El primer post es vuestro. Podéis narrar lo que queráis sobre vuestras vidas antes de la Cosecha, el momento en el que saldrá vuestro nombre de una urna y seréis seleccionados como tributos.
Vuestro post debe terminar en el momento de la Cosecha, indicando que os encamináis hasta allí.
Como nota aclaratoria, decir que el paripé de la Cosecha lo narraremos nosotros, así que tenéis que rolear hasta el momento de antes.
Aclaro que todavía NO SE PUEDEN HACER ESTRATEGIAS. Os podéis conocer y todo lo que queráis, pero hasta que no sepáis que sois tributos, no hay estrategia que valga.
En definitiva, la historia de vuestro personaje aquí, por favor XD
Desde que tengo uso de conciencia sé que nunca he pasado hambre, sé que he trabajado duro, sé que he sido feliz, sé que no me ha faltado de nada, y, desde luego sé... que conozco la historia de Panem, la historia de sus distritos. Y desde que tengo uso de conciencia... tengo miedo al Capitolio. No tengo edad suficiente para ser un adulto, pero sí como para que mi nombre haya entrado en la urna de la "Cosecha".
Nací con unos kilos de menos, a mis padres les costó sacarme adelante. Estuve a punto de morir dos veces, pero me aferré a la vida con ansias y mis pulmones decidieron seguir respirando a la par que mi corazón latía.
Crecí rápido y sana, mi cuerpo pronto comenzó a parecer desgarbado y flaco. Ayudaba a mi padre en sus trabajos y a mi madre a limpiar en casa. Es bien sabido que en Panem dejas de ser pequeño demasiado pronto. Tenía un hermano. Él se empeñaba en correr, nunca supe mucho por qué, le gustaba hacer ejercicio. Nunca lo entendí, correr cansa y yo detesto estar cansada. Comencé a aficionarme al deporte cuando murió. Tenía 10 años más que yo, murió cuando yo tenía 8. Lo recuerdo como si fuera ayer. No paso ni la primera noche en "Los juegos del hambre".
Desde su muerte yo misma comencé a practicar deporte. Jugaba con los chicos en los pocos ratos libres que tenía y me aficioné a correr largas distancias en poco tiempo. Mi madre siempre me dijo que llegaría a ser alguien, alguien que haría que mi hermano se sintiera orgulloso, estuviera donde estuviera.
Los días de la cosecha se acercaban, y yo me sentía débil, abatida. ¿Qué posibilidades había de que mi nombre saliera? Pocas, pero también había pocas de que saliera el de mi hermano.
Me repito constantemente que soy fuerte, me repito constantemente que sé encontrar comida, que sé diferenciar granos buenos de granos malos, que tendría posibilidades. Pero, por otra parte sé que mi hermano sabía todas esas cosas y que no basta para salir con vida.
Hace días que mi mente no se centra en su trabajo, a medida que llega el día de la cosecha menos pienso en otra cosa. Levantarme por la mañana es un trabajo duro, acompañar a mi padre, ayudar a mi madre y entrenarme para ser alguien. Con catorce años, aun no sé qué quiero ser en la vida.
El día de la cosecha llegó y yo me levanté con la misma sensación que los días anteriores. Hoy sabría si yo, o algunos de mis seres queridos, o alguno de mis amigos saldríamos de esa urna para ir directos a "Los juegos del hambre".
El día ha llegado. Te aproximas hacia el lugar donde se realiza la Cosecha. Por el camino te cruzas a conocidos, amigos, enemigos... Muchos recuerdos invaden tu mente, pero sólo el presente no se va de tus pensamientos.
Tienes probabilidades de que te toque, lo sabes. No te sientes con fuerza para ello, pero no es algo que puedas elegir. Sólo esa mujer desagradable, Hide Evanete, es la que tiene tu suerte en sus manos. Y seguramente preferirías que no tuviera manos.
La gente que no entra en la Cosecha se aparta mientras te unes a los demás posibles tributos. Chicas por un lado, chicos por otro. Allí, en una tarima, está el alcalde del Distrito, preparado, con el micrófono en mano y una gran pantalla tras él, donde podréis ver perfectamente la cara de los tributos elegidos. El alcalde comienza con unas palabras, las mismas de todos los años, así que no le escuchas.
Pero llega ella. Hide Evanete se sube por las escaleras con un vestido tutú dando pequeños saltitos hasta llegar al alcalde. Le da un beso en los labios y os mira.
¡Hola mis polluelos! dice mientras saca una gran lista. Comienza a citar el nombre de todos aquellos que tienen que estar presentes en la plaza. Al terminar, la deja a un lado.
¡Vamos, traigan las urnas! comenta dando unas palmaditas. Dos agentes de la paz se acercan, cada uno con una urna transparente donde podéis ver la cantidad de votos que hay dentro.
¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte! grita con los ojos brillantes de la emoción.
Se acerca a la primera urna, siendo ésta la de las chicas. Mete la mano y empieza a dar vueltas con gran velocidad, hasta que se hace con un papel.
Y nuestra tributo femenino de este año será... ¡Liberty!
Liberty, apellido.
Podéis rolear lo que queráis, pero el público es mío XD Podéis relatar la reacción de vuestras familias. Todo debe acabar subiendo a la tarima.
Y allí estoy... delante de todo el distrito 9, rodeada de muchas de esas chicas que se encuentran en la misma situación que yo y deseando, egoístamente, que no sea nuestro nombre el que salga de esa urna.
De camino allí ni siquiera sé si me he cruzado con alguien. He hecho el camino con mis padres y llevo mi mejor gala. Un vestido de color ligeramente amarillo que este año ya comienza a quedarme un poco pequeño.
El pinchado que me dan en el dedo para ficharme es prácticamente indoloro comparado con el dolor que siento dentro de mí al recordar los últimos momento de mi hermano.
Busco con la mirada a mi madre que se mantiene cogida de la mano de mi padre y escondida dentro de su abrazo. Lanzo una ligera sonrisa a la cara dulce de mi padre desde mi lugar en Marge y Letia, dos de mi compañeras de clase desde que tengo memoria. Parecen igual de nerviosas que yo.
Esa mañana ha sido algo caótica y, aunque todos hemos intentado hacer que no pasaba nada, todos sabíamos qué día era. Mi madre había empezado a llorar demasiado pronto mientras que mi padre chillaba que dejara de llorar que mi nombre no saldría de la urna. Pero, yo sé que, ella no llora por mí, al menos no de momento.
Y allí estoy, al lado de Marge y Letia, esperando el resultado de las manos de esa odiosa mujer. El alcalde comienza a decir algo, pero no le escucho, es lo mismo de siempre, casi me sé ya las palabras que salen de su fea boca. Entonces llega elle, con sus andares desgarbados, con su traje de tutú, moviéndose como si se tratara de una bailarina. Pero no es una bailarina, es Hide Evanete, la mano "inocente".
No tarda mucho en meter la mano en la urna, pero sí en sacar un papel y gritar al mundo el nombre femenino que saldrá de esa urna, al menos eso me parece a mí. Repite las mismas palabras inconexas y sin sentido que dice todos los años, con esa voz molesta de todos los años. El reloj parece haberse detenido y el silencio parece dominar la cosecha. Entonces ella abre sus feos labios y lo dice. Dice mi nombre.
El silencio pasa a ser un murmullo. Mi corazón alza su sonido por encima de ese murmullo haciendo que mis oídos comiencen a pitar. A lo lejos escucho un llanto, mi madre. Me giro a mirarlos. Mi padre está de pie a duras penas, sujetando el cuerpo de mi madre que parece luchar por caerse al suelo. Quiero ir allí, cogerla, ayudarla como hace mi padre, pero mi destino está adelante, hacia la tarima.
Comienzo a moverme con pasos lentos, como bloqueada, recordando de manera absurda cómo murió mi hermano. El pitido parece cesar en mis oídos y ha desaparecido del todo cuando poco mi pie en la tarima al lado de Hide Evanete.
Allí estoy yo, al lado de esa mujer con tutú, mirando a mis padres y enfrentado mis ojos con todo el distrito 9. Este año, yo seré su tributo.
¡Vamos, querida! empieza a decir Hide mientras hace movimientos para que vayas a más velocidad. Cuando llegas a su nivel, te coge por los hombros y hace que te pongas mirando a tus padres.
¡Mira qué orgullosos están de ti! ¡Lloran de la emoción! ¡Es enternecedor! y, antes de que puedas decir nada, te gira para ponerte cara al público.
¡Señores y señoras, aquí tenemos a la representante femenina del distrito 9! ¡Un fuerte aplauso para ella!
Tras unos segundos que se hacen eternos, vuelve a hablarte.
Muy bien, querida, entra por esa puerta te señaló una Allí podrás encontrarte con tus padres y hablar con ellos para despedirte. ¡Sólo por si las moscas! ¡Jajajaja!
A no ser que quieras decir algo, te toca relatar la despedida con vuestra familia. Los puedes manejar a tu antojo.
Siempre he sido bastante hablado, pero me encuentro en la extraña ocasión que no sé qué decir, ni qué hacer. Así que me quedo callada, viendo a mis padres llorar de, lo que ella llama, alegría. Luego me encamino al lugar que me dice con paso lento y lánguido.
Me encierro en el lugar con raros escalofríos y espero impaciente a que llegue alguien. Entran los dos cabizbajos y casi sin mirarme me abrazan mientras mi madre llora y llora repitiendo el nombre de mi hermano y diciendo cosas extrañas. Mi mano acaricia su pelo, su suave pelo.
"¡Cómo lo echaré de menos!" pienso mientras rememoro las noches en que me duermo acariciándolo con suavidad, con la suavidad de una niña de catorce años que ha empezado a desarrollarse.
-Todo irá bien mamá-es todo lo que se me ocurre decir.
Luego giro mi rostro hacia mi padre que hace rato que se ha separado de nuestro abrazo familiar.
-Cuidala-le digo con la suficiente madurez y con la expresión demasiado tranquila-. No podrá soportarlo otra vez, cuidala-le digo como si mi madre no pudiera oirnos, y, aveces dudo de que realmente escuche algo de lo que digo.
Mi corazón late a una velocidad completamente anormal, galopa tan deprisa que mis sienes parecen llenas de demasiada sangre y mis oídos pitan, pero no pienso demostrar flaqueza, no pienso dejar que mis padres vean que tengo miedo, que estoy aterrorizada. Al fin y al cabo, sólo soy una niña.
No pasa casi tiempo antes de que la puerta se abra para dar paso a uno de esos guardias y sacarlos de allí, apartando a mi madre con una brusquedad innecesaria. Y allí me quedo yo, de nuevo sola, sin saber muy bien qué hacer y sin recibir ninguna visita más, pues amigos relamente, no tengo ninguno y todo lo que queda de mi familia acaba de salir por la puerta.
Dos mensajeros irrumpieron en la habitación y se quedaron apostados en la puerta. Unas últimas palabras surgieron de vuestras bocas, abrazos, besos y alguna lágrima rebelde se asomó a los ojos de vuestras familias. Tras una mirada de despedida, esos hombres te escoltan hasta la entrada del tren. Allí puedes ver doce vagones, sin contar el del maquinista. Uno por distrito. Allí estarán tus futuros compañeros y rivales.
Al entrar en vuestro vagón, hay un hombre que apoya su pie sobre el sofá. Os sonríe al veros y os saluda haciendo una inclinación con el sombrero.
¡¡Eeeiiii amigos míos!! Siento mucho esto que les pasó, pero hay que intentar llevarlo bien. Mi nombre es Vicente Solís, y seré vuestro mentor.
"¡Madre mía! Estoy muerta" es lo primero que pienso al que dice ser mi mentor.
Los pelillos de mis brazos se ponen de gallina y trato de disimularlo. Adelanto mi mano para saludarle aunque ni siquiera abro la boca, sólole saludo con un tímido gesto de cabeza y una pequeña sonrisa.
Quiero salir de allí, quiero huir, correr, y escaparme. Dicen que uno nunca se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde, bien, pues yo ya hecho de menos mi libertad, mis carreras, ayudar a mi padre, ayudar a mi madre y recordar a mi hermano. Debería centrar mi cabeza en los juegos, pero no puedo, en lugar de eso, recuerdo a mi hermano y el llanto de mi madre aun me quema en los oídos.
Me quedo allí quieta esperando als próximas instruciones.
¡Eeeeiii guapa, siéntate aquí conmigo, eii! Cuéntame cómo siente tu cabezota, si estás asustada, triste, valiente... ¡cuéntame morena! gritó mientras se golpeaba la pierna con la mano.
A no ser que haya preguntas que puedan dar lugar a conversaciones extensas, el siguiente post será llegando al Capitolio.
Miro a aquel hombre y sólo puedo ver un viejo, y dudo en cómo podrá ayudarme cuando esté dentro de los juegos del hambre. Suspiro y paso despacio. Le miro con expresión de desagrado y niego con la cabeza mientras la agacho. Sólo tengo ganas de que todo empiece y termine, me da igual si muero o vivo, pero que termine ya.
Mis ojos se desvían lentamente hacia la ventana despidiéndome mentalmente de la libertad.
-Atrapada-le respondo a la serie de palabras que ha dicho-. Me siento atrapada-repito mientras mis ojos intentan memorizar la visión de la libertad.
Luego simplemente me quedo en silencio sin apartar los ojos del otro lado de la ventana deseando que ese hombre de verdad sea un buen mentor.
Las horas habían transcurrido y vuestro mentor se había quedado dormido después de intentar hacer que hablarais. Roncaba sonoramente cuando un pequeño timbre sonó en vuestro vagón. Eso hizo que Vicente se despertara de golpe.
¡Ya está! dijo asustado antes de recomponerse y sonreír. Hemos llegado. Mirad fuera y ver el Capitolio, ¡eeh!
Con la gran cantidad de luz que desprendía, en el Capitolio parecía que era de día. Edificios enormes y brillantes rodeaban el paso del ferrocarril que os transportaba hasta la puerta del hotel. El edificio era muy alto, mucho más de lo que os podíais haber imaginado nunca. Quizá era más que suficiente para albergar a los ciudadanos de varios distritos.
Según paró el tren, os abrieron la entrada. Allí no había nadie para recibiros, aunque tampoco lo esperabais. Os abrieron las puertas un par de chicas jóvenes con la cabeza agachada y visteis el ascensor delante de vosotros. Vicente apretó un número.
Cada distrito tiene su planta, así no os veréis hasta el entrenamiento os dijo.
El ascensor parecía volar porque no tardasteis en llegar a vuestra planta. Un chico de unos 25 años estaba esperando. Sin miraros a la cara, empezó a andar y Vicente os empujó para que le siguierais. Llegó ante un par de puertas de madera. Al abrirlas, os encontrasteis con una sala más grande que vuestra casa, con varios sofás, mesas, sillas, una pantalla enorme de televisión.
Allí tienes tu habitación le dijo a Liberty.
Cada uno tiene su propio baño, y aquí os reuniréis conmigo mañana, después de que os aseen y os limpien y os quiten toda la mugre del cuerpo. ¿Alguna pregunta? Si no, os podéis ir a la cama.
Las luces del Capitolio cegaron mis ojos. Me tire todo el viaje mirando por la ventana sin pensar en nada, pero pensando en todo a la vez. Alguna vez al recordar lo de mi hermano mi piel se puso de gallina. Vicente se había dormido, lo cual me venía genial teniendo en cuenta que no tenía muchas ganas de hablar.
Llegamos demasiado pronto a mi parecer o simplemente me daba la sensación de que todo ocurría demasiado rápido.
Llegamos a nuestro cuarto. Siempre en silencio. Vicente trataba de hacerme hablar, pero la verdad es que la idea de meterme en la cama y no hacer nada era lo único que llamaba mi atención en este momento.
-Gradias, Vicente-le digo amablemente dándole a entender que no tengo preguntas en ese momento.
El sol fue el que os despertó tras una noche de sueño. Os resultó extraño despertaros en unas camas tan suaves y mullidas comparadas con la que teníais en vuestra casa. Incluso os dieron ganas de levantaros para empezar a trabajar hasta que os disteis cuenta de que no estabais en vuestro Distrito. Ahora os tocaba trabajar para sobrevivir a esa batalla.
Tras poneros algo, salisteis a la sala central. Allí la mesa estaba atiborrada de comida para serviros un buen desayuno. Michael estaba tomándose un zumo de naranja y una tostada cuando os vio. Se levantó, dio la mano a Dave mientras daba un par de besos a Kura.
¡Buenos días, guapa! ¿Cómo se encuentra? ¡Hoy empiezan los entrenamientos! Verás a tus rivales de otros distritos. Además, estarán los patrocinadores, así que hay que impresionarles, porque ellos os ayudarán en la arena. Pero antes... se tomó el resto del zumo. Desayudad y hablemos. Tengo que saber qué se os da bien antes de que vayamos allí, para saber qué hacer para impresionar a los patrocinadores. Si no queréis hablar delante de vuestro compañero, podemos ir a la sala de al lado, como queráis.
Podéis narrar lo que queráis de vuestra noche y vuestro despertar. Lo que haya en la mesa también es para vosotros, pero ya os digo que hay de todos.
Despertarme allí no es fácil. En un principio pensé que no podría dormir, pero la cama mullida, las sábanas cálidas y el olor suave que desprende mi ropa de dormir me sumieron en un letargo extraño que casi no me dejaron ni soñar. Cuando abrí los ojos ya sabía que no debía estar en casa, esa cama comparada con el catre en el que duermo es el paraíso. Me despero lentamente como si no tuviera prisa, pues no la tengo. Me levanto y hago mis cosas antes de personarme en la sala común. El rico olor de los bollos, el zumo de naranja y, la comida en general, hacen que me termine de despertar en un suspiro.
-Buenos días-digo con la voz de alguien que acaba de levantarse y aún no ha abierto la boca para hablar con nadie.
Luego me siento en la mesa y cojo una tostada. Nunca he visto tanta comida junta y se que debería drisfrutarla, pero tengo el estómago cerrado, o eso pensaba yo, pues al pegar el primer bocado comienzo a comer con ansia y a probar cada uno de los platos que hay ante mis ojos.
Escucho a nuestro mentor y, sinceramente, me da igual que mi compañero me escuche.
-Correr... se me da bien correr-le digo entre bocado y bocado.
Parece que llevo sin comer un año, pero me sabe todo tan delicioso que no puedo parar.
Narro pensando que mi compañero está conmigo, si tengo que corregir me lo dices, ok?