Partida Rol por web

Arrin, yendo el último por orden del Sargento, cubriendo a la medicae, echaba de vez en cuando un vistazo hacia detrás y hacia arriba, vigilando otros ángulos mientras sus compañeros hacían lo propio hacia delante. El lugar era una trampa mortal en cuanto empezaran los disparos, pero confiaba en San Drusus para protegerles hasta llegar a su destino manifiesto. Estaba totalmente convencido de que tenían algo que el Santo quería que hicieran, y no moriría hasta completar la tarea. - Retaguardia segura. - dijo laconicamente por el canal de comunicación. 

Jiang Li sintió varios impactos alrededor suya cuando bajó la vista del arma, no habia logrado abatir sus dos objetivos pero si dañarlos tanto a ellos como a su cobertura. Tanto ella como su hermano pudieron echarse a un lado evitando el ataque enemigo, con tierra y barro cayendo sobre sus uniformes azulones. Ambos se levantaron después, agradeciendo al Omnissiah la protección que llevaban. Jiang Li se arrodilló con el rifle en las manos y apuntó a una de las torres del enemigo, localizando a un soldado cuya arma no dejaba de escupir grandes haces de luz hacia los vehículos, accionó el alternador del rifle de plasma para sobrecargarlo, apretando los labios y deseando que una vez más el Omnissiah guiara el sagrado plasma para abatir al hereje.

-Aquí soldado Fhang, cañón láser localizado, abriendo fuego.

Cuando el arma empezó a liberar los gases a altas temperaturas lo dejó colgar de su bandolera a un lado, y en un ensayado movimiento Lee Fhang, su hermano, le arrojó el M36 a la especialista para que pudiera continuar con el fuego hacia el enemigo mientras su arma se refrigeraba.

McKnife esto, McKnife aquello. Claro, mucho criticar y poco trabajar, a eso se dedicaba el comisariado. Desastre levantó la carabina una vez más. ¿No podían darle un arma decente para aquel trabajo? Si sólo hubiera tenido un poco más de tiempo, habría conseguido por su cuenta lo que le hacía falta, ¿Es que esa panda de gilipollas no querían ganar esa guerra? Menudo desperdicio de buen equipo.

Apenas avanzaron unos metros que una nueva bifurcación se presentó ante ellos, originando tres nuevos senderos más estrechos aún que aquellos por los que se movían. Mientras intentaba vislumbrar algo al otro lado, Kord habló a su lado, y le contestó sin siquiera detenerse, avanzando por donde el especialista había sugerido. No podía evitar darle la razón en eso de que estaban en situación de desventaja: aunque eran una compañía de asalto, ahí abajo no podrían abrumar a un enemigo con su superioridad numérica.

—A mí tampoco me gusta, pero no creo que la cosa vaya a cambiar mucho por ninguno de los túneles. Orrin, ¿detectas algún rastro? 

Había llegado hasta allí apretando el culo y rezando... A ver qué narices les esperaba ahora y, joder que no se había exagerado en detalles del pedazo marrón que les había tocado desmarronar. Pero, ¿dónde iba a estar mejor que aquí? En casa desde luego que no. Aquí, pateando culos herejes se olía la gloria de la batalla, que no era otro olor que el del sudor, sangre y mierda.

¡Venga, coño. Un poco de sangre! Se instó así misma, mientras se mordía el labio inferior con rabia y empuñaba con fuerza su láser largo, para intentar hacer algo de provecho.

El caos reino cuando los herejes devolvieron el fuego. Quería pensar que los Tyvianos habían recibido el primer golpe pero aquello era algo totalmente subjetivo. Proyectiles de colores verdes y rojos zumbaron por encima de su cabeza antes echarse a tierra.

 «¡Dios Emperador bendito protégenos!» Gritó un granadero antes de que aniquilado por la respuesta hereje. Más granaderos perecieron en los instantes cayendo al suelo desmembrados, algunos se revolcaban en el piso con agujeros humeantes y otros se encontraban estáticos, privados de todo movimiento por el medio.

Onorato arrugó el rostro con una mueca de desagrado cuando más disparos impactaron a su alrededor lanzando trozos de tierra por hacia los aires, intentó cubrirse la cabeza con el brazo izquierdo en medio de aquella supresión. Uno de los disparos impacto justo al lado de la cabeza del especialista esparciendo tierra que cegó sus ojos.

 El cantico de la guerra se hizo presente el tableteo y retumbar de las explosiones se intensifico en sus oídos, acompañadas por gritos agónicos y ordenes que se perdían en medio del caos del combate. Queria preocuparse por Almeyque y sus demás camaradas, sin embargo en ese momento debía valerse más para sí mismo y esperar el momento adecuado para seguir con su misión.   

Un par de proyectiles perdidos impactaron contra Rabiah, que bajó la mirada para observar un par de agujeros en el manto que cubría su armadura mientras abría los brazos de par en par, como si quisiese abrazar el fuego enemigo, invitando más disparos sobre ella.

Pues El Emperador protege a los devotos, y su luz brillara sobre ellos sirviendo de armadura contra los indignos y los mutantes… – Comenzó a gritar, mientras le señalaba a Mehmet uno de los herejes en la muralla, al que ella misma apuntó antes de disparar – Cegando al hereje, y guiando a la humanidad en su camino a la redención…

Disparó sin ningún tipo de puntería, pero siguió gritando como si no hubiese pasado nada.

-Los muros son demasiado altos para que pueda alcanzar a los enemigos más lejanos, camarada Yngvarson. ¡¡Tenemos que seguir moviéndonos o no duraremos mucho frente a esta potencia de fuego!! gritó, intentando encontrar un blanco entre todo el caos de explosiones pero se encontraba claramente alterado por las descargas de fusilería.

Podría acercarme más para ser más efectivo, si los chimeras o el humo de los granaderos nos diesen algo de cobertura pensó.

Entre la conmoción y el canto de guerra Onorato de Lascaris sintió como tiraban de su peto hierro tyviano, quien fuera lo hacía con bastante fuerza —No pensé que usted fuera de esos de Lascaris— gritó Almeyque en un tono de broma acelerado, parecía que el joven granadero que el especialista había salvado en tantas ocasiones le devolvía finalmente el favor.

Onorato sonrió, meneó la cabeza de un lado a otro, luego se frotó con la mano izquierda los ojos para limpiarse la tierra que tenía en ellos. Entre aquel caos el Especialista se puso de rodillas junto a su compañero y devolvió fuego.

La ofensiva continuó, las fuerzas imperiales avanzando firmes bajo el fuego enemigo y devolviéndolo a pesar de las bajas que sufrían por el camino. Tuvieron un respiro momentáneo mientras los artilleros herejes recargaban sus armas más pesadas, pero las ametralladoras y cañones automáticos siguieron disparando a hombres y vehículos por igual. A lo largo de todo el Dique, la gran batalla estaba en su apogeo, aquí y allí se veían las grandes explosiones de la artillería, tanto de la imperial que golpeaba los muros y las defensas del Dique, como de la herética, que abría fuego contra las masas de soldados y las formaciones de blindados que cargaban contra sus muros.

A pesar de todo, esta vez pareció que el enemigo aguantaba mejor el embite imperial, ya que, aunque la zona superior de los muros estaba quedando como un verdadero colador, la protección que ofrecía a los defensores estaba valiendo su peso en oro, y pocos fueron los abatidos esta vez, aunque con un fuego combinado se logró acabar con la posición de ametralladoras más cercana.

Varios objetivos en tierra fueron designados como prioritarios, y varios disparos llovieron sobre la figura con el manto rojo del sacerdocio de Marte, y otros tantos sobre la otra religiosa de la zona, una que llamaba más la atención con sus enardecedores gritos. Otra voz se elevaba entre los ruidos del combate, la del sargento Seker tratando de animar a los suyos ante la dura prueba al tiempo que disparaba su rifle contra el enemigo.

Pero por desgracia, ni siquiera la entrenada voz de Iskander pudo evitar que los especialistas en plasma de los drafelivanos erraran sus disparos, puesto que el brillo incandescente de los proyectiles fue avistado sin problemas por los artilleros de la torre y se pusieron a cubierto. Uno de los cañones láser ni siquiera tuvo que ser movido de posición y al poco tiempo pudo volver a disparar... para desgracia del Chimera que ya había sido su objetivo. Dañado como estaba por el anterior ataque, no pudo resistir ante el segundo, que impactó en sus orugas, destrozándolas y haciendo que el vehículo perdiera el control y volcara. Las llamas salían del interior con fuerza, y entre el ruido que estas hacían podía escucharse el de los gritos de la tripulación al serles imposible dejar el vehículo y verse condenados a morir abrasados en su interior.

Era una seria pérdida, y ocurrió justo cuando la tecnosacerdotisa Fäguäng iba a realizar reparaciones de emergencia en el transporte, que ahora era imposible de recuperar. Al menos, los operadores varangianos habían bajado ya de estos y estaban poniendo en marcha los Cyclops, que, con paso lento pero seguro, empezaron a aproximarse al bastión central para hacerlo estallar en pedazos.

Ahora todo dependía, de que aquellos cacharros llegaran enteros y cumplieran su objetivo.

La masa de legionarios penales siguió cargando contra las torres a pesar del fuego que no paraba de lloverles encima, y otros muchos cayeron al suelo, acribillados, pero lograron llegar al pie de la torre izquierda. La derecha ya estaba bajo el asedio de los rabiosos asaltantes, y mientras que en un lado los defensores consiguieron mantenerlos a raya, por la otra cara de la torre los Hienas escalaron con sus ganchos de manera frenética, buscando llegar al cuerpo a cuerpo cuanto antes y destrozar todo lo que hubiera a su paso.

Los comisarios disparaban sus pistolas para apoyar el asalto, tratando de atinarle a algún enemigo, aunque el ángulo y la cobertura dificultaban el apuntado y apenas podían rascar algunos tiros fortuitos. Desde la distancia, McKnife seguía tratando de silenciar a una de las ametralladoras, y aunque logró herir al artillero de nuevo y de mantenerlo a ralla con sus disparos, este se las arregló para disparar su pesada arma en la dirección general del que le atacaba, aunque sin apuntar muy bien. Enfrentado a una masa agrupada de penales, tampoco hacía falta, y varios de ellos fueron convertidos en un colador.

Destacando sobre el resto por estar en terreno abierto y en una posición fija mientras apuntaban y hacían disparos calculados, Gabarri y su segundo se convirtieron en el objetivo de uno de los soldados enemigos, que abrió fuego en su dirección.

En las distancias cortas era donde la comisaria Nereida realmente brillaba, y no precisamente por su espada de energía. De modo que, buscando un enfrentamiento más directo, esta se lanzó hacia adelante, gritando órdenes y abriendo fuego con su pistola mientras avanzaba, aunque con poco atino a causa de la carrera. No obstante, el grupo de penales que comandaba tuvo mejor suerte y, cambiando de objetivo, descargaron una verdadera oleada de fuego láser sobre la cúspide de la torre izquierda, forzando a todos sus defensores a ponerse a cubierto y momentáneamente deteniendo los disparos que llovían sobre los penales, que no tardarían en empezar la escalada también.

Enfrentados de nuevo a una triple decisión, el avance de la escuadra se detuvo durante un momento para analizar por dónde continuar. Las comunicaciones con cualquiera que no fueran ellos mismos parecían estar descartadas, pero en un principio, tenían consigo todo lo que les pudiera hacer falta para superar cualquier obstáculo. La visión nocturna de su casco lo bañaba todo de un fantasmagórico brillo verde, lo que, a pesar de permitirles ver sin dificultad en medio de la oscuridad, no ayudaba mucho a que el ambiente pareciera menos hostil y tenebroso.

Por suerte, esta vez Orrin logró recibir una señal clara de las ondas que emitía su auspex de asedio y que rebotaban y se perdían por el laberíntico complejo. El escaneo reveló que había varios puntos calientes, formas de vida de tipo humanoide, hacia el noreste de su posición, no más de tres o cuatro. Era imposible saber con exactitud a cuanta distancia a causa de la disposición de los túneles, pero, sabiendo que un auspex tenía un alcance de unos cincuenta metros, y que allí abajo seguramente este se vería reducido por el grosor de las paredes y la tierra que los rodeaba, no debían de estar muy lejos.

Mientras la Drusus hacía su elección y empezaba a meterse en el túnel secundario de la izquierda, los Doblesueldos notaron como algo cambiaba en el suelo, este se volvió más arenoso, como si estuvieran caminando sobre tierra suelta o gravilla, aunque seguía estando húmedo. En ese túnel, el olor no hizo sino intensificarse.

Fue la aguda vista del tirador de la unidad, Kord, la que descubrió la causa de aquello. Por el rabillo del ojo, logró distinguir algo en el suelo, apenas visible al estar cubierto por un par de rocas. La mano de Hagen se agachó a recogerlo, revelando que se trataba de un trozo de tela de un color gris oscuro. Al tacto, la tela estaba acartonada, como si se hubiera manchado de algo pegajoso que no se hubiera lavado bien luego... o nunca. Al darle vueltas y examinarla más de cerca, el tirador pudo distinguir algo más.

Un pequeño pedazo de aquila bicéfala imperial.

Aquél trozo de tela, manchado de lo que ahora reconocían como sangre, había salido del uniforme de un soldado de los Korps de la Muerte de Krieg.

Y al fijarse más en sus alrededores, se dieron cuenta de que lo que estaban pisando no era gravilla... sino huesos, huesos humanos rotos a pedazos, algunos casi molidos. Parecía que habían dado con una de las expediciones anteriores, todo apuntaba a que no había superviviente alguno... y a que lo que fuera que había acabado con ellos, no había dejado ni siquiera los cuerpos.

- ¡Llantas y bujías! -exabruptó Shan Dianqiú. No sólo habían sobrevivido ambos operarios de los cañones láser al fuego combinado de Jian Li y el suyo propio, también uno de ellos había logrado abrir fuego sobre el Chimera que iba a arreglar Shänshän Fäguäng para dejarlo irrecuperable, al igual que las vidas en su interior.

Con expresión de profundo disgusto dejó que el cañón de plasma cayese al suelo con el morro por delante, un terrible agravio contra el espíritu máquina del arma que tardaría bastante purgarse; sin embargo, la pérdida de tamaña mole de metal y orugas iba a preceder a la de otra, si no dos, a menos que aquellos operarios muriesen.

- ¿Le tenéis fijado, Jiang Li Phang? ¿Al de la derecha?- preguntó mientras desenfundaba el M36, con el pulgar activaba la sobrecarga y, nada más llevárselo al hombro, disparó con toda la rabia de alguien poco acostumbrado a tener que repetir labores bien hechas- ¡10100001 01000110 01110101 01100101 01100111 01101111 00100001!

 Siendo el primero en abrir fuego dejaría al objetivo muerto o confundido, listo para que el disparo de la especialista segase su vida y sus continuas ofensas contra la Omnissiah, que por mucho superaban sus propias faltas.

Después de mucho buscar el estúpido ogrete se dio cuenta de que no tenía granadas de humo, su gran idea se había esfumado con la misma facilidad que una de sus habituales flatulencias. Algo desconcertado miraba los grandes muros, hasta que no los derribasen no podría hacer gran cosa, algunas de las explosiones le sacaron de sus ensimismamiento y para entonces se hecho la manaza a la cabeza se sujeto el sombrero echando a todo correr para no quedar rezagado de la compañía situándose detrás de Don Manuel.

El campo de batalla era un caos, los penales seguían cayendo como moscas pero habían conseguido llegar hasta las torres y estaban trepando por una de ellas. No tardarían en llegar arriba y la lucha sería encarnizada. Pero Gabarri estaba ajeno a todo eso, Vinny y él se habían quedado solos en tierra de nadie y se había convertido en un blanco sin darse cuenta. Su disparo había alcanzado al objetivo y habían silenciado la ametralladora pero no tuvo tiempo de celebrar. Su instinto le obligó a tirarse al suelo y un instante después oyó el impacto de un disparo enemigo estrellarse donde había estado su cabeza. Eso le hizo mirar alrededor y darse cuenta de lo expuesto que se había quedado. - ¡Bastardo hijo de una Hiena! - maldijo Gabarri intentando ver quién había abierto fuego contra él. - ¡Oh venga Vinny, no te ofendas, ese cabrón ha tirado a dar! - se disculpó cuando la mujer se quejo por el comentario. 

Nereida se quedó ahí plantada, donde estaba. Estaba hablando, o gritando más bien si uno se fijaba en la vena de su cuello que se hinchaba de manera peligrosa; el problema fue que una detonación lejana se dio en el preciso instante que la comisaria estaba, supuestamente, bramando una suerte de discurso aleccionador que se lo llevó el viento movido a gran velocidad por la presión liberada tras la detonación. Lo que pudiera haber dicho, quedaría en el olvido.

¡Gabarri! ¡McKnife! ¡Seguid acribillando a esos herejes! ¡escuadra Foxtrot! ¡que no cese el fuego! - gritó a los suyos, y esta vez su voz si que llegó al resto. El plan de batalla continuaba, al menos por ahora, como ella había planteado en inicio. Con los ojos entornados se quedó mirando la puerta, al fondo, como los que allí se encontraban apostados no les dedicaban demasiado atención - seguid así cabrones, dadnos tiempo - pensó con una sádica sonrisa en los labios.

Los herejes estaban diezmando nuestras compañías, había que barrerlos de la faz del planeta, pero en primer lugar a aquellos equipados con armas pesadas que tanto daño nos estaban causando.

Seguía quieto, parcialmente cubierto con la manta heredada de mi abuelo, pero ahora en el punto de mira de mi rifle podía ver con claridad lo que ocurría arriba de los muros. Los operarios de los morteros y los lanzamisiles habían recargado sus armas y pronto, lanzarían otra andanada de proyectiles contra nuestro avance. No si podía impedirlo.

Fijé la posición de uno de los operarios de los morteros e indiqué su posición a Mesut, concentré mi respiración mientras seguía sus movimientos, apuntando con calma y apreté el gatillo cuando supe que no fallaría el tiro.

Entonces me percaté que otra tiradora se había quedado a mi lado, una morena a la que había conocido en el puesto 42.- ¡Hemos de proteger el avance, acabando con las armas pesadas! !Que el sagrado castigo del Emperador caiga sobre ellos, Demet!

Gabarri había dirigido la mirada a la comisaria para ver cuales eran sus órdenes y se la encontró dando lo que debía de ser sin duda una brillante arenga para henchir de orgullo sus corazones. Lamentablemente, no llegó a oírlo porque una explosión lleno el ambiente. Por suerte para él, la órdenes llegaron de forma clara y concisa. Dar caña a esos cabrones de caóticos que tenían delante. - ¡¿Un brillante discurso no crees Vinny?! - bromeó con una sonrisa al tiempo que se volvía a poner de rodillas, sacaba de nuevo la lengua y buscaba su próximo objetivo. - Callemos esa ametralladora. - le dijo a su colega mientras apuntaba y apretaba el gatillo para liberar otro disparo sobrecargado.

¡Comisaria! No me huele nada bien que no estén disparando desde la puerta. ¿Es posible que las torres estén conectadas con el interior mediante algún tipo de túnel secreto? - preguntó Gabarri a ver si ella tenía algún conocimiento sobre estructuras militares o defensa o algo así. 

El fuego enemigo seguía arreciando sobre ellos, causando aún más bajas contras las fuerzas imperiales, en especial contra los devotos de Tabris. Su objetivo estaba aún lejos, a decir verdad, eran los más alejados a una de las secciones del muro, cosa que les iba a pasar una factura terrible si no hacían algo pronto.

El cabo Murat se acercó a él, transmitiéndole el mensaje de un sargento Varangiano, Iskander asintió y se llevó una mano al comunicador.

-Aquí sargento Seker, del 18º de Devotos, recibido Yngvarson, intentaremos concentrar el fuego, estamos sufriendo demasiadas bajas muy rápido, espero que aguanten mis hombres, corto-

Iban a aguantar si o si, aunque tuviera que darle latigazos a todos y cada uno de ellos, no era comisario, pero sí un suboficial de la guardia imperial, aquella era la puesta en escena de su regimiento, y lucharían hasta el final.

Encaró su rifle láser y disparó, sin éxito esta vez.

Miró a su subordinado, con rabia en el rostro por haber fallado él mismo su disparo.

-Abre línea con nuestros pelotones, Cuchilla-

Volvió a llevarse la mano al comunicador de su oreja derecha.

-Sargento Seker para los Devotos del 18º y 21º, concentren fuego sobre armamento pesado y líderes enemigos-