Partida Rol por web

Al ver a Zyllah en ese estado, Àine comenzó a incorporarse, sólo para aletear con esfuerzo delante de sus ojos, manteniéndose a su altura. El leve zumbido de sus alas sacó una breve sonrisa a Eko mientras el animal oscilaba, suspendido en un precario equilibrio entre las ganas de volar y el dolor de sus heridas. Emitía un pequeño sonido agudo, como una mezcla entre un quejido y una pregunta, mientras la miraba directamente. Luego, con esfuerzo, se posó sobre el hombro de ella para comenzar a mover su cabello con el pico, tal y como hiciera jugando el día que él y Eko llegaron a esta realidad.

- Venir fue nuestra elección. - Dijo Eko entonces con la vista centrada también en ella, observando sólo con su visión periférica a su compañero. - Que Lennish votase a Zagam por duplicado sin saber nada de él, no. Fue una estúpida. Y eso es sólo un ejemplo. - Concluyó, antes de hacer un pequeño gesto con la mano.

- Se acerca la noche. - Enunció después, antes de que tuvieran tiempo de responder a lo que acababa de decir. Miró entonces a Zyllah para guiñarle un ojo de manera traviesa. Una vez más tendrían que dejar sus costumbres de lado. Aunque si Gabriel seguía sin decir nada quizá Eko acabase por recuperarlas sin muchos problemas. - Espero que nos encontremos todos aquí mañana.

El pajarito me sacó una sonrisa triste al revolverme el pelo, como nadie mejor que él sabía hacerlo. No dejaba de parecerme increíble que le resultase tan sencillo hacerme reír a pesar de conocernos tan sólo desde hacía unos días. 

Escuché las palabras de Eko y me esforcé por sonreírle en respuesta a su guiño. Me sentía agotada a pesar de llevar sentada desde la noche anterior. Suspiré quedamente, echando de nuevo una mirada a la mesa, antes de mirar a Eko de nuevo. - Creo que vamos a ir a estirar un poco las piernas. Llevamos todo el día sentados... - Dije, refiriéndome al pajarito y a mí. Miré entonces a Gabriel, que parecía completamente perdido en sus pensamientos. Probablemente ni nos echaría de menos si nos alejábamos un rato. Y si quería algo siempre podía hablarnos aunque estuviéramos en otro lugar, por la extraña acústica del lugar.

- ¿Te vienes? - Pregunté finalmente, mirando a Eko, dando por hecho que Àine vendría conmigo.

Ante la sonrisa amable de Zyllah Eko acarició su mejilla despacio, apartando suavemente la mano cuando ella decidió levantarse. Su oferta fue algo inesperado, y comprendió que quizá fuese más para conseguir un poco de esa intimidad que a cada rato se hacía más preciada.

Se puso en pie haciéndole un gesto de despedida a Gabriel.

- Hasta mañana. - Le dijo antes de alejarse con ella, esperando a doblar la esquina para entrelazar sus dedos y caminar juntos hasta que ella comenzase a encontrarse mejor.

- Avísanos si necesitas algo. Te escucharemos aunque no te veamos. - Dije a Gabriel con voz suave antes de empezar a caminar junto a Eko, recogiendo el jersey del respaldo de la silla antes de marchar. Le ofrecí al pajarito la mano, por si prefería no quedarse en mi hombro. Sabía que no le resultaba cómodo mucho rato estar posado en él cuando andaba y no quería que se pusiera a volar todavía herido. 

En cuanto perdimos de vista al hombre suspiré, dejando que mi postura se relajase y caminé mirando al suelo, acariciando los dedos de Eko con los míos lentamente. - Realmente quería traerlo... - Dije sencillamente, esperando que lo comprendiese y sabiendo que a pesar de la distancia Gabriel también lo escucharía. 

Una vez más pensé en lo extraño que era sentir los rayos de sol sobre la piel mientras en el otro lugar anochecía a toda velocidad. Aspiré el olor a canela y madera de Zagam, que impregnaba el lugar, y alcé la mirada para contemplar el paisaje en la lejanía. Quizá sería la última vez que vería la ilusión en la que había pasado encerrada los últimos días. Y a pesar de todo, no podía considerarlo un encierro. Era demasiado agradable. Y había vivido muchas cosas bonitas en ese lugar. Había llegado a considerarlo una especie de refugio. El único lugar donde me había llegado a mostrar a mí misma sin controlar cada gesto por el temor de que otros se aprovechasen de lo que mi rostro reflejaba. Al menos en el día que pasé a solas allí. 

Sabía que probablemente pronto me despediría de este lugar, y de alguna forma eso sería hacerlo de Zagam... Y quería retrasar ese momento lo máximo posible. Sin pensar fui guiando nuestros pasos hasta el interior de la catedral, hacia el lugar donde habíamos estado sentados la primera noche, cuando todo era tan distinto y no había sucedido ese beso que luego negamos hasta hartarnos, como si no hubiera sido nada. Cuando llegamos allí me detuve y le hice un gesto a Eko para que nos sentáramos junto a una de las columnas. De alguna forma todo me parecía circular, volviendo al principio. Y sin embargo, cuánto habíamos cambiado... - Bésame, anda. - Le pedí, tratando de buscar en sus labios olvidar la congoja que sentía por lo que me parecía una traición a un amigo. - Y no te detengas pase lo que pase... - Añadí, repitiendo palabras que ya había dicho antes en otro momento, en este mismo lugar.

Eko caminó con Zyllah despacio, dispuesto a hacerlo hasta que la noche cayera si hiciera falta. No había mucho que pudiera decir para animarla: Era demasiado tarde para cambiar cualquier decisión tomada, y era cierto que todo apuntaba a que sin ella Zagam no podría volver.

Cuando ella habló, Eko sólo apretó levemente sus dedos en respuesta mientras Àine, en su mano, se giraba para mirarla y emitir un leve sonido. Al pasar por al lado de los restos de la lata de días atrás él alzó la mirada, imaginándose durante un instante cómo sería tomar de nuevo el poder de Zagam, pero apartando la idea después.

Al llegar a una de las columnas y recibir su gesto él se sentó contra la piedra, dejando un lugar entre sus piernas para ella. - Al amanecer todo será mejor. - Le prometió antes de buscar su boca, sabiendo que probablemente se besarían una vez más hasta dormirse. Bastante había sido no hacerlo el día anterior. Con sus labios y su lengua Eko trataba de ofrecerle un lugar al que anclarse, un lugar en el que no fuera necesario pensar en las cosas que habían perdido.

Me acomodé entre las piernas de Eko, como en las noches anteriores a la llegada de Gabriel y Zagam al lugar y coloqué al pajarito en mi regazo para perderme en los labios del joven durante varios minutos, intentando dejar de darle vueltas a mi decisión y sentirme mejor. 

Cuando me separé lentamente de él lo miré a los ojos con el ceño fruncido y el gesto preocupado. - Joder, todo parece torcerse. - Dije, con un pequeño suspiro, esperando que mis palabras le llegasen también a Gabriel. - Alexia no ha conseguido que Ira acepte ir a por Marceline. Van a ir a por Gabriel, ya no hay tiempo para frenarlo... ¿Lo protegiste a él al final? ¿Todavía puedes hacerlo? - Suspiré cansada de la situación. - Yo voy a enviar a Yormund a por Marceline, espero que ella se lleve a Liam y haga lo de Ira. Y por si acaso, en cuanto Andrew se levante le daré la orden de encargarse de Ira. No sé si está tardando tanto porque llevaba mucho tiempo muerto... O porque tardé un poco en lanzar mi cadena hacia él, pero en todo caso, en cualquier momento tendría que funcionar... Creo que todo terminará por fin esta noche pero todavía hay cosas que podrían salir mal.

Apoyé la cabeza en su pecho, acariciando al pajarito suavemente con los dedos mientras esperaba su respuesta.

Durante largos segundos Eko se dedicó a disfrutar de los labios de ella, sin más intención que la de que ella pensara lo menos posible. La besaba con firmeza, abandonada por completo la desesperación que había habido en otras noches. Puede que las cosas no salieran de la mejor manera posible, pero al menos no irían a peor. Y estaban vivos.

Al sentir cómo ella se separaba la siguió durante algunos centímetros buscando sus labios, hasta que se dio cuenta de que ella iba a hablar. Cuando terminó de hablar su expresión había cambiado.

- Joder... - Musitó, con tono de fastidio, mirando durante un instante alrededor. - Como decías que Alexia estaba teniendo problemas con Ira me protegí a mí mismo, y ya es demasiado tarde para cambiar.

- Gabriel. Ya sabíamos que Ira no era alguien capaz de mantener su palabra. Espero que Andrew se encargue de ella antes de que ella vaya a por ti.

- Ira no ha vuelto a hablar desde entonces. - Informé en voz baja con tono un poco frustrado. - Pero ya tengo a Andrew. Temí al ver que había perdido a Azhariel que no pudiese matar por la noche y traerlo hubiera sido un desperdicio, pero sigue pudiendo hacerlo. Él se encargará de Ira, aunque quizá eso le cueste la vida... Lo sabe e igualmente quiere hacerlo para que Alexia y los demás podamos salir de aquí.

Después volví a apoyar la cabeza en el pecho de Eko. - Todo debería acabar esta noche... Aunque el silencio de las niñas a mí me tiene mosqueada también. Llevan días muy calladas cuando al principio se regocijaban constantemente... ¿Crees que es porque están enfadadas porque van a perder? ¿O porque hay algo a su favor que no sabemos?

- Ya no queda nada a su favor. - Sentenció Eko con confianza. - Conocemos los tatuajes de todos los traidores vivos, y les superamos en número. Puede que estén confiadas al creer que no sabemos lo de Alexia, pero desde luego esta noche acabará todo.

- No sé qué habrá sido de Azhariel. Pero sabiendo como sabía que era probable morir y volver en este lugar, no creo que se metiese en el cuerpo de Andrew si eso fuese a terminar con él. Probablemente ahora esté lejos de aquí, despertándose en algún lugar.

- Si Andrew se da prisa y acaba con Ira pronto, quizá pueda matarla antes de que ella ataque a Gabriel, como Yormund hizo con él. Eso sería lo mejor.

Escuché las palabras de Eko, pero mi expresión revelaba que no me quedaba conforme del todo. - Ya antes nos hemos confiado pensando que todo acabaría y no fue así. Por si acaso, mantengamos los ojos abiertos... - Dije, antes de guardar silencio un segundo. - Temo que Marceline dude al amanecer y no se lleve a Liam. - Añadí, antes de callar de nuevo, pensando de nuevo en el ilusionista. 

- Zagam. - Dije en voz alta, tras inspirar lentamente. - No sé si podrás perdonarme que trajese a Andrew en lugar de a ti... - Empecé, con la voz afectada. - Pero si pudieras decirle a Marceline de mi parte que nosotros nos encargaremos de Ira esta noche... Para que no dude a la hora de llevarse a Liam con ella... Te lo agradecería.

Suspiré despacio, dudando si decir algo más, sin saber si debería despedirme de mi amigo. Todo apuntaba a que no pasaríamos un día más en ese lugar. - Yo... No te olvidaré nunca. - Añadí finalmente, antes de esconder el rostro en el cuello de Eko. 

Permanecí allí durante varios segundos, respirando lentamente antes de hablar de nuevo. - ¿Crees que Gabriel está bien? Lleva mucho rato callado...