Partida Rol por web

El asalto comenzó realmente cuando atravesaron la densa cortina de humo que los cubrió del fuego enemigo. La muralla era impresionante, pero el dique aún más. Le recordaba en tamaño a la iglesia de Mahedalia en honor a San Tabris y los cuarenta y siete fieles, con la diferencia de que aquello solo era rococemento grueso adornado con miríadas de adoradores del caos.

Notaba el nerviosismo en sus novatos congéneres, y aunque él también lo era, ya había visto lo suficiente en su vida como para que le temblaran las piernas. El deber era el deber.

-Cabo murat, cerca de mí, quiero el aparato listo para que me escuchen-

Preparó su rifle láser mientras continuaban avanzando hasta la estructura enemiga, momento en el que comenzó a ordenar.

-SOLDADOS DEL EMPERADOR, ¡FUE-GO!- Su voz resonó gracias al amplificador por todo el campo de batalla, aunque quizás se había apresurado un poco, pues no pareció surtir demasiado efecto.

-¡Joder! ¡Cabo Murat, fuego a las doce, joder, a las doce!-

Localizó a un enemigo con un poderoso cañón automático y tanto él como su subordinado abrieron fuego. Impacto.

Un buen comienzo.

Aquello no era lo que se esperaba, ni mucho menos, esa fortaleza era gargantuesca y los enemigos incontables sobre sus murallas. Shan Dianqiú intentó ver desde tan lejos los que suponían mayor peligro para los tanques y personal y atisbó a varios de los soldados de armaduras pesadas que ansiaban recibirles con disparos.

- Recibido -contestó a las indicaciones de Jiang Li y con un gesto demasiado rápido se llevó el cañón de plasma al hombro y apretó la palanca de disparo.

De repente el núcleo a su espalda se iluminó de un azul brillante pese a que el cañón seguía apagado, silbidos y luces de alarma saltaron para alertarle de la irregularidad y el drafelivano miró con terror a la consola en el lateral del cañón, a meros centímetros de su cara, y comprendió que no había conectado bien el tubo de alimentación del nucleo.

- Omnissiah, perdóname las prisas y acepta mis plegarias- dijo en rezo temeroso por la furia que el Dios Máquina podía ejercer sobre él a través del plasma que portaba-; tañe la Primera Campana, tira de la clavija para activar el pistón y la bomba, tañe la Segunda Campana, pulsa el botón de disparo y enciende las turbinas al cobrar vida- en aquel momento el cañón despertó de súbito y Shan Dianqiú lanzó una esfera burbujeante e inestable contra la muralla, la mezcla era mala pero al menos no había volado por los aires.

Se le escapó un pedete de puro susto y terminó la letanía, no queriendo ofender más a la Omnissiah - Tañe la Tercera Campana, cantemos las alabanzas de la Deidad de Todas las Máquinas.

La potencia de fuego en el dique era realmente aterradora, pero Onorato no dejo que eso le atemorizase pues había venido a cumplir la voluntad del Emperador, ser una herramienta en su santa guerra y no había más grande honor que morir en ella.

El especialista suspiró, pues la sangre de Tyvia iba a la cabeza del asalto por los momentos. Echó unas cuantas ojeadas a la ciudadela, el tableteó era fuerte retumbando en sus oídos. Luego pasó los ojos por los demás regimientos los cuales iban a la par, especialmente a los Varangianos que emprendían la marcha con rapidez.

Repasó su mente en busca de ideas, las órdenes eran claras y precisas, sin embargo el Sargento Ynestrillas no había dado las órdenes para hacer llover.

Vigorizado y confiado por las palabras del Alto Confesor días atrás, De Lascaris levantó su rifle, fijándose en un oficial traidor cercano y disparó.

Rabiah estaba prácticamente al frente de las hordas Tabrisianas en su asalto al Dique. Podría intentar arengar a las tropas, pero con el caos y el estruendo de la artillería disparando sobre las murallas y los motores de las chimeras, no estaba segura de que la escucharían. Había reservado su espada sierra y su lanzallamas para cuando tuviese la oportunidad de cargar, por ahora portaba su M36, el cual disparó tras avanzar varios metros hacia el muro. No tuvo que decirle nada a Mehmet, que la imito casi paso a paso, disparando a su vez contra el mismo enemigo.

Una lluvia de fuego cayó sobre los atacantes, centenares de rifles láser abrieron fuego al unísono abatiendo a valerosos guardias imperiales a lo largo de todo el frente, a los que no tardaron en sumarse los nidos de ametralladoras, que sembraron un verdadero campo de muerte entre la infantería imperial. Las explosiones se sucedieron cuando los morteros se unieron al combate, descargando sus obuses sobre las mayores concentraciones de hombres, y cañones automáticos y lanzamisiles liberaron sus proyectiles sobre los vehículos, aunque lo peor para estos fue cuando se convirtieron en el objetivo de dos potentes cañones láser, que dejaron gravemente dañado uno de los transportes.

El Dique no salió indemne al ataque, ni mucho menos. La ofensiva imperial barrió las almenas acabando con no pocos defensores, varias de las armas pesadas fueron silenciadas cuando certeros disparos acabaron con sus artilleros, como los del especialista Murat Demir o el del soldado pesado Shan Dianqiú. Jhiang Li Fang se les acercó con su rifle de plasma, debilitando partes del muro para facilitar luego. Tras examinar el campo de batalla y ver que en una primera instancia en aquella zona no había rastro alguno de presencia psíquica salvo la suya, el varangiano Jarl Brotinn se centró en apoyar la ofensiva, concentrando un Castigo tan poderoso que fulminó de una sola descarga a uno de los oficiales enemigos que lideraban a sus tropas.

Los Chimeras alzaron los cañones automáticos de sus torretas y abrieron fuego mientras avanzaban, rodeados por la infantería, y a pesar del duro castigo que estaban recibiendo. Cuando estuvieron lo bastante cerca de los muros y tuvieron espacio para maniobrar, las rampas de desembarco se abrieron y de ellas salieron los Cyclops, seguidos de los operadores que los controlaban. Por el momento se mantuvieron a cubierto tras el blindaje de los vehículos, pero frente a tanta potencia de fuego eso no duraría para siempre. Había que poner esas bombas con orugas en posición cuanto antes, solo una brecha en el Dique inclinaría la balanza hacía el lado imperial. En la guerra de desgaste que suponía ese ataque, el Alto Mando se lo jugaba todo a una carta, y de su resultado seguramente dependiera el destino del asedio entero.

Por todo lo que era amado por el Emperador, más les valía o no fallarle, o servirlo hasta la muerte.

El enemigo había tenido tiempo para prepararse, y las primeras líneas de legionarios se encontraron con que un nutrido fuego de ametralladora procedente de las dos torres que flanqueaban el camino del desfiladero. Docenas de penales cayeron ante la primera salva de láser y proyectiles sólidos, pero estos siguieron adelante, corriendo sin parar, gritando enloquecidos y pisoteando los cadáveres de sus compañeros. De no ser por el frenzon, la visión de tantos muertos de una sola salva seguramente habría hecho huir a más de uno. Los comisarios corrían con ellos, animándolos con sus propios gritos de guerra o recitando letanías y doctrinas imperiales, aunque pronto dejaron que los penales les adelantaran y absorbieran la mayor parte del fuego. Aun así, algún disparo logró dar en uno de ellos, nada grave por el momento.

Algunos prefirieron una aproximación más cauta, y devolvieron el fuego bajo la dirección de la comisaria Kriemhild. Las carabinas en modo semiautomático barrieron las almenas de una de las torres, aunque la cobertura de las mismas logró proteger a sus defensores. El propio disparo de la comisaria, a pesar de contar con un arma mucho más potente, tan solo logró arrancar un cacho de tablero de protección en vez de darle a su objetivo.

Aunque hubo disparos que si tuvieron algo de efecto: el fuego combinado de McKnife y su tocayo 34 lograron acobardar e incluso herir a uno de los artilleros enemigos, forzándolo a mantenerse tras su cobertura, aunque era probable que aquello no durara mucho al estar en una posición elevada, a cubierto, y fácilmente defendible.

Sorprendentemente, las armas de las fortificaciones del interior del desfiladero se mantuvieron calladas. Desde la entrada del mismo se podían ver las siluetas de los soldados enemigos con sus armas preparadas, pero estos parecían mantenerse a la espera, tan solo observando el desarrollo del conflicto en las defensas exteriores.

La escuadra Drusus empezó a adentrarse en los túneles ante la orden del sargento Krause. A ciegas por el momento, ya que el auspex no pareció detectar nada fuera de lo normal, ninguna señal apareció en su pequeña pantalla verde, ni ningún miembro de la escuadra advirtió nada raro. El sargento se hizo con el comunicador de largo alcance de su ayudante e intentó entablar contacto con los demás equipos de Doblesueldos enviados bajo tierra, pero todo cuanto escuchó al descolgar el aparato fue estática. Cuando Gunther comprobó el vox, confirmó que este funcionaba correctamente, simplemente no lograba establecer un canal con ninguna unidad. O bien el estar a cierta profundad afectaba a la transmisión... o bien alguien estaba bloqueando la frecuencia de alguna manera.

Los nueve Doblesueldos avanzaron en línea recta, dejando atrás aquella sala algo más espaciosa y los otros túneles laterales que de ella salían hacia los lados, decidiendo meterse por el que tenían en frente. El olor y la humedad los acompañaron en todo momento, pero esta vez el recorrido no fue muy largo. Pronto el túnel terminó abruptamente... en otros tres nuevos ramales, estos mucho más estrechos que los anteriores, ya que apenas podía pasar por ellos una única persona a la vez.

Seguramente se trataría de vías secundarias, y si querían moverse por ellas, tendrían que hacerlo en fila de a uno. Y de nuevo, ninguno mostraba distinción alguna, cualquiera podía llevarles más cerca de su objetivo... o a una trampa letal.

El griterío de sus compañeros de armas al sufrir los impactos de la artillería del archienemigo despertó a Shan Dianqiú acerca de la suma importancia de acabar con los morteros y lanzamisiles. Con mucho cuidado apuntó hasta que le llegó por el rabillo del ojo los brillantes estallidos sobre el blindaje de los tanques por el fuego de los cañones láser. En su corazón quería salvar las vidas de los drafelivanos pero su mente se impuso, recordándole lo crucial que era la misión y que los tanques y Cyclops habían de llegar hasta la muralla para reventarla, salvar unas pocas vidas ahora no serviría de nada si se el muro no caía y se les ordenaba continuar atacando.

- Mao Fú, cuida de las familias que estos valientes dejan atrás- le rezó al espíritu patrón del hogar (y los electrodomésticos) drafelivano- y la Omnissiah lleve destrucción a quienes se pongan en nuestro camino ¡Fuego sobre los cañones láser! -informó de su acción a los demás antes de disparar.

Con esto liberó el plasma sobrecalentado en un cegador fogonazo de azul neón, la brillante esfera de destrucción dibujo su recorrido con una parpadeante estela y fue derecha en dirección hacia el cañón antiaéreo para estallar en brillante explosión contra el operador del cañón láser cercano. El cañón exhaló vapor con un silbido que poco a poco se iría apagando a medida que se enfriase.

- Suegro, cuidado con la carga- le recriminó su yerno mientras disparaba contra las almenas-; son muchísimos y esos disparos queman buena parte del plasma que llevas a la espalda.

Tangtang tomó nota y asintió con una sonrisa, su yerno tenía razón, aquella batalla no había hecho más que empezar y había varios tramos de muralla a superar sin posibilidad de reaprovisionamiento.

El avance estaba siendo como se imaginó, una mierda. Las ametralladoras iniciaron su salvaje canción de muerte y acribilló con insultante facilidad a las hienas. De no haber sido por ir hasta las cejas habrían parado en seco el avance de los que se dirigían hacía la torre más alejada de ella. Nereida apretó los labios disparando mientras seguía avanzando; esta vez el tiro erró el blanco por mucho, pero no le dio mayor importancia, sabía que era un disparo complicado debido a la situación.

¡Seguid avanzando! - gritó para referirse a los que aún les quedaban unos metros por recorrer para llegar a la torre - ¡Pistolas de ascenso! ¡Vamos vamos! - les dijo a los que ya estaban al pie de la torre para poder iniciar el ascenso - ¡Tratad de abrir la puerta! ¡Comisario Musta! ¡Si puede abrir la puerta adelante! ¡sino, no pierda el tiempo! - los apremió poniéndose ella misma la medalla de líder en aquel asalto, solo deseó que no se le rebotaran, estaban bastante jodidos.

No se le había escapado la acción de los dos penales que solían ir por libre. No sabía porque les dejaba actuar de ese modo, pero sin duda lo hicieron bien - ¡Penal Mcknife! ¡buena disparo! ¡Acabe con ese cabrón de la pesada! ¡Penal Gabarri! ¡Apoyele! - les ordenó 

El primer disparo de Iskander pasó rozando a aquel hereje, infligiéndole apenas un rasguño.

-Mierda- Masculló en voz baja.

Entonces llegó la respuesta.

Los láser enemigos fueron acallado por la multitud de explosiones de cañones, morteros y lanzamisiles enemigos. Era la primera vez que recibía tal salva de fuego, igual que seguramente la mayoría de Devotos allí presentes. Sintió como si el infierno les escupiera a la cara.

Dos terribles explosiones cayeron a ambos lados de Iskander, que se había salvado de milagro de recibir de lleno los impactos. Al instante, los oídos le zumbaron como un enjambre de rabiosas abejas, mientras una ola de tierra expelida por las explosiones lo azotó entero. Al menos estaba ileso de momento.

-Gracias al Emperador- Elevó esas palabras mirando al cielo, mientras se frotaba los afectados oídos.

Pero no todo era bueno.

Echó una rápida visual a sus hombres, y comprobó de primera mano los estragos hechos por las armas el enemigo. Cuerpos destrozados de manera irreconocible para su identificación, hombres gritando con amputaciones por la metralla, y otros tirados en el suelo, con los ojos sin vida abiertos como platos, pareciendo sorprendidos por lo que les había pasado. La muerte. La guerra.

Por suerte, el cabo Murat también había salido indemne de la primera andanada, y se acercó medio tambaleante hasta su jefe.

-Murat, abre comunicaciones y transmite órdenes en todo el ancho de banda- La guerra no paraba y él tenía una responsabilidad que cumplir. Su semblante se había petrificado y su determinación aumentado.

-¡SOLDADOS!, ¡SIN TREGUA! ¡FURIA!- Esta vez sus palabras brotaron con fuerza, autoridad férrea y convicción absoluta. Hasta casi pudo parecerse al mismísimo Lord General.

Apuntó de nuevo al hereje de ametralladora pesada al cual disparó con anterioridad, salvo que esta vez cambió la aleta selectora para colocarla en modo semiautomático.

Abrió fuego.

Los gritos de los penales y la muerte llenaron el valle. Las ametralladoras pesadas de las torres y el fuego de los centinelas causaron muchas bajas entre los penales que cayeron a decenas. Gabarri elevó una plegaria al emperador por sus almas y no le dedicó otro pensamiento. Si que le llamó la atención que las ametralladoras de la puerta no estaban abriendo fuego aún. Eso era raro. 

Gabarri escuchó las órdenes y acto seguido le dio un golpe a Vinny. - ¡Vamos a tumbar a ese cabrón! - dijo señalando a uno de los tíos que estaba causando más bajas entre los suyos. Con entrenada habilidad, cambio el selector de potencia de su rifle láser, clavó la rodilla en el suelo, sacó la lengua y apuntó. Estos eran tiros que podían marcar la diferencia en el porvenir de la batalla. Una potente ráfaga de láser salió de su arma, muchos pensarían que era un desperdicio de munición pero cuanto antes acabasen con las ametralladoras más vidas salvarían. Además aún tenía la carabina láser y varios cargadores, no creía que el ataque durase lo suficiente para quedarse sin munición.

Comisaria, creo que podría encargarme de la cerradura. Y si no tiene, también sabría colocar unas cargas para volarla. - dijo desde su posición. Era increíble que las hienas hubiesen llegado tan lejos sin aprovechar las habilidades de los reo y el pensaba aportar todo lo que le dejasen.

A pesar de los relatos, grabaciones, y simulaciones, todas ellas cuidadosamente estudiadas y memorizadas, Fäguäng descubrió que la experiencia real del combate era muy distinta. El ruido y el resplandor de los disparos propios y enemigos llenaba el ambiente, creando una sensación caótica y opresiva que resultaba de lo más molesta y desconcertante.

Pero la tecnosacerdotisa mantuvo la calma y redujo al mínimo los sensores de su implante, antes de que sus lecturas se vieran sobrepasadas. Lamentablemente tuvo que hacerlo antes de poder realizar un escaneo en condiciones del terreno, por lo que no pudo confirmar con total seguridad que no hubiese trampas o minas. Estaba considerando ajustar los sensores para llevar a cabo una nueva inspección cuando se dio cuenta de que sus servicios eran necesarios en otro sitio. Había vidas en peligro.

Sin dar explicaciones, con tan solo una breve orden a su servidor para que la siguiera, Shänshän hecho a correr hacia su izquierda, pasando de largo el vehículo cercano y agachando la cabeza para no interponerse en la línea de fuego de los zapadores varangianos, hasta llegar hasta el chimera más maltratado por el fuego enemigo.

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Comenzó a entonar salmos de saludo, suplicando la ayuda del Omnissiha para que le ayudase a salvar a aquel valiente y malherido guerrero.

Dagmar avanzaba en la retaguardia, obedeciendo las órdenes que el Sargento les había dado en el campamento. Caminaba en silencio, intentando ignorar el nauseabundo olor que llegaba a través de su casco, y maldiciendo mentalmente el tener que depender de las gafas de visión nocturna. No le gustaba estar a oscuras. No cuando estaba segura de que existían siervos del Caos capaces de ver a través de ese espeso manto de color negro como si de un soleado día se tratase.

La medicae torció el gesto cuando Orrin confirmó que el Auspex no había detectado nada. Tendrían que elegir qué camino tomar sin saber qué se iban a encontrar en él.

Mientras avanzaban por el nuevo túnel, no pudo evitar preguntarse cómo le iría al resto de regimientos. Esperaba que Shan y Gabarri estuviesen bien y que todos pudiesen volver a reunirse en el campamento una vez hubiesen terminado sus respectivas misiones. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando una nueva bifurcación apareció ante ellos. Tres nuevo ramales, más estrechos que aquellos que habían dejado atrás, se abrían delante de ellos, esperando a que, una vez más, los doblesueldo escogiesen por dónde continuar.

la mala suerte con el arma no podía ir a peor, bueno, tal vez lo que paso de recibir un disparo y que no tuviera tiempo de volver a intentar desencasquillar el arma, ya que estaba mas atento de evitar que me vuelvan a disparar.

El ansia por derramar sangre hereje me había hecho actuar de forma imprudente y aunque había conseguido acabar con la miserable vida de un operador de armas pesadas sabía que había sido más por suerte que por habilidad.

Desde mi posición podía ver a los sargentos enemigos dar órdenes en su impía lengua y a las armas pesadas diezmar nuestras filas sin poder hacer mucho, si quería ser útil al amado Emperador debía comenzar a pensar con la cabeza y dejar de actuar como un saçma.

Le sugerí al callado Mesut que se pusiera a cubierto, mientras sin moverme de donde estaba cambiaba el M36 por el rifle con el que tenía que haber comenzado la batalla.

Solo era cuestión de instantes para que el fuego cruzado se convirtiera en un verdadero infierno para los invasores. Siempre los atacantes se llevaban la peor parte durante los asedios, y ahora iban a hacer cuenta de ello a menos que derribasen esos muros con premura. El sargento se acomodó la gorra mientras que podía sentir a su espalda el calor emitido por los relámpagos de Jarl.

Se giró y le observó con un ojo crítico.

—Camarada Brotinn, dirige tu apoyo al muro sur y asegúrate de que el Mecanizado de Drafeliv pueda escoltar a los cyclops. Elimina a cuanto sean necesarios. Es una orden.

Empezó a caminar mientras que iba soltando información a través de su intercomunicador, pistola láser en mano. No podían seguir quietos o el bombardeo terminaría acabando con ellos. O peor aún, con las máquinas de demolición. Con gestos de la mano iba indicando a los zapadores que era hora de avanzar, y la voz corría como fuego sobre la pólvora. La Madre Varangia vigilaba sus espaldas, el tango de la muerte daba inicio.

—Sargento Morsov Yngvarson a todas las compañías de zapadores, iniciamos la marcha hasta los muros norte y sur, concentren fuego en las almenas y aseguren la supervivencia de los operadores. Primera compañía, muévanse al muro sur y realicen fuego de supresión sobre los defensores hasta que lleguen los cyclops. El mecanizado está con vosotros.

Miró a lo alto, una cabeza se asomaba apuntándole con un rifle de asalto... Tal vez a él, o a uno de sus compañeros. Un disparo rápido de su pistola láser salió volando en su dirección e impactó de lleno. El sargento siguió avanzando y hablando mientras que el cañón de su arma humeaba.

—Sargento Iskander Seker; este es Morsov Yngvarson del 62° de Varangia. Necesitamos que sus tiradores localicen y eliminen a tantos oficiales y soldados pesados con orden de urgencia, son los únicos capaces de causar daño real a los cíclopes y si ellos viven la idea de volar los muros corre peligro. Sargento Yrnestillas, concentren fuego sobre la torre frente a nosotros hasta que no quede nadie y acompañen nuestra marcha hasta el muro norte.

Con la limitada inteligencia de los Ogretes a veces era mejor decirles las cosas antes de que pasaran. Cuando Don Manuel le hizo una seña Campeador sacó una granada de humo de su enorme zurrón y le gritó al resto de Ogretes que hicieran lo mismo. Todos las lanzaron tan lejos como pudieron sin saber muy bien por que. Don Manuel ya había previsto que las que dieran contra el muro servirían para proteger a los Cyclops, las otras para cubrir el avance de la tropa.

Así pues los ogretes se quedarían algo rezagados pero la tropa tendría la opción de refugiarse en la pantallas de humo.

Orrin siguió avanzando, sin perder de vista demasiado el auspex, mientras sus oídos se mantenían atentos. Era increíble como el sonido podía actuar en los túneles y confundir a cualquiera, aunque precisamente esas capacidades a veces jugaban también en contra de posibles emboscadores. Aunque claro, era algo que también alimentaba la paranoia. Cualquier sonido, una gota por ejemplo, amplificado y deformado, podría parecer el de pasos que se acercaban, o el de alguna abominación. 

De un modo u otro, debían avanzar. Lo que se cruzara en su camino sería echado a un lado. 

Kord tenía un mal presentimiento de ese camino tan estrecho. En primer lugar les llevaba a un cuello de botella, cuando ya de por sí eran pocos, en segundo lugar les llevaba a una división del camino, y finalmente, le parecía demasiado sencillo. Algo en su interior decía que el siguiente paso determinaría el destino del equipo. Intentando mantenerse preparado y consciente de los alrededores, transmitió su punto de vista al Tempestor por el canal seguro:

- Tempestor, este camino en linea recta hacia el cuello de botella no me da buena espina, ¿No deberíamos probar el camino izquierdo? A fin de cuentas, incluso los intestinos de la fortaleza deberían tener algún tipo de laberinto, no puedo evitar sentir que vamos hacia una posible posición en desventaja.