Partida Rol por web

La carrera de Rabiah la habia dejado enfrente de una de las ametralladoras que comenzó a disparar sobre ella, pero su movimiento fue dejandola fuera del camino de los proyectiles hasta que la sacerdotisa estuvo a la distancia ideal para hacer llover el fuego de su lanzallamas sobre los herejes que querian abatirla.

La comisaria despachó con facilidad a esos dos herejes, al tiempo que un disparo por la espalda sorteó tanto la defensa del escudo como sus propios reflejos, que se vio incapaz de evitar el tiro, que la hirió levemente. Sin muchas opciones, la Comisaria cargó contra el tipo que le había disparado. Desgraciadamente, con la premura con la que se abalanzó sobre el traidor, que su puño de combate acabó golpeando el aire, aquello no le gustó en absoluto, pero Nereida tenía que seguir presionando el avance.

Los proyectiles explosivos de bolter golpean contra los parapetos y barricadas del enemigo. No consigo herir a ninguno de los herejes. No eres una guerrero Clank.

Zhao Yang sigue forzando el avance del blindado en territorio enemigo, abriendo una brecha para que las tropas de la guardia penetren y hagan su trabajo. Pero me deja sin enemigos en el arco frontal de mi arma.

-Maese Yang -grito -no tengo enemigos en el arco frontal

Aprovecho para desplegar un barrido de la matriz augur en busca del francotirador enemigo.

Necesitaba ser de utilidad en el ataque, y el espíritu maquina del arma pesada parecía algo más calmado tras la descarga inicial. Pronto volverás a disparar tu fuego redentor contra los enemigos del Emperador -susurró en una letanía acariciando el gatillo del bolter pesado

-Por el Emperador, ¿qué diablos ha sido eso?- gritó Brotinn al escuchar los bestiales alaridos que surgían del corredor lateral. ¡Atención, varangianos, si algo sale de esa callejuela lo volamos en pedazos! ¡Usad las granadas si es necesario!- les animó. Las escopetas de combate de los zapadores estaban hechas para ese tipo de lucha a corta distancia, y el psíquico sólo podía desear que fueran a ser suficientes.

Entrecerró los ojos; la sacerdotisa Topal avanzaba sin miedo hacia las barricadas enemigas blandiendo el lanzallamas. A Brotinn le pareció una idea estupenda, sólo que su fuego provenía del Inmaterium, no de un depósito de prometium al uso...

De momento gracias a la pericia y mi entrenamiento, había sobrevivido a una explosión y mandado a uno de esos herejes a conocer a sus sucios dioses, pero la batalla no estaba ni mucho menos decantada para nuestro bando y el enemigo no cejaba en su intento de acabar con nosotros. - Avanzad, desgraciados y seguid a la comisaria.  Sigo al chimera a la carrera, pues tengo que tomar una mejor posición para seguir otorgando la gracia del Emperador a los herejes que se encuentran en la ciudadela.

Waldemar observó como se quedaba cada vez más lejos del convoy, por lo que decidió prepararse, y haciéndole una seña a Ejulf, señalándole donde había una covertura de escombros, comenzó a correr a todo lo que le permitó su cuerpo, cruzando por el fuego cruzado y después dar medio giro y correr hasta cubrirse en los escombros, conjunto a un compañero y a Rabiah, preparándose de esa manera para prepararse y responder al fuego cruzado.

Desastre esperó hasta que el sonido ahogado del motor encontró el tope del elevador. Guiándose por el sonido bestial de perros gruñendo y ladrando, tiró una granada incendiaria por encima del tejado. No iban a dejar que se las quedara, así que más valía gastarlas. Desde la seguridad del alfeizar esperó a oir la explosión, con suerte freiría algo.

Lentamente, el avance imperial iba abriéndose paso a través de la encerrona en la calle. Forzados a ir cambiando de posición y a seguir adelante bajo el fuego enemigo, no pudieron ser muchos los leales al Emperador que tuvieron el lujo de enviar a herejes a la muerte. Por fortuna, tampoco los oscuros poderes a los que servían los traidores estuvieron de su lado, y pocas bajas hubo que lamentar esta vez.

Rabiah apenas tuvo tiempo de calcinar la posición de ametralladora frente a ella antes de que las bestias mutadas fueran liberadas de sus cadenas y se abalanzaran sobre ella y los ogretes, acompañadas de la mole de músculo mutado que era su amo. Los afilados colmillos de una de ellas chocaron contra el pavés de uno de los ogretes, mientras que las otras dos trataron de morder a la sacerdotisa, sin éxito. Los ogretes del 58º trataron de responder con sus mazas, pero las bestias demostraron ser condenadamente ágiles.

Los Zapadores aprovecharon la cercanía del enemigo para acercarse ellos mismos y disparar a quemarropa con sus escopetas, con una de las bestias quedando gravemente herida tras un impacto directo. Entretanto, la comisaria Kriemhild siguió adelante sin detenerse, buscando despachar a todo enemigo que se encontrara, sin importarle los explosivos que iba pisando a su paso y que estallaban inofensivamente contra su campo protector. Al girar en una nueva callejuela, se encontró con más enemigos liderados por un oficial, que de inmediato abrieron fuego sobre ella, salvándose de nuevo por el campo.

El Chimera detuvo su avance por un momento, parándose a apuntar y disparar con su cañón al artillero enemigo que acabab de preparar su lanzamisiles. El disparo falló, pero Mao Fú sonrió a los drafelivanos de nuevo cuando, al apretar el gatillo del lanzamisiles, nada sucedió. El arma, anticuada y pobremente mantenida, no disparó.

Lo que sí que dio de lleno en el vehículo fueron varios impactos de cañón automático, salidos desde una posición oculta del enemigo y solo ahora revelada, pero gracias al fuerte blindaje frontal de las máquinas imperiales y a la protección adicional de la pala excavadora que portaba el Chimera, una muesca fue todo el daño que llegó a sufrir el transporte.

En la retaguardia imperial, los Hienas terminaron de ascender a las azoteas de los edificios, descubriendo lo que se encontraba en las de más allá: un buen puñado de enemigos, con una dotación de mortero incluida, dirigida por un oficial que iba transmitiendo las coordenadas para el bombardeo. Justo en aquél instante, la artillería disparaba contra la calle, aunque el obús se desvió y acabó impactando sin daños sobre el Chimera, en vez de sobre la infantería. Al ver que había enemigos en las azoteas, los traidores trataron de acribillar a los Hienas recién ascendidos, pero tan solo lograron malgastar sus balas. En el lado izquierdo de la calle, uno de los Hienas trató de saltar de azotea a azotea, pero calculó mal y cayó de bruces contra el suelo, quedando el cuerpo destrozado justo al lado del psíquico Brotinn, que en ese momento se había refugiado en la callejuela.

El temido sonido del rifle de francotirador al disparar se escuchó de nuevo, pero este no acabó el trabajo anterior finiquitando al ogrete que había herido, sino que fue a por un objetivo mucho más vulnerable y prioritario. El medicae Andre de la Estocada, que atendía al último herido a su alcance, cayó derribado al suelo, su pesada armadura atravesada en pleno pecho por el disparo. No salvaría a nadie más.

Su muerte no fue en vano, no obstante. Con aquél último ataque, la visioingeniera Sui Hui Ying pudo recopilar los suficientes datos en la matriz augur implantada en su cráneo como para determinar la posición más aproximada posible del tirador enemigo, con un escaso margen de error. Ahora sabrían de dónde venían sus disparos.

Los imperiales estaban haciendo progresos, sí, pero seguían surgiendo más y más enemigos que ralentizaban su avance y los exponían a los tiradores, las trampas y la artillería que llovía sobre ellos. Si bien contaban todavía con un buen impulso, corrían el peligro de verse detenidos y convertidos en presa fácil de un rival que contaba con el dominio del terreno y de la férrea voluntad de no dejar un metro sin que fuera tomado con sangre.

Einar tenía la sensación de estarse quedando rezagado, el comprobar aquellas alcantarillas con el auspex le había dejado atrás del grupo. Echó una rápida visual mientras había avanzado buscando cobertura, y se dio cuenta de que el grupo de ataque estaba por delante de él, sorteando las alambradas, así que decidió arriesgarse a correr por espacio abierto para unirse al grupo.

Aunque él no había conseguido localizarlo, la ubicación del francotirador enemigo le llegó por el canal de voz, así que la cosa empezaba a igualarse. El compañero de Murat, Mesut, le susurró 102 metros. Murat asintió, no estaba cerca, pero tampoco era un disparo imposible. Los tabrisinos continuaron completamente quietos, apuntando al francotirador enemigo, esperando una oportunidad para abrir fuego, solo cuando estuvo seguro que no fallaría Murat apretó el gatillo.

Nereida trató de quitarse de en medio a aquel mierda seca herética que se interponía entre ella y su siguiente objetivo. Blandió la espada de energía con cierta habilidad, aunque pareció rozarle más que atravesarle mientras su puño de combate, que trataba de aprovechar un renuncio de aquel traidor, se encontró destrozando el aire entre ella y él. Se imaginó que no caería tan rápido dado su fatídico ataque, pero la situación no podía parar ni un instante, todo el ataque estaba en juego.

Inspiró hondo. Como en cada carga, Desastre temía por su vida. Le dolía el brazo herido, donde la ametralladora le había impactado. La armadura se había llevado lo peor del impacto, pero aun así podía sentir como el biceps gruñía a cada tracción y como se hinchaba el moratón que tenía debajo. Necesitaba unas vacaciones.

Pero no había paz para los malvados y, desgraciadamente, ninguna buena acción quedaba sin su castigo. Con prudencia asomó por encima del alfeizar del tejado para ver que en el otro lado había tropas caóticas. Sabía que el tirador seguía activo, pero con suerte estaría ocupado disparando a oficiales y demás chusma prescindible. Armándose de valor saltó por encima del parapeto y, de una corta carrera, se situó junto al penal más rápido, en el extremo del tejado. 35, bien enseñado, le pasó el lanzallamas de Bernim. Al menos que ese puto inútil hiciera algo de bien en su vida y le ayudara a duchar a esa escoria hereje. Mejor ellos que él, pensó mientras rociaba a los soldados enemigos desde detrás del parapeto.

Waldemar observó como sus enemigos aparecieron frente a frente, y teniendo una de aquellas criaturas, le dije a Ejulf;

-¡Vamos, es la hora Ejulf! ¡Ataquemos! -

Dijo, mientras avanzaba y teniendo la escopeta lista y preparada, estando a quemarropa con aquella criatura, le disparó de forma de causarle el mayor daño posible. El escopetazo daría de lleno, solo esperaba que fuera suficiente para asegurar la muerte de esta. Esperaba que la fortaleza del Emperador ayudase a todos sus compañeros, y les permitiera hacer un verdadero avance sobre sus enemigos.

Tras compartir con los mandos la ubicación del francotirador, lanzó una plegaria a Mao Fu para que no hubiera más sorpresas desagradables y se dispuso a buscar objetivos aecuados en el visor de puntería del bolter pesado.

Una explosión de mortero justo sobre el blindado dificultaba la visión, pero el grueso pellejo del Chimera aguantaba sin queja aparente.

Había demasiados enemigos en las alturas y poco podríamos avanzar sino terminábamos con ellos, malo sería el nombre de mi unidad si teniendo granadas no era capaz de usarlas para ayudar en este cometido. Con cierta familiaridad hago un gesto a Rigoberto para que saque la granada del cinturón y la cargo en el tubo del lanzagranadas auxiliar sin miramientos. - Atención Granada. La verdad es que esperaba que la granada sacase de la posición a los cabrones que estaban apostados en los tejados. 

La caída del penal a pocos metros apenas sobresaltó a Brotinn, pero causó un profundo impacto en el estado de ánimo de su auxiliar. No tan profundo como el literal crater que el cuerpo roto dejó en el asfalto, pero casi.

-¡¡Los penales están acabados y van a matar a los tyvianos, Jarl!! ¡¡Y luego empezarán con nosotros!!- chillaba histéricamente Snarl casi en el oído de su supervisor.

-Manten la calma, Snarl. Si ese mutante se parece a los ogretes de Tyvia, será presa fácil del Sinneorm*- replicó el psíquico primaris mientras entrecerraba los ojos, concentrándose. Buscó la primitiva corteza cerebral de la bestia y contempló como un ser vermiforme de pura disformidad se abalanzaba sobre ella, dispuesto a darse un festín...

Rabiah recibió el ataque de las dos bestias con la espada sierra por delante, manteniendolas a raya, hasta que vio su oportunidad de lanzarse al ataque contra la que tenía enfrente. De sus acometidas, solo una parecia que iba a dar a su objetivo.

Por un momento, la ofensiva imperial se estancó en la estrecha calle. La incursión por el flanco del mutante y de las bestias había desbaratado el empuje inicial que habían llevado, y ahora se combatía cuerpo a cuerpo entre los edificios. El Chimera se había detenido para disparar sobre las amenazas frente a él, pero sin lograr abatir ninguna. Tras él, el soldado Hereida disparó una granada incendiaria, acción seguida por sus camaradas, que descargaron sus lanzagranadas en parabola sobre la azotea cercana. No pudieron ver el efecto que tuvieron sus explosivos, pero a juzgar por los gritos breves cortados en seco, se diría que habían tenido bastante éxito.

Aquella misma azotea se llenó de llamas una vez más cuando el arma de McKnife escupió su torrente de fuego de un edificio a otro, engullendo a un par de enemigos que quedaron envueltos en llamas, mientras que otro, aunque dañado, pudo librarse de ellas. Su destino no difirió mucho, ya que un disparo bien colocado del penal Gabarri acabó con el que quedaba en pie.

El combate era encarnizado en la calle, pero no parecía que nadie pudiera sobreponerse a su enemigo. La comisaria se batía contra varios soldados y contra uno de los oficiales enemigos, que había cargado contra ella sin llegar a dañarla, pero ella tampoco parecía ser capaz de acertar en sus rivales. Las bestias demostraron ser ágiles, esquivando los escopetazos de Waldemar y los espadazos de Rabiah, así como el mazazo de uno de los ogretes. Sus garras y dientes trataban de perforar las armaduras de sus rivales, pero de momento, estas aguantaban. El mutante enorme, presa de la ira, trataba de golpear con sus puños envueltos en pinchos y cadenas ensangrentadas al otro ogrete, al tiempo que este intentaba aplastar su cabeza con la maza, pero ambos lograban evitarse por los pelos, danzando el uno alrededor del otro de una forma casi cómica debido a su tamaño y torpeza.

El psíquico Brotinn trató de penetrar en la mente del mutante, de confundirlo y de hacerle creer aquello que no era, pero descubrió que aquella mente, en su simpleza, era sorprendentemente difícil de dominar. El mutante estaba centrando en una sola cosa, machacar, y haría falta más poder para sacarlo de ese estado.

Pero donde el cuerpo a cuerpo fallaba, los disparos a quemarropa no. Los Zapadores, situados ya en posición, apretaron el gatillo, descargando una oleada de perdigones a cara de perro que se llevaron por delante una de las bestias y considerables trozos del cuerpo del mutante, que aulló de dolor y rabia. Aprovechando la distracción, los Devotos corrieron hacia adelante, buscando tomar posiciones avanzadas y a cubierto, mientras que en retaguardia, el tirador Demir fijó en su mira a su contrincante herético, logrando darle con un certero disparo, si bien la distancia y la cobertura evitaron que este fuera letal. Su camarada ametralló con láser la posición del tirador enemigo, forzando a este a cubrirse, pero aun sin poder apuntar en condiciones, el enemigo demostró ser verdaderamente hábil cuando logró acertar su propio disparo sobre la pierna del ogrete al que ya había herido, derribándolo al suelo confundido y dolorido. De haber podido tomarse su tiempo en disparar, seguramente el abhumano ya se habría unido a los muertos.

Los Hienas se unieron al combate por fin, avanzando sobre los tejados y disparando contra el enemigo, con más ganas que éxito. Ganas le puso también otro de los penales que intentó saltar el hueco entre dos edificios igual que lo había hecho su compañero. Llegó más lejos que él, pero al igual que el anterior, también terminó por quedarse corto y estamparse contra el suelo unos metros por delante del otro manchurrón de sangre en el que se había convertido el primer legionario.

Entretanto, la dotación del mortero siguió cargando su próximo obús, el artillero intentó desatascar su lanzamisiles, y el cañón automático disparó de nuevo sobre el Chimera, sin conseguir más que raspar su blindaje frontal por el momento. Pero aquella suerte podía cambiar en un instante.

La comisaria, que vio como su escudo protector la protegió de todo daño, se abalanzó contra su oponente nuevamente, pero esta vez no logró nada, sus ataques fueron evitados, aquel hereje era bastante escurridizo para ella, que, a cada instante que pasaba, se iba frustrando sobremanera. Rodeada de traidores, la comisaria apretó los dientes y los miró con aire retador - vamos escoria, no tengo todo el día - los increpó.

No tuvo tiempo de ver el avance de los demás, pero una rápida mirada le reveló lo que temía, se estaban enfangando contra un enemigo inferior y a mitad de calle. 

Los proyectiles explosivos del bolter pesado chocaban una y otra vez contra las barricadas enemigas, el espiritu maquina del arma estaba cada vez más furioso al no haber abatido todavía a ni un sólo enemigo. lo notaba en el calor que comenzaba a desprender el arma.

Pudo ver por la retícula de puntería como la comisario Kriemhild iba a ser rodeada... no estaba dispuesta a permitirlo.

Apuntó con cuidado a un soldado enemigo tras su posición fortificada, temiendo que se uniese a la refriega contra la comisario, y apretó el gatillo del arma con un leve salmo al Omnisshia.

Y esta vez si que le pareció que un proyectil, al menos, impactaba sobre el enemigo.