De soslayo, Afrodita clavó su mirada en Zeus mientras sonreía insinuante y aunque los ojos de Zeus estaban posados en su reina, no pudo evitar dejarse llevar por la hipnótica mirada de la diosa, persiguiéndola y viendo su insinuante cuerpo contonearse al ritmo del viento. Sus pechos bien formados, su cabellera sedosa y larga, su torso delicado y sensual y sus piernas largas y torneadas. Todo esto hizo que Zeus, el dios de dioses, se estremeciera y recordara sus tiempos de amoríos. Las humanas no serían más una opción, no mientras Cronos las tuviera bajo su hechizo, pero Afrodita estaba allí y era real. Una diosa que Zeus no había tomado y que ahora sentía envidia de Ares, su amante.
Afrodita miró a Zeus y al ver su torso fuerte y torneado, sus brazos musculosos y varoniles, su porte elegante y seguro, no pudo evitar suspirar. ¿Cómo no había tratado de poseerlo hasta ahora? Con un sugerente gesto de su mano, hizo que la siguiera mientras un Zeus, hipnotizado por el deseo, se dejó llevar.
Llegaron a un lugar que parecían los aposentos de la diosa del placer y ya con más calma, podrían estar en privado.
El amor que unía a Zeus con Hera no fue suficiente para resistir la penetrante mirada y la figura sensual de Afrodita. Incapaz de resistirse a los encantos de la celestial diosa, se dejó guiar por ella hacía sus aposentos para acompañarla en cuerpo y mente. Estaba dispuesto a dejar que el caos y la confusión que reinaba en el Olimpo quedaran atrás para ser reemplazados por aquella ardiente compañía.
Allí, colocándose a espaldas de la diosa, llevó las manos hacía su cintura para aferrarse a ella, y acercando su rostro al hombro de la diosa susurró a su oído.- Divino sea tu embrujo, Afrodita... ¿Con qué motivo me has traído hasta tus aposentos?
Deseosa y sumisa, acepto las caricias del Rey de los Dioses, agradecida por el hecho de que mi influjo había funcionado, lo cual era una prueba inequívoca de que volvía a ser yo misma, la Afrodita de siempre, no una mujer insegura y temerosa.
- Necesito vuestra ayuda, majestad. - Mi voz suena sugerente y aterciopelada, y la esencia de la propia primavera escapa con mi aliento. - Es posible que haya encontrado una solución, y os necesito para saber si dará resultado.
Me giro despacio, suavemente, dejando que con el movimiento las manos de Zeus recorran mi espalda y vientre, hasta quedar mirándole intensamente, con mis manos apoyadas en el fuerte y definido pecho. El calor del ambiente crece, un ambiente creado expresamente para hacer que cada sensación quede a flor de piel y tornar cualquier acción en el más puro de los placeres.
- Sentí la mirada de Rea tras la resurrección de Ares, y he sentido que nuestras verdaderas esencias siguen dentro de cada uno de nosotros, escondidas profundamente, pero vivas. Mi deseo volvió, y mi capacidad de atraer a los hombres, también. Sabéis que no os miento, - mis manos bajan hasta el vientre del dios, acariciándolo con una ligera presión - vos mismo lo estáis comprobando, pero no sé cuánto durará. De entre todos los dioses, mi deseo se fijó en vuestra forma, y me parece una señal, un auspicio de que el poder que encerráis es el que necesito. Quizás el que necesitamos todos.
Mis manos vuelven a hacer un recorrido ascendente por el torso de Zeus hasta llegar a sus hombros, y le rodeo el cuello con los brazos, haciendo que mi cuerpo se pegue aún más al suyo, para que pueda sentir cada una de mis formas contra la suya.
- Ahora me siento bien, me siento fuerte. No quiero que Cronos vuelva a arrebatarme esto. Y algo me dice, que si yo misma pongo la voluntad de ser la que siempre fui, seré capaz de resistir su maldición. Si funciona conmigo, funcionará con los demás.
Poco a poco comienzo a separarme de él, dando un paso hacia atrás, y soltando el lazo de su cuello mis manos se dirigen al ligero nudo que impide que mis ropas caigan y dejen mi cuerpo expuesto.
- Ayúdadme, oh Zeus, dejadme probar mi teoría. - La ropa cae y pongo mis brazos a los lados de mi cuerpo, con las palmas de las manos hacia adelante, ofreciéndome suplicante. - Alimentad con vuestra fuerza mi esperanza, esperanza que la propia Rea ha depositado en mí. Si no funciona, no habremos perdido nada. Nadie se enterará de esto si vos no queréis.
Su boca dibujo una media sonrisa de complacencia al sentir los contornos de la diosa cuando ella se giraba hacía él. Sus dedos se aferraron a ella con más fuerza, en un gesto que podría hacer parecer que no prestaba atención ante las palabras de la áurea diosa, pero lo hacía. En el fondo de sus pensamientos, lamentó que este pequeño escape de la situación exterior no pudiese quedar fuera de estos aposentos, pero no por ello dejaría de disfrutar de los regalos que Afrodita ofrecía al tacto. Pero no era sólo el tacto, todos los atributos de la diosa eran un regalo a sus sentidos: su aterciopelada voz, la esencia que desprendía, y la imagen de su cuerpo. Podía entender a la perfección la elección de Paris, que tantas desgracias había traído a troyanos y a aqueos: las vidas perdidas en aquella guerra interminable eran el justo precio por el reconocimiento del joven príncipe.
Aunque no despegaba los ojos del cuerpo de la diosa, a pesar de la cercanía, la escuchaba, y meditaba sus palabras. Asintió ante sus palabras, él también notaba el despertar de su propia esencia. Le creía, porque la atracción que sentía por ella estaba apunto de desbordarse en su pecho. Era imposible negar el hecho de que ansiaba, necesitaba poseerla. Sin embargo, no podía darse el lujo de perder la sensatez, por ello, aún cuando su cuerpo se movió de forma automática hacía ella cuando esta se desnudó, y aún cuando sus manos tomaron las de ella, en su mente mantenía el temple para averiguar más acerca de los planes de Afrodita. No podía permitir que la lujuria fuese su condena.
Entonces, sus manos recorrieron los brazos de la diosa, desde los dedos hasta sus hombros, y al dar un paso más hacía ella la rodeó por la espalda para apegar más sus cuerpos, si es que cabía la posibilidad de una cercanía mayor. Las manos de Zeus bajaron casi con desesperación hacía los glúteos de la diosa -dignos de los epítetos que le daban los poetas- los cuales agarró con fuerza antes de bajar hacía sus piernas, de las cuales tomó a la diosa para llevarla hacía la cama, donde la depositó con cuidado. Allí, el dios se acomodó entre las piernas de Afrodita, mientras con un movimiento brusco de su brazo tomó la túnica para desprenderla, así posandose desnudo sobre ella. Extendió la diestra hacía el rostro de la diosa, acarició con el pulgar sus labios, para luego dejar una suave caricia en sus mejillas, bajando luego hacía su cuello y su pecho. Entonces, Zeus, parco en palabras hasta el momento, inclinándose hacía ella, preguntó con la mayo calma que su pecho palpitante permitió.- Dime tus planes Afrodita, y tus secretos... Entonces consideraré lo que me pides.
Disfruto con cada caricia, cada roce del portentoso dios. Puedo sentirlo, cómo mi verdadera naturaleza crece, gana terreno, gana fuerza.
Mi cuerpo se deja llevar liviano por los brazos del supremo hasta el lecho, concebido con pétalos de rosa y la más suave lana. Desde el principio acoge nuestros cuerpos desnudos como si se trataran de piezas del mismo puzzle, y Zeus puede sentir como mi propia figura se adapta a la suya.
Cómoda y fácil, como una amante recurrente y de confianza, pero excitante como la primera mujer, la primera aventura, el primer desliz.
Cada vez más segura de mí misma, y más atraída por el Señor de los Dioses, entendía perfectamente su reticencia a entregarme su favor sin pedir nada a cambio. Me parece justo, y yo no tengo nada que esconder, más escogería mis palabras. Por nada del mundo agraviaría a aquel que es mi esperanza.
- Mi único secreto, mi señor, es que a pesar de que mi existencia, mi espíritu y mi cuerpo se ofrecen al placer de la carne de cualquier hombre digno de ello, mi corazón sólo pertenece a uno. - Miro con complicidad al dios, mientras mis piernas le rodean, atrayéndole y tentandole, pero sin intención de ser brusca ni de forzar su postura. - No pretendo ofenderos, majestad, mi lujuria os pertenece en este momento, y no quisiera estar ahora con nadie más, pero se me dio a elegir a alguien a quien unir mi alma y poder protegerle así de todo mal, y escogí a Ares.
Por un momento la esencia de diosa del placer vuelve a escapar, haciendo que pierda parte del brillo de mis ojos volviéndolos tristes y distantes, más la cercanía de Zeus me ayuda a luchar contra ese sentimiento y recuperarme, redoblando mi deseo hacia el venerado dios.
- Estoy segura de que lo entendéis. Os he visto proteger a vuestra esposa. Daría mi propia vida por él, y es lo que estoy haciendo. Pero... sí es cierto que también puedo ayudaros a vos, si vos me concedéis vuestra gracia. Os juro que nada tenéis que perder.
Mis uñas se clavan ligeramente en la fuerte espalda de Zeus con la intención de suplicar de nuevo por su favor.
Zues mantuvo la mirada fija en la diosa, clavandola ahora en sus ojos, mientras escuchaba con cuidado cada una de sus palabras. Afortunado fue de escuchar las palabras que la áurea diosa dedicaba a Ares y sus sentimientos, pues ellas la distrajeron un tanto al haber apagado en parte su deseo. Negó con la cabeza, mientras levantaba el torso y se apoyaba en las rodillas. Quito los brazos de Afrodita que se aferraban a su espalda, y separó las piernas que rodeaban su cintura para desprenderse de aquel peligroso, aunque deseado agarre.
Haciendo muestra de su temple y su pragmatismo, inició la discusión que valía la pena en aquel momento.- Hablas mucho Afrodita, mas no me dices lo importante. Háblame de tu plan, y de como nuestra entrega mutua nos beneficiara a ambos.- Voltea la mirada hacía un lado, mientras meditaba marcharse.- Deja los rodeos, y se clara... Después habrá tiempo para las distracciones.- Luego volvió a mirar a la diosa, evaluando con sus ojos la que sería su respuesta.
Me incorporo en la cama quedando sentada en ella, con las manos apoyadas en el lecho y las piernas aún abiertas. El dios es capaz de resistirse a mi encanto y por un momento me hace dudar de él. ¿Y si me he equivocado? ¿Y si un frío y férreo titan mora en su interior? No podía ser. Él protegía a Hera al igual que yo a Ares. Tan sólo es precavido.
Le miro a los ojos, dejando que pueda ver a través de ellos. Que llegue al alma y sólo vea el color del mar en el que nací.
- De acuerdo, majestad, vos ganais. Otorgaré yo mi don primero. Al fin y al cabo os guié hasta aquí porque confío en vos.
En un gesto de buena voluntad agarro una de las suaves mantas de blanca lana y cubro mi cuerpo con ella, para que el Rey de los Dioses no se distraiga.
- Mis intenciones son buenas para con el futuro de los Dioses. Quiero derrotar a Cronos, quiero que todo vuelva a la normalidad. Pero yo no tengo tanto poder, no por mí misma. Lo único que puedo hacer es proteger a quien amo y creo inocente. Pero esa protección exige un sacrificio.
Mis ojos no se separan de los de Zeus, y éste puede ver una sombra de desesperación en ellos.
- Ares ya ha sido atacado, y tengo miedo. Puede que la próxima vez no pueda resistirlo. Y para asegurarme de que puedo ayudarle, necesito dos cosas: una es el favor que os pido, que me permitirá conservar mi esencia, mi fuerza, y otra... Otra es cambiar la vida de Ares por la de otro dios. - Mis manos se agarran con fuerza a aquella manta, mostrando mi disgusto con la situación. - Otro dios debe caer para salvar el alma de mi amado. Y lo que yo os ofrezco - una de mis manos se posa sobre mi corazón, - es la promesa de que ese don será usado para bien, para detener al que está engañandonos y se esconde dentro de uno de nosotros. Decidme que vuestra intención es la misma y os ayudaré. Decidme de quién sospechais y seré vuestra mano ejecutora. Poderoso Zeus, por favor, confiad en mí. Decidme qué prueba puedo daros de que soy sincera.
Dibuja una sonrisa en su rostro al escuchar a la diosa, una que reflejaba una satisfacción totalmente ajena a la de ahora. Zeus se acerco, aún de rodillas, a la diosa, y extendió su mano para tomarla por la nuca. Enredó los dedos en sus cabellos, mientras los movía para acariciar con un gesto de ternura. En aquel momento de franqueza por parte de la diosa de los amoríos y la lujuria, no podía evitar ver en ella inocencia y madurez al mismo tiempo.
- Puedo confiar en ti, Afrodita, así como también puedes confiar en mi. Sin embargo, habrá condiciones.- Luego, lleva la misma mano que acariciaba la nuca de Afrodita hacía la manta que cubría su cuerpo, la cual tira, lentamente, volviendo a exponer su cuerpo, mientras revelaba su propia información hacía ella.- Tengo... Dos condiciones. La primera, es que tendrás que votar por Perséfone. La segunda, a pesar de lo doloroso que quitar una vida te pueda resultar, tendrás que apuntar tu mano ejecutora hacía Poseidón.
Tras decir esto, tomó a la diosa por la cintura, y la atrajo hacía si mientras tomaba asiento en aquella cama hecha para los placeres de la carne. Con este gesto, invitaba a la diosa a acomodarse sobre las piernas del dios, quién mientras seguía hablando, la observaba con excitada curiosidad del arte amatorio de la diosa.- Si tu poder es inmediato, traeré inmediatamente a la vida a Poseidón, y lo convertiré en mi esclavo. Como sabrás, mis sospechas están en él y en Perséfone... Si acierto, habremos encontrado a los traidores, pues lo forzaré a darme el nombre de sus compañeros, y si fallo, el seguirá vivo, y tendremos a un aliado en nuestra causa.
Luego inclino su rostro hacía el pecho de la diosa, a quien tomó de los brazos mientras dejaba un beso, casi desesperado, entre sus pechos. Estaba más que complacido de poder quitarse las ataduras de la moral y el deber en aquel momento con Afrodita.- A cambio de esto, prometo traerte a la vida en caso de que tu sufras víctima de una mano asesina... De esa forma no tendrás que separarte de tu amado.
Me dejo llevar por los fuertes brazos del Dios del Trueno hasta adoptar aquella postura sobre sus piernas. Mi voz, como la brisa suave, llega a sus oídos, emocionada.
- Así será, mi señor, tus condiciones serán cumplidas. Gracias, majestad...
Mis brazos rodean de nuevo aquel impresionante cuello y busco fundir mis labios con los suyos, mientras hago por juntar mi cuerpo con el de él, podría decirse que hambrienta, pues la esperanza crece dentro de mí y alimenta mi deseo. Busco con suaves movimientos la unión definitiva, dispuesta a mostrarle mi eterna gratitud dando lo mejor de mí, amándole como ninguna mortal ha sido capaz de amarle, y eclipsando a la propia Hera, pues por algo mi naturaleza es la de dar placer y cumplir cualquier fantasía que cualquier hombre o dios albergue en lo más profundo de su ser.
Tomando a Afrodita de su estrecha cintura, Zeus guió los movimientos de la diosa a la unión definitiva de sus cuerpos. Poseyó y se dejo poseer por la diosa, así cedía a la petición de la diosa del amor.
Siguiendo sus movimientos, Zeus se dejo poseer en una primera instancia, por ello movía sus caderas al compás de las de la diosa mientras besaba su cuello y pecho. Sin embargo, los deseos del dios por sentirse dominado por la fuerza sexual de Afrodita le impulsaron a inclinar hacía atrás hasta apoyar la espalda en la cama, y sus manos se aferraron con fuerza a las caderas de la amante divina, hasta que sintió la ardiente necesidad de fundir su boca y la de ella en el beso más apasionado que jamás hubiese dado. Levantó la mano para cogerla de la parte trasera del cuello, y así atraerla hacía él para cumplir su cometido. Hera dejó de existir en los pensamientos del dios mientras duraba el acto, durante el cuál llegó a sospechar de la influencia de Cronos al sentir como parecía detenerse el tiempo, y todo lo demás desaparecer, al sentirse desbordado por los placeres que aquella magnifica deidad le otorgaba.
*Me equivoque en el anterior post, es por Poseidón por quien hay que votar y Perséfone a quien deberías de eliminar :0 Si se puede corregir eso sería genial :P
Totalmente adaptable a los deseos y necesidades de cada uno de mis amantes, dejo que Zeus se desahogue cuando comienza a mover su cadera, respondiendo sus movimientos con los míos propios para darles ritmo y continuidad, mientras echo mi cuello hacia atrás para dejar que bese donde quiera, hasta que él decide dejarse hacer.
Apoyo entonces las manos a los lados de su cabeza y continúo con el vaivén, suave y constante, como las olas del mar que me llevaron a nacer en la orilla.
Mi naturaleza hace que cada roce de mi cuerpo sea una auténtica explosión de placer para él. Que la cálida brisa de una noche de primavera recorra su interior, haciendo que aumente su libido, con la sensación casi de un enamorado, de un chiquillo virgen al que tocan por primera vez.
La pasión que me otorga su beso me une más y más a él. Cada uno de nuestros suspiros y gemidos que escapan para unirse en el ambiente aumenta el calor de la estancia e impregnan el aire del olor de las primeras flores.
Los hombres no son las únicas víctimas del embrujo de aquella estancia. Como si el lugar y mi cuerpo estuvieran conectados, mi pasión también aumenta y pide más de la fuerza del dios. Aumenta el ritmo de mis movimientos, hace que todo mi cuerpo se estremezca. El placer me desborda y el deseo estalla en un climax conjunto en el que mi cuerpo recibe el divino simiente, fruto del vigor del Rey de los Dioses, hasta que extasiada y complacida dejo que mi cuerpo caiga sobre él, derramando mi cabellera sobre ambos cuerpos, uniéndome a Zeus en un abrazo, agradecida, acariciando su rostro y jugueteando con su barba entre mis dedos.
Sí, aún puedo hacerlo al revés ;)
Ni siquiera el más grande de los poetas podría haber narrado el acto que en aquella estancia sucedió. Jamás el dios Zeus había sentido los placeres de la forma en que Afrodita los entregaba, y sin duda, le sería difícil de ahora en adelante conformarse con el amor de Hera, o los placeres de sus compañeras mortales.
Tras el climax, recibió a Afrodita sobre su pecho, acariciando con una mano la espalda de la diosa, mientras enredaba los dedos de la otra en sus dorados cabellos.
Se sentía extrañamente en paz, como el aventurero que llega a su destino, o el artesano que termina su trabajo, y ahora, en el breve tiempo que les quedaba juntos, simplemente dedicaría su cuerpo a descansar sobre aquel lecho.
- ¿Contaré con tu apoyo para desenmascarar a Poseidón, y al resto de los traidores? - Preguntó, mientras giraba su cuerpo hacía ella, recostandola con cuidado a su lado.
Sin poder apartar las manos de aquel musculoso cuerpo, dejo que Zeus me tumbe de lado sobre la cama.
- Por supuesto, majestad. Vos habéis confiado en mí. Os debo al menos mi gratitud, y si es así como queréis que lo exprese, así será. Cuando se me conceda la oportunidad, Perséfone caerá, y Poseidón será el blanco de mis sospechas.
Tras un rato más de disfrutar de la compañía del Señor de los Dioses, me incorporo desperezándome. Busco mis ropas y me las coloco, y me miro en el espejo de mi tocador para arreglarme un poco el pelo.
- Debemos volver, mi señor.
Le tiendo la mano, dispuesta a salir de allí y volver a la sala del trono, antes de que alguien se dé cuenta de nuestra ausencia.
Pasado el tiempo, llegaba el momento de marchar. Se levantó de la cama, se vistió la túnica, y empezó a caminar hacía la salida de la estancia, tomando la mano que la diosa tendía. La sonrisa en el rostro de Zeus sería imborrable.
En parco silencio y antes de salir de allí, robó un ultimo beso a la diosa Afrodita, mientras tomó con fuerza uno de sus glúteos.
Tras esto, ambos dioses abandonaron la estancia, dejando atrás todo rastro de deseo el uno por el otro y regresando a la normalidad. Si bien el deseo inicial había sido saciado, los recuerdos de aquel encuentro quedarían grabados en la mente de ambos dioses, al igual que sus promesas y palabras.
ESCENA CERRADA