Partida Rol por web

De un salto Sika se incorpora y se dirige a su Casa. Bajo los pilares de la entrada, es casi una sombra. Desde allí, tras un momento, surge su voz. Vienes o no? No pareces muy inteligente, tal vez tenga realmente que explicarte todo...

Delenias aferra su Box y da unos pasos, temerosos al principio, pero decididos tras unos metros. Aunque Sika sea un poderoso guerrero de Oro, él también es un Santo. Joven inexperto, pero santo al fin y al cabo.

Mientras penetra en el recinto de la Cabra Dorada, la voz de Sika le habla. Las órdenes deben ser siempre cumplidas. Para algo son órdenes. Si el Patriarca da una orden y cada quien ante él la cuestiona, entonces... no tendría sentido que lo ordene. No habría orden. Tampoco podríamos juzgar a nadie, puesto que habrías dado de antemano permiso para desobedecer una orden. No habría Justicia.

- Mi justicia es la del Santuario. La de Atenea. Proteger al débil es solo un escalón, un pequeño paso en el verdadero sentido de los Caballeros de Atenea. Nuestra misión última es proteger a la Tierra, a los preceptos de la Justicia, y la Humanidad. Debemos entonces entender que el mejor capacitado para comprender toda la inmensidad de esa tarea recae en el Patriarca, y obedecerlo. Ciegamente? No, claro... pero puedo admitir que mis ojos no ven tan lejos como los de él.

Las sombras se alteraron alrededor de Delenias. Luchaba por ver al Caballero Dorado, pero sus cortos pasos lo llevaban más y más a la oscuridad. Te molesta que haya destruido a la Armadura de Argos. A mí también me molesta. El maldito Velo no me permitía distinguir lo que sucedía allí adentro; se encontraban en otro espacio temporal. Pero huía, y la orden era no dejarlo escapar. Interpuso la armadura y yo... hay fuerzas, pequeño, que no pueden detenerse una vez desencadenadas. No puedes detener una avalancha; no hay obstáculos que se interpongan en el camino de Excalibur. Soy consciente de mis limitaciones, porque solo así puedo superarlas. 

Un punto brillante comenzó a formarse frente a Delenias. Y tú puedes, pequeño? Una onda de presión se desarrolló, concentrada hacia él. Delenias apenas pudo apartarse. Es casi como mi Colmillo Agudo! no pudo evitar pensar. Un ataque concentrado en el espacio, veloz...

- Cuál es tu misión, Delenias? Siquiera la conoces?

El ataque dorado se desparramó sobre él, como una catarata de luz. Enceguecido, el Caballero de Bronce solo atinó cruzar los brazos delante de él, pero el golpe nunca llegó. O tal vez... sí? Al abrir los ojos, todo a su alrededor era una planicie herbosa. El humo de una fogata se elevaba perezoso a lo lejos...

Nestor sonrió. Claro que vale la pena. El mundo no vale la pena? No pienses en la humanidad, sino en la gente buena que hay en ella. Aunque solo uno de ellos pudiera salvarse, no valdría la pena?

Te invita dentro. La impresionante entrada se abre a un recinto central, con el domo abierto mostrando el cielo. Una galería recorre la circunferencia del templo, donde se ven puertas a intervalos regulares. Nestor se dirige a una; donde espera una mesa de lustrada madera y dos tazas. Me acompañarías a una taza de té? 

Delenias estaba desconcertado con la situación, no lograba ubicarse después de que Sika hubiese desaparecido. Desconocía el lugar, estaba seguro de no haber estado nunca. Le resultaba difícil de creer cómo había podido llegar ahí a través del templo. Estaba claro que en compañía de santos podía ocurrir cualquier cosa.

No había podido decir ni una sola palabra desde que Sika empezó a hablar, pero no porque el caballero no lo permitiese, sino por encontrarse pensativo. Estaba convencido de que sus ideas eran las idóneas, pero tras el comentario de Sika no estaba tan seguro. ¿Quién era él para juzgar su opinión por encima de las órdenes? Se sentía avergonzado de sus palabras. Si dudaba del Patriarca, ¿acaso no estaría dudando de la propia Atenea? Por lo que había podido observar, el Patriarca era un gran hombre, digno de su cargo. Decidió que obedecería sus órdenes por muy chocantes que le resultasen, aunque no estaba seguro de poder cumplir siempre con su cometido.

Despejando las dudas de su mente, se puso en marcha. Ya que la monotonía del paisaje sólo estaba rota por el humo, se dirigiría a ese lugar para encontrarse con lo que hubiese.

-Debo rechazar -dijo formalmente aunque con un casi imperceptible cambio en la voz, que la hacía algo mas suave...amable. Pero muy poco, una variante casi invisible- Es una obligación no quitar mi máscara ante nadie, desde el primer día.

¿Había gente que valía la pena? Sí...recordó a la joven muviana, ahora ausente. De todos sus compañeros era a quien mas conocía, aunque luego de aquel incidente, Céfir había puesto distancia nuevamente de ella. Ahora como santa oficial, no necesitaba que le cuidaran, lo cual la joven tradujo automáticamente en un distanciamiento.

Aquel complicado ser hecho de hielo tenía una mentalidad un tanto impredecible, o cuanto menos, extraña. Se acercaba cuando era necesario, pero le rehuía a lo mas normal de la convivencia. Incluso repelía el contacto físico siempre que le era posible. Probablemente todo aquello fuesen secuelas del pasado, pero así eran las cosas.

-Sin embargo puedo acompañar de forma presencial.

Aquella persona le desconcertaba, había comprendido que Elean era una persona fuerte y bondadosa, cosa rara de ver para Céfir. Pero su cosmos correspondía a su actitud. En este caso, mientras la personalidad era una, el cosmos era desentonante.

El humo oscilaba al ritmo de un viento que Delenias no podía percibir. Pero al llegar, el joven encontró una fogata. El fuego ardía, pero no emanaba calor. Con sorpresa el joven llevó las palmas hacia ella, pero sentía frío. Un frio... extraño.

Una sensación helada... de ausencia. Entonces los vió. Un grupo nutrido de grandes sabuesos a su alrededor. Los ojos tristes, uno a uno fueron echándose al suelo a modo de saludo. Delenias era su amo. O mejor aún, era uno de ellos. El líder.

Entonces uno de los perros se acercó, apoyando el hocico en sus manos, y entendió la ausencia. Fidelidad. Lealtad. Siempre. La ausencia colgaba del aire como un rastro; y los perros esperaban que él los liderara en seguirla.

Nestor se sentó, invitando a Cefir a la otra silla. Esa máscara... comenzó mientras sorbía su taza de té. Esa máscara es una novedad. Realmente no esperaba que una mujer fuera capaz de tus habilidades. No me tomes a mal, pero las propias limitaciones son las que nos sostienen, y retienen. En este mundo, muchos creen no poder llegar a algo. Y eso automáticamente convierte esa meta en un imposible.

- Tú, en cambio, has desafiado ese concepto. Solo recuerda que no importa lo que los demás piensen de tí, sino lo que tú pienses de tí. Una sonrisa se dibuja en su rostro. Crees que el poder del Hielo se esconde tras una actitud distante? Por qué? Yo soy consciente de mi poder, y ninguna opinión de los demás puede reducirlo. Solo yo conozco mi límite.

El vapor de las tazas de té, el Cosmos de Nestor, sus palabras... la cabeza de Cefir dió vueltas mientras el mundo se desvanecía...

Cuál es tu límite? Cuál es tu límite...

El aliento helado del viento, junto con nieve y polvo de hielo, azota la cara de Céfir. Se encuentra en el pico de una montaña, rodeada de un paraiso blanco. Su cosmos se expande, siendo uno con el frío... hasta que descubre un cisne, blanco y hermoso, volando alto. Y luego otro, y otro, y otro... una bandada completa surca los aires refulgentes bajo el sol.

El sol... aún aquí, donde el aire corta la piel, el sol abraza y quema. El Cisne es un puente entre ambos, la unión del fuego y el frío. El Cisne corona el firmamento y sus alas son el nexo de unión entre los dos hemisferios...

Delenias estaba maravillado con la nueva compañía, después de haberse recuperado de la sorpresa inicial. Alargó la mano extendida para tocar con suavidad el hocico del perro que tenía más cerca para comprobar si su tacto era real. Esa escena parecía típica de un sueño, solo que era plenamente consciente de su presencia.

El tacto del can quedó en segundo lugar cuando sus pensamientos hicieron eco en su cabeza. Anteriormente había sentido emociones que emanaban de la armadura, pero nunca de forma tan clara.

Se sentó enfrente de la hoguera para estar al nivel de los perros mientras miraba concentrado el fuego. Recordaba la sensación de que faltaba algo, así como seguía notando que la hoguera tenía algo extraño. Giró la cabeza para hablar con el perro que se encontraba a su lado. Mientras hablaba, sonreía sin poder evitarlo, ya que le recordaban a sus compañeros del bosque.

-No entiendo cómo es posible que estéis aquí, pero os lo agradezco. Vuestra compañía es más que bien recibida.- Centró de nuevo la vista en la hoguera un segundo antes de ponerse en pie. Notaba el apremio de los canes, sabía qué deseaban y también creía saber cómo conseguirlo. Sin mirar atrás para ver si le seguían, ya que podía sentir su presencia, empezó a caminar siguiendo el rastro.

Delenias trotó junto a los perros; luego el paso rápido se convirtió en carrera. Como una bruma fantasmal se desplegaron por entre los árboles, los perros siempre con la nariz al viento; Delenias siempre sintiendo algo, algo que le llamaba.

La jauría volaba a su lado como las portentosas alas de un ave de presa; el joven era su cabeza, su mente, su ímpetu. Las alas se replegaron sobre el objetivo: un valle oculto por empinadas laderas de piedra, paredes altas y lisas.

Y allí en el fondo, un hombre de cortos cabellos, moteados por las canas, moría. En un último aliento extendió la mano; Delenias ya estaba a su lado. Rozó sus dedos, y el conocimiento explotó en su mente. 

Yo soy ahora el Caballero de los Perros de Caza.

La jauría aulló de pena, y de bienvenida.

¿Entre el cielo y el infierno, o entre la tierra y el cielo? Desde siempre, se me ha remarcado cual es mi limite, y mi lugar. Pero con solo una o dos voces que me han impulsado a mas, he desafiado ese concepto.

Memorias...

---------

-¿¿¡Que crees que estas haciendo!??

El hielo había comenzado a tomar lentamente el cuerpo de aquel hombre, pero una mano cálida y firme se había cerrado sobre una de las muñecas de Céfir. El desgraciado que había caído sentado tras escapar milagrosamente de aquellas garras heladas se arrastró hacia la dirección opuesta, antes de que la hipotermia le dejara ponerse de pie torpemente para alejarse tambaleante, pero veloz.

La muchacha se sorprendió, y levantó la vista. Tan embotada estuvo en sus macabras intenciones, que no había percibido el cosmos cálido, que siempre llameaba de forma alocada. El cosmos de Duve. Tras una mirada de sorpresa, Céfir reaccionó tajante de mirad ay de acción, en un tirón se zafó del agarre del muchacho.
-¿Que crees que haces tu? Este es MI asunto.

-¡Creí que lo habías superado! ¿Esto solucionará algo?

Céfir bajó levemente la vista.

-No...pero...

-¿¡Pero que!? -Duve estaba hablando con demasiada seriedad, cosa que nunca había visto. Le desconcertaba eso, le estaba regañando él justamente.

-¡Tu no lo entiendes! -replicó, con el enfado rezumando de la voz- Estas...¡estas bestias son los únicos que viven felices aqui!

-¿Y que con eso? ¿Desquitandote es como serás feliz? -Duve sostuvo la mirada.

-Ya pensé en eso. Estoy convencida de que haciendo esto, podré olvidar mi odio y comenzar nuevamente. Déjame ocuparme de mis asuntos.

-No -dijo una tercera voz en la discordia. La nieve rojiza crujió levemente bajo los pies de Hayate, mientras se acercaba a sus dos aprendices. Su mirada, fría pero a ambigua en cuanto a juicio, se cruzó con la de Céfir- Aunque lamento no haberme dado cuenta antes de que ese pensamiento avanzaba tan veloz en ti.

Hubo un minuto de silencio sepulcral, y luego, volvió a hablar el hombre:
-La gente tiende a expulsar el dolor que sienten sobre otras personas. Bueno, ¿te sientes mejor entonces? -Dijo, implacable- Tu, que solías estar en el lugar de ese hombre siendo extrangulada, ahora eres quien presiona el cuello. ¿Es divertido atormentar así a los demas? ¿Es placentero tomar algo que te fue hecho cuando eras débil y hacerlo a alguien aún mas débil? ¿Deshonrar y pisotear su dignidad? ¿Y finalmente quitarles la vida?

Dejó caer levemente los parpados, mirando a la muchacha.
-¿No estas simplemente formando otro eslabón en esa cadena de odio? No crees que luego de hacer eso, alguien mas será lastimado? ¿No crees que...al perder a sus padres, mas niños acabarán sintiendo lo que tú?

Aquello fue un golpe bajo, y fortísimo para Céfir. Mucho mas que cualquier reprimenda física, y Hayate lo sabía.

-Al final, tu odio solo te lastimará. Por eso, despierta de una vez, liberate de esa podredumbre para poder superarte como nunca podrías imaginar, pues es un obstáculo que obstruye tu avance, una cadena que te ancla a la tierra. Puedes ser mucho mejor que esto. Uno puede obtener fuerza del odio, pero, ¿cuanta gente es lo suficientemente fuerte como para perdonar? La Athena que sirve un caballero, es aquella que ama y perdona al mundo, aún con todos sus pecados y errores. Y estoy seguro que entre otras cosas, es porque ella cree en nuestra fuerza. Nuestra fuerza para comprender, para perdonar, y...para amar, tanto a los demas como a la justicia. Estoy seguro también, de que a pesar de esto que has hecho ella te perdonaría. Por ende yo también, pero no estarás excenta de castigo. Bueno, ¿entonces que eliges? ¿Ser como ellos, o ser tu? ¿Opresion o amor? ¿Tierra, o cielo?...

De forma apagada, con un aturdimiento dificil de superar, Céfir alcanzó a decir:

-Si existe un ser así, que no tenga ni un ápice de podredumbre...yo lo protegeré, a como de lugar.

------------------------

Céfir observaba aquel vuelo, y por un segundo envidió aquella libertad. Pero luego, por primera vez en años, una sonrisa serena asomó en el rostro.

Que despreciable he sido...y aún así, tengo la oportunidad de vivir lo que vivo.

Aquella sensación en el primer día...¿sería ella? ¿Realmente se mostró a mi? A pesar de que no era mas que una niña impura...aún lo sigo siendo quizá, pero así como los cisnes son capaces de presentir el hielo e ir hacia el fuego para sobrevivir, yo también avanzaré para sobrevivir. Despues de semejante honor, debo mostrar que yo puedo saltar cualquier limite que se me imponga con tal de servir, y ser digna. De mi armadura, de mis compañeros, y de la Diosa. Iré mas alto y mas lejos que cualquiera de los cisnes que ahora vuelan.

El Cosmos de Cefir se eleva, sus brazos extendidos son alas. Su voluntad apenas la mantiene consciente mientras el poder recorre su cuerpo, de Norte a Sur, de un mundo a otro. Del odio al amor.

Con un destello, el Cisne se funde con la bóveda celeste.

Fin del Gaiden

Los sentimientos que le transmitían sus acompañantes tendría que haberle dado una idea de qué se iba a encontrar, pero aún así fue una sorpresa. Aceleró el ritmo frenético que llevaban, para llegar a tiempo ante el hombre. A la par que detenía su carrera, se arrodilló a su lado para coger con suavidad la mano del moribundo. Cuando se levantó, dejando la mano reposar a un costado del cuerpo, tan sólo había transcurrido un segundo, pero no era consciente de eso.

Su mente estaba llena con recuerdos, sentimientos, sensaciones e imágenes. No tan sólo del hombre que se encontraba ante él, cuya identidad ya no era desconocida. Gracias al contacto, había adquirido un conocimiento completo sobre lo que significaba ser el Caballero de los Perros de Caza. No sería más un niño, un simple guerrero. Portador de una armadura sagrada y servidor de Atenea, tenía un deber que cumplir. No obstante, a partir de entonces la tarea sería acogida con agrado. Compartía la obligación con los caballeros anteriores a él, cuyos recuerdos ahora albergaba. Nunca más se sentiría solo, aun encontrándose rodeado de la nada, su identidad iría con él.