El momento llegaba y la música de las musas resonaba mientras el hambre de justicia y condena surgía entre los dioses, haciendo que se miraran entre todos pero como si de una guerra conocida se tratara, la mayor parte de los dioses miraron hacia Helios, quien estaba listo para recibir con una sonrisa a cualquiera que deseara interponerse en su camino al éxito.
El primero en abalanzarse sobre él fue Hera, que con sus elegantes modos, cubrió de oro un un pedazo de columna que caía de las anteriores batallas y la lanzó sobre el dios del sol, pero el ya acostumbrado guerrero venció el rápido brazo de Hera, aunque esto le dio la oportunidad a su amado esposo de crear un rayo para lanzarlo en su dirección, haciendo que el dios del sol sintiera la furia de la tormenta. Ante lo sucedido, Hades aprovechó la distracción para ponerse su casco y usar su fuerza para generarle un golpe que hizo que el dios del sol se preocupara por su suerte lanzado contra una columna. Con enojo, se levantó y corrió hacia Hécate, su opuesto natural, pero ella pareció tranquila y mientras veía a su agresor acercarse, sus rezos se hicieron sentir una vez más, mientras los movimientos de Helios parecían volverse más lentos. Sus piernas temblaron y tras salir del conjuro de Hécate, trató de alejarse al ver al dios fauno pero no pudo y con una gran embestida, lo hizo caer a los pies de Poseidón, cuya mirada parecía vacía y sin sentimiento alguno. Lo levantó y con un raudo movimiento de su tridente, atravesó el pecho del dios sol con decisión. La mueca de dolor no se hizo esperar y el grito del dios tampoco mientras Poseidón lo empujaba para sacar el tridente de su cuerpo, momento que aprovechó el dios de la guerra para atravesar su muslo derecho con su lanza, dejando aún más incapacitado al malherido combatiente.
Eros voló a gran velocidad y alzó a Helios por los aires mientras este luchaba con toda su fuerza por zafarse pero no lo conseguía, hasta que fue zafado por el dios alado. Se precipitó hacia el suelo pero Perséfone acudió a las pocas rosas que quedaban en el Olimpo e hizo que sus tallos crecieran al punto de tejer rápidamente una red espinosa que recibiría al dios en su caída. Sin más remedio, cayó allí sintiendo las espinas penetrar rudamente su piel. La red se deshizo y en una aparente compasión, Afrodita caminó despacio hacia Helios con gracia, contoneando su cuerpo con cada paso que daba y revelando por qué los mortales no podían resistir sus encantos y por qué más de un dios se batía a duelo por ella. La diosa de la belleza hacía gala a su nombre en ese aspecto. Con un dedo, levantó su rostro y con él todo su cuerpo, dejando a Helios de pie. Allí lo besó tierna y pausadamente, haciendo creer al dios del sol que tal vez podría sobrevivir, tal vez no era su final. El beso terminó, le guiñó un ojo y corrió hacia Ares, mientras Helios sentía sobre sí miradas inquisitivas. Tras levantar el rostro, vio que se trataba de los gemelos, sol y luna, Apolo y Artemisa, quienes apuntaban sus arcos directo al corazón suyo. Supo que moriría y comprendió la trampa en que Afrodita la había sumido y aceptó el cruel destino. Apolo aflojó su arco, parecía confundido, mientras que Artemisa estaba completamente segura de su decisión y soltó la flecha con esa precisión que solo podía tener la diosa de la caza. Su presa no escaparía y tras recibir la flecha directo en su corazón, el frío bronce cubrió su cuerpo, marcando con ello el final de esta dura batalla.
Las musas cantaban - Sin luna ni sol, sin muerte ni cura, eterno sufrimiento es lo que le espera a la humanidad -.
Tras sobrevolar lo acontecido y volver los pies a tierra, miro fijamente el cuerpo de helios sumergirse en el impacto asestado por la diosa-fue mas rápido de lo que merecias titán...
Tras lo acontecido, el cuerpo del titán se hizo físico, mientras todos los presentes lo conteemplaban perplejos por lo que había pasado.
- Vaya, vaya. Duro e injusto combate, digno de los Olímpicos - dijo con aire de superioridad - La próxima vez no será tan igualitario - y tras eso, su cuerpo se congelaba una vez más mientras la risa enferma de Cronos se tatuaba en sus oídos.
- FIN DEL DÍA 4 -