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La Caida de la Camarilla I: Noches de Gloria

Seda y acero: Tras las cortinas

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01/08/2012, 19:03

Ojos que no ven, corazon que no siente el puñal.

Escena para charlas y otras acciones privadas entre personajes sobre asuntos privados, para no estorbar a otros jugadores, o mejor, evitar que otros jugadores descubran cosas que aun no deberian.

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01/08/2012, 19:08

La conocía por mi tío y de oídas. Lucrecia Aria. Sin duda era una mujer a tener en cuenta, especialmente con la fiesta tan próxima. El encuentro en las termas era casi casual.

Aún disfrutaba de aquella pequeña indulgencia, ese momento en el que el agua caliente relajaba los músculos, calentaba la carne como si aún estuviese viva. Me tomaba mi tiempo frotando la piel para eliminar la suciedad, los rastros de sangre. Y me gustaba usar los jabones perfumados que me envolvían luego.

Fuese por placer o por su posición, no era la única que visitaba las termas. Así que nadie podría decir que encontrarnos rodeadas por el vapor en nuestras túnicas de lino había sido buscado. Sonreí. Lo hice de ese modo cómplice de quienes tienen algo en común. Y aún cuando nuestros linajes de sangre fuesen distintos, era algo muy cierto. Especialmente si nos comparábamos con... las mortales que había por allí.

Esperé a que se marchasen, ignorando las miradas celosas que nos dedicaban. Necias, ni tan siquiera conocían el precio que amabas habíamos pagado.

- Te noto... tensa. - susurré - Imagino que atender todos los detalles, asegurarte de que todo esté perfecto, consume demasiado de tu tiempo. - esbocé una sonrisa comprensiva al tiempo que adoptaba una posición relajada, tumbada, con mi cuerpo estirado y la fina túnica de lino cubriendo sólo hasta el muslo. Apoyé la cabeza en una mano para seguir mirándola - No debes tener mucho tiempo para... relajarte. O para ti misma. Es... trágico. Especialmente - mi voz suave bajo un poco - en una propinqui. - la miré a los ojos, como si considerase la situación - Mi tío Servius te tiene en mucha estima. Tal vez... - Me incorporé ligeramente - tal vez podría ayudarte. Sólo sería un pequeño favor. Algo privado, entre nosotras. - Me llevé un dedo delegado y elegante a los labios - Shhhh - Retiré el dedo y volví a apoyar los brazos, pero sin dejar de mirarla a los ojos ni de sonreír.

Notas de juego

Escena privada entre Corvina y Lucrecia. ala, disfrutad.

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01/08/2012, 19:29
Claudia Corvina
- Tiradas (2)

Notas de juego

Las tiradas que dijiste, para el caso de que sean relevantes ;) Tiro ya que si no luego se me olvidará y ralentizará. Claudia tiene 3 de Int y 3 de expresión. La especialidad no aplicaría porque es para hacer las visiones falsas más "vistosas" XD

No he puesto número de éxitos porque no los sé. 

2 y 2, puse en principio 2 éxitos porque no tenía ni idea de cuántos se necesitan. ;)

 

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01/08/2012, 19:39

Notas de juego

Es relativo, pero vamos, con que Lucrecia aproveche esas tiradas, y saque un exito en la fiesta, deberia ser bastante para librarse de los tomates y abucheos.

Si Avhin acepta la ayuda, le hago saber los resultados de tus tiradas.

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01/08/2012, 19:41
Claudia Corvina

Notas de juego

No tengo muy claro cómo es la tabla de requiem, pero creo que 2 y 2 es bastante aceptable ¿no? En cualquier caso, Claudia es orgullosa, así que si por tema de alguna otra habilidad como política piensa que no sería bastante, usaría willpower (si puede, que no quise usar por aquello de que no tenía claro si podía XD)

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01/08/2012, 19:57

Notas de juego

Si, pero solo tienes como maximo 4 dias mas, aquellas tiradas que repitas, se quedan con el valor nuevo, independiemente de lo que hayas sacado antes, y si gastas voluntad, no la regeneras hasta durante o despues de la fiesta. Y para el dia 5 y dia 6, obtienes un -1 a las tiradas que hagas, a razon de que la presion y el esfuerzo ya te hacen mella.

2 es un resultado bueno, pero si te atreves, siempre puedes a probar a ver si sacas un 3 o un 4, o con suerte, incluso un 5.

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01/08/2012, 20:03
Claudia Corvina

Notas de juego

Na, ahí se queda. Si el orgullo no la fuerza, no tiene caso repetir. Además, de hacerlo sería para gastar FV. 

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08/08/2012, 18:03
Lucrecia Aria

Lucrecia no tenía necesidad alguna de asistir a las termas públicas. ¿Para qué hacerlo cuando, en su propio domus, tenía todos lo que una mujer podía necesitar? Agua caliente, hombres calientes y sangre caliente. A sugerencia de Servius, se pasó por allí aquella noche para reunirse con la sobrina del Nosferatu y así hablar sobre la ceremonia divina que acompañaría a la fiesta. En aquellos días, la Daeva estaba inquieta y más irritable que de costumbre. Así lo evidenciaban los jarrones que había machacado la noche anterior. Tenía cierta fijación a pagar sus arrebatos con la decoración, ya que hacerlo con sus propios esclavos sería un coste mayor a largo plazo. Suerte que contaba con la paciencia de Cicerón. Bueno, con su paciencia y con otras cosas de Cicerón.

Envuelta siempre en lujosas y finas telas, Lucrecia atravesó las columnas con la holgada túnica ondeando tras ella, otorgándole la apariencia de un ser etéreo y divino. El calor sofocante de las termas se congestionó aún más en la zona de los baños cuando la presencia de la vampiresa se hizo notar. Con la mirada enturbiada por la suspicacia, Lucrecia estudió la zona hasta encontrar a una mujer sumergida en las aguas. Era joven y virginal. Una Vestal. Lucrecia levantó una ceja al contemplarla, dudando seriamente que esa cara bonita y ese cuerpo escultural hubieran pasado por la vida sin probar a un hombre. Lo dudaba de verdad, pero, por respeto a Servius, resolvió no hacer ningún comentario fuera de lugar, no fuera a ofender a la jovencita en temas religiosos.

Desvió la mirada un momento de Corvina y se encontró con que una muchacha la miraba fijamente. Lucrecia le sonrió. La joven Flavia, una de sus clientas más recientes y más dulces y complacientes. Ella se ruborizó y Lucrecia le guiñó un ojo, para después acercarse hasta la sacerdotisa y sumergirse junto a ella en el agua caliente. Ah, demasiado caliente. De pronto echó en falta las manos de Cicerón bajo el agua.

- ¿Tensa? - murmuró Lucrecia con extrañeza. ¿Tanto se notaba que se subía por las paredes? Aún así, Claudia Corvina siguió hablando, hablando sin conocimiento de causa y a punto estuvo de echarse a reir cuando dijo que ella tenía poco tiempo para relajarse. Oh, ella tenía mucho tiempo para relajarse. Sobre todo con hombres, algo que estaba segura que Claudia no sabía ni lo que era.

Se sintió un poco confusa ante la familiaridad de la sacerdotisa. Vale, había follado hasta la extenuación con su tío, pero eso no significaba que Lucrecia tuviese que ser su amiga. Ella no era amiga de ninguna chupasangre a la que acababa de conocer. Temple, se dijo. La reputación le iba en ello y si tenía que aguantar a una sacerdotisa reprimida con ademanes de prostituta, lo haría. Le dedicó una sonrisa. Esa sonrisa tan sensual y lujuriosa que embelesaba a hombres y mujeres por igual. Lucrecia tenía los labios pintados de suave rojo, un color que resaltaba sobre su piel pálida y combinaba bien con el marco de cabello negro que envolvía su rostro.

- Me parece bien que quieras hacerme un favor, jovencita - susurró la Daeva, con la voz tan cálida y tan suave como el agua que las envolvía. La recorrió con la mirada, desde los pies hasta los hombros, con todo descaro. - Es curioso que hasta ahora, con todo lo que hemos pasado, Servius no me haya hablado sobre ti. ¿A qué te dedicas, Claudia? - preguntó en todo amable, para iniciar una conversación.  

Notas de juego

Buah, siglos sin rolear... estoy oxidada xD

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09/08/2012, 11:53
Claudia Corvina

Mantuve mi expresión serena y mi ligera sonrisa. Mis ojos no se apartaron del rostro de ella, principalmente de sus ojos. Aunque, por cortesía, pretendí no haber notado cómo miraba mi cuerpo. Si algo aprendías como vestal era precisamente a eso, ignorar la lujuria. Después de todo, la pureza era una pose tanto como la provocación de la que ella hacía gala. Aparté un mechón de pelo que se había escapado de mi recogido y lo devolví a su lugar. 

Con la misma calma que hacía todo lo demás, respondí a sus preguntas. 

Entiendo que los motivos de mi tío debierais preguntárselos a él - declaré como si fuera algo obvio. En realidad sí que podía hacerme a la idea de cuales eran. Pero si él había elegido mantener los asuntos familiares privados, no veía motivo para cambiarlo.

Miré de reojo a una de las muchachas que rodaban a Lucrecia, debía ser agotador tener tanta gente revoloteando siempre. En mi caso prefería con mucho la soledad, aunque no siempre podía disponer de ese lujo. 

Pensaba que os habían comunicado que llevaría a cabo el Taurobolium - respondí con voz suave, casi una caricia - ¿No responde eso a vuestra pregunta? Si bien, mis deberes como sacerdotisa ahora son... menos absorbentes que antes. - sonreí ligeramente - Eso libera algo de tiempo para... - hice una ligera pausa - ayudar a amigos de la familia.

Mantuve la actitud relajada propia de las termas, sin hacer ningún gesto o movimiento brusco. Pero quitando esa pequeña concesión, mantenía por completo la apariencia y la compostura. Incluso le dejaba su espacio a Lucrecia para que pudiera... atraer las miradas de las otras mujeres. Era mejor así, que todo pareciese casual. 

- Los preparativos del Taurobolium me ofrecen la... ocasión de ayudaros sin que surjan preguntas sobre mi presencia allí. - comenté de modo casual - Como dije, nadie tiene porqué saberlo. 

Porque aunque otros propinqi la visitaran con frecuencia, lo más seguro era que lo hiciesen buscando los favores de ella y no al contrario. Eramos extremos opuestos, claro que eso no me incomodaba. 

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15/08/2012, 18:43
Lucrecia Aria

Hablaba de forma muy lenta y muy pausada. Lucrecia pensó, sin temor a equivocarse, que eso le venía por culpa de su vida religiosa, ya que todos los sacerdotes creían estar en posesión de la verdad absoluta y por eso hablaban con el resto de los mortales como si estos fuesen estúpidos. Lucrecia miró a Claudia con expresión impenetrable para evitar dejar traslucir su digusto por lo poco receptiva que era esta mujer. Tsk...

- No es eso lo que te he preguntado, pequeña - dijo la Daeva con la voz tan suave como la seda. - Sé porqué estás aquí, conozco bien a tu tío -"no sabes lo bien que lo conozco, niña; ni te lo imaginas", pensó - y creo que deberías dejar de fingir que no nos conocemos porque así llamas más la atención - le sonrió con dulzura. Acomodándose en el agua, observó el entorno. Otra de las mujeres la reconoció y la saludó con un movimiento de cabeza que Lucrecia devolvió. - Quiero preguntarte algo, ¿qué sabes tú sobre mi? Parece preocuparte que nos vean juntas y tampoco pareces muy segura de querer hacerme ese favor... Si tan dificil resulta para ti, simplemente, no lo hagas.

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15/08/2012, 19:06
Claudia Corvina

No alteré mi expresión pese a la hostilidad de su primera respuesta. Me sorprendía que con su profesión fuera tan... directa y poco sutil. O tal vez simplemente era una pose, algo que hacía para poner a prueba mi compostura. Pese a ello no alteré mi expresión y, mucho menos, dejé traslucir lo poco elegante que me había parecido el afirmar que no había respondido cuando, de hecho, sí lo había hecho. 

- Se dice que sacias los deseos de los propinqi. - respondí con media sonrisa - De hecho, sí he respondido a vuestra pregunta. - sostuve su mirada. Si mi respuesta de que era sacerdotisa no era de su agrado, no era mi problema. Irónicamente, ella parecía mucho más incómoda conmigo que a la inversa, pero me acusaba de ello. Levante una ceja fina - No habría ofrecido mi ayuda si no estuviera en disposición de darla o no quisiera hacerlo.

Podría haberme tomado la molestia de explicar que la cuestión de la discreción, era más por ella, porque pedir ayuda ponía en entredicho su capacidad. Pero intuía que esas eran sutilezas de las que tan poco parecía gustar. De modo que en lugar de eso añadí. 

- Si os sentís más cómoda si os ayudo abiertamente, por mi no habrá inconveniente en que se sepa. Naturalmente, también entenderé si no queréis ayuda. Sería algo del todo comprensible.

Me acomodé con calma. La paciencia era algo que había que ejercitar de forma constante y el "interrogatorio" de aquella mujer, tan directo, sólo demostraba que estaba nerviosa. Supuse que era una reacción normal a la presión y no incidí sobre ello. Si quería marcharse, era su elección. 

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16/08/2012, 18:51
Lucrecia Aria

Lucrecia hizo un gesto con las manos mientras se acomodaba en el borde de la bañera y apoyaba la cabeza sobre las manos.

-Así que se dice que sacio los deseos de los propiniqui -soltó una carcajada-. Que más quisieran ellos... ¿Ves a esas mujeres de ahí? La jovencita de pelo rubio y ojos azules se llama Flavia. Es hija de un senador y esposa de un cónsul. Dos noches por semana viene a mi casa, habla conmigo y luego se pierde entre los brazos de uno de mis esclavos, un cartaginés al que llamamos Toro. ¿Y aquella mujer del pelo negro y los labios pálidos? Se llama Domicia, y es mujer de senador y le encanta venir a hablar conmigo y pasar el rato con dos de mis hombres. No, Claudia, no sacio los deseos de los propiniqui porque eso sería malo para mi negocio. Entiendeme, desangrar esclavos noche tras noche no es una buena idea. Pero ellas sí son importantes, mujeres de noble cuna que no encuentran felicidad en sus hogares. Saciarlas y satisfacerlas, tenerlas contentas. Ese es mi trabajo. Pero claro, no soy como ellas, no soy mortal y eso hace que tenga que ganarme un lugar en Roma aún a pesar de haberme pasado medio siglo de mi vida aquí. Por eso necesito ayuda, porque gente importante quiere setirse satisfecha y saciada. No tengo inconveniente alguno en que me ayudes, en que quieras ocultar que me ayudes o en que no quieras ayudarme... Además, no te estaba preguntando qué ibas a hacer en mi fiesta porque eso ya lo sé, sino a que te dedicabas tú. A que se dedica la mujer llamada Claudia -la miró de forma intensa, con un brillo en la mirada de pupilas dilatadas y deseo febril-. Me gustas como estás ahora, contenida y distante -ronroneó maliciosa.

Si había algo que a Lucrecia se le daba bien, además de seducir y atraer, era hablar por hablar.

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16/08/2012, 19:06
Claudia Corvina

Política. De vivos o muertos no había tanta diferencia. Solo que los muertos llevaban más tiempo practicándola y lo que estaba en juego era lo mismo: quien vive y quien muere. Dejé que me hablase, escuchar se me daba bien. Mirada atenta y ni una interrupición, solo leves gestos para demostrar que seguía escuchando. Y mi sonrisa tranquila, calmada. 

Pero insistía en la misma pregunta que ya estaba respondida. Y era irónico, porque a mi entender, ambas hacíamos lo mismo, aunque desde ángulos distintos. Es decir, si había alguien que debiera entender en qué consistían los deberes de una sacerdotisa, era precisamente alguien que regentaba una casa de placer. 

- ¿Me estáis preguntando en qué consisten los deberes de una sacerdotisa?  Habría considerado el tema demasiado tedioso para extenderme en ello. - respondí con la misma calma - Sé que hay quien se complace en las discusiones filosóficas y teológicas, - aquí recordé a mi tío, pero señalarlo estaba de más si ya se conocían de forma íntima como ella afirmaba - pero no tengo claro que sea eso lo que estáis buscando. 

Podría haber aclarado que el deseo de poder era un deseo tan intenso en los propinqi como el propio deseo de sangre. El deseo de saber cosas o, en un plano más carnal, que sus fiestas saciaban el ego y la necesidad de socializar de los propinqi. Pero no tenía caso incidir en cosas evidentes y que todo el mundo sabía. En lugar de eso decidí hacer una pequeña concesión. 

- Soy una sacerdotisa, vestal o augur, son posiciones que requieren dedicación exclusiva. - me tomé la libertad de esbozar una sonrisa conocedora - ¿Acaso es distinto para vos?

Una pregunta que para mí lo resumía todo. Había posiciones en las que ser y hacer eran prácticamente una misma cosa. Podía haber momentos de relajación, pero nunca llegabas a ser completamente libre de las obligaciones de esa posición. Era algo tan simple y contundente como las propias rocas. También inamovible. 

- Y esa gente importante cuyas necesidades hay que saciar ¿tiene acaso necesidades... especiales? ¿O acaso se trata precisamente de eso? ¿De saber lo que necesitan y darselo? - Esa era una de esas cosas sutiles, lo que la gente quería no era lo que necesitaba y mucho menos lo que admitían querer. Sonreí con calma. 

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16/08/2012, 20:27
Lucrecia Aria

Lucrecia suspiró, ya dando por perdido toda clase de entretenimiento. La muchacha pensaba demasiado y hablaba demasiado poco y si no fuera porque la necesitaba, ya habría buscado otra cosa. Aunque, bien pensado, apretarle las tuercas a Servius era mucho más sencillo que tratar de darle a la lengua con esta chica. Incluso Helena se lo había puesto más fácil, y era casta como ninguna. Los hombres eran mucho más sencillos, de gustos sencillos y de ambiciones sencillas. Pero los religiosos eran aburridos hasta el hartazgo tanto o más que los políticos. Ay, Tullius, como echaba de menos su conversación... y otras cosas.

- La gente importante se cree por encima de los demás, por eso sus gustos son especiales. Saben exactamente lo que quieren, y cómo lo quieren y yo tengo que satisfacerlos por igual. No solo ofrecerles placeres, sino hinchar su orgullo, hacerles sentir especiales, únicos. Adorados. Eso es algo que se me da bien, igual que a ti se te da bien dedicarte a tus quehaceres como sacerdotisa. Bien, hablando de los aspectos más técnicos, ¿qué necesitas para llevar a cabo el ritual? - preguntó cambiado de tema.

Se apartó un palmo de ella y adoptó una pose profesional. Negocios y no placer.

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16/08/2012, 22:31
Claudia Corvina

Observé con cierta curiosidad. El comportamiento de Lucrecia difería del esperado. No por la sexualidad, naturalmente, si no porque cambiase tanto cuando discutía de cosas concretas. En ese sentido parecía que cambiaba de máscaras. Asentí con calma. El ego era algo que comprendía de sobra. Naturalmente todo el mundo quería sentirse especial, era el cómo donde había variaciones, en ocasiones sutiles. Sonreí con calma. 

Ignoro el tipo de evento que tenéis pensado - comencé. - pero imagino que ya tendréis todo planeado y que solo requeriréis mi asistencia en temas puntuales. Aunque naturalmente no tendré inconveniente si queréis sugerencias. 

Sabía que  el mejor modo de hinchar el orgullo de alguien era llevar la acción hasta ellos, permitirles demostrar lo que quiera que consideren sus puntos fuertes. En un ritual lo harán mediante ofrendas. En el caso de una fiesta... imaginé que será cuestión de recordarles cosas que han hecho bien en el pasado y permitirles presumir de sus excesos. No era tan diferente. Más bien al contrario. Las falsas visiones solían comenzar así y, por eso, todos los romanos importantes podían rastrear su linaje hasta un dios o hasta los propios fundadores de roma... 

Hice una pausa y medité sobre lo que necesitaba. 

Procuraré que el ritual no interfiera con la fiesta. El Taurobolium consiste en el sacrificio de un todo de exactamente seis años, fuerte, poderoso, un símbolo de la fertilidad masculina. Es muy importante que no este castrado, pues ese es parte del sacrificio. Se le ata con una red, preferentemente de oro y se le sacrifica sobre una plataforma de madera, con el suelo agujereado para que la sangre caiga hacia abajo. Debajo deben caber varias personas de pie que se bañaran en su sangre. Naturalmente harán también falta bailarines, claro que es posible que esos los aporte el templo. 

El resto de materiales podía conseguirlos yo. En cualquier caso, a estas alturas, Lucrecia debía entender que el ritual no era si no un espectáculo más. Uno en el que había verdadero poder implicado, pero un espectáculo a fin de cuentas. Esbocé una sonrisa tranquila, casi inocente. 

- No os preocupéis, haré lo que pueda para aligerar la presión de organizar el evento. Eso os permitirá disfrutar más de vuestro tiempo libre. Quien sabe, tal vez incluso podáis pasar algo de ese tiempo con mi tío. -  sonreí de nuevo, de forma amistosa. Era muy consciente de que mi formalidad evitaba las... aproximaciones. Pero era parte de mi papel, como lo era el de ella hacer lo opuesto.