Partida Rol por web

Calor.

Sientes calor. Y los latidos de tu corazón retumban en tu cabeza.

Notas la presión de tus manos en tu cara. Notas humedad en las palmas de tus manos. Un nudo en la garganta, una sensación de ahogo...

- "¿Estoy llorando?"

No te atreves a quitarte las manos de la cara. Definitivamente, estás llorando. Mejor dicho, estabas llorando. Te sientes extraño, es como si tu cuerpo acabase de decidir que no quiere llorar. O algo así. El caso es que tienes la cara mojada, pero no estas llorando ahora mismo. Notas los ojos húmedos... pero no lloras ahora.

No lo entiendes.

Estás moviéndote. En un coche. No, una furgoneta. Estás sentado en el asiento delantero derecho. Separas las manos de tu cara, y miras las calles. Son amplias, son... carreteras. A lo lejos puedes ver una ciudad demasiado grande como para ser Cuenca.

- "¿Dónde estoy?"

Miras al conductor. Es Andrés. Tiene la camisa arrugada, está sudando y tiene unas ojeras muy marcadas. Está concentrado en la carretera. Te mira de reojo, y te habla.

- ¿Se te ha pasado ya?

No entiendes a que viene eso. Hay muchas preguntas que se te vienen a la cabeza ahora mismo. ¿Con cual empezarás?

David alza una ceja.

Andrés te mira por un momento, ignorando unos segundos la carretera.

- ¿Qué? ¿A que viene esa cara ahora? ¿Estás otra vez aquí o no?

- Si tío, tranquilo.

Miro discretamente por el espejo retrovisor a ver si tengo suerte y alcanzo a ver algún rótulo pintado en el lateral de la furgoneta y después me giro hacia la parte de atrás de la furgoneta a ver que es lo que estamos transportando (si es que transportamos algo).

Observas la furgoneta a través del retrovisor. Sólo ves la carrocería blanca de la furgoneta, que no parece precisamente nueva. No ves ningún rótulo, ni marca... solo una anodina furgoneta blanca.

Echas un vistazo hacia atrás, por la ventanilla que hay entre tu asiento y el espacio de carga. Puedes ver varios tableros de madera, como de puertas, o de mesas. Está oscuro y tampoco puedes precisar bien qué es lo que hay dentro. Cuando vuelves a mirar al frente, Andrés está sonriendo.

- ¿Damián, no?... Vaya pregunta. Si fueras David, te habrías puesto a preguntar como un loco. Siempre hace eso. Empieza a preguntar y a improvisar sobre la marcha. Como hace un rato. Tu en cambio controlas la situación.

Desvía la mirada hacia ti un momento. Notas cierto temor en su mirada. O tal vez precaución.

- ¿No dijiste que no ibas a dejar que David tomara el control esta noche?

Las últimas palabras tienen un deje de reproche.

Le devuelvo la sonrisa a Andrés.

- Bueno, a veces me gusta soltarlo un rato a ver que tal se porta.
Pero bueno ... ya ves los resultados, siempre acabo por arrepentirme.

Paso la mano por encima del maltrecho salpicadero con desdén, como si esperase que fuese a descomponerse en cualquier momento.

- Por cierto ¿Te he dicho alguna vez que tienes un gusto espantoso en lo que a vehículos se refiere? Espero que te hiciesen un buen precio en la chatarrería ... pero bueno, al menos va a juego con nuestro aspecto hoy.

Sonrío nuevamente y levanto la vista hacia la carretera y la ciudad que se alza en el horizonte.

- Tu te arrepentirás, pero a mi me ha jodido pero bien.

Puedes ver los bloques de edificios a lo lejos, a un lado y a otro de la carretera. Estés donde estés, tiene que ser una ciudad grande de verdad.

- Creía que estaba todo planeado. Y...

Ves que Andrés mueve la mano por encima del volante, como si no pudiera encontrar la palabra exacta que decir.

- ...y la jodió. La jodió bien. Mierda, me tienes que ayudar. Ahora estoy de mierda hasta el cuello. Y déjate de coñas con la furgoneta. Sabes de sobra que no es mía...

Un letrero indica la carretera y el próximo desvío. M-50, a 500 metros, salida a Getafe. Estás en el extrarradio de Madrid.

- ...A ver si te crees que me apetecía mucho dejar mi coche en el parque con ese pavo. Mierda, no se como lo vas a hacer, pero tienes que pasarle el muerto a David. Joder, quedamos en que no ibas a dejarle el control. ¿No te habrás acojonado, verdad?

Suelto una carcajada.

- ¡Jaaaaa ja ja ja!

- Pero tómatelo con calma hombre, si te vas a poner melodramático ahora esto pierde toda su gracia.

Pongo el gesto algo más serio.

- Además, olvídate ya de David y deja de echarle a el la culpa de todos tus males ¿Acaso no le conoces? Pues ya sabrás que es un tipo peculiar y a veces pasan estas cosas.

- Y no me digas que me he acojonado. Que el plan sea una puta mierda y vaya de mal en peor no significa que vaya a acojonarme y salir huyendo como un gallina.

Sonrío con malicia.

- Tomátelo como un reto, por la cuenta que nos trae, sobre todo a tí.

- Además, quizá deberíamos aprovechar e introducir algunos cambios que aseguren que todo salga bien ahora que aun estamos a tiempo de pensarlo bien, no se si todo este asunto esta muy bien atado, que quieres que te diga ...

La cara de Andrés se empieza a descomponer. Realmente, parece que le has hundido, cosa rara en él. Nunca hasta ahora lo habías visto... a tu merced, por decirlo de alguna manera. Es el típico tío que le gusta mantener el control. Y ahora no parece tenerlo.

- Oh, mierda... eres un puto cabrón retorcido. Joder, ya sabía que eras un jodido psicópata, pero no esperaba que me fueras a joder la vida a mi también. Creía que sólo odiabas a David...

Te mira otra vez. Las ojeras se le han marcado aun más. Desde luego, no está en su mejor momento.

- Joder... cambios dices... hijoputa, claro que hay que hacer cambios. Deberías haber cumplido el trato, joder, y haberte volado la sesera. ¿En que puto plan has pensado ahora? Antonio casi me arranca las pelotas por tu culpa. Ha perdido un huevo de pasta... Ahora me tiene bien jodido, entre la mercancía que me ha dado hoy para colocarle, y lo que el puto David tiró por el retrete...

Vuelve a fijar la mirada en la carretera. una gota de sudor cae por su frente, mientras te lanza miradas huidizas. Notas rencor en sus palabras, y en su mirada, pero sobretodo miedo. Mucho miedo.

- ...yo, joder... mierda, esto no ha salido como esperaba. Si tienes algo mejor pensado... tu mismo... pero explícate, joder... porque yo me veo en un puto callejón sin salida...

Andrés toma el desvío hacia Getafe. Pronto entraréis en su casco urbano.

Me da un breve ataque de ira.

- A ver tontolculo, ¿Por qué cojones iba yo a querer joderte la vida? Como si no tuviese cosas mejores que hacer ¡Hay que joderse!

(Más calmado)

- Mira para volarse la cabeza siempre sobra tiempo, además piensa que la mercancia es el mejor arma que podríamos tener, y ahora tenemos la sartén por el mango.

Me pongo a mirar por la ventana pensativo 10 o 15 segundos y de repente vuelvo a irritarme.

- ¡Coño! ¿No se suponía que aquí el que piensa eres tu, tío listo?
¡Mr. Gentleman el de los contactos en las altas esferas y trajes de Armani! ¡Pues venga! Mueve esos oxidados engranajes cerebrales tuyos, lubrícalos con lágrimas si es lo que necesitas ¡A mi me la suda!
Además, tu eres el que conoce al imbécil de Antonio, tu sabrás que quieres hacer, pero piénsalo ya porque estamos llegando y luego no vas a poderle dar al "pause".

La furgoneta rueda por la avenida, parando en el primer parque aparece ante vosotros... parando detrás de un coche rojo que si reconoces. El Seat León de Andrés.

A su lado hay un tipo bajito, medio calvo, fumando un cigarrillo. No te da buenas espina el aspecto de ese tío. Tal vez sea poca cosa, pero su mirada, sus gestos, te sugieren que no es un payaso cualquiera. No, tal vez sea prudente ahorrarse chulerías delante de ese tipo. No sabes muy bien porqué Andrés está tan acojonado contigo, aunque intuyes por que te llama Damián, pero te da en la nariz que ese tipo no es de los que aceptan chulerías.

Andrés deja las llaves en el contacto y mientras te mira con nerviosismo te dice:

- No tengo ni puta idea de que cojones me estás hablando ahora. Como a ti también se te haya ido la puta olla, aprovecharé cuando seas David otra vez para despacharos a los dos. ¿Está claro, don psicópata? Tío, no me jodas ahora, ¿vale?. Ahora salgamos de la puta furgoneta y larguémonos en mi coche, en silencio. Tenemos hora y media de viaje para hablar sobre esto.

Bajáis de la furgoneta, y el canijo se acerca a Andrés, con una sonrisa depredadora en la cara. Le tira las llaves del coche, y se acerca a la furgoneta trenquilamente, mirándoos con descaro.

Cuando Andrés abre el coche, el tipo le habla:

- Eh, Andresito. El anfitrión me ha dicho que si la cagas otra vez, tendré que darte unos azotes. Así que vigila a tu mascota, si no me quieres dar una alegría. ¡JA!

Puedes ver como Andrés se queda mirando fijamente la puerta de su coche, mientras palidece ostensiblemente. A través de la ventanilla puedes ver en el asiento del copiloto tu cartera, tu chaqueta y tu teléfono móvil.

Me bajo de la furgoneta tranquilamente, con una sonrisa de oreja a oreja y desperezándome tras el viaje.

Echo un discreto vistazo a los portales y locales comerciales más cercanos.