Después de la muerte de Poseidón, sintieron una presencia extraña cerca de esta nueva estatua y cuando voltearon a mirar, pudieron ver la figura del dios del tiempo, mirándolos a todos enfadado y a la vez, desquiciado como siempre lo había sido. Entonces, una risa histérica escapó de su boca y su mirada demente regresó.
- Esto no ha acabado, queridos hijos, pagarán, ¡Lo juro! - su voz era agitada y parecía molesto pero no se detendría. Al menos eso parecía. Tras esto, un fuerte remolino los envolvió y fue tan fuerte el golpe que varios de los olímpicos se golpearon contra algunas de las columnas, derribándolas por completo, derribando la comida que Gea había dejado para todos el día en que todo empezó e incluso desordenando la fina seda con la cual Hera había decorado su sala de trono. Todo había quedado revuelto y en mal estado. Si hubieran sido mortales, hubieran muerto en ese poderoso ciclón. Lo único que permanecía intacto eran las estatuas de aquellos dioses que habían muerto durante la batalla pues, al parecer, aún les protegía su hálito de inmortalidad.
Al caer en el suelo confundidos y un poco aturdidos por el evento, se giraron a buscar a Cronos, quien había desaparecido y también la jaula de Rea. Tal vez ella ya no podría escapar más de su esposo y hermano, tal vez sería una prisionera eterna a partir de ese momento.
Con esa sensación de incertidumbre y desasosiego, el vacío temporal los paralizó a todos una vez más.
- FIN DEL DÍA 5 -