuntos y a nada más.

Nadie se fijaba demasiado en el resto de habitantes de Angarkok, aunque un ellos, procedentes del mundo exterior si destacaban bastante y eran rápidamente divisados por aquellas gentes. Sin duda su extraña apariencia podría ser rápidamente objeto de robos, insultos o violencia gratuita. A medida que callejeaban acercándose al centro de la ciudad, ésta empezaba a volverse más transitada y las calles ya estrechas de por sí eran más retorcidas y estrechas todavía. En el centro los edificios eran más altos que en las afueras e incluso se podía decir que su arquitectura era más refinada, aunque era difícil que un extranjero se percatase y de hacerlo, definir el porqué.

- Ya habéiz llamado la atención mucho. - Dijo entonces el pequeño trasgo que les acompañaba. - ¿Qué pretendéiz hacer aquí? Zi no lo zé no oz puedo ayudar... - Alcaró entonces.

Por extraño que pareciera, aquel trasgo parecía dispuesto a colaborar. Fuera por salvar su vida o en agradecimiento a que los extranjeros hubieran cumplido su palabra, parecía que en efecto él también pretendía cumplir la suya. Aunque claro está, que podía tratarse de una simple estratagema para tenderles una trama. Nunca podían fiarse de un ser como aquel.

Gggmmmmmffff -farfullé, fastidiado por tener que aguantarme para no cortarle la garganta allí mismo y delante de todos. Su sola presencia me irritaba, pero podíamos necesitarlo. Ahora bien, de ahí a confiar en él... iba todo un mundo.

-El templo. ¿Dónde está el templo? Recuerda lo que te dije, solo vives mientras seas útil y no necesito un arma para matarte. Me basta con colocar mi mano sobre tu cuello -y así lo hice, apretando ligeramente -... y no detenerme hasta escuchar el chasquido de tu cuello quebrándose bajo mis dedos.

En mi fuero interno, sospechaba que tarde o temprano tendríamos que matarlo, pero ahora mismo, estábamos bastante más vulnerables de lo que podíamos reconocer y su ayuda, nos podía convenir.

-Así que venga, habla ya. Mi paciencia con los trasgos se agotó hace mucho tiempo.

-Son demasiados -comentó Tulius, observando la cantidad de grandes trasgos que había en el puesto de control y lo bien armados que se hallaban-. Contra estos es mejor que no combatamos. Mejor optar por la vía diplomática si nos los volvemos a cruzar...

Afortunadamente Gorbagog y Nadja habían hecho una buena interpretación, y los grandes trasgos les habían permitido el paso. Solo entonces Tulius respiró aliviado. Si le hubiera tocado hablar a él, probablemente se hubiera puesto nervioso, llegando al tartamudeo, y les hubieran descubierto.

Angarkok.... nunca pensé que vivirís para ver este lugar, una ciudad, un reino, bajo tierra, y no enano.
Según andamos por sus calles, o sería mejor decir por las cuevas que lo conforman... nos cruzamos con toda suerte de razas de las profundidades, gentes que desconocen lo que es el sol, incluso razas fuertemente emparentadas con la mía, pero que perdieron el contacto hace muuchas generaciones. En todo caso, procuro mantenerme atento, con las armas listas, y los sentidos agudizados en un entorno que, en el fondo, no me resulta totalmente extraño...

"-... pues estar bajo tierra, es casi estar como en casa."

Oigo las palabras de preocupación de Tulius, y esbozo una sonrisa forzada, e intento tranquilizarle:

-No tenemos que luchar con nadie... ya oiste, traemos un encargo especial.  -Señalo con la cabeza a Nadja- Y no hacemos preguntas estúpidas de por qué alguien de las profundidades de la tierra quiere a una hermosa mujer embarazada de la superficie; sólo la traemos. Esos grandullones tampoco se meterán en nuestros asuntos: si estamos aquí, pensarán que es por algo. La gente que se mete en los temas de otros, suele durar poco... aquí también.

- Manque me pese, Tulius tiene razón. - Dijo el norteño. - Y tú también, Kronan. Es mejor usar el sigilo y el subterfugio en esta ocasión. Aunque si de mi dependiera... Si de Daito dependiera se liaría a hachazos con todas aquellas alimañas que rondaban por doquier. El odio que había desarrollado contra aquellos seres tras la devastación que produjeron en Kornvaskr, era ilimitado. Aunque a decir verdad, aún sin ser hospitalarios, ni tan siquiera simpáticos, parecían dedicados únicamente a sus propios asuntos. ¿Era posible que no todos aquellos seres revisaran maldad extrema? En la cabeza del norteño esa no era una opción válida. Aunque poco a poco empezaba a replantearse aquello en lo más profundo de su ser. Gorbagog era mitad trasgo, aunque su parte humano le había dotado de un alma bondadosa. El propio Gorbagog le había hablado del difunto Jargar como de un gran amigo y compañero. ¿Podía haber excepciones? Empezaba a verlo posible.

- Oz puedo llevar. - Respondió al fin el pequeño trasgo. - Aunque ahora el templo de Giar-Notez eztá menoz vigilado será maz fácil, pero no podeiz zeguir llamando la atención. - Les miró de arriba abajo. - Vaiz muy cantozoz. Igual zi oz tapaiz un poco...

Sí, tenía mucha lógica lo que decía, pero ahora que miraba a mi alrededor... veía que faltaba algo.

Gente.

¿Dónde estaban todos?

Habitualmente, aquello era un hervidero, pero ahora había mucho menos movimiento en las calles... y también muy pocos guardias. ¿Y por qué tanta colaboración por parte del trasgo? No sería que...

Sin perder tiempo, agarré al bicho de sangre verde por el pescuezo. Aguantándome la tentación de matarlo allí mismo, me contenté con cerrar mis dedos alrededor de su asquerosa garganta, pero el pensamiento de acabar con él resultaba cada vez más tentador.

-¿Dónde está la gente? ¿Dónde están los guardias? Habla o te rompo el cuello. ¿Están en el templo? ¿Por eso están tan colaborador? ¡HABLA!

Al ver la reacción de Gorbagog, el joven escudero trató de detener a su enorme amigo. Si bien la suerte que corriera el trasgo no era algo que le importara, sabía que aún les podía ser de cierta utilidad.

-¡No, Scipio! ¡No le partas el cuello! -le pidió Tulius, con una fingida preocupación-. Si lo haces, no podrá decirnos nada. Tal vez sea mejor que le cortemos la nariz o los dedos de los pies...

El joven escudero no pretendía hacer tal cosa, pero confiaba en que la cobardía del pequeño trasgo le hiciera hablar cuanto antes si intuía que las amenazas iban en serio.

- ¿Qué cojonez? - Gruñó el trasgo bastante malhumorado. - ¡Eztoy colaborando! - Se quejó amargamente. - ¿Ez que no lo veiz? - Resopló. Aquel gran trasgo tenía el genio de mil demonios. Hubiera sido un buen capataz o un buen cacique al mando de algunos chicoz. - ¿No oz habeiz enterado? ¡Hay guerra allí afuera! ¡Gurlb ha mandado a laz tropaz al combate! ¿De dónde carajo veniz para no zaber ezo? 

Aquello cuadraba. Ellos habían estado presentes en la fiesta en la que el rey de Catán fue asesinado por el elfo de ojos negros como la noche y su ayudante, la tal Euyun. Kronan sabía que el plan de Anwalën Manewë era atribuir la muerte del rey a esos dichosos trasgos y todos habían sido testigos de como Ediberto Dolfini había utilizado tal pretexto para iniciar una guerra contra el reino de Angarkok, al que sin duda alguna ya le tenía muchas ganas de antemano. Ediberto había sido siempre un guerrero y heredar la fortuna familiar había sido de rebote al morir sus hermanos mayores y legítimos herederos.

- ¡El templo eztá menoz vigilado que nunca! - Añadió de pronto el pequeño Gargjar.

Eso tenía sentido. Ya habían deducido que Anwalën pretendía vaciar el reino de soldados. Lo había conseguido y es más, el templo, a donde creían que pretendía conducir a Elsabeth, estaba según palabras de aquel mequetrefe, menos vigilado que de costumbre. A ese malvado elfo le salían las cosas a la perfección y aunque no sabían que pretendía hacer con Elsabeth, muy posiblemente se saldría con la suya de no impedirlo ellos.

-"Vaya... al final, el tipejo este andrajoso, parece que está colaborando... parece."

... pienso, pues lo que dice, tiene buena lógica; de aquí han salido ejércitos enteros, y el hueco dejado, debe ser grande. Si hay tropas de guarnición, deben estar en los lugares importantes. En cuanto a la población,.... no descarto pensar que pueden haber hecho levas masivas para añadir morralla... esas cosas, se suelen hacer; la vida vale poco a ojos de los reyes.

No obstante, debe quedar gente, pues los poderosos no son tan incautos como para quedarse con el culo al aire... y lo que dice el canijo (ejem... como si yo fuese especialmente alto...) de que damos el cante con nuestras pintas... diantre... es que los cantosos son los habitantes de esta ciudad; será que como no les da el sol, no ven los colores reales en todo su esplendor, así que... sí que debemos resaltar bastante.

-Tal vez sea cierto lo que dice; nuestras vestimentas aparentan ser mucho más vistosas que las de los habitantes de aquí. un vistazo rápido nos hace destacar sobre el resto; al menos, deberíamos usar las mantas de viaje como capas inmprovisadas. Conviene ser lo más grises o pardos posibles. aunque de todos modos... sí que la ciudad está muy tranquila

- ¡El enano tiene razón! - Intervino el trasgo esperanzado. - ¡Muy lizto ezte enano! Igual con laz capaz pazaiz dezapercibidoz...

Fuera como fuera, esa era hasta el momento la mejor opción que tenían, al menos la más fácil de llevar a cabo, aunque tampoco lo habían meditado lo suficiente y casi ni habían pensado en ello.

Volví a gruñir. Esconderse era lógico, pero no me gustaba, y mantener con vida al trasgo, tampoco, pero aún así, aflojé mis dedos entorno a su cuello y lo solté.

-Está bien. Llévanos al templo y camuflémonos -dije, sacando mi manta y colocándomela alrededor del cuello, tapando lo que era mi armadura y las armas. Pero después, acerqué mi cara a la del trasgo.

-Si no hemos llegado en un minuto al templo, te romperé el cuello y lo encontraremos nosotros solos, así que más vale que te des prisa. Estoy harto de olerte a mi lado.

Y no era una amenaza. Era verdad. Aquel bicho repugnante estaba viviendo tiempo prestado y ya estaba cansado de él. Sabái que en cuanto pudiera nos traicionaría y no iba a esperar para verlo. Moriría antes entre mis manos.

Kronan había tenido una buena idea. Si nos camuflábamos, probablemente pasásemos mucho más desapercibidos, sobre todo en el caso de los humanos y el propio Kronan, quienes llamábamos más la atención.

Haciendo lo mismo que mi amigo Gorbagog, decidí sacar la manta y ponérmela alrededor del cuello para poder cubrir la armadura y pasar más desapercibido.

-Creo que las tropas de las que habla Gargjar debe de ser el contingente que vimos la otra noche -dije, recordando el ejército de humanos combinados con trasgos que habíamos llegado a ver-. Está diciendo la verdad.

- ¿Un minuto? - Preguntó incrédulo aquel trasgo. - ¡En un minuto ez impozible llegar! Eztá mucho máz lejoz de lo que podemos caminar en un minuto! 

Pese a las quejas iniciales, el pequeño trasgo se puso en marcha tratando de imprimir un ritmo diabólico a sus cortas patas. De ello dependía seguir viviendo o morir allí mismo. Se notaba que Gargjar estaba del todo sometido y que temía por encima de todos los miembros del grupo a uno en especial. Y no era para menos pues Gorbagog había dejado muy claro en un sinfín de ocasiones que nada le complacería más que retorcerle el cuello.

Disfrazados con las mantas pasaron un tanto más desapercibidos. Además, la premura con la que avanzaban parecía ayudar a ello. El resto de transeúntes, también se movían rápido a través de las calles que se conformaban alrededor de aquella especie de termiteros gigantes que utilizaban como viviendas. Era como si a todos los habitantes de aquella extraña ciudad subterránea sólo iluminada por la luminaria procedente de aquellos curiosos mohos amarillentos.

El templo de Giar-Notez se encontraba en un subnivel de la ciudad. A través de un túnel bastante ancho se acceduieron a una nueva caverna de enormes proporciones, plagada de edificios similares a los del nivel superior con apariencia de termiteros. A diferencia con los del nivel superior, muchos de estos edificios unían su base con el techo o directamente colgaban de éste como enormes avisperos, siendo en realidad estalactitas gargantuescas habilitadas para vivir en su interior.

Al acceder a esta zona repararon fácilemente, que a diferencia de los edificios del nivel superior, en esta zona hay algunos que destacaban más sobre el resto. Algunos por su colosal tamaño, otros por su arquitectura mucho más elaborada, muchos de éstos se erigían en en forma de espiral y otros eran recintos amurallados. El número de transeúntes había descendido bastante y aunque Scipio recordaba que en aquella zona había bastante más vigilancia, no observaron ni a un solo guardia.

Al fondo de aquella caverna y ocupando un lugar más diáfano dentro del núcleo de la urbe, se podía ver lo que sin duda alguna era un templo. Una gran estalagmita colgaba con la forma de pirámide escalonada en espiral e invertida hacia abajo, donde en la cúspide de la misma, situada en la parte más baja, se observaba la entrada a una altura de unos sesenta metros. Tres escaleras subían haciendo una forma de enorme triple hélice desde tres puntos distintos del suelo hasta unirse en una pequeña plataforma delante de la puerta principal.

La estructura del templo era de gran belleza. No parecía haber sido construida por los repulsivos seres que habitan la inmensa ciudad subterránea. La construcción requería una gran técnica y era evidente que su arquitecto debía de ser uno de los mejores de toda Gea como para haber hecho una obre de ingeniería de tal calibre. Si ya era difícil y costoso construir una pirámide normal, hacer una pirámide invertida parecía imposible.

Se encontraban todavía un tanto alejados de aquel lugar, pero era evidente que ya habían llegado. Algo que le extrañó entonces a Gorbagog era que la primera vez que vio aquella estructura, ésta estaba rodeada por centenares de fieles que subían y bajaban por aquellas escaleras en forma de espiral y aunque aún estaban un poco lejos y su vista podía fallarle, estaba casi convencido de que en esos momentos, nadie se movía cerca del templo que habían venido buscando.

Finalmente, nos pusimos de acuerdo, el trasgo primero y yo a su espalda, preparado para rebanarle el pescuezo si era necesario. Por suerte para todos, no lo fue. La gente transitaba despreocupada y nosotros entre ellos como si formásemos parte de su podrida sociedad.

Cuando alcanzamos el templo y pasamos por el túnel, ya noté que descendía la cantidad de gente que había en la zona. No se trataba únicamente de que no hubiese guardias. No había casi nadie.

Aquello era extraño. Me costaba pensar en aquella pirámide vacía, no solo sin protección, sino sin adoradores, pero si había guerra, eso podía ser suficiente para que todos se quedasen en sus casas.

Así que empujé al trasgo para que continuara andando, me coloqué bien la manta y proseguimos el camino.

Como buenamente pudo se tapo como los demás con la manta de viaje, su figura era más evidente estando embarazada, pero parecía que la gente se fijaba menos con esa indumentaria, igual pasaba por un individuo gordo.

Ya veían a lo lejos aquel portento de la arquitectura, sin duda no había esperado ver nada parecido allí abajo -¿Es eso el templo? ¿quien...?- dejo la pregunta en el aire, seguramente nadie seria capaz de responderla. 

Guiados por Gargjar, llegamos a ... qué demonios... como puñetas...??? ... una pirámide que pende del techo de la gran galería... por un momento pienso... joder, parece un orto a punto de soltar un zuruño... pero me ahorro soltar ese profundo pensamiento ante la presencia de damas.

Sí, lo reconozco... por un momento me he quedado como atontado mirándolo, y quizá con la boca abierta, pues no alcanzo a imaginar quienes habrán sido los artífices de tal obra. Es... extraordinario, a la par que extraño. A la iluminación por fluorescencias se une mi característica visión de enano, habitiuada a este tipo de entornos, lo cual me permite ser consciente de... por los Dioses... hasta me produce cierta envidia. Quizá sea obra de alguna de las razas emparentadas con la mía.

Volviendo a asuntos más prácticos... bueno, es menester subir hasta allá... hasta el "ojete" donde estaría el acceso. Tres escaleras formando una especie de estructura enrollada en hélica, donde sin tocarse, llegan hasta un punto final común. Sencillamente, exquisito. Exquisito y peligroso: una larga escalera es un mal lugar para estar si aparecen problemas: solo puedes seguir adelante o retroceder, y tienes los flancos abiertos a ataques a distancia. Cuanto antes recorramos esos escalones... tanto mejor.

-Muchachos... preferiría que fuésemos todos por la misma escalera. Esto está muy solitario, pero si alguien ve que llega un grupo, se separa, y empieza a subir separado, podría parecer raro.