La Daeva se sintió un poco decepcionada y acarició la cabeza de su amante mientras este se entretenía con su cuerpo.
- No tienes que beber... - susurró con delicadeza. - Solo... morder - para ella resultaba bastante simple, pero claro, nunca había "solo mordido y nada más", así que no sabía qué ocurriría tras un mordisco. Si él no deseaba intentarlo, no iba a insistir más. Se deslizó hacia abajo y besó los labios de Tulio con lentitud, dejando atrás la desenfrenada lujuria para dar paso a la ternura y acarició sus fuertes brazos y sus hombros, abrazándolo con delicadeza.
Susurró complacido por sus besos y caricias pero mientras respondía a su ternura con besos largos pensaba en lo que le pedía, era algo como engañar a la bestia, quizá quería sentir el placer sin satisfacer a ese lado oscuro pero Tullius no sabía si era posible. No quiso decir nada sobre ese tema, no quería hacer apuestas con su cordura.
Tullius se arrodilló un momento sobre la cama y observándola desde lo alto recogió la toga hacia arriba y la fue pasando sobre sus hombros, dejándola caer en el suelo.
- Te ves igual de hermosa en penumbras.
Le dijo disfrutando de la experiencia de verla así, envuelta en los contrastes que provocaba la única luz que venía del lado de la cama. Mientras, la acariciaba despacio por todo el torso. Recordó la escena de la columna, allí habían tenido aún menos luz que aquí, lo que no les había supuesto ningún problema.
Se echó sobre ella y volvió a besarla con pasión pero no desenfrenado. Pensó que en ese lugar aislado y silencioso había algo que sí quería experimentar y era su reacción cuando paseara sus dedos despacio por la vulva, de modo que los encaminó hacia ella, deslizándolos hasta rozar la parte externa de sus labios mayores. Incrementó el alcance de sus percepciones para notar mejor su reacción, quería escuchar hasta las menores variaciones de tono en sus gemidos... por eso también abandonó sus labios y volvió a besar su cuello, esperando disfrutar de ella con todos sus sentidos.
Los dedos comenzaron a explorar su sexo, despacio, superficialmente...
- Yo siempre soy hermosa... - murmuró la Daeva como una afirmación.
Se estremeció con lentitud, sintiendo los dedos de su amante acariciar lugares prohibidos; aunque eran lugares que él ya conocía, no era un secreto para él lo que Lucrecia escondía entre sus voluptuosos y lujuriosos muslos. Su sexo respondía a las caricias, ardiente y palpitante, y todo su cuerpo se convulsionaba cuando llegaba a tocar en un sitio concreto. La vampiresa acarició entonces la mano que Tulio tenía entre sus piernas, apretándola, forzándola a que fuese más atrevida. Con la otra mano, acarició el rostro de Tulio y se removió para alcanzar sus labios y besarlo mientras le dedicaba unos suspiros.
- Eso no lo dudo... pero tampoco está de más comprobarlo...
Le dijo entre sonrisas respondiendo al beso. Notó la textura de sus labios mezclada con su carmín. Notó la textura de sus senos cuando paseó por ellos las manos. Ambas cosas las hizo con pasión, pero al rato deseando sentir el resto de su cuerpo comenzó otro paseo por su piel, dejando besos y caricias por todos aquellos recovecos donde ella era más receptiva.
Separó sus muslos y volvió a acariciar su entrepierna, posando la palma de su mano entera y deslizándola circularmente con mucha suavidad... sus labios recorrían su vientre otra vez y buscaban también sus laterales. Habiendola recorrido entera le sonrió mientras giraba su cuerpo y tocando aún su sexo pero esta vez por detrás, se paseó por su espalda, buscando nuevas zonas donde aún sintiera un pequeño escalofrío cuando las tocaba con sus labios...
Me ha llegado un aviso de que alguien escribió y luego no he visto nada, ¿tienes un post a medio, Avhin? ¿se te olvidó marcarme? misterio misterio.
Lucrecia se acomodó sobre el camastro, removiéndose bajo el cuerpo del vástago, suspirando y gimiendo con suavidad, casi en silencio, dejando que su amante descubriese cuales eran los lugares que más agradaban a Lucrecia que él tocase. Mientras acompañaba los besos y caricias de Tulio con sensuales movimientos, estremecimientos, rozando con su cuerpo al vampiro, mordisqueaba las sábanas de la cama como un entretenimiento. Retozó un poco más con él hasta que decidió tomar un poco la iniciativa y cuando el vástago besaba entre sus omóplatos, volvió a girar para ponerse de frente.
Sus manos se deslizaron por el pecho y el torso de Tulio, con dedos juguetones alcanzó el sexo de su amante y mirándole de forma pícara, aunque la oscuridad no permitía apreciarlo demasiado, empezó a acariciarlo. Le dio un beso en los labios, jugando con su lengua y se alzó un poco, tratando de empujarle para girar sobre la cama y ponerse encima de él.
No, yo no hago posts a medio :P No sé porque sería, a lo mejor el espíritu de Amna :D
Tullius agarró sus pechos y toqueteó los pezones, esperaba encontrarlos ya duros para poder jugar un poco con ellos, quería tirar suavemente de la manera más excitante posible. Dejó que ella acariciara su miembro y que lo tumbara, pero su mirada no era tranquila. Ella parecía querer ponerse encima y eso no le terminaba de convencer, la bestia lo veía como una especie de sumisión y no estaba dispuesta, su bestia lo veía todo a su alrededor como ejercicios de dominación. Pero por otro lado, Tullius tampoco podía ceder a esos impulsos primarios tan agudos desde que se convirtiera en vampiro.
Ya le tocaría a él tomar la iniciativa de nuevo, de momento la dejó hacer, entre caricias, esperando cómo seguía su juego.
Lucrecia se arrodilló un momento sobre Tulio, acariciando sus fuertes hombros y su pecho. Acercó los labios a su boca, y empezó con un juego de besos en su cuello y su pecho, sin dejar de acarciar su sexo con mucha dedicación. Sus labios ardían allí dónde se posaban, sus afilados dientes acariciaban y su lengua humedecía todos los rincones de su cuerpo. Pronto, la Daeva siguió un camino descendente, justo al lugar dónde sus manos acariciaban lenta y cadenciosamente. Su largo cabello rozaba los costados del vástago y finalmente, antes de llegar, se levantó sobre el cuerpo del vampiro.
- Sabes, solía morder justo dónde un hombre tiene más presión. Ahora creo que tendré que tener cuidado...
Mierda, también había respondido a este post hace días... sigh, déjame recomponerlo y lo pongo de nuevo. Es problema del pc donde escribo ahora en el curro, que se desloguea cuando le da la gana.
Imaginarla morder en ese lugar lo sobresaltó, no sabía si aquello debía ser el mayor de los dolores o el mayor de los placeres.
- Triste sino el nuestro que no nos permite disfrutar de los placeres que proveemos a los mortales.
Dijo teatralmente, llevando una mano para acariciar su sedoso cabello, rizándolo entre sus dedos.
- Creo que me tendré que conformar con el placer de tus besos.
Le susurró, manteniéndose acostado a pesar de sus deseos por atraerla hacia él y devorarla de nuevo.
De verdad, disculpa el lío, pero te juro que incluso refresqué la web para comprobar que se había escrito y sin embargo no ha sido así. No sé porqué ese ordenador me causa esos problemas, pero es el único que puedo usar ahora en el trabajo.
Lucrecia sonrió y se recostó sobre el cuerpo de Tulio, poniendo la mejilla sobre su torso. La postura le permitía acariciar su perfecto cuerpo y también darle placer con suaves caricias a su lustroso miembro.
- No sabes lo que te pierdes... - murmuró traviesa. Acercó el rostro lentamente y depositó un beso ardiente y húmedo, antes de hacerlo desaparecer en el interior de su boca. De forma lenta y sensual, Lucrecia deleitó a su amante con sus mejores besos, rozando deliberadamente su piel con los dientes afilados solo para que el temor a ser mordido se convirtiera en algo terriblemente excitante. Sabría controlarse... o eso esperaba, devorar a un amante en el sentido más amplio del término era el mayor de sus deseos, la sangre brotaba con fuerza y la víctima nunca recordaba nada.
La Daeva aumentó la intensidad, su larga melena ocultó su rostro y lo que estaba haciendo, sus manos acariciaban las caderas del vástago, su pecho, su cuerpo, mientras que sus labios, sus dientes y su lengua daban buena cuenta de su sexo, arrastrándolo deliberadamente hacia la perdición. Ella llevaba el control ahora.
No pasa nada ;)
Tullius recogió su cabello con sus manos, acariciando el cuello delicadamente.
- Esto es suficientemente excitante, travesura.
Comentó pensando que cualquier hombre decente lo consideraría una perversión, pero claro, un hombre decente se perdía muchas cosas.
El placer de sus caricias desviaba la atención de la bestia, la sentía confusa pues ahora era él el atrapado y a la vez el que disfrutaba... la bestia complicaba demasiado las cosas, tenía que callarla porque lo que quería la bestia al final no era sino dominar la situación, dominarla a ella, pero Tullius estaba disfrutando de la compañía de la dama y de la forma que tenían de complacerse, así que se mantuvo todo lo relajado que pudo.
Una de sus manos se deslizó por la espalda de ella y terminó sobre su firme trasero. A continuación indagó más lejos buscando acariciar su sexo, al menos la base de éste. Comenzó así a estimularla a una velocidad similar a la de ella, haciendo mutuo el placer. Miró su cuerpo, atisbando su hermosa espalda. La luz que emitía la vela danzaba sobre su piel, mostrando sólo belleza, una lujuriosa belleza.
Le dio un pequeño cachete en los glúteos y los acarició un momento, buscando después otra vez su sexo.
La vampiresa besó de forma intensa a Tulio, cuanto más acariciaba él, más devoraba ella, torturando su sexo sin piedad. Las manos de Lucrecia subieron por el cuerpo del vampiro, lentamente fue liberando su duro miembro de la prisión de sus labios, acariciándolo con la lengua de forma traviesa y empezó a besar su torso, ascendiendo poco a poco para deleitarse con su pecho. Sus movimientos no dejaban de ser sensuales, cargados de lujuria y provocación, con un gruñido rodeó el cuello de Tulio con las manos y montó a horcajadas sobre él, mirándolo fijamente con los ojos brillantes de placer.
- Nada es lo suficientemente excitante... - susurró rodeando su cintura con las piernas, rozando su sexo húmedo al cuerpo de su amante, para que supiera exactamente que era lo que quería hacer. - Quiero sentirte debajo de mis muslos... - pidió empujándolo para tumbarlo otra vez sobre la cama.
La miró intensamente cuando se colocaba sobre él y lo intentaba aprisionar con sus muslos.
- Ya sé lo que planeas, mi ninfa insaciable... venga, ven...
Tullius la cogió de la cintura y la acercó a su entrepierna para rozar suavemente sus cuerpos, sintiendo sus sexos sin unirlos.
- Quiero ver tu cintura contorsionarse... danzar sobre mí. - Sabía que era lo que ella quería hacer, no se la imaginaba tratando de cabalgarle de un modo burdo. Le excitaba imaginar a su amante moviendo sensualmente su cintura, haciendo bailar sus pechos, todo su cuerpo exaltando sus exuberantes curvas. Aquella visión era una de las cosas más hermosas que podía ver un hombre así que estaba dispuesto a ceder, a pesar de las siempre presentes quejas de la bestia.
Tullius acarició delicadamente la entrada con su miembro esperando que ella se acomodara para tomar la iniciativa y seguir con sus juegos... o con su tortura, era algo que aún no tenía claro...
Lucrecia esbozó una sonrisa sensual y acarició el rostro de Tulio depositando besos en sus labios, su mandíbula y su cuello. Sus manos se deslizaron por sus hombros, sus brazos y su pecho, y movió las caderas para situarse sobre su sexo. Apoyando las manos sobre la cama, la Daeva fue permitiendo la entrada del vástago, lentamente, sin ninguna prisa, y su sonrisa se iba ampliando a medida que sus cuerpos se unían. Despacio, Lucrecia acarició el cuerpo de Tulio y lo tumbó para que se acomodara, mientras ella se erguía sobre su cuerpo para que pudiera contemplarlo a placer. Entonces, empezó a balancearse de forma lenta. Demasiado lenta.
Al principio, su lentitud resultaba violenta, sus movimientos se eterninazaban, cualquier hombre normal sería incapaz de contenerse, pero Lucrecia sabía que Tulio no trataría de imponerse, así que se deleitó ella misma sintiendo el cuerpo del vástago bajo su cuerpo y su sexo bien clavado entre sus piernas. Su cuerpo se difuminaba con las tenues luces de las velas, las curvas de su cintura, de sus caderas y de su pecho eran líneas perfectas que se contraían y se tensaban, con cada nueva sacudida su cuerpo se estremecía y la sensualidad de sus facciones rebosaba placer. De sus labios emergieron suaves suspiros, sus manos acariciaron el pecho de Tulio, sus uñas volvían a clavarse en su piel, y sus voluptuosos pechos se movian al compás de sus caderas. Lucrecia era perfecta, una reencarnación de la divinidad más hermosa y ella lo sabía, y sabía explotarlo en todo su esplendor.
Su vaivén se aceleró, pero no por ello perdió sensualidad. Se mordió el labio inferior, que brilló por la humedad y observó a Tulio, su cuerpo, su boca, acarició su pecho y apoyó las manos a los lados de su cabeza, mirándole fijamente sin dejar de moverse, quería sentir su pecho apretado al suyo, aprisionó sus caderas con los muslos y con más fuerza cada vez lo atrapó con movimientos hipnóticos.
Tullius la sentía atrapar su sexo y moverse de muchas placenteras formas. Esto era excitante para él, pero le ponía un poco nervioso, era una sensación que no podía controlar durante demasiado tiempo y menos cuando ella se ponía agresiva con sus uñas, fue por eso que aprovechó para coger las manos de la dama y las llevó tras sus glúteos, atrapándola. Tullius acompañó el movimiento de sus caderas deseoso de participar y ser él quien clavara a la mujer contra él, por eso cuando la notaba deslizarse hacia abajo la mantenía en esa posición para hacerla sentir completamente penetrada por su miembro. La miró con lujuria durante esos instantes en los que se acompasaron.
Luego, aunque no se terminaba de fiar liberó las manos de la mujer para poder alcanzar sus pechos y apretarlos. Habían estado bailando para él, excitándolo, por eso los atrapó ahora y los estuvo acariciando, amasándolos y también pellizcando levemente sus pezones. Dejó a Lucrecia seguir mientras él se entretenía con ellos.
Los movimientos de la Daeva se volvieron más pausados, no le hacía ninguna falta ir deprisa cuando podía disfrutar de lo mismo yendo despacio. La sensualidad de sus estremecimientos la convertían en la visión más efímera que cualquier hombre podía contemplar, cambiaba constantemente y sus facciones apenas dibujadas por la luz de las velas transmitían placer y armonía. Con un movimiento lento pero profundo, Lucrecia sufrió una violenta sacudida y dejó escapar un largo suspiro alcanzando un silencioso pero delicioso orgasmo, fundiéndose al cuerpo del vampiro mientras temblaba.
Siento el retraso. Creo que podemos zanjar esto ya, si quieres conversar algo adelante.
No podía negar que era hermoso ver a una mujer llegar hasta el orgasmo y retorcerse de placer con total libertad. La notó ceder por fin al descontrol, su cuerpo contorsionándose, los muslos le temblaron y su sexo empezó a contraerse arrastrando al vampiro al mismo éxtasis que la inundaba. Los cuerpos sabían cómo comunicarse y acompasarse en ese primordial juego. Tullius se dejó llevar arrugando el ceño y sin perder detalle de los compases finales de ese maravilloso baile. Gimió con fuerza en contraste con el modo discreto con el que ella había orgasmado, debiendo pasar unos segundos para que lograra serenarse.
Cogiéndola de la cintura la echó hacia un lado para que se recostara en la cama y la atrajo hacia sí, besándola con ternura.
- Eres una criatura de la oscuridad, quizá la reina de las tinieblas, ¿mmm? - le dijo con un tono que anticipaba algún tipo de juego - intentando dominar subrepticiamente a los hombres, debes pensar que no veo esa mirada de satisfacción cuando te sales con la tuya... pero luego preciosa mía te encanta tener un hombre sobre ti y que te haga suya.
Tullius se colocó ahora sobre ella y la besó en los labios dulcemente. Apresó sus manos con las suyas y continuó el beso. El vampiro, la bestia, sentía la necesidad de recuperar el terreno perdido.
- Me pregunto si los vampiros pueden llevar una relación normal... o están condenados a pugnar eternamente por estar unos sobre otros.
La siguió besando con ternura, mirando sus ojos ensimismado por su belleza.