Partida Rol por web

No hay objetivos en línea de visión- Mesut confirmó lo que ya sabía, nuestros hermanos de armas formaban tal muralla humana que impedían mis disparos.- Hemos de movernos, buscar otra zona desde la que podamos disparar sin poner en peligro la vida de nuestros compañeros. - Y teníamos que hacerlo rápido o cuando tomáramos el puente no quedarían trabrisianos con vida con los que poder rezar.

No tuvo ocasión de rematar al ogrete mutante, lo que arrancó en Nereida una fría mirada que trató de controlar para no ejecutar a quien le había robado la pieza. Pero no había tiempo que perder en cosas como esa. La comisaria salió disparada hacía la puerta tras ver lo que intentaba el especialista Gabarri, y viéndolo en apuros mejor sería apoyarle. 

Tras cruzar la puerta Nereida se dio cuenta de la dimensión de las fuerzas enemigas, y que sus posibilidades iban a ser muy escasas si seguían como hasta ahora. Se mordió el labio inferior cuando enfundó la espada de energía tras apagarla y luego la pistola bolter para poder ayudar a Gabarri; tenía que tomar una decisión y tenía que hacerlo ya.

Se comunicó con el comisario Svart a través del micro comunicador - ¿Svart? ejecute la orden 2 alpha, que los que están contigo suban a las murallas y acribillen desde arriba a los mutantes. Hay una auténtica oleada de mierda aquí dentro - le dijo rápidamente para luego mirar a Gabarri a los ojos - a la de tres, ¿Está listo especialista Gabarri? - le preguntó de manera retórica preparándose ella misma para hacer lo propio.

Orrin, al escuchar aquello a través del canal de vox, no pudo evitar alzar las cejas y soltar una pequeña risa, más ácida y cínica que alegre. Realmente no daban una a derechas, pero joder, se suponía que aquí abajo no había nadie... Y por lo que decían aquellos cretinos, ellos tenían la misma impresión. 

-Ya me jodería-dijo entre dientes. Su hermano se había encontrado con otra trampa, aunque esta resultó ser muy floja.

-Vaya Arrin, lamento que haya sido así... Ya sabes, los gatillazos les pasan incluso a los mejores-dijo de buen humor tras quedar claro que su hermano salía indemne-sargento, yo creo que deberíamos cooperar. No serán guardias, pero se supone que son fuerzas imperiales. Pregúnteles qué tienen mapeado, a ver si nos hacemos una idea de este puto laberinto-añadió.

Kord no pudo reprimir una sonrisa siniestra tras la máscara sellada del casco, probablemente el explosivo que había colocado su unidad para retrasar a los mutantes había servido solo para segar otra vida imperial. Irónico. Respondió al tipo que estaba al mando de los rojos:

- Lo de siempre, entrar en la boca del lobo para salirle por el culo a fuerza de láser sobrecargado. Como cada Lunes. El Tempestor sabrá poneros en situación mejor que yo. - Dijo el tirador, sin soltar el arma por si aparecían hostiles.

Reinhardt apretó la mandíbula cuando el tipo mencionó aquella trampa “bien escondida” y “realmente potente”, y la satisfacción que le había llenado al oír la detonación regresó a él solo para esfumarse repentinamente. Como siempre, ellos habían hecho su trabajo y habían sido los tácticos, para variar, los que la habían cagado. Se suponía que aquí abajo no había nadie. Lo único que le consolaba era que el muerto hubiera sido un mercenario. Si había algo que odiaba, era a los soldados de fortuna.

Sin embargo... ¿y si ni siquiera Evitz había sabido que los mercenarios iban a buscar una aproximación subterránea? ¿Y si Matterston y su escuadra estaban allí haciendo honor a la infame codicia que precedía a todo comerciante independiente? La atmósfera reciclada de su armadura, ya de por sí viciada, se llenó de suspicacia, y esta no hizo sino agravarse al oír la explosión. Solo la broma de Orrin, que le dio a entender que no había ocurrido nada grave, logró relajarle un poco.

—Tened más cuidado, y no os vayáis muy lejos, Falkenhorsts. No me fío un pelo de estos mercenarios —dijo, por el canal privado de la escuadra—. Hagen, cualquier movimiento en falso, y les fundes la cara a todos estos, ¿entendido?

Por supuesto, ni siquiera miró al especialista mientras le daba la orden. Entonces sí, respondió a Matterston.

—¿Resistencia? La está pisando —y bajó los cañones gemelos un segundo para apuntar los cadáveres que rodeaban a su pelotón—. Tempestor Reinhardt Krause. 11ª Compañía de Asalto. Parece que nuestro objetivo es el mismo. ¿Han mapeado ya esta zona?

Preparado. - dijo Gabarri tras limpiarse la sangre que le chorreaba de la herida en la frente que se había hecho al golpearse contra la palanca. - Seguro que esta vez aguanta. - añadió no tan seguro como decía mientras esperaba que la comisaria contase hasta tres para pulsar el disparador del gancho y accionar el mecanismo. 

Jiang Li estrechó la mirada bajo la pantalla del casco. Podía ver al oficial herético entre los soldados, enfrentando a un ogro. En aquel momento un disparo, que hizo estallar parte de la estructura de la muralla, impacto en su torso, las placas de protección de su armadura poco pudieron hacer por tener el proyectil que hizo un agujero en su armadura y quemó la piel bajo esta.

-¡Ah!.-Masculló algo entre dientes.

-¿Estás bien hermana?.- Preguntó su hermano algo preocupado.

-Hermano. El plasma, rápido.- Su hermano se agachó para tomar el arma y tendérsela a Jiang Li, lista para realizar un disparo; la boca de este se abrió cuando vio claras las intenciones de la especialista, que ya preparaba el arma contra el muro para abrir fuego a un objetivo claro, por mucho que estuviera enzarzado en una pelea con uno de los Ogretes, era un objetivo clave.

Asomado a la muralla, Desastre repasó la multitud con aire calculador. No podía hacer mucho contra tanta gente, y los desgraciados que ya habían cruzado, tenían poco futuro. Tal vez Gabarri pudiera salvarse si se daban prisa, pero los demás, hasta arriba de drogas y enfrentados a esa marabunta, lo llevaban claro.

- Tu, desgraciado, usa el gancho para subir a ese- ordenó a 34, señalando a Gabarri con el lanzallamas. Si disparaba hacia abajo podía usar el motor para subir al pobre diablo si se agarraba al cable.

Miró el campo de batalla con el arma lista, que vinieran, si tenían cojones. Iba a freirlos a todos.

Matterston pasó la mirada por el suelo, viendo los cadáveres de las bestias y los mutantes, acribillados o calcinados — Entonces como nosotros, por lo que veo. Acabamos de cargarnos a unos cuantos que os venían por la espalda, nos atrajo el sonido de vuestro tiroteo — dijo, con un "de nada" implícito en sus palabras — Estamos trazando el camino allá por donde pasamos, pero la cantidad de túneles secundarios es simplemente demasiada. Hemos decidido seguir por los principales a pesar de encontrar en ellos más enemigos, pero nada con lo que no podamos lidiar por ahora. ¿Cuál es vuestro plan? ¿Habéis encontrado algo inusual aquí abajo?

Reinhardt asintió. 

—Táctica nos ha mandado aquí abajo completamente a ciegas, así que estamos improvisando. Exploramos otro ramal antes que este, pero no albergaba ni de lejos tanta escoria. Suponemos que toda esta chusma —pateó el cadáver de un perro trinchado a sus pies— tenía que estar protegiendo algo. 

Acto seguido bajó el arma. No creía que fuera a fiarse jamás de la guardia personal de un comerciante independiente, pero, a decir de verdad, ¿se fiaba de alguien que no fuera de la 11ª?

—Vamos a seguir avanzando por estos túneles. Iré al grano: no queremos cargar con vosotros, y como seguro que habéis oído hablar de nuestra compañía, supongo que vosotros tampoco querréis ir a nuestra estela —el Tempestor hablaba con un tono de voz autoritario, sin dejar margen a la ironía o los dobles sentidos y haciendo gala de una sinceridad cortante. Ladeó la cabeza, señalando con ella el túnel por el que habían venido—. Avancen por ahí, en paralelo a nosotros. Gunther podrá establecer un vox-link entre nuestras frecuencias de comunicación. Supongo que aguantará, mientras no nos alejemos mucho. 

Kord activó su canal privado con la unidad:

- Tempestor, ¿Y si les decimos que vayan en cabeza por el tunel de donde salió el aberrante psíquico? Quizás asi nos sirvan para algo útil. Yo apostaría a que de esa dirección viene lo que nos interesa.

Brotinn dirigió en esta ocasión su atención a la batería antiaérea, pero algún arcana tecnología del Caos sin duda protegía el siniestro artefacto. Sus mortales relámpagos se tornaron esta vez en una inofensiva chispa que rebotó cómicamente contra el armazón de la batería antes de apagarse al lado de la base de cemento que la sostenía.

-Mierda alcanzó a articular el psíquico mientras contemplaba incrédulamente la palma de su mano e intentaba averiguar qué diablos había fallado.

El oficial se mordisqueó la punta del bigote, enojado.

No podía en buena ley ejecutar al caballero De Lascaris sólo porque hubiera efectuado una acción mediocre mientras que lo hubiera hecho en el desempeño de las órdenes encomendadas, pero no mentiría si no dijera que estaba siendo tentador: aquella había sido una acción tan mediocre que le hizo dudar si la sangre del soldado sería verdaderamente tyviana o acaso uno de sus antepasados habría tenido un desliz con algún extramundano. Los ogretes estaban en su mayoría muertos (trágico, enviaría una sentida felicitación por su desempeño a su apoderado) y muchos valientes tyvianos estaban sucumbiendo bajo aquellos herejes innombrables, lo que no le sentaba tan bien.

-¡Esa ha sido una pobre excusa de lanzamiento, señor mío! ¡Me importa poco, como debería a usted, los estándares que pueda observar del resto, en Tyvia estamos obligados a un caudal mayor! ¡Muévase para despejar el avance y prepare otra granada allí donde mi hoja apunta, y más le vale afinar o se verá privado de su próximo permiso de danza y esparcimiento!

Dijo, furioso. Si él no tenía aquel campo de batalla limpio para ya, alguien iba a quedarse sin Las Finales de Aranjuez en la próxima reunión. Era terrible castigo al que someter a un hombre, pero Dios sabía que tenía que ser duro en aquel cruel y miserable campo de batalla.

-Sior De La Estocada, puede escucharme, verdad. Magnífico. Su primera prioridad es por supuesto atender a los heridos, o bien repliéguese para dar paso al resto o bien avance junto al sargento y la sacerdotisa, las principales prioridades si cualquiera saliera herido ni que decir tiene. Por demás, siga matando como hasta ahora. Estoy en veras complacido con su desempeño en el día de hoy.

Y después de esta conversación de carácter más bien casual para ser el campo de batalla (la justa recompensa a un trabajo bien hecho) se dirigió al resto de las tropas.

-¡SEGUNDA LÍNEA TYVIANA! ¡AVANCE TÁCTICO PARA APOYAR A SUS COMPATRIOTAS! ¡CUBRAN A SUS BRAVOS CAMARADAS CON FUEGO INTENSIVO, Y PREPÁRENSE PARA REEMPLAZARLOS EN CASO DE QUE LA PRIMERA LÍNEA NECESITE REFRESCO! ¡TERCERA LÍNEA TYVIANA! ¡CONSOLIDEN LAS POSICIONES FACILITADAS POR EL AVANCE DE LA LÍNEA SECUNDA Y CONTINÚEN PRESTANDO FUEGO DE APOYO!

Carraspeó.

-¡HOMBRES DE TABRIS! ¡SU SARGETO HA HECHO GRAN BONDAD EN ALABAR SU PERICIA EN EL DISPARO, ASÌ QUE SI ME HACEN EL FAVOR AQUELLAS PURRIAS DE FONDO QUE PUEDEN PRESTAR AYUDA AL ENEMIGO ESTARÍAN MUCHO MEJOR MUERTAS! ¡DRAFELIVIANOS PÍOS, QUE TANTO HONOR ME HACEN EN SEGUIR NUESTRA BANDERA, POR FAVOR CONTINÚEN EL AVANCE DE SER POSIBLE, Y DE LO CONTRARIO PROPORCIONEN MUERTE A TODO AQUELLO QUE SE CRUCE EN SU CAMPO DE VISIÓN! ¡SI CUALQUIERA DE USTEDES NECESITA UN ESPACIO PARA MANIOBRAR Y CONSEGUIR VISIÓN PODEMOS CONSEGUIRLES SI TOMAN UN TIEMPO RAZONABLE, E INSISTO EN LO DE RAZONABLE!

— Entonces no estáis mejor que nosotros. Aunque eso es ucha suposición. Por lo que hemos visto, esto parece ser su puto hábitat — respondió el líder mercenario. Era imposible ver su rostro, pero por su lenguaje corporal se podía adivinar que las siguientes palabras de Krause lo habían sorprendido un poco — A nosotros nos da igual lo que hagáis, la verdad. Ya os he dicho que vamos a movernos por los túneles principales, es la manera más rápida de llegar a los sitios. Vosotros haced lo que queráis. Podemos intentar mantener la comunicación por vox, pero no hemos conseguido tener señal con nada que estuviera a más de unos veinte metros...

Seker rugió ante su fallo y volvió a repetir el ataque

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGHHHHHHHH- Gritó mientras hacía descender su espada, la cual chirriaba a máxima potencia.

Pero no estaba pendiente solo de ese combate, no, de reojo miraba al jefe enemigo, cuando acabase con su objetivo actual, iría a por él. Tenía que cortar la cabeza de la serpiente en aquel lugar, para que todo terminase cuanto antes, si es que no lo hacía otro antes.

Reinhardt trató de recordar el mapa, y los túneles que les rodeaban. 

—¿Vais a seguir hacia el norte, entonces? 

tenía una orden de Don manuel y esa era que tenía o que avanazar o retroceder, pero como buen tyviano que era, no iba a retroceder, por lo que abandono mi posición y me adelanto un poco, solamente llegando mas o menos a la altura del buen onorato, "espero que vuestra merced haya dado buena cuenta de estos bastardos" le digo a mi compañero mientras disparo contra un hereje que estaba cerca de uno de los grupos de tyvianos.

— Todo apunta a ello por el momento, pero en en este lugar no se puede estar seguro de a dónde te llevará el próximo giro — respondió Matterston. Había dejado clara su postura y no parecía que fueran a entretenerse más con los Tempestus.

Onorato no logró escuchar la principal orden dada por el Sargento Ynestrillas, una rápida  mirada a este demostró lo poco contento que estaba, decidió no cometer el mismo error esta vez.

Llevó la mano al cinto con granadas que tenia, dejo que su rifle Triplex quedara colgando de la correa y tomó una incendiaria. En medio el calor del combate, dirigió la vista hacia su objetivo y removió la argolla de seguridad, luego la arrojó.

La granada soltó un leve destello seguido de chispas una vez golpeó el suelo y estalló. Continuando las ordenes tomó su rifle y siguió el paso.

Rabiah no se paró a lamerse las heridas o lamentar su anterior ataque fallido. Lanzó un golpe ascendente dirigido a las tripas del hereje encapuchado que tenia más cerca, confiando en que El Emperador guiase su golpe, y abriese un camino de vísceras y sangre para ella. En silencio, pues el sonido del motor de su sierra arrancando alaridos de dolor de gargantas herejes era la mayor oración que podía entregarle al Emperador en ese momento.