Partida Rol por web

Me acerco al consejero Porter después de despedirme del soldado.

- Fatídica noticia ¿Verdad William? - Digo con doble intención, por un lado parecer atribulado por la muerte, pero a la vez con ironía esperando que Porter me diga lo que verdad piensa sobre este suceso.

El consejero se vuelve para mirarte, casi dándose cuenta en ese momento de que aún estás allí.

- Sí, la pérdida de cualquier miembro del Consejo siempre es una mala noticia - dice sin el menor atisbo de sinceridad en su voz. - Sin embargo, de todos es sabido mi enemistad con el Maestro Rowan. Nuestras políticas siempre fueron completamente opuestas, así que si hubiera tenido que escoger la muerte de un consejero...

No termina la frase, ni falta que hace. Aunque, de repente se queda pensativo, como si súbitamente se le hubiera ocurrido algo.

- Aunque es un duro golpe para el Gremio de Hechiceros. Después de perder la última votación en el Consejo, el fallecimiento de uno de sus políticos más influyentes les deja en una mala situación... - Su semblante se oscurece, más de lo que habrías imaginado, pues la política del gremio de hechiceros es tan contraria a la vuestra como la de los propios Rowan y Porter. Sin embargo, el consejero está demasiado acostumbrado a este tipo de conversaciones como para dejar entrever nada más de sus pensamientos. - Demasiado mala. Tal vez incluso lo suficiente para romper el delicado equilibrio de poder en el Consejo.

Te mira un momento y sonríe ligeramente.

- Tal vez después de todo la resolución de este contrato no sea tan mala para nosotros como había pensado inicialmente - dice señalando la habitación donde os habéis reunido.

Escucho atento la respuesta de Porter, a pesar de es un experto de la diplomacia, cualquier palabra o gesto pueden indicar cosas relevantes sobre los tejemanejes de las altas esferas en las que se mueve.

- Como siempre vuestro entendimiento escapa de mi alcance. ¿En qué puede influir la delicada situación de los hechiceros en nuestro contrato con el ejército?

Adulo fingiendo modestia intentando tirarle de la lengua pero a la vez sin comprender el significado de sus palabras.

El consejero te mira como si te estuviese observando por primera vez. Cuando habla, se toma su tiempo para pensar las palabras que respondan a tu pregunta.

- Los gremios de Hechiceros y Soldados son fuertes aliados en el Congreso. Ambos tienen la misma visión limitada sobre la grandeza a la que podría aspirar Uldholm si siguiese una política más expansionista. Al contrario que nosotros, por supuesto. - A lo largo de la historia, las guerras siempre han beneficiado a los inversores que tomasen más riesgos y, controlando el flujo de dinero y el soporte de los mercenarios además de cualquier imperativo legal que pudieran conllevar los tratados posteriores a un conflicto bélico, tu propio gremio sería el más beneficiado en caso de empezar una guerra a gran escala.

- Con la muerte de un consejero, si nuestro gremio hubiese sacado demasiado partido de esta reunión, estoy convencido de que los gremios que ahora mismo permanecen neutrales en el Congreso habrían reaccionado para oponerse a nosotros, aunque sólo fuera por mantener un cierto equilibrio con la situación actual.

Concluye su explicación y te mira fijamente un momento más.

- Ahora, si me disculpas, mañana tendré que ir al funeral y me debo hablar con mis colegas consejeros esta misma noche. - Se vuelve hacia su guardaespaldas. - Nadia, por favor, acompáñeme.

Sin más dilación, se dirige hacia la salida del palacio, seguido por la silenciosa mujer, que se despide con un leve gesto de cabeza.

- Como siempre vuestra clarividencia me deslumbra - adulo descaradamente - y estoy de acuerdo con el razonamiento. Además el generoso acuerdo demostrará nuestro fiel compromiso con la república y favorecerá nuestra imagen. Por otro lado, ya habrá tiempo, opino yo, de sacar mejor partido de estos acuerdos. Dadle a un niño un dulce y al día siguiente hará lo que sea por conseguir otro.

Cuando se despide hago una ligera reverencia.

- Mañana nos veremos allí. Buenos días.

Después de salir el consejero respiro de alivio después de la tensa reunión, pero la noticia de la muerte y el acuerdo en sí, no dejan descansar mucho rato a mi mente que se precipita a una espiral de preguntas, cálculos de posibilidades, apetito de información y, por supuesto, sueños de grandeza. La defunción, lejos de producir algún sentimiento de pena, es un nuevo reto, que me motiva a encontrar la forma de sacar el máximo provecho del suceso.

Abandono la sala y encuentro a Titus en la puerta y con un rápido gesto le indico que me siga a algún lugar de comer algo, a ser posible donde conozca gente que pueda darme más detalles sobre la baja de Rowan.

No te cuesta encontrar un lugar asequible para cenar cerca de los límites de los Barrios Centrales con los Medios. La muerte de Rowan está en boca de casi todo el mundo de una u otra manera. Al fin y al cabo, no fallece un consejero todos los días, y sabes que la frívola sociedad de Uldnacht convertirá el funeral de mañana en un evento social.

Tratas de sonsacar información a unos y otros, pero poco se sabe de las causas de la muerte del Consejero. Escuchas todo tipo de rumores y habladurías, opiniones que se contradicen unas a otras. "Murió por causas naturales, según dicen". "Demasiado estrés tras la última reunión del consejo". "¡Fue asesinado en su casa!". "Su propia aprendiz acabó con su vida". "Un vampiro le chupó la sangre"...

Al final, nada de lo que se está diciendo tiene demasiado sentido, aunque juntando datos de las versiones más repetidas consigues deducir que Rowan murió en plena noche en su casa, probablemente por causas naturales mientras dormía.

Mientras charlas con la gente, ves una figura familiar que se acerca hacia ti.

- ¡Ah! Kroke... - dice Emma. - Me alegra verte por aquí.

Tu colega del gremio parece sonriente, y cuando se acerca se agarra suavemente de tu brazo, tomándose algo más de confianza de lo habitual. Parece satisfecha, como si de alguna manera se hubiera enterado ya de tu actuación durante las negociaciones de la jornada.

La muerte del consejero sigue rondando mis pensamientos cuando encuentro a Emma y pienso que puede ser, si se confirman mis sospechas, puede ser una buena fuente de información sobre este asunto.

- Hola Emma, que coincidencia encontrarnos por aquí. - Digo, a pesar de que no creo que se trate de una casualidad.

- Hace una noche fantástica para pasear, ¿Te apetece acompañarme?

Convencido de que no se trata de una visita desinteresada, trato de hablar con ella en algún lugar lejos de oídos ajenos.

Su sonrisa te confirma que su presencia allí no se trata de ninguna casualidad.

- Por supuesto, querido amigo. Hace una noche estupenda para pasear.

Salís del restaurante y camináis por la calle, alejándoos del local. Durante un par de manzanas andáis en silencio, con las pisadas de Titus retumbando por las calles unos metros por detrás de vosotros.

- Veo que te gusta estar bien protegido - dice Emma mirando a tu guardaespaldas por encima del hombro. - En ese caso, has tomado la decisión adecuada esta mañana. Mis patrones estarán complacidos... Supongo que su actuación no le acarrearía ningún problema con el Consejero Porter, ¿no es así? En caso contrario, sólo tiene que decírmelo y haremos lo que sea necesario para limar cualquier posible aspereza que pueda haber surgido de todo este asunto.

Súbitamente, el clamor de un trueno rompe el silencio de la noche y Emma, sobresaltada, se agarra con fuerza a tu brazo. Durante los últimos días el tiempo ha estado bastante inestable, con repentinas tormentas veraniegas interrumpiendo el tórrido calor de la estación. Alguien debería hablar con el gremio de hechiceros para que hicieran algo por controlar estas tormentas, aunque todo parece indicar que están demasiado ocupados como para entretenerse en rituales de control climático.

- No os preocupéis por mí Querida, en peores tormentas me visto involucrado  y he sabido capear el temporal. - Presumo mientras en mi foro interno aún me pregunto cómo he logrado evitar la ira de Porter.

El repentino estallido también me asusta a mí, pero mantengo la compostura para impresionar a la señorita.

- Parece que el tiempo está revuelto. - Digo alegóricamente mirando al cielo primero y a ella después esperando que entienda la metáfora y hable de la situación del gremio de hechiceros, pues tengo verdadera curiosidad, y por qué no decirlo, curiosidad, por lo que está pasando en él.

Si la mujer capta tu indirecta no da la más mínima muestra de ello, pues contesta a tu comentario del tiempo con un simple gesto de cabeza.

- Nuestros contactos nos han informado de que el consejero Morgan estuvo preguntándole a Balder sobre la conversación que ambos mantuvisteis en privado. - Sonríe mientras te mira, sabiendo que no te esperabas que conociese esos detalles. - Imagino que acudirás a la reunión a la que te ha invitado. Lo pasarás bien, pues más que una reunión para hablar de política, muchos lo considerarían una fiesta de inauguración de... un club social. - Dice las últimas palabras rápidamente, como si, tras pensarlas un momento hubiera encontrado una expresión que le convenciera.

Empieza a llover súbitamente y corréis a refugiaros a un soportal. Titus se queda bajo la lluvia, vigilando que nadie sospechoso se acerque a vosotros y dejándoos algo más de intimidad en vuestra conversación.

- Sin embargo, mis patrones están interesados en las cosas que se puedan comentar en ese círculo, así que, cuando les he informado de esa conversación con Balder, me han pedido que vuelva a hablar contigo. - De repente te das cuenta de que estáis muy cerca. El soportal en el que os habéis metido no es muy grande y puedes notar su aliento en tu rostro. - Toda información que nos des será recompensada, por supuesto. Y, en respuesta a tus preguntas anteriores, serán ellos en persona quienes se reunirán contigo, si estás de acuerdo.

Dada vuestra diferencia de estatura y la estrechez del soportal, te ves obligado a inclinar la cabeza para mirar a Emma que parece no estar molesta por tener que girarse ella misma para dirigirse a ti.

- Me gusta la idea del club social. Seguro que se dan interesantes conversaciones en él. Parecéis saber mucho de él.

Digo con una sonrisa, a pesar de que no me tranquiliza que sepa tanto, especialmente de mis asuntos, como la conversación con Balder. Mi mente evalua rápido sus palabras, club social, clandestino, eso me hace sospechar de la intención de ese grupúsculo: revolución. Tendré que tener mucho cuidado. Parece una jugada arriesgada, pero quizás tenga premio estar en él.

Cuando comienza a llover nos cubrimos de la lluvia y continuamos la conversación realmente juntos.

- Tened por seguro que estaré encantado de conocer a vuestros protectores y  de informaros diligentemente de las deliberaciones de ese club.

Digo sabiendo que miento al asegurarlo pues lo que yo les diga dependerá mucho del tema de la información y de quién sean esos "protectores".

La situación de los dos cercanos en el soportal mirándonos se ha vuelto bastante íntima, pero no me siento condicionado. Todo mi interés por esta mujer se basa en lo que puedo obtener de sus contactos, y no siento especial interés carnal por ella. Había aprendido que este tipo de emociones llevan a los hombres a cometer tremendas tonterías y yo era de los que se aprovechaba de esas cosas no de los que caían en ellas.

Ves cómo la mujer sonríe ante tu despreocupación por su proximidad y no te cuesta darte cuenta de que es una táctica que utiliza a menudo para poner nerviosos a sus interlocutores. Sin embargo no parece preocupada por que no haya funcionado contigo.

- ¡Oh! No, te equivocas... No sé mucho de ese club, aunque me puedo imaginar el nombre de alguno de sus miembros, por mucho que intenten mantenerlo en secreto. De hecho, es por ese motivo por lo que mis patrones quieren contar contigo, para tener unos nuevos ojos y oídos dentro de ese grupo.

Se encoge de hombros y se separa ligeramente de ti.

- Aún queda algo que debemos aclarar, por supuesto. Tu honorarios. No dudo de que sabrás sacar partido de tus reuniones con esa sociedad, pero tal vez sea conveniente dejar este punto claro antes de nada. - Te sonríe pícaramente... - ¿Qué es lo que deseas, Kroke? - ...y no te pasa desapercibido el doble sentido de sus palabras.

No pierdo detalle de las palabras de la joven, llamando mucho mi atención dos comentarios de los que pido cierta aclaración.

- ¿Acaso la gente va disfrazada a esas reuniones? ¿O cómo si no pueden mantener en secreto su identidad? Y por otra parte habéis dicho que a vuestros... protectores les interesa tener "nuevos" sentidos allí, acaso ya no se fían de los "viejos".

En respuesta a su pregunta sobre mis "deseos" comienzo mi habitual pantomima, si bien poco necesaria en circunstancias como esta, estoy tan acostumbrada a ella que no puedo evitar interpretar mi papel y me vuelvo hacía el cielo oscuro en búsqueda de cierto dramatismo que decore mi discurso.

- Yo soy un humilde siervo de esta ciudad y no quiero nada para mí más que la satisfacción de ver a mis compatriotas felices y contentos. El problema es que los dirigentes del consejo no conocen, no escuchan las necesidades de la gente y eso hace que haya tensión en ciertos grupos. Y, aunque ni nombre haya sonado para miembro del consejo, como me consta que así es, nunca he sido quien ha demandado esa plaza, que por cierto aceptaría resignado, en virtud de mi vocación de servicio y ministerio al pueblo al que tanto quiero.

La mujer suelta una espontánea carcajada.

- No, amigo Kroke... En este caso "nuevos" significa que trabajan para ellos por primera vez. Personalmente carezco de la información de si existen o no unos ojos "viejos" infiltrados en ese grupo.

Alarga la mano hacia tu solapa y agarra con cuidado el alfiler de oficial de tu gremio. El diseño en plata es exactamente el mismo que ella lleva adornando su propia ropa.

- Miráis alto, sin duda... Pero vuestra disponibilidad para sacrificaros en aras de las gentes de esta nación os honra. - El sarcasmo es evidente en su voz. - Sin embargo, son pocos los oficiales que han llegado al Consejo, ¿no crees? Y, de momento, no hay ninguna plaza libre que ocupar. - Sonríe, como si implícitamente indicase que ese es un tema menor realmente fácil de solucionar. - Pero estoy de acuerdo en que va siendo hora de cambiar esa plata por el oro de un Maestro. Al fin y al cabo, esa es la trayectoria natural de los miembros del gremio... Danos la información que pides y el título será tuyo.

Las tasas de examen para maestro de un gremio están realmente al alcance de pocos. Pese a que probablemente no te falten conocimientos, tus recursos jamás darían para poder optar a ese examen. Si además consiguen asegurarse de que obtengas el título independientemente de la prueba será, sin ningún tipo de dudas, una muestra de la influencia de los patrones de Emma, además de su poder económico.

- Me alegra mucho que me consideréis digno para tan alto cargo. - Lo que no digo es que me asusta un poco saber que hay gente que pueda poner y quitar consejeros con tanta facilidad.

- Te aseguro que no defraudaré a vuestros protectores en la tarea que me encomendáis. Mis ojos serán los vuestros y todo lo que escuchen mis oídos vosotros oiréis.

Te despides de Emma y vuelves a tu casa. Tras el arduo trabajo en la reunión con los consejeros estás bastante cansado. Sin embargo, notas un cosquilleo en el estómago ante las promesas de tu compañera. Si lo que dice es cierto, ascenderás a maestro de tu gremio en las próximas semanas y tu nombre aparecerá en la lista de candidatos al Consejo en cuanto sea posible. Pese a los nervios, consigues descansar lo suficiente como para levantarte en un estado bastante decente.

Te preparas para ir al funeral del Consejero Rowan. No es la primera vez que asistes a un evento de este tipo, así que sabes que debes causar buena impresión, pues es más una reunión social de la élite de la sociedad de Uldnacht que una despedida a un eminente miembro del gremio de Hechiceros.

La Plaza del Consejo está abarrotada. Es una de las pocas situaciones en las que se abre al público en general y muchos aprendices aprovechan la ocasión para ir a visitarla. Consigues pasar entre ellos y colarte en un lugar desde el que tienes algo de visibilidad del lugar de ceremonia. El Senador Trabor, el más alto cargo del gremio de Rowan, espera junto a la puerta del palacio, pero no se ve el ataúd por ninguna parte.

Sucesivas exclamaciones de la gente te hacen elevar la mirada al cielo, donde una guardia de honor de alados hechiceros lenguatormentas cargan con el ataúd de su maestro para dejarlo junto al senador. A partir de ese momento, todo transcurre de forma más normal. El senador dice unas palabras en recuerdo del fallecido consejero y tras una corta ceremonia una comitiva sale de la plaza en dirección al cementerio, fuera de las murallas de la ciudad.

Es curioso ver a tantos altos cargos de Uldnacht atravesar los barrios medios y las chabolas de la periferia ya fuera de los muros protectores de Uldnacht. Les sigues sin ocultar tu disgusto de que todos esos sin-gremio se aposenten tan cerca de la muralla, aunque son aún peores los que han conseguido montar sus pequeños barrios marginales en el interior de la ciudad.

Ya en el cementerio no prestas demasiada atención al evento. El panteón donde descansan los restos de los consejeros se lleva toda tu atención, pues es más lujoso que la mayor parte de los edificios de los Barrios Medios. Cuando por fin se llevan al cuerpo, comienza a llover. Agradeces el agua que atempera un poco el calor del verano, aunque supones que los hechizos de control de clima del gremio de encantadores tiene algo que ver con este súbito chaparrón.

Ante el cambio de tiempo, la gente se vuelve a la ciudad más rápido de lo que resulta habitual en estas situaciones. Unos pesados pasos se acercan a ti y ves al soldado con el que habías hablado ayer.

- Señor Wintall... - dice Balder según se acerca. - Nos veremos esta noche, supongo. No tengo demasiado tiempo ahora, pero, salvo que haya cambiado de opinión, la reunión será al atardecer en la calle del Fresno.

Te da una dirección de los Barrios Medios y se despide sin prácticamente pararse a charlar.

Vuelves a la ciudad, haciendo algo de vida social con unos compañeros de tu gremio. Si todo va bien, dentro de poco tendrás un rango superior al suyo, lo que te hace sonreír para tus adentros.

Aprovechas la tarde para terminar de escribir los registros de las negociaciones de ayer y te preparas para la reunión de esta noche, preguntándote qué vas a encontrar en esa casa.

Fin del prólogo

La partida continúa en la escena siguiente:
La reunión de Cerberus