Soledad… es el sentimiento que reverbera en tus oídos al entrar en aquel lugar, mientras en tu mente se repite una y otra vez, tu historia tu pasado, y lo que nunca fue.

Tu mano acaricia tu vientre, mientras una lágrima recuerda el olor que desprendía aquel niño en tus brazos, muerto por lo que ahora te hacía más fuerte cada vez. Fuerza sacada del odio, y del rencor, pues te robaron aquello que añorabas, para segundos más tarde robarte lo que nunca quisiste perder.

Pero ahora tu vientre vuelve a ser fruto, donde ahora anida un nuevo ser, producto de lo más odiado de tu estirpe, aquello mismo que ahora dará pago a aquello que un día te obligo a perder.

Tus manos regaran muerte  a tu paso, y con cuerpos crearas la cuna que mecerá tu nuevo descendiente.

No dejaras que le hagan daño… no. No volverá a suceder. Pase lo que pasé ellos pagaran con su vida, en sacrificio a tus heridas, y a los que nunca más van a volver.

Como grabado a fuego aquel signo parece hacer mella en ti despertando un instinto, algo al parecer nacido de tu vientre, de aquel ser que empeñaba en crecer. Mientras tus manos acariciaban su posición, sentías como sus pequeñas manos buscaban tu piel, un contacto que te brindaría protección.

Un Escudo desde las Entrañas

Al parecer, aquel signo despertaba no solo una nueva herida en tí, sino tambien algo de poder, en aquel que estaba por nacer.

El se siente agradecido por todo aquello que le das, y cree que es el momento de devolverte parte de su favor. Pues ahora sientes como un aura te protege, incluso de la voz de aquellos que se cierne al atardecer. Este pequeño será grande... Parece que al fín, el destino, sopla a tu favor.

Tu escudo está roto, y tu pequeño también... Has sobrevivido al ataque pero no él...

Mientras al muerte te abrazaba con sus frías manos, aquel verso tatuado en tu piel, se presentaba ante tí, como deseoso de que escogieras una parte de él....

Cinco eran los epígrafes a recordar, pero solo uno a tocar.... Pero... ¿Cuál?...

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