Me separo del abrazo, despacio, para volver a estar de frente a Morfeo y poder mirarle a los ojos.
- No. Zeus no ha resucitado a Asclepio, y no está bajo su mando. No sé quién es quien trae a la vida a los caídos.
Niego con la cabeza algo abatida, cansada ya de tanto misterio y conspiración. Hastiada de una guerra que me ha pillado en medio y en la que siento que, gane quien gane, yo saldré perdiendo.
- Cuando te digo que no ataques a Zeus, me refiero a que no le acuses ni te pongas en su contra públicamente. Deja que él confíe en ti. Puede que así haya esperanza.
La manzana vuelve a brillar con fuerza. ¿Quizá esta vez?
Te prometo que dejaré de atacar a Zeus. No por mi supervivencia. Si me transformo en bronce no quiero regresar bajo sus ordenes, es lo único que pediré por evitar mis acusaciones. No puedo, de todas formas, eliminar mi voto de hoy, aunque evitaré votarle en lo sucesivo.
En la mazana parece dibujarse una sonrisa, respondiendo a un pensamiento fútil.
Es todo muy misterioso. ¿Verdad?. Me gustaría desentrañar cada hebra de este tapiz. Siempre ha sido una de mis aficiones preferidas. Al fin y al cabo, así son también los sueños. Un tapiz en el que el movimiento de un hilo puede crear una imagen completamente distinta o, con un simple movimiento, una ola de pensamientos llegan a una persona y surge la duda, la incertidumbre...
La figura de Afrodita se desvaneció de este lugar, en conjunto con el descubrimiento de su estatua.