La Orden de Merlín rara vez se hacía esperar. Cuando necesitaban a alguien tenían el poder necesario para hacerle acudir a su presencia sin importar la distancia. Cualquiera lo bastante competente como para resistirse a su llamada era, casi invariablemente, clasificado como "problema a resolver" y aunque la Orden estaba lejos de la cúspide de su antiguo poder contaba con unas capacidades más que suficientes para lidiar con casi cualquiera. Aún así, preferían con mucho no mancharse las manos.
La organización, que en su día se había extendido por todas las Islas Británicas, había ido perdiendo terreno con el paso de los años frente a un número creciente de enemigos. Su ancestral servicio a la corona se veía ahora obstaculizado por toda suerte de organizaciones mortales que, las raras veces que percibían su presencia, les tomaban por enemigos del régimen.
Swansea era el último reducto de la Orden. Ya no había otro lugar al que huir lo que hacía a los hechiceros enorgullecerse de una hipotética resistencia final sin nada más que perder frente a un enemigo que, en realidad, no se molestaría en ir a buscarles hasta allí.
Bayhas Al Rashid permaneció en silencio en la cámara. Las paredes estaban hechas de bloques de piedra desgastados por los siglos pero los límites de la habitación apenas se vislumbraban en los límites de las velas que había repartidas por el suelo formando un pentáculo. Lo único que podía verse con claridad era una enorme espada en el suelo. Tenía las guardas doradas y estaba adornada profusamente con grabados por toda su superficie.
-Si nuestros fundadores supieran que el Gorchymyn Myrddin acabaría recurriendo a un miembro de la casa Al Rashid se revolverían en sus tumbas-el que hablaba sonaba como si hablara con dos voces distintas pero simultáneas-Pensándolo bien, probablemente lo saben pero no pueden hacer nada al respecto: mala suerte.
El que había hablado surgió de entre las tinieblas como una visión de pesadilla: un esqueleto con la cornamenta de una cabra montesa. Vestía un traje negro con corbata. La Orden era bastante estricta con el protocolo.
En 1893, el hechicero Nicholas Sufflebotham padecía tuberculosis en fase terminal. Viendo llegar el final de sus días pero todavía no preparado para el último viaje, Nicholas pactó con un demonio llamado Nicodemus para que le mantuviese con vida a cambio de cierta servidumbre terrenal.
Aquel pacto había permitido al mago sobrevivir a la enfermedad aunque su cuerpo mortal no tardó en deteriorarse y corromperse para adaptarse a su nuevo ocupante o, más bien, "compañero de piso". Ahora, todos llamaban al mago "Old Nick".
-Hemos oído que querías hablar con nosotros, Al Rashid. Es una interesante coincidencia que nosotros también quisiéramos verte. Mis hermanos no tardarán en venir.
Con pasos lentos, el mago-demonio se acercó hasta la espada.
-¿Sabes qué es esto, Al Rashid?
Bayhas, ¿cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué quieres preguntarle a la Orden?
Ah, has visto una espada como esa recientemente. Concretamente, en el móvil de Cleo:
Owain hace su aparición. Es alto (más de dos metros), musculoso y bien formado, de piel oscura. Lleva una corona dorada llena de inscripciones, un smóking negro sencillo y una enorme espada de aspecto antiguo con empuñadura dorada al cinto.
¿Qué vas a hacer?
Era un poco perturbador ver cómo las llamas de la chimenea se ponían de color verde. Sobre todo porque la chimenea no estaba encendida previamente. Pero el Gorchymyn Myrddin era así: muy teatral. Tan pronto como el fuego comenzó a crepitar, el Eifrit Min Alkhashb salió huyendo, tirando un par de sillas. Después, en las llamas se manifestó un rostro que habló con voz crepitante: "¡Bayhas Al-Rashid, el Gorchymyn Myrddin reclama tu presencia!". Con un suspiro, Bayhas dejó el libro que estaba estudiando en una mesita, se puso una corbata y una chaqueta, y después saltó dentro de las llamas de su chimenea.
Se materializó en una especie de oquedad con un parecido inquietante a un sarcófago y avanzó en la oscuridad hacia una luz que se veía frente a él. Las paredes eran de piedra, y la luz provenía de un grupo de velas que formaban un pentáculo rodeado de un círculo en el suelo.
La voz que resonó en la cavernosa sala le provocó un escalofrío, pero se obligó a responder. - La necesidad y el destino nos obligan a formar extrañas alianzas... Old Nick. - Se dio la vuelta, obligándose a mirar hacia el hombre que un día fue Nicholas Sufflebotham. No era sencillo acostumbrarse a la visión de su rostro cadavérico. Curiosamente, lo que más le inquietaba a Bayhas es que el delgado cuello al final no pudiera sujetar esa tremenda cornamenta y se partiera como una ramita, con un sonido húmedo y espeluznante.
La pregunta de Old Nick le hizo mirar hacia el suelo. Interesante. - Se parece mucho a la espada de Owain, el Rey de los Dragones.
Obviamente, he llegado teletransportándome a través de la chimenea. En mi caso, no sé el hechizo, pero estos jodíos de la Orden de Merlín sí lo conocen. Y me envían mensajes a través de las llamas.
Quiero saber qué es lo que saben de los rakshasas y de su relación con el ataque a la boda.
Y lo que voy a hacer ahora es esperar a que llegue todo el mundo y preguntar amablemente lo que he venido a preguntar. Y responder a lo que me pregunten, con aún más amabilidad.
-La espada de Owain, sí: Cleddyf y Brenin, la Ex-Ca-Boor de los celtas, entregada al Primer Caudillo de Avalon y primero de su nombre: Excalibur.
El que había hablado era un hombre con bombín y chaleco que surgió de la oscuridad. Era Alun, Bibliotecario de la Orden.
-Pero es una copia. El oro y las joyas son auténticos para engañar a los incautos e incluso tiene un par de encantamientos menores pero ésta espada tiene menos de diez años de antigüedad.
Hizo una pausa juntando las puntas de los dedos.
-¿Tú sabes dónde está la auténtica Excalibur?
Para marcarte facción deberás emplear un movimiento de facción. Quizás quieras Investigar Un Lugar Poderoso (¿dónde diablos estás?), los otros dos no parece que cuadren mucho aquí.
¿Qué les contestas? Puedes intercalar tus propias preguntas.
Cuando Alun apareció, hablando de Excalibur, Bayhas se volvió ligeramente hacia él. El joven mago se preguntó cuántos más miembros del Gorchymyn Myrddin estarían ocultos entre las sombras.
También se preguntó dónde estaban físicamente. Sabía que la orden tenía varias sedes y escondites, pero esto parecía especial. Antiguo. El peso de generaciones de magia le daban a la atmósfera del lugar una calidad especial. Un cierto peso, que se sentía en los huesos, como si se encontraran en el fondo de una fosa marina abisal.
- Si nos ceñimos a los hechos, lo que yo sé es que Owain llevaba este fin de semana una espada en apariencia similar a esta. Y que la seguía llevando la última vez que lo vi. - Miró al bibliotecario a los ojos. - Eso no quiere decir que la suya sea la auténtica, claro está, así que quizás la suya también es una falsificación. - Sonrió ligeramente, una sonrisa fina. - ¿Lo es?
Motivo: Investigar un lugar poderoso
Tirada: 2d6
Dificultad: 10+
Resultado: 11(+1)=12 (Exito) [5, 6]
Saco la tirada de Investigar un Lugar Poderoso. Puedo hacer una pregunta sobre esta facción, y la pregunta va a ser... ummm... ¿Puedo esperar a ver qué me preguntan/piden ellos? Me interesa saber dónde estoy, pero también me interesa saber la relación de la orden con los rakshasa.
-La espada de Owain es la auténtica Excalibur, sí, arrebatada a Owain Lawgoch después de su muerte en 1378. Parte del Tesoro del Dragón. Una chuchería muy apetecible, desde luego. El viejo cabrón no quería soltarla a pesar de que se apropió de ella robándola.
A medida que hablaba, Alun hacía aparecer imágenes espectrales de libros e ilustraciones históricas. A pesar de que se vanagloriaba de no necesitar la tecnología actual, resultaba irónico que sus sortilegios de trabajo resultaran tan similares a un buscador de internet.
Las imágenes que creaba el bibliotecario emitían una trémula luz que iluminaba un poco más allá del límite de las velas. Bayhas vio brevemente un par de arcos de piedra en la oscuridad: estaba en las profundidades de la tierra, bajo el Castillo de Swansea.
-Y la tenía el día de su boda-Alun chasqueó la lengua y miró por encima de sus gafas a Bayhas-pero después del incidente, Owain desapareció. Esta copia nos llegó a nosotros como si fuera la auténtica.
Márcate Poder.
Joer, qué tiradas estáis sacando todos.
-Queremos que encuentres la auténtica Excalibur.
La mandíbula esquelética de Old Nick subía y bajaba como si fuera una marioneta.
-Esa espada no debería estar en manos de un dragón.
¿Puedo esperar a ver qué me preguntan/piden ellos?
Supongo que esta no era la pregunta que querías hacer por tu movimiento con éxito (sería genial, ¿verdad? "La respuesta es que sí, sí puedes") pero ahora que ya sabes lo que quieren de ti.
Puedes hacer esa pregunta.
- Hablando del incidente... - dijo Bayhas, suavemente. El incidente en el que casi me vuelan la cabeza - Últimamente hay muchos rakshasas por Swansea. Y hay quien los vincula con el Gorchymyn Myrddin, es más, dicen que los habéis invocado vosotros para atraerlos a nuestra hermosa ciudad. - Miró a sus dos interlocutores. - ¿Son ellos los que os trajeron la espada falsa?
Los sótanos del Castillo de Swansea transmitieron el eco de los pasos de Bayhas, que se acercó a las velas que estaban en el suelo y examinó el dibujo esotérico que formaban, con una expresión de interés profesinal. Sin mirar a ninguno de los dos magos, preguntó. - Y lo más importante en todo este asunto... ¿qué gano yo con todo esto? Entiendo que recurrís a mi porque si algo sale mal, podéis negar que un Al Rashid haya tenido nada que ver con los herederos de Merlín... pero por el mismo motivo, me gustaría saber qué saco yo en claro por arriesgar mi cuello tratando de arrebatarle a un dragón una parte de su tesoro.
Alun pareció molesto por la implicación:
-Nosotros no trajimos a los Demonios de Oriente: fue Bleeder Braddock.
El bibliotecario suspiró:
-Para ser un simple mortal, Tim Braddock causaba una cantidad inaceptable de problemas. Sus nefandos apetitos tenían revueltas las calles pero su fachada mortal le mantenía a salvo de represalias. Perdimos muchos recursos humanos por su sed de sangre que, irónicamente, ni siquiera era vampírica. A los no muertos se les puede controlar más fácilmente.
Un par de gráficas de víctimas por fechas se materializaron frente a él. Asesinatos y desapariciones por días, semanas y meses. Muy perturbador.
-Nos sorprendió descubrir que su sed de poder era aún mayor. Quería ser algo más que un simple humano. Uno de los inmigrantes que acogía resultó ser la avanzadilla de los rakshasas. Creyó que podría emplearles para ganar poderes mágicos.
Las gráficas bajaron a cero bruscamente. A continuación, se desvanecieron.
-Le engañaron. Ahora Braddock es historia y los rakshasas campan a sus anchas.
Alun se quitó las gafas y las limpió cuidadosamente con un pañuelo.
-No todos los demonios de Oriente son intratables. Conseguimos esta copia de uno de ellos, Yibul, un perista que siempre saca tajada de todo. Según dijo, era material "caliente" y no quería quedárselo.
La calavera emitió un ruido mezcla de resoplido y crujido: una risita.
-Para ser un mago tan joven y dotado, tienes muchos enemigos, Al Rashid. ¿Te gustaría librarte de alguno de ellos?
Tú les traes la Excalibur auténtica, ellos liquidan a un enemigo tuyo. ¿Qué opinas?
Creo que esto encaja muchísimo mejor con tu movimiento de corrupción...
Braddock. El finado dueño del Dragon Hotel. Tenía todo el sentido del mundo, y arrojaba una serie de preguntas sobre su final a manos de una "turba enfurecida". El misterio de los rakshasas quedaba parcialmente resuelto, siempre que el Gorchymyn Myrddin dijera la verdad... y solían hacerlo, pues se sentían poderosos e invulnerables.
Anotó mentalmente el nombre de Yibul y se prometió tenerlo en cuenta; Yakub era un gran proveedor de material y conocimiento, pero no lo podía encontrar todo.
Old Nick dio con la clave del asunto. - Me gustaría mucho librarme de varios enemigos. - dijo Bayhas, despacio. - Y a la mayoría podría destruirlos por mi cuenta, con un poco de habilidad y suerte. - miró a Old Nick, el inquietante esqueleto trajeado que le ofrecía un pacto faústico. - Los únicos de los que no me he podido librar ha sido... de los Hashshashin. - Sonrió. No era poco lo que pedía.
Pero después de todo, le estaban pidiendo que recuperara a Excalibur del tesoro de un dragón. Del Rey de los Dragones, nada menos.
La calavera cornuda siseó de nuevo, divertida. Esta vez habló con una sola voz, algo rasposo e inquietante.
-¿Los Hashshashin? No puede decirse que tengas mal gusto eligiendo a tus adversarios. El valor de un hombre viene dado por el de aquellos que le quieren dar de comida a los gusanos.
Asintió lentamente.
-Averiguaré los nombres verdaderos de los perros que te siguen el rastro, Al Rashid. Uno por uno incluyendo a sus familias, una generación arriba y otra abajo. Cuando nos entregues esa espada...
Chasqueó los dedos. Sonó como si se rompiera los huesos.
-... morirán. Todos ellos.
Me gusta el plan. No he tenido tiempo para sacártelos y que te causen problemas todavía pero todo se puede arreglar... Tienes un trato entonces.
Imaginad por un momento que os diagnostican una enfermedad degenerativa. Una de esas incurables. Imagina que te dicen que, tarde o temprano, te producirá la muerte, de forma inevitable. Puede ser incluso que esa enfermedad tenga un componente genético. Puede que la veas como una maldición familiar.
Y ahora, imagina que te dicen que pueden curarte. De forma definitiva. Con un simple chasquido de dedos descarnados.
Así es como se sintió Bayhas ese momento. Porque la mejor forma de pensar en los Hashshashin era como en un cáncer que se te iba a llevar tarde o temprano.
Podía ser mentira. Podía ser que Old Nick o de hecho nadie en el Gorchymyn Myrddin pudiera hacerlo. Pero... ¿y si podía?
Si podían, era la única forma de librarse de ellos con visos de hacerse realidad.
- Tenemos un trato. - dijo Bayhas, simplemente.
¿Me anoto un punto de corrupción por hacer un trato con una entidad sobrenatural y temible, verdad? ;)
Uno gordo, sí. De esos de hacer un circulito en la ficha y ponerle cuernos y cola...
Ok. Me lo tatúo en el brazo.
Me había olvidado de poner esta escena visible. Creo que no me dejo ninguna.