Partida Rol por web

Orrin tambaleó entre los árboles. El combate con los soldados se había llevado buena parte de su energía, y también de su vida. No podía caminar más que apoyándose en los árboles.

Entonces escuchó el leve quejido que lo guió al cuerpo de Lucio. El joven de cabellos blancos yacía boca abajo, la cara un mapa de moretones, el cuerpo torcido, respirando apenas levemente. Su boca estaba llena de pasto, entonces... ese gemido...

Orrin se lo preguntó durante apenas un instante, mientras tan solo se alegraba de que su compañero estuviera vivo, de que él mismo estuviera vivo. Extendió la mano y la armadura del Ave del Paraiso pareció latir ante su contacto, con los trozos restantes de la armadura del Dragón, en sintonía. Si esforzaba la mente, casi podía sentir una vibración, entre ambas...

Y entonces lo envolvió una sensación cálida, como una manta en una noche fría. Un brillo dorado rozó su armadura, su cuerpo, y obtuvo de Lucio un quejido. Algo se extremeció en el cielo; la barrera de Eleas se debilitaba y, con ella, lo que retenía a Altieon de escapar con la preciada armadura de Plata.

-¿Con que esto es la muerte?

Una calidez que no provenía de ningún fuego próximo envolvió a Lucio. El joven no se movía, tan solo sonreía ante esa sensación que lo abrigaba. Ese calor recorría su cuerpo pero él no lo podía distinguir ni como aire ni como agua. A través de sus párpados cerrados veía un resplandor, pero luego del combate que acababa de tener estaba demasiado cansado incluso como para abrir los ojos. Sin embargo, había algo extraño, sintió un gusto desagradable en su boca.

-PPtú. ¿Qué es esto?

La escupida de Lucio expulsó de su boca tierra, pasto y sangre. Ya con los ojos abiertos, vio a Orrin a su lado. Recordó entonces lo que sintió al entrar al estanque. ¿Es que Atenea le había salvado la vida? Con no poca dificultad se puso de pie.

-Dragón, no me sorprende que hayas podido tú solo con los tres soldados, eres más fuerte que yo. Será un gusto pelear nuevamente a tu lado. Vamos pronto a ayudar al resto, que parece que el maestro no podrá resistir mucho más.

Atenea, muchas gracias por sanarme. Quisiera enfrentar solo a estos soldados, pero son demasiado para mi, y no quiero desperdiciar esta nueva oportunidad que me das. Esta vez no te defraudaré.

Orrin asiente y, junto con Lucio, echan a correr hacia el muelle donde dejaran a sus compañeros.

Fin del Episodio 11