Partida Rol por web

Sigo en la misma posición, y contesto casi como un autómata, sin dirigir la mirada a ninguno de los dos presentes. Me hubiera gustado preguntar qué había pasado con lo de añadir a Atenea a nuestro grupo, pero prefiero callar, pues mis preguntas no están siendo nunca respondidas. No estoy allí para preguntar, sino para responder y obedecer.

- Creo que ni el propio Morfeo sabe cómo funciona su poder. Sabe que puede unirse a tres dioses, pero no sabe si de uno en uno, o con todos a la vez, es decir, no sabe si al unirse a otro dios dejará de tener contacto conmigo, o no, y si es que no, no sabe si ese otro dios también se uniría a mí. Sé que lo ha intentado, pero no sé con quién, el caso es que no ha funcionado. Dice que lo intentará con Hades la próxima vez. Cree que entre los dioses hay algún poder que puede liberarme de vuestras cadenas, pero es sólo una conjetura.

Y vuelvo a callar, y a mantener la posición. Ya no me apetece jugar.

Esta guerra se está llevando lo mejor de mí. Como cualquier conflicto devasta la naturaleza a su alrededor, mi cuerpo y mi alma sufren mientras los moradores del olimpo nos despedazamos los unos a los otros.

- Como deseéis, Padre - respondo a Zeus con una leve inclincación de cabeza

Llamo a continuación a mi fiel Cerynitis a mi lado. Él será el encargado de robar el voto a otro de los nuestros. Yo por mi parte, prepararé mi arco para partir a la batalla una noche más.
 

Quedaba muy poco para que todo terminara. La victoria estaba cerca, pero también, tan lejos. Pocas cosas podían hacerse. Volteó su mirada hacía Afrodita, a quien le debía tanto, mas la tarea de Zeus era ingrata.

- Afrodita, quiero que cortes todo tipo de comunicación con Morfeo. No quiero que le des más herramientas para sembrar la discordia sobre los dioses. 

Luego se volteó hacía la diosa de la caza.- Artemisa, has servido fielmente al Olimpo. Estoy seguro de que tu actuar habría sido el mismo si no estuvieses en esta posición.

Luego volteó su mirada hacía el frente.- Estoy meditando la posibilidad de salvar de la muerte a Hefesto, Atenea o Nyx. Me interesa saber cuales son sus poderes, y que podríamos conseguir con ellos. Escucharé sus consejos, y sus deseos.- Dijo esto ultimo mirando a Afrodita.

- ¿La vida de quien piensan tomar en esta ocasión? - Preguntó a la diosa del amor.- ¿Hay alguna forma en que puedas tomar la decisión de eliminar a Iris?

Escucho con atención las palabras del Señor de los Dioses, pues a pesar de estar dolida, sigo sintiendo devoción por él, y de alguna forma su voz alimenta mi verdadera esencia, que es la cosa se más deseo conservar, por encima de todo.

Me encojo de hombros ante su petición. No me queda otro remedio.

- De acuerdo, majestad. - Mi tono sigue siendo monótono. - Pero debéis saber que acaba de prometerme que no volverá a votaros. A él parece interesarle desentrañar todos los misterios, no hacer daño a nadie.

Después escucho y observo las palabras que le dedica a Artemisa, y de nuevo siento celos. Y rabia, pues sus palabras para mí no se ajustan a la verdad. O eso creo, pues en su presencia estoy confusa. ¿Le obedecía sólo por acción de las cadenas que me ataban? No. ¿No? Bueno, quizás cuando me trata como una esclava, me comporto como una esclava. Pero cuando es cariñoso, cuando despierta mi verdadero espíritu, lo hago por verdadera devoción. ¿No era así? Si hasta el contacto de las cadenas era agradable, excitante...

Intento apartar esos pensamientos, pues sólo consiguen confundirme más. Me relajo un poco y me echo hacia atrás para apoyar la espalda en el respaldo del asiento, aunque continuo con las piernas escogidas cerca de mi cuerpo, y llevo mis manos a mi cabellera para comenzar a trenzarla distraidamente mientras contesto al resto de cuestiones.

- Esta noche atacarán a Hades. Iris es el verdugo y yo el vigilante. No puede ser de otra forma. Como ya veis, Poseidón ha caído. Estamos las dos solas. Esta noche no puedo hacer nada, no es día par. Aguantad una noche más, y todo habrá terminado, mi señor. Esta guerra ya está resuelta. Respecto a quién traer de vuelta a la vida, creo que Hefesto no merece la pena. Su poder era corromper la esencia de un dios, y llevarse a otro por delante al morir. Pero Atenea... ella podría interesaros, majestad. Ha sido la encargada de llevar a los caídos al Tártaro con la figura del barquero, y podía comunicarse con ellos mientras estaban allí. - Miro al Rey de los Dioses directamente a los ojos. - Y como veis, es un consejo gratuito. Vos no me habéis preguntado. Os lo he dicho porque he querido. Como muchas otras cosas. Sólo tenéis que hacer memoria y veréis que realmente estoy de vuestra parte. Me ayudásteis a volver a sentirme yo misma, y me librásteis de la muerte. No me hacen falta cadenas.

Giro la cabeza para dejar de mirarle cuando termino de hablar, entre triste y avergonzada.

La información que le entregaba Afrodita era grata a sus oídos, y así podría tomar una mejor decisión en el día que se avecinaba. Sus dedos se juntaron frente a su rostro mientras meditaba las opciones. Por un lado, el poder de Atenea no resultaba útil para los siguientes movimientos, y aunque hubiese deseado que Afrodita entregara esta información antes, no podía culparla al no ser específico con sus ordenes, y sabía bien que ella se había aprovechado de ello. El poder de Nyx era un misterio, pero podía vivir sin conocerlo. Si lo que dijo Hecate era cierto, Hefesto ahora poseía el de Helios, pero traerlo a la vida habría sido castigar a una de sus más importantes ayudantes.

Se puso de píe, y se acerco hacía las diosas. Dejó una suave caricia en la mejilla de Artemisa, e inclino su rostro hacía ella en señal de respeto y agradecimiento. Luego, fue con Afrodita, a quién dedicaría unas palabras.- El Olimpo te debe mucho, Afrodita.- Y tras sus palabras, una caricia también fue depositada en su rostro.- Sin tu ayuda, probablemente ya estaría muerto. Sin el encuentro que nos diste, probablemente te habría dejado morir en la estatua de bronce. Se te debe la victoria, y en agradecimiento no traeré de vuelta a Hefesto. No te castigare de esa forma.- Luego inclino su rostro hacía ella, también demostrandole respeto y afecto.

Mientras volvía hacía su trono, dejo escapar una melancólica idea.- Si mi corazón no estuviese atado al de Hera, y el tuyo al de Ares... Quizá una nueva reina tomaría asiento a mi lado una vez que esta guerra llegase a su fin.

Ya sentado sobre su trono, tirando de sus barbas, tomó una decisión.- Traere de vuelta a Hades. Creo que es él quien nos lleva a la isla de las sirenas... sólo es una leve sospecha.

Tras estas últimas palabras de Afrodita, algo sucedió con su esencia, la cual parecía hacerse traslúcida y sus cadenas fueron consumidas por el fuego eterno del Averno. Una llama azul las desintegró y envió la esencia de Afrodita hacia lo profundo del Hades, dejando solo a Artemisa junto a Zeus.

Pudiste ver cómo Zeus se acercaba a tu inerte estatua y tras ese suave roce, el bronce comienza a desmoronarse, liberando tu esencia de aquella prisión de bronce, aunque una parte de ti no salió del Hades, sino que se internó mucho más allá.

Te dirigías a la sala de Trono, el lugar donde descansabas con Perséfone y vigilaban sus dominios con tranquilidad, pues no había nada más tranquilo y más seguro que la muerte. Avanzabas con la esperanza de ser tú mismo pero al ver tu trono, viste cómo una cadena de color negro comenzaba a aparecer en tus muñecas, aprisionando tu actuar y pudiste notar que había alguien allí sentado, alguien que no eras tú, parecía un usurpador. Primero, tus pasos eran firmes y feroces pero a medida que te acercabas, podías sentir el poder que emanaba de aquel que yacía en ese lugar y, de cierta manera, tu esencia comenzaba a sentir miedo, respeto, admiración. Sabías que te había salvado la vida y le debías todo a ese ser. Tu actitud pasó de una furia incontenible a una total sumisión.

Grande fue la sorpresa al ver a tu hermano menor sentado allí junto con Artemisa, quien llevaba una cadena muy similar a la tuya en su tobillo y el otrora dios del rayo allí, viéndose más imponente que nunca y más poderoso. Él era ahora tu amo y es quien te ha salvado. Zeus ahora tenía un nuevo siervo.

El camino hacia mi trono me reconforta, volvía a estar en mi hogar... Pero entonces descubro que he llegado en calidad de invitado. Puede que peor, de esclavo. Aún así, me detengo y miro el que fuera mi reino antes de prestar atención a las cadenas que me eran impuestas. 

Avanzo hacia mi trono para descubrir a mi hermano sentado en él. Miedo, respeto, admiración... Había encontrado a quien tenía parte de mi ser. De alguna forma me consuela que sea Zeus, no me sería igual de soportable sumirme bajo las ordenes de cualquier otro dios...

- Hermano. - hago una leve reverencia. - Gracias por liberarme del Tártaro, estoy a tu disposición. - vuelvo a erguirme. - Aunque agradecería que me pusieras al corriente del verdadero estado de la guerra... 

Hades, revelame tus secretos*. Si puedes traer a alguien a la vida, que sea Atenea.

La guerra ha sido ganada. No busco dominarlos a todos como quiere hacerles creer Morfeo.

- Apenas tengo secretos, hermano. Como ya mencioné, ahora soy capaz de liberar a otros de su encierro en el Tártaro para traerlos de vuelta al Olimpo. Antes del ciclón, que fue el momento en que vi mi esencia alterada para sentir parte de Apolo en mi interior, poseía un fragmento de Pan. Él era quien podía revivir con anterioridad. - tomo aire y busco un lugar donde poder sentarme. - Nos reuníamos en su bosque, aunque nuestras conversaciones no fueron muy fructíferas... Había negado ser un titan y le creí, pero aun sospechaba de su total implicación en la guerra, pues no me había revelado su don. Sólo mencionó que no moriría a la primera... Aún así lo había adoptado como mi pupilo y si le hubiera pasado algo me hubiera puesto serio. - la dureza de mis palabras dejan claro a que tipo de seriedad me refería... 

- Tu elección me parece muy apropiada, yo mismo iba a sugerirte a Atenea. Y, como ves, he estado bastante ciego durante la guerra... Aunque nadie podrá negar que he sido sincero, a pesar de la aparente reputación que me han... otorgado... - 

- Ah, también soy capaz de provocar una falsa muerte sobre alguien, quién regresaría a la vida al pasar dos días. Durante ese tiempo podría espiar todo lo que sucediese en el Tártaro a través de sus sentidos. Me es posible además provocarmela a mi mismo, con lo que podría espiar a los presentes en el Olimpo desde una estatua de bronce idéntica a las del resto. Pero no he visto necesario hacer uso de tal poder. 

comprendo.- respondio Zeuss a Hades,  mientras meditaba la situación.- me preocupa la imprudencia de Ares. Su ira sin sentido y su animo por proteger a Afrodita son peligrosos... Hades, usarias tu poder para fingir su muerte? Temo por los errores que pueda cometer hasta  que esto acabe. 

- Es posible que el efecto no llegue a tiempo de evitar nada... Pero podría hacerlo. -