Cuando nadie le esperaba, cuando nadie sabía de su existencia ni de los de sus especie… atravesó las puertas del inframundo.
El primer Demonio, tras la separación de los mundos, acababa de llegar… su única misión era sencilla, dominar y exterminar a la especie humana, y abrir las puertas para otorgar los dominios a su señor.
Todo estaba previsto, uno de los mejores heraldos de abismo sería el elegido, Caín. Su figura y apariencia humana harían la trama mucho más sencilla.
Pero algo escapó a los pensamientos del averno. Pues nada más atravesar las puertas, su primera víctima se hallaba ante él. Inocente y desvalida, una primera batalla fácil de franquear. Pero aquello que se antojaba nimio dio a luz al olvido de un reino, de una orden, de cualquier plan.
La mirada de Joselinne, cautivo la mente de Caín, el cuál, obligado a matarla la ató bajo su influjo y la dejó vivir, olvidando su promesa.
Pasaron los años, y de su unión nacieron tres pequeños esquejes que serían la primera pieza de una nueva estirpe, pues demonios y humanos comenzaron a cruzar sus sangres desde ese momento, pues el linaje de Caín, se sobrepondría al resto de la humanidad, pues su sangre demoniaca, los haría más longevos y poderosos, acabando en parte con aquella raza débil, pero alzando en el mundo, una nueva raza más fuerte y difícil de dominar, avocando al fracaso la misión principal de Caín.
Un error que pagarían todos a su costa, la primera en abonar su pago fue Joselinne, la cual cayó bajo las manos de su propio amor, en cual poseído por su señor, fue obligado a volver a las puertas del inframundo y forzado a acabar su vida, entre agonía y dolor.
Aún dicen que aquellas puertas, guardan el rumor de los lamentos de aquella inocente que bajo un manto de lágrimas vio la muerte enmarcada bajo el rostro irreconocible de su amado.
Tras volver en sí, Caín, no pudo volver y responder antes sus pequeños, ni aún menos franquear las puertas y asumir su culpa y su error salvando al resto. Por ello arranco su propia alma, y se dejó morir, mientras el olvido hacía paso a su nombre, y el tiempo franqueaba los límites de una raza ya extinta, mientras esbozaba las líneas de una nueva realidad.
Mientras el linaje de los Hijos de Caín, se alza en post de la humanidad, ofreciendo a su paso fuerza, dominio y poder, en los entresijos de los abismos se empieza a urdir el final de su existencia.
Esperan el momento decisivo para atravesar las puertas y romper cualquier nexo con la vida que puede haber en nuestro mundo.
Todos conocen, la inminente batalla que esta por comenzar, con un final incierto donde la muerte se tilda de diferentes colores.
Pero aún queda una esperanza, siempre queda una… o al menos eso quieren algunos pensar, dispuestos a ofrecer todo lo que tienen por detener un destino que acelerado esta a punto de estallar...
Aquel último día fue grabado a fuego en la mente de los que vivieron aquella verdad, para luego ser tapizada o raída por las palabras de otros, mientras lo contaban sin certeza o sinceridad.
Pero algunas mentes aún sienten sobre su sien lo vivido aquel último día, sobre el suelo frio del Castillo de Baal.
En un legajo carcomido por la verdad, aún se guarda lo que pasó… y los nombres de aquellos que vivieron y de aquellos que ahora faltan, sin importar su condición.
Sobre el suelo ahora descansa el quicio de aquella ventana que dejó en libertad a Kaldreade, despojándolo de cualquier juicio mientras las campanas redoblaban en el lugar…
Aquella misma ventana, que fue consuelo para los brazos de Azhariel, mientras, sobre el suelo descansaban los restos de Valfar, el cual nunca volvería con él… Un amor roto, sin oportunidad de crecer.
El aire ahora corrupto, ya no guarda aquellas brumas que día a día, Nybras condujo para unir la muerte y la verdad.
Sobre el suelo queda un muro que acogió los puños de Avla, furiosa de aquel final, donde la muerte de rompía muchos lazos, aunque fuera por el bien del lugar.
También esta roto aquel suelo, que enjugo las lágrimas de Verona, junto a los brazos de Yannick.
Un lamento roto, que se acogería con la mirada de Jared, y que Nekhbet escucharía mientras a varios pasos, su ahora amiga Elisabeth escogería la senda de aguardar aquel lugar.
Una nueva Guardiana de aquel sello, oculto en la antigua Catedral de Oldland…
En sus manos acogió el tomo que guardaba la historia del lugar, pero ahora ni ella, ni nada de lo que antes fue, sigue en pie… Pues ahora solo quedan cascotes y cenizas de lo que hace unos siglos se logró preservar.
El descubrimiento del Último Legado ha desatado la Envidia y la Ponzoña en los corazones de la humanidad, y ahora todos ansían llegar en torno a una locura, llegar a esa verdad. La Codicia y la Fuerza han sellado los labios de la mayoría, cerrando los postigos de las puertas a su paso, temerosos de ser el nuevo objetivo por degollar.
Pues se comenta que ha ese estado se llega tan solo con la muerte y la vida, de aquellos que te rodean y de la propia en realidad.
Cuando toda esta locura empezó… el Castillo de Baal permanecía sellado, y defendido por las arduas manos de Elisabeth… Numerosos fueron los embistes que recibieron sus muros, esperando allanar el lugar, pero la Guardiana seguía su cometido, en completa soledad…
Pero entonces llegó el día, donde las fuerzas empezaron a flaquear, pues algo nunca escuchado parecía estar estrangulando a la propia Oldland, desvencijando cualquier vestigio de vida en su inmensidad.
La Guardiana necesitaba ayuda, y tus pasos por una cuestión u otra se encaminaron hasta esa zona ahora maldita, pero ahora que has llegado, parece que es demasiado tarde…
El silencio y la Muerte son dueñas del lugar, todo parece dispuesto a rendirse sin más… pero no es más que el silencio que llega antes de la tempestad. Sientes esa presencia a tu lado, y sabes que es el momento de volver a esas ruinas, solo o acompañado, hay que llegar hasta el final.