Partida Rol por web

La ciudad estaba más oscura que antes. La mayoría de las farolas habían reventado y el suministro eléctrico era irregular en el mejor de los casos. Olía a polvo como si todo estuviera en obras,  a polvo,  a cables quemados y tuberías rotas. 

Orion tenía frío. Las heridas estaban curando pero se sentía desvalido por primera vez en muchos años. Le habría gustado atiborrarse de cerveza pero los pubs estaban cerrados. La caza era más simple ahora pero carecía de la excitación que le proporcionaba la ciudad nocturna. Ahora era como pasear por las tripas de un cadáver que se enfriaba mientra las pulgas y las garrapatas salían corriendo. 

¿Qué vas a hacer?

La noche siguiente a la de la explosión Orion trató de regresar al epicentro de la catástrofe. Estaba bastante al norte de Swansea y, muy pronto, se dio cuenta de que iba a ser tarea harto difícil poder investigar el lugar sin terminar topándose con la policía, la gente de Owain o ¡joder, los putos RedBeats! ¿Qué coño hacen aquí esos nazis de mierda?

Sin el apoyo de su gente, herido y con sus compañeros hospitalizados lo último que deseaba era tener gresca con aquellos descerebrados. Con toda seguridad se habrían armado hasta los dientes con artilugios bastante dañinos. No, de estos hijoputas tendremos que encargarnos más adelante, se convenció antes de dar la vuelta y regresar por donde había venido.

Envió un mensaje a Amethyst con la esperanza de tener alguna noticia sobre ella. Estaba realmente preocupado y deseaba con todo su reseco corazón que su socia hubiera salido de la ciudad aquella misma noche que se despidieron. Aunque, egoístamente, rezaba porque volviera a su lado; que apareciera de repente tras una esquina y le abrazara. Sí, claro, ¿cuándo ha hecho eso Amethyst con alguien, mariquita? Menuda paja mental...

De los grupos de poder que conocía en Swansea solamente podía acercarse ahora mismo a los de su propia especie. Zarek era demasiado ajeno a los acontecimientos. Los rakshasa se lo comerían vivo antes de que abriera la boca y no conocía a ningún mago aparte de Bayhas y aquella wiccana loca de Gabrielle Kovak.

Antes o después había que acercarse a la guarida de la bestia, se dijo. El Dragon Hotel no había sido oficialmente inaugurado pero, sin duda, Eva von Masoch ya habría instalado su tela de araña en la suite presidencial.

Vamos allá, Orion. Espero que no te corras muy pronto cuando la veas. A ver si logramos mantener un poco la compostura...

Orion aporreó de nuevo la pesada puerta metálica. Las obras de restauración del Dragon Hotel incluían una sólida tapia alrededor con cristales para evitar que se colara nadie. 

No hubo respuesta. Era difícil saber si pasaban de él o no le oían pero cuando empezaba a considerar saltar la tapia, un click a sus espaldas le hizo darse la vuelta. 

-Anda, qué curioso- un tipo encapuchado con pinta de delincuente juvenil miraba su móvil mientras mascaba chicle-Tío, no sales en las fotos. Yo me lo haría mirar, que igual es algo grave...

Y tanto. Al capullo de la capucha le acompañaba un buen puñado de compinches armados con cadenas, barras de hierro y cuchillos. Todos llevaban sudaderas con el logo de moda en Swansea.

RedBeat. 

Mierda, mierda, mierda. 

Sin decir una palabra y empleando una rapidez inhumana, el vampìro arrebató el móvil de las manos al cabecilla y, de camino, le rompió unas cuantas falanges de los dedos.

A continuación le dio una patada en el plexo solar que le envió como un proyectil de 70 kilogramos contra algunos de sus compañeros más adelantados, abriendo un hueco por el que pretendía escapar de ellos.

No tenían ni puta idea de táctica, tan solo eran una pandilla de neonazis que creían poder machacar a un vampiro tirillas. Aquella escoria no era rival para él, pero si ocultaban algún arma especial o uno de ellos resultaba no ser lo que aparentaba, aquello podría complicarse y demorarse lo suficiente para que acudieran más ratas o incluso gente peor.

Orion emitió un espantoso rugido al mismo tiempo que su boca se llenaba de colmillos y su rostro se deformaba en la mueca de un monstruo de pesadilla.

—ESTA NOCHE VAIS A DORMIR CALENTITOS, HIJOPUTAS —aulló con una voz diabólica.

Dio un salto encima del grupo de caídos y mordió a través de una capucha hasta oír el agudo grito de dolor de uno de los RedBeat. Tiró con fuerza y en sus fauces quedó colgando tela, cabello y piel como un jirón sanguinolento que escupió de inmediato.

Agarró a otro de los chicos, qué joven es este mierdecilla, ¿no? y le hundió el puño en el estómago con tal violencia que la columna emitió un crujido. Lo tiró al suelo a unos metros de él y buscó el hueco para huir de allí. Todo había sucedido tan rápido que los RedBeat todavía no habían tenido tiempo de sentir miedo del vampiro, de modo que trataban de cerrar filas sobre él.

Eligió a un chico negro muy alto que portaba una cadena y que estaba todavía decidiendo si blandía el arma antes de atacar o si cargaba contra el vampiro y luego lo aporreaba. La duda le costó que Orion le utilizara de trampolín para dar un salto sobrehumano que le proyectó fuera del círculo de de atacantes. Las clavículas del joven se quebraron con el impacto.

Por un momento se giró hacia el grupo. Sentía la llamada de la sangre: no son tantos... vamos a divertirnos un poquito; a liberar tensiones.

Pero el sentido común se abrió paso desde algún rincón oscuro y le hizo ponerse en movimiento en dirección opuesta a los RedBeat. Ya habrá otra noche para esto.

De pronto se dio cuenta de que tenía el móvil del bastardo aquel, pero la pantalla se había bloqueado sola. Seguro que se desbloquea con la huella dactilar de ese mamón... ¿Y si vuelvo y le arranco los pulgares? La idea iba resultando ser cada vez más atractiva.

Mejor no me voy muy lejos de aquí...

Aunque quedarse a reventar cabezas era muy tentador, Orion salió por piernas con la velocidad del viento.

No era un subidón de adrenalina. Los no muertos no tenían esas cosas. Era algo más fuerte, más chungo, algo que se liberaba cuando corría la sangre, cuando la canción de la violencia y el dolor sonaba a todo volumen. Era como si por sus venas corriera gasolina encendida mezclada con café del bueno.

La sonrisa que le cruzaba la cara se le borró cuando chocó contra un obstáculo. Notó dolor en una pierna al tropezar y caer pero estaba tan frenético que dio una voltereta en el aire y aterrizó de pie con los puños en alto deseando con todas sus fuerzas que fuera otro grupo de aquellos mamones para dejarse llevar y pintar un edificio entero con su sangre.

Estaba delante de un pub. La puerta estaba arrancada de cuajo como si le hubieran pegado un cañonazo. En el hueco había una enorme figura amenazadora:

-Putos ladrones, ¡soltad eso!

Reconoció al que había hablado: era el mostrenco que le había parado cuando vino a investigar el hotel, el nuevo juguete de Eva. Era grande como un armario y tenía los ojos rojos y brillantes como los faros de un coche ¿Cómo se llamaba...?

Marcus el Vampiro.

Entonces vio aquello con lo que había tropezado: un barril metálico de cerveza, ahora tirado en el suelo y con una abolladura con la forma de su rodilla. Hacía juego con otro barril que un individuo enorme y peludo sujetaba bajo el brazo. Tenía toda la pinta de haberse encontrado cerrado el pub y, aún así, haber entrado a tomarse algo. Por las malas.

A aquel no lo tenía visto pero no parecía particularmente afable tampoco. Entonces recordó la descripción que le había dado Bayhas de su encuentro en el Palace. Entonces había pensado que el mago se estaba haciendo el interesante hablando solo.

"Mike" el Troll.

Orion estaba eufórico ante la posibilidad de un nuevo enfrentamiento, de modo que, en vez de tratar de aclarar inmediatamente quién era tanto a Marcus como a Mike, se colocó formando el tercer vértice de un triángulo bastante chungo. Trataba de decidir a cuál de los dos atacar primero cuando en su cabeza comenzó a sonar la melodía de una película muy conocida que había visto más de un millón de veces de pequeño con su padre...

En un momento dado y ante la posibilidad de que aquellos dos mostrencos tomaran la iniciativa, Orion, aún con el rostro horrendamente deformado se dirigió al trol y al vampiro.

—Markus, Mike, vamos a tranquilizarnos un poco todos. Vamos a liarnos aquí a hostias por un par de putos barriles de cerveza cuando podríamos desfogarnos un poquito con una banda de RedBeats que andan por aquí cerca —con mucha parsimonia y señalando a su bolsillo, comenzó a sacar lentamente el móvil que le había quitado al niñato—. Mirad, este móvil es de esa gentuza. Estaba pensando ir a pedirles amablemente el código de desbloqueo. Si me ayudáis yo pago los barriles y el arreglo de la puerta. Así ya no hace falta que os matéis entre vosotros mientras yo disfruto del espectáculo. ¿Qué me decís?

Dos cuellos gruesos como columnas se giraron en dirección a Orion que, de repente, deseó con todas sus fuerzas que su encanto natural no le fallase justo ahora.

Orion se erguió para tratar de impresionar a los dos rivales y trató de mostrarse relajado y confiado; pero ante aquellas dos moles parecía más bien un chacal hambriento.

—Bueno, ¿qué? ¿Os venís o no? —su vista iba de uno a otro, pero el trol parecía que iba perdiendo interés aceleradamente. Estos bichos son medio gilipollas. Por tanto, se fijó en la reacción de Marcus.

Mientras el troll se desvanecía rápidamente, Marcus clavó la mirada en Orion. Parecía de muy mal humor. 

-¿RedBeats?...

Resopló como un toro furioso. Era evidente que aquel nombre le traía malos recuerdos. 

-¡Vamos!

Los RedBeat se estaban reagrupando. Unos pocos más que habían estado por las calles cercanas buscando presas volvieron con el grupo principal. Entonces notaron una brisa helada. 

Marcus no era del tipo ágil y fuerte como Orion sino más bien del tipo músculos sobre los músculos tapando un núcleo de hormigón acorazado. 

Los dos vampiros cayeron sobre los RedBeat como dos tigres sobre un rebaño de ovejas. 

—HOLA, HOLA, MIERDECILLAS —rugió Orion de pie en el techo de un coche aparcado—. DEBERÍAIS ESTAR YA EN LA CAMITA. ¿NO SABÉIS QUE DE NOCHE RONDA EL COCO?

Mientras todos se giraban hacia él, una moto de gran cilindrada cayó sobre sus cabezas y, antes de que a los heridos les diera tiempo de gritar, Marcus apareció como un borrón oscuro que iba segando gente como si fueran trigo maduro.

Orion buscaba con la mirada al tipo del móvil y lo localizó junto al resto de heridos de la primer pelea junto a una ambulancia, sin duda "requisada", a la que los RedBeat le habían pintado su logo.

Se organizan bien estos hijos de puta. ¿Quién demonios estará tras ellos?...

Saltó del coche a otro y luego al techo de la ambulancia, aplastando las luces de emergencia. Con los heridos había siete personas, cuatro de ellos con uniforme de paramédicos que, inmediatamente, levantaron la vista al oír el estruendo. Uno de los RedBeat, mayor que el resto, se echó mano a la parte trasera de su pantalón buscando una pipa; pero el vampiro no le dejó terminar su movimiento: saltó sobre él aplastándolo contra el suelo con todo su peso. Los heridos comenzaron a gritar de puro pánico al comprobar que su pesadilla había regresado.

Orion golpeó a uno de los paramédicos y luego a un gorderas que intentaba atacarle por la espalda; ambos cayeron al suelo bastante maltrechos. Otro de los neonazis humanistas, con pinta del hincha del Westham se llevó una patada en los huevos que le haría no preocuparse jamás por los embarazos no deseados, ni probablemente por follar...

Una mujer joven ataviada con ropa de médico, guantes de látex y demás parafernalia se le encaró, demostrando un valor excepcional.

—¡Somos un servicio de emergencias! ¡No puedes hac...!

Orion le agarró la cara y estampó su cabeza contra el lateral de la ambulancia, provocando un ruido siniestro y dejando una mancha de sangre sobre el blanco inmaculado. La mujer cayó al suelo al mismo tiempo que el vampiro lanzaba una dentellada al cuello de otro de los paramédicos. El último sanitario, chillando de miedo, salió corriendo con tan mala suerte que se topó con Marcus que, en ese momento, usaba la pierna arrancada de un RedBeat como maza de guerra. Aquella mole ni siquiera se molestó en mirar a quien golpeaba y así, el paramédico terminó también por los suelos unos metros más allá, bien jodido pero vivo.

—HOLA CHAVALOTE —saludó Orion al cabecilla que tenía la mano derecha vendada y estaba sentado en el lateral de la ambulancia—. OHHH, ¿TE HAS HECHO PUPITA EN LOS DEDOS?

El chico, aunque trataba de mantener la compostura, empezó a mearse en los pantalones. Sus compañeros heridos lloraban y gemían de puro terror dentro de la ambulancia. El vampiro fue entrando también en el vehículo fingiendo preocupación con su rostro lleno de dientes y sus ojos amarillos.

A su espalda, tras haber puesto en fuga al resto de los RedBeats, apareció Marcus que todavía llevaba la pierna arrancada apoyada en su hombro derecho.

Al terminar la pelea, Marcus remató metódicamente a todos los caídos con precisos pisotones en cuellos y pechos que crujían como ramitas. Después, guió a Orion hasta su pub (ahora sin puerta) y le indicó una mesa donde interrogar al muchacho.

-No me queda cerveza-dijo con un gruñido desde detrás de la barra-¿Te gusta la Black Dragon^TM?

Trajo dos pintas rebosantes con sendos posavasos que colocó delicadamente sobre la mesa que empezaba a estar cubierta de manchas de sangre.

Con un gesto de asco, sacó un diente ensangrentado de su pinta. Lo arrojó con desprecio al RedBeat.

-Ten cuidado o vamos a tener un problema tú y yo-amenazó al muchacho al que Orion estaba masacrando.

El chico se llamaba Jason. En un intento por contener a Orion le había dicho cómo se llamaba, dónde vivía e incluso le rogó entre lágrimas que no lo matara: su madre estaba sola y enferma y tanto ella como su hermana pequeña dependían de él para sobrevivir. No tenía más de dieciocho o diecinueve años, aunque su corpulencia física le hacía parecer algo mayor.

A estas alturas ya no podía articular palabra alguna. El vampiro le había chupado hasta la última gota de la sangre que le quedaba en las venas después de haberle torturado durante un buen rato. Habría querido alargar aún más su tormento, para que la sangre tuviera el sabor intenso del miedo y del dolor; pero Jason perdió la conciencia cuando Orion le arrancó el dedo pulgar de cuajo para poder desbloquear el móvil y no la volvió a recuperar del todo nunca más.

Matarle había sido casi un acto de misericordia, pues el vampiro se había ensañado tanto con su cara y con su boca que Jason nunca habría podido volver a poder usar su vista y su olfato, y mucho menos tragar algo que no fuera con una sonda gástrica.

Después de escuchar a Marcus, Orion dio un largo trago a su pinta de Black Dragon que se mezcló en su estómago repleto de sangre, proporcionando un leve recuerdo de cómo era beber alcohol antes.

—Dile a Eva que tengo la respuesta a su problema —dijo con una sonrisa traviesa—. Que baje de su torre de cristal y que venga a verme. Pero no ahora. Ahora estoy muy ocupado con mis propios asuntos y en parte es "gracias" a ella.

Orion se bebió el resto de la pinta, cargó a el cadáver de Jason a su espalda y echó un vistazo por primera vez al local de Marcus.

—Bonito sitio. Me pregunto por qué nos atraerán tanto los bares a los vampiros... —cuando salía por la puerta se giró una última vez: —No se me olvidan ni los barriles ni la puerta.

Y así, guiñando un ojo, se perdió en la noche.