Partida Rol por web

Alrededores del Castillo de Northumbría.

Se sigue estando protegido por las murallas que acordonan el castillo pero se está fuera de la construcción principal.

De pronto todo había quedado atrás, cómo si fuera de noche y un nuevo día hubiese borrado todo pero para el joven, las cosas no eran tan sencillas, era momento de buscar sustento, una manera de sobrevivir y echando una mirada atrás, quizás su futuro le estaba burlando y ahora él le daba la espalda. Las risas de los pequeños que corrían alrededor suyo le hacían recordar sus años de juventud, el frío había sido por siempre moneda corriente pero aquel día estaba especialmente más helado. A lo lejos pudo ver más chiquillos, era como si de pronto todos los adultos hubieran desaparecido, hasta que un trueno en el cielo le sacó de su ensoñación, sin duda la tormenta estaba cerca; un pequeño pasó corriendo al frente suyo.

-¡TODOS A CASA, EL ABUELO DICE QUE ES DE NIEVE!

Otro retumbido en el cielo, coronó las palabras del pequeño.

Los pequeños comenzaron a correr por la noticia del abuelo y echaron a correr como unos desalmados, la joven Sylvia no se dio cuenta que el pequeño Edward venía en dirección hacia ella que observaba todo en pie desde una esquina de la calle. Su trabajo en el mercado había terminado por fin y se dirigía a casa, estaba preocupada por su pequeño hermano enfermo y su abuela ya estaba para cuidarlo, sin embargo el choque con Edward la hizo caer estrepitosamente.

-¡Malditos niños!

La verdad es que no solía ser mala persona con los niños pero aquella tarde se sentía especialmente de mal humor y ni siquiera pensó en lo que estaba diciendo, peor aún, ni siquiera le preocupó que aquel extraño la pudiera escuchar. Estaba por levantarse cuando la lluvia empezó a caer, helada y fuerte. No se resistió más y echó a llorar.

Me sobresaltó el sonido de un terrible trueno que hizo temblar hasta las mismisimas murallas del castillo. A éste le siguieron otros y también un frío viento agitando las altas ramas de grandes ábroles. Empezó a llover. Me dirigía hacia el exterior del castillo para salir de aquí cuando de repente esuché la voz de una hermosa mujer que daba la alarma mara que todos los muchachos se fueran a sus casas. Al instante, un nuevo rayo cayó a pocos metros.

La muchacha. Intentaba llegar corriendo a algún sitio donde refugiars, pero un fue atropellada por un niño y esta calló al suelo.

Creí verla tropezar cuando un rayo volvía a caer cerca del lugar. Las miradas se cruzaron, la de ella pidiendo ayuda, la mia sintiendo impotencia por no poder marcharme de aquí. Sin pensarlo, corrí hacia ella. Debía ayudar a aquella pobre muchacha. Quería ayudar a aquella pobre muchacha.

Mi cabello estaba empezando a empaparse, al igual que parte mi armadura y mis ropas. Acerqué lo suficiente el brazo para que pudiera cogerse de mi mano. -¿Estáis bien?- Pregunté con una media sonrisa por verla caer de ese modo.

-¡No!-gritó sin pensar pero pronto cambió su actitud.-Perdone, mi señor. Estoy bien, es sólo que...

Sus lágrimas se confundían con las gotas de lluvia. Su corazón latía aprisa y al fin posó los ojos en el joven que tenía delante. Quizás era un soldado de castillo, quizás se había metido en problemas. Se puse en pie rápidamente sin dejar de mirarle a los ojos.

-Lamento haceros perder el tiempo, mi señor... No ha sido mi intención.

Sylvia estaba temblando, a dos casas estaba la suya. Una pequeña viviendo que compartía con su abuela y su hermano, tenía que llegar a allá si no quería enfermar y perder el poco dinero que ella ganaba trabajando en el mercado.

-Me disculpo, iré a casa ahora mismo y vos deberíais resguardaros también; el abuelo dice que pronto se convertirá en nieve. Como si no viviéramos ya permanentemente en un invierno-sollozó.

Últimamente no sabía cómo ver la realidad. Intentar comprender el por qué de tanta tristeza y desesperación en el mundo, o el por qué cada segundo vivido podía llegar a ser tan especial. Si dar gracias por haber nacido, o lamentarse de ello. Me dejé llevar. Los pensamientos vinieron a mi como un torrente de ideas. En ese segundo en el que todo me pareció paralizado, miles de cosas ocurrían en todas partes.

-No me estás haciendo perder el tiempo. En mi rostro debe de estar instalda una estúpida sonrisa por verla reaccionar de esa manera, no entendía el por que de esas lágirmas, tampoco quería preguntarle el porqué de ese pequeño río que bajaba por sus mejillas. Sí, parece que habrá que buscar un buen cobijo para resguardarme de esta tormenta- digo mirándo al cielo y no tardo en bajar la mirada para encontrarme con los preciosos ojos de la campesina.

-Perdonadme por mi atrevimiento, pero si lo deséais y os sentís mas segura puedo acompañaros a vuestra casa, después marcharé..- Comento casi por obligación al ver a la muchacha en medio de un sollozo. La lluvia empezaba a colarse por el interior de mis labios, mientras esperaba una respuesta por parte de la mujer.

La campesina lo miró, no, no tenía la altivez y la arrogancia de los soldados del castillo.

-Es cerca...-musitó.-Pero no tiene que irse así, beberemos té de yerbas, es la hora. La abuela estará feliz de recibir visitas.

Le indicó el camino con la mano y señaló una casita al final de la calle, era de sorprenderse que dentro de ella no hubiera más agua que afuera. La joven lo miró en la espera de una respuesta mientras intentaba disimular su llanto.