Tullius observó a la loca de Lucrecia mirar el callejón. Lo cierto es que no era mal lugar para ponerse juguetones, pero dadas las circunstancias era un pensamiento absurdo.
- Mujer dejemos que los gules vigilen la zona y vayamos a descansar un poco, nos meremos relajarnos. Aunque encontremos algo, no queda tiempo para actuar en consecuencia...
Quizá insinuando lo del "descanso" Lucrecia entrara un poco en razón.
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La búsqueda era infructuosa y el tiempo se les echaba encima. ¡Qué contrariedad! Lucrecia se envaró cuando escuchó hablar a Tullius, tenía razón, pero ella era una cabezota que no quería perder el rastro cuando aún estaba fresco.
- Está bien, hombre - remarcó la última palabra con cierto tono despectivo mientras caminaba resuelta hacia el vampiro. - Tomemos un descanso... - y sin decir nada más, emprendió el camino apresurado hacia su refugio.
Pues que investigación vamos a hacer -.-
El lugar huele fatal, a lechuga podrida si, pero hay algo que no puede tapar. Huele a sangre seca, hay una enorme mancha de sangre en la pared, que se ha vuelto de un color marrón al secarse. Parece como si alguien hubiera sido herido en este rincón y la sangre se hubiera esparcido por la pared. Tal perdida de sangre hubiera matado a un ser humano.
Por su parte también hay ceniza por la zona, un buen montón en el rincón, no se han molestado en esparcirla. Rebuscando entre ella veis viejos huesos, que se deshacen al contacto. Claramente algún propinquus fue destruido aquí, ¿Pero cuando? ¿La sangre de la pared del otro costado es suya? Cuesta de creerlo teniendo en cuenta que el corazón de un vampiro no late.
- No sirve de nada llevarnos la ceniza y la sangre, tenemos que traer aquí a la autoridad. Dejaremos a Aulius y Marius aquí con algunas monedas para que se rodeen de gente y eviten que alguien venga a llevarse los restos durante el día. Creo que lo mejor es que avisemos a Julia Sabina para que se haga cargo y pedirle como favor que no nos nombre.
Hizo un gesto a sus dos gules para que tomaran posiciones.
- Guardad un poco de sangre en un trapo y ceniza en otro. Quizá algún vampiro pueda sacar información de ellos.
Esperó a Lucrecia para saber qué opinaba.
Lucrecia se quedó mirando el montón de cenizas con gesto serio y una fina línea frunciendo su frente. Luego se retiró un poco, dejando que los sirvientes de Tulio hicieran lo que había ordenado.
- Tu conoces esto mejor que yo - le dijo al vampiro encogiéndose de hombros. - Si no me hubieras dicho nada, no hubiera sabido que eso era uno de nosotros...
Igualmente, emprendió un apresurado regreso a su casa. Estaba inquieta.