Las acusaciones iban y venían, mientras los dioses determinaban contra quién irían en ese día y mientras el momento de la verdad se acercaba, la tensión crecía en el ambiente. El silencio se apoderó de la habitación cuando el agitar de unas alas se hizo escuchar. Eros había desplegado sus alas y se dirigió hacia Hipnos, quien miró la estatua de Eolo por un momento para luego girarse hacia su hermano. Cubriéndose en el manto que una vez había pertenecido a su madre, trató de ocultarse pero hubo alguien que pudo sacarle de su escondite.
Hécate, al ser la diosa del lado oscuro de la luna, pudo encontrarle fácilmente en aquel oscuro manto y un viento inexistente levantó su delicado manto de seda mientras la diosa recitaba un cántico que solo las brujas mortales podían recitar. Sin más, el manto abandonó al hijo de la noche e inmóvil, observaba a Hécate. Trató de luchar pero su cuerpo no le respondía adecuadamente. Podía verse el temor en su rostro cuando Heros llegó hasta él y lo derribó con una fuerte embestida. Hipnos cayó a los pies de Hefesto y mientras Eros lo levantaba y Hécate lo sostenía con firmeza de las piernas, el dios herrero sacó una espada de su cinturón. Era de esperar que, al ser el dios de la forja, siempre guardara un arma consigo. El dios miró a Hipnos a los ojos y, tras un largo suspiro, se dispuso a clavar la espada en su pecho.
A pesar de eso, un batir de alas aún más fuerte que el de Eros se hizo sentir y antes que la espada pudiera atravesar el cuerpo de Hipnos, su hermano gemelo se interpuso en su camino, recibiendo el primer impacto. Miró los ojos de su hermano con tristeza. El dios de la muerte moriría por su hermano. Mientras sus miradas se cruzaban por última vez, Hipnos notó algo en su vientre y al ver hacia abajo, vio el hierro de la espada atravesándole también. Algo que, en definitiva, marcaba el final de los dos. El bronce cubrió sus cuerpos a la vez, mientras los dioses gemelos partían del Olimpo para yacer en la cárcel de metal.
Unos aplausos resonaron entre las columnas del Olimpo mientras aún la mirada de Hipnos y Tánatos los asaltaba. Giraron hacia donde los escucharon y entonces vieron nuevamente a Cronos caminando una vez más entre todos ustedes.
Parecía que diría algo importante cuando giró hacia la nada, buscando algo que no podían descifrar. Su enfermiza sonrisa volvió y dijo - Vaya, vaya. De acuerdo. Que así sea - rió una última vez.
- Escena conmovedora, ¿Verdad, prima? - miró a Nyx y luego puso una cara de tristeza notoriamente falsa - Cierto, eran tus hijos. Ahora estarán juntos - y antes de que pudieran actuar, Cronos desapareció entre las sombras mientras el tiempo se congelaba nuevamente.
¿Qué pasaría ahora? ¿Los humanos no podrían morir? ¿Ni soñar? Tal vez estarían siempre despiertos y serían inmortales o desaparecerían al volverse cenizas, dejando al Hades sin almas que cosechar. Con esta reflexión, sus consciencias se congelaron una vez más.
- FIN DEL DÍA 2 -