Ballesteros logra llegar a su compartimento y cambiarse justo a tiempo porque al momento llaman a su puerta y comprueban que está en su habitación. Tras esto pasan a la siguiente buscando a alguien que no esté donde debe estar.
Al final la situación se torna favorable a vosotros. Los dos guardaespaldas del agente traidor son desarmados y confinados en su compartimento hasta el final del trayecto que para vuestra desgracia dura tan solo una hora más y no os atrevéis a actuar ya que ha subido policía francesa y posteriormente suiza para asegurar que no hay más disparos en el tren. De todas formas os ha beneficiado que no puedan ir armados en suelo suizo, en el resort alpino serán un blanco más fácil y contaréis con los refuerzos del segundo equipo.
Tras llegar a vuestro destino, un pueblecito muy pintoresco en los Alpes Suizos, os trasladan a un tren cremallera que os llevará al resort.
Los mozos del Orient Express cargan vuestros equipajes en unos vagones lanzadera que serán los primeros que lleguen al resort, la idea es que cuando lleguéis al hotel tengáis en vuestras habitaciones todo preparado y dispuesto ya que se espera una cela de gala como bienvenida.
Amablemente os indican que tengáis ropa de abrigo a mano ya que es probable que la temperatura baje durante la subida y el tren dispone de un sistema de calefacción muy sencillo y poco potente. Mientras esperáis tomando un aperitivo antes de embarcaros en la subida podéis ver que uno de los guardaespaldas no seguirá el viaje ya que se encuentra herido y encima la policía francesa ha solicitado interrogarle de nuevo. Por lo que ahora solo cuenta con un solo hombre para protegerse.
¿Intentáis esconder algún arma en vuestra ropa para el viaje?
Observaba la escena desde la lejanía, toda la que aquel habitáculo me permitía, aguardando la respuesta de quien probablemente sería un revisor. Finalmente a este no le fue necesario entrar para determinar que todo estaba en orden, pero sí se asomó a comprobar el interior, encontrándome en una incómoda situación en la que jamás pensé ir a encontrarme.
No me pasó desapercibido a pesar del bombeo de mi corazón, ese que por un segundo ensordeció mis oídos, que el hombre no se había sorprendido al verme allí. ¿Cabía la posibilidad de que no conociera al famoso Capitán Azor? Por su marcado acento francés, puede que simplemente se tratara de eso.
Continuaba afinando mi oído mientras aquello acontecía, pero no lograba captar todo lo que me hubiera gustado. Los revisores parecían seguir revisando cada estancia en el resto del tren, y localizar a Ballesteros me estaba resultando imposible.
Cuando el supuesto revisor trató de tranquilizarnos y se despidió, Díaz cerró la puerta, pero se quedó junto a esta unos segundos. Era evidente lo que hacía, y por un momento me sentí tentada a decirle que aquello no era necesario, pues había captado cómo se alejaba aquella gente; pero finalmente decidí no hacerlo.
Noté cómo su respiración se relajaba antes de apreciar que todo él lo hacia, aunque fuera en parte, y es que cada vez tenía más la impresión de que aquel hombre rara vez se sentiría verdaderamente relajado. Tras hacer alusión a mí giró su rostro, más no en mi dirección, sorprendiéndome con unas palabras que me resultaron sinceras. Me quedé helada un instante, sujetando aún aquella ropa de cama contra mi cuerpo, reaccionando cuando me ofreció usar el servicio para volver a vestirme.
No salía palabra alguna de mis labios, y me limité en un principio a aceptar aquella sugerencia. Arranqué la sábana de aquella cama y envolví mi cuerpo en ella, pareciendo por un momento uno de esos personajes de película que aun habiendo mantenido relaciones con su acompañante se empeñaba en tapar su desnudez al día siguiente.
De puntillas, tomé mi ropa y me dirigí hacia el baño, pero al pasar cerca del líder del grupo decidí detenerme a su lado un instante.
- Gracias, Señor Díaz. - le dije también con un tono bajo de voz, mostrando una resignada media sonrisa.
A efectos prácticos, el que él valorara lo que había hecho y que se disculpara por lo que se me obligaba a hacer, de poco servía. Pero para mí, para el modo en el que me sentía con cuanto estaba sucediendo, aquellas palabras tuvieron mucho valor.
Continué con aquel pequeño camino hasta el baño, donde volví a vestirme, tardando más de lo normal en hacerlo a causa de aquel esguince; y es que incluso tuve que ahogar algún quejido por este.
- Siento haber tardado tanto. Si no necesita nada más, quizás sea hora de que me retire. Seguiré intentando localizar a Ballesteros. - le dije a Díaz, costándome mirarle a los ojos en un principio, aunque pronto pude hacerlo a pesar de la rara situación que acabábamos de vivir. - Un segundo. - añadí de forma repentina.
Cerca ya de la salida, permanecí en silencio unos instantes, concentrada en lo que sucedía en el resto del tren. Escuchaba con mayor claridad cuanto acontecía, y terminé relatándole a Díaz que Ballesteros parecía ya fuera de peligro.
- Ahora sí, es el momento de irme. - le dije con una tenue sonrisa. - Aproveche para descansar, esto no ha hecho más que empezar. - añadí de forma desenfadada, olvidándome por un momento de que era mi superior. - Buenas noches, Señor Díaz.
La despedida de la señorita Ruiz, cuando abandonó mi compartimento, fue corta y concisa, incómoda quizás. Por su parte, unas pocas palabras, y por la mía apenas un asentimiento y el mismo consejo que ella me ofreciera. Después, tan sólo quedé con la compañía de la soledad y del silencio, y de todos aquellos pensamientos que me acosaban desde que dejase atrás el ejército para sumergirme en aquel mundo de espionaje e investigaciones en que me sentía tan fuera de lugar. Cómo añoraba los tiempos en que todo estaba claro, cristalino como el cielo despejado, en que a un lado se situaban los aliados, al otro los enemigos, y todo se resolvía abiertamente, con las cartas sobre la mesa.
Me costó conciliar el sueño, motivo por el que tuve que darme una ducha a altas horas de la madrugada, ya con el tren nuevamente en marcha. Aguardando a que el cabello se me secase del todo, dediqué mi tiempo a reorganizar mi equipaje y equipo, asegurándome de guardar convenientemente a Tizona en un lugar lo bastante discreto. Estaba seguro de que no era buena idea llevarla encima al día siguiente, pues podía haber múltiples controles a nuestra llegada, de modo que me tomaría aquella jornada como un período de planificación y reorganización, ya que nos reuniríamos con el otro equipo. Ardía en deseos de comprobar los avances de nuestros compañeros.
Finalmente, logré descansar medianamente bien, lo suficiente para no arrastrar un aspecto deplorable y contar con fuerzas para una nueva jornada. Me reuní con los demás en el vagón restaurante para un rápido desayuno y nos dispusimos a continuar con el itinerario, no sin poder aprovechar para descubrir que la jornada anterior y nuestro aparentemente poco fructífero intento de la noche anterior no había resultado baldío del todo. Ballesteros había logrado regresar a su compartimento sin contratiempos ni sospechas, cubriendo con ello nuestras huellas, y el traidor había perdido a uno de sus guardaespaldas en el incidente y el otro se encontraba, al menos por el momento, desarmado. Eran buenas noticias. No todo lo buenas que habíamos deseado, pero un paso adelante.
No está mal. -Comenté discretamente mientras disfrutábamos de un aperitivo a la espera de tomar un tren que nos llevaría hasta el pueblo- Hoy sabemos más que ayer, y hemos debilitado a nuestro enemigo. Bien es cierto que le hemos puesto sobre aviso de que "alguien" anda tras sus pasos, pero desconoce quién, y que no nos hayamos descubierto sigue siendo algo bueno. ¿No cree, De La Cierva? -Pregunté a nuestro superior, tratando de hacerle partícipe, antes de dirigirme a los demás- Señorita, caballeros, debo felicitarles. Lo de anoche no fue un éxito, mas tampoco un fracaso, y demostraron saber desenvolverse. Hoy estamos más cerca de nuestro objetivo, pero no se confíen. En adelante, las cosas pueden ponerse mucho peor. -Les advertí, evitando de alguna forma la mirada de Ruiz, pues aún sentía cierta incomodidad tras los acontecimientos de la noche anterior.
Nadie quiere aportar nada más, señor Ballesteros, Doctor Fischer?
Las palabras del Capitán Azor estaban bien escogidas y se notaba que estaba acostumbrado a soltar aquellas frases ensayadas que debían infundir valor y determinación en las tropas a su cargo, pero Germán no creía ni una sola. Más aún... ni siquiera creía que el propio Álvaro Díaz de Vivar las creyese. Lo de anoche había sido una chapuza. Y Ballesteros se sentía responsable. Se había pasado de listo y de impulsivo. Sabedor de su don pensaba que extraer algo de un camarote siendo invisible e intangible era tan sencillo como quitarle un caramelo a un niño. Pero no. El niño se las sabía todas y la trampa que había colocado le había pillado completamente desprevenido haciendo saltar las alarmas como un atracador principiante. - Mal, Ballesteros... muy mal.
El asunto de las armas de energía se los había puesto de corbata y ahora no solo era consciente de cuán difícil iba a ser obtener los viales del virus... sino que también lo era de que aquella misión era efectivamente potencialmente letal incluso para alguien como él. Poca broma.
Mientras el Capitán hablaba, el bibliotecario escrutaba de soslayo la expresión de De la Cierva. Si había algo que le molestaba más aún que morir... era defraudar a aquel hombre que tantas esperanzas había depositado en aquel ecléctico grupo.
- Entendido, Capitán. - rubricó marcialmente, intentando enmascarar sus dudas. - Y mañana será otro día... - acabó susurrando casi para sí, como una cita de la inmortal Vivien Leight en Lo que el viento se llevó para hacer entender a si mismo que aun quedaba mucho por hacer.
Los vagones ascienden lentamente, con tranquilidad. La noche sucede al día, y podéis ver a lo lejos el hotel iluminado. Es un hotel que emula las casas de montaña suizas. El recinto es bastante extenso por lo que podéis apreciar.
Notáis que vuestro objetivo suspira cierto alivio al acercarse al hotel, aunque sigue muy nervioso. La situación se ha tornado algo más peligrosa para su seguridad. Lo habéis debilitado y mucho.
Pero las cosas en el pequeño tren parecen ponerse más interesantes, parte de los invitados no suben al hotel por lo que ahora sólo quedan los que asistirán a la fiesta de Navidad. Notáis que no sois los únicos que parecen prestar atención a vuestro objetivo. Hay otros que no le quitan los ojos de encima, alguno de una manera más descarada que otros. Puede ser que porque saben que ha sido el causante de la trifulca de disparos de la pasada noche...o puede que haya algo más.
Tirada de Percepción (Oculta).
Tirada oculta
Motivo: Percepcion
Tirada: 1d100
Dificultad: 82-
Resultado: 57 (Exito) [57]
Te dejo la tirada y hago post con lo que me digas ^^
No tenía forma de saber si mis palabras habían calado realmente en el ánimo de los hombres, así como la mujer, a mi cargo. Incluso en eso resultaban más sencillas las cosas en mis tiempos del ejército. En la Milano, tras un largo periodo de adiestramiento e instrucción, conocía cada gesto de cada rostro de quienes estaban a mis órdenes. Ahora me encontraba rodeado de desconocidos e inmerso en un mundo en que las apariencias valían menos que papel mojado.
De modo que tan sólo me quedó apelar a mi propia esperanza, y dedicarme a continuar con nuestra pantomima habitual, comportándome como si aquel no fuera más que un viaje de corte oficial, un "negocio" estatal. Contemplé el hotel al que nos dirigíamos, o más bien el complejo, pues tenía considerables dimensiones, y me pregunté cómo le habría ido al otro equipo. En el fondo, deseaba poder disfrutar de una copa junto a Silva, y compartir impresiones con calma durante una agradable velada. La calma antes de la tormenta, una buena costumbre previa a la batalla. Ya no éramos soldados, no luchábamos en una guerra abierta y digna, cara a cara con el enemigo. Pero, aún así, seguíamos sin poder dejar la lucha atrás.
Parece que alguien ha llamado demasiado la atención... -Murmuré por lo bajo a mis acompañantes, dado que nuestro objetivo parecía ser blanco de demasiadas miradas. Era muy posible que una parte de ellas se debieran al escándalo de la noche anterior, considerándole culpable de nuestro retraso y del alboroto. Por fortuna, parecía que nosotros habíamos quedado libres de tales acusaciones y sospechas. Pero también era muy posible que una parte de aquellas miradas se debieran al interés por su "equipaje"- Señor Ballesteros, si nuestro... amigo, decide dejarnos, quizás sería buena idea que alguien le siguiera "discretamente" y a distancia. Necesitamos saber si establece contacto con alguien. Por supuesto, la experiencia nos ha demostrado que es mejor que no se acerque a él. -Indiqué al bibliotecario, que a buen seguro estaría deseando resarcirse tras el revés de la noche anterior- Los demás quizás deberíamos buscar al otro equipo, y dado que estamos a las puertas de una fiesta, propongo trasladarnos al bar a tomar una copa. Estoy convencido de que nuestros amigos nos encontrarán allí.
Tirada oculta
Motivo: Percepción
Tirada: 1d100
Dificultad: 100-
Resultado: 4 (Exito) [4]
Las horas siguientes a aquel accidentado intento de obtener el vial resultaron un tanto extrañas. Terminé retirándome del compartimento del Señor Díaz, después de que este me ofreciera una exigua respuesta a mi despedida. Me pareció que se sentía incómodo, pero quizás no se trataba de todo lo sucedido, sino de que mi presencia en su dormitorio se estaba alargando demasiado. Así, me fui sin decir nada más y me dispuse a descansar un rato que resultó ser mucho más breve de lo que me hubiera gustado. Me despertaba cada poco pensando en todo lo que el Gobierno me podría arrebatar si aquello no salía bien, lo que incluía la vida de mis padres. Esperaba que aquella fuera la última de las medidas que tomaran, aunque no tenía manera de saber aquello, y aunque así fuera; podían convertirme en una desgraciada de un modo muy sencillo. No, no podía volver al silencio.
Por suerte finalmente pude relajarme un poco y dejar aquello a un lado. Estaba haciendo lo que me habían pedido, y si bien el Gobierno no era de fiar, sí lo parecían quienes en su nombre estaban orquestando aquella operación. De la Cierva era un elitista que parecía estar jugando a las guerrillas, pero no parecía ser un mal tipo, como tampoco lo parecía Díaz, aunque diera la impresión de que la última vez que realmente se había divertido con algo fuera cuando aquel bigote que descansaba en su labio superior no era mas que una incipiente pelusilla.
Cuando nos reunimos al día siguiente ni siquiera acerté a pronunciarme. Asistí a lo que los “altos cargos” tenían que decirnos, llamándome especialmente la atención el que el líder del equipo nos felicitara. Cierto era que con cómo habían resultado finalmente las cosas habíamos obtenido una pequeña ventaja, pero también habíamos puesto al enemigo sobre aviso de algún modo. Sonreí de manera tenue, aunque sin atreverme a mirar a Díaz más que un segundo. No nos encontrábamos ante el mejor de los escenarios, pero que quien nos capitaneaba prefiriera ver el vaso medio lleno me pareció algo positivo.
Me retiré en cuanto se nos permitió, pasando gran parte del día leyendo, hasta que llegó nuevamente el momento de reunirme con los demás. Mi equipaje ya había sido enviado al hotel, y no había optado por llevar ningún arma encima, pues no quería arriesgarme a ser descubierta. Con un atuendo sencillo en el que predominaba el negro y el abrigo en mis manos, me acerqué a quienes ya habían llegado. Me quedé unos instantes mirando por las ventanas, viendo a lo lejos aquel hotel de ensueño al que nos dirigíamos. No me pasó desapercibida la presencia del enemigo ni su nerviosismo, así como el que parecía ser el centro de varias miradas, algo que Díaz pronto nos señaló.
Fue tras ello cuando procedió a dar instrucciones, señalando a Ballesteros que siguiera a cierta distancia al objetivo si era preciso, mientras que al resto nos instaba a contactar con el otro grupo en el bar del hotel antes de la cena.
- Tendré que cambiarme para esa cena, pero intentaré acudir al bar cuanto antes. - le dije a Díaz, no costándome ya tanto mirarle, aunque me sonrojé ligeramente al reparar en el contenido de mis palabras y en su relación con aquel vergonzoso momento del día anterior. - Quizás suene poco profesional, pero... Esta noche es Nochebuena. ¿Tendremos ocasión de hablar con nuestros seres queridos? - le pregunté tanto a él como a De la Cierva. - Lo contrario levantaría sospechas, al menos en mi caso. - añadí, consciente de que mis padres se preocuparían de no tener noticias de mí.
Tirada oculta
Motivo: Percepción
Tirada: 1d100
Dificultad: 100-
Resultado: 88 (Exito) [88]
Los ojos del doctor estaban hinchados y cansados, denotando que no había pasado una buena noche. Tras el incidente apenas había conciliado el sueño, atento por si sus imprudentes compañeros emprendían alguna otra acción pero aunque intuía que no iban a emprender ninguna otra incursión, no logró relajarse lo suficiente. El alemán pasó gran parte del viaje que les quedaba nostálgico, mirando el paisaje nocturno por la ventana del camarote mientras recordaba viejos tiempos en lo que él mismo era el protagonista de esas acciones temerarias e irreflexivas tan propias de la juventud y las almas inquietas.
Leopoldo vestía hoy de una forma más casual, llevaba una camisa a cuadros bajo un jersei azul de cuello redondo, pantalón de pana oscuro y una gruesa chaqueta larga de color marrón y con forro de borrego en el interior. Y junto a la indumentaria, una expresión seca y adusta dejaba ver claramente lo molesto que estaba por las acciones del grupo la noche anterior. En ningún momento el alemán rompió el silencio, recelaba de la decisión encomendada a Ballesteros dados los resultados obtenidos en la noche anterior pero no dijo nada – el riesgo merece la pena – pensó para sí mismo, autoconvenciéndose de que era algo que debían hacer si querían tener toda la información posible para elaborar un plan a posteriori. Sin embargo, la idea de ir a por una copa le pareció más acertada.
Con la llegada del día un sol luminoso parecía abrirse camino a través de las montañas, sin embargo en el corazón de Germán Ballesteros seguía pesando el fracaso de la noche anterior. Lo que había restado de oscuridad apenas pudo descansar hasta que, a eso de las cuatro de la mañana se acercó al vagón bar a meterse un lingotazo de cognac. Con el calor del alcohol corriendo por su estómago se dirigió de nuevo a su compartimento y por fin cayó en brazos de Morfeo. Pero ahora volvía a estar "de servicio" así que había que centrarse en lo que tocaba.
Con un gesto seco de asentimiento se dispuso a obedecer las indicaciones del Capitán. Efectivamente, para poder seguir al objetivo él era el más indicado. Quizá de ese modo consiguiera resarcirse y exorcizar los fantasmas que le rondaban la cabeza.
- Allá voy. - aseveró. - Por favor... háganse cargo de mi maleta y me reuniré con ustedes en el bar más tarde.
El bibliotecario se metió en el baño del tren para poder transformarse fuera de ojos curiosos. Invisible e intangible. Traje de tejido coherente y los puñales que De la Cierva había dispuesto para alguien con sus habilidades. Con ello poco podría hacer contra armas de energía pero cualquier precaución era poca y aquellos a los que se enfrentaban no se andaban con chiquitas.
Tirada oculta
Motivo: Percepción
Tirada: 1d100
Dificultad: 76-
Resultado: 14 (Exito) [14]
Ballesteros desaparece para vestirse de manera más adecuada y controlar al sujeto. El resto se mantiene en sus posiciones esperando llegar al hotel y para prepararse para la cena. Parece que será una noche interesante...
Cambiamos de escena :)