Partida Rol por web

Lo que ordenéis, milady. Podríamos regresar... es más... deberíamos regresar. Le digo mientras miro por la ventana. Me echarán de menos y eso no es algo que me gustaría que pase. Podrían venir a buscarme y bueno, tampoco es que encuentren nada pero la falta de los demás, haría que sospechen.

Bajé la vista unos instantes, algo dentro de mí no quería separarse de él pero si eso era lo que él quería, no iba a ser yo quien se lo impidiera.

-Bien, Desmond, vuelve a palacio y haz lo que tenéis que hacer, yo lo entiendo. A mí no me echarán en falta...

Lo miré a los ojos dándole su libertad.

Yo no me iré sin vos, milady. Sabeis que me quedaré a vuestro lado y si no queréis ir al castillo otra vez, me quedaré aquí protegiendote. Le digo serio como siempre.

Lo miré por largos instantes, era como si fuera realmente otra persona y yo tampoco era la misma tras estar con él. Le sonreí, pero allí había una sola persona que daba órdenes y en ese momento era yo.

-No, Desmond... Vos iréis al castillo, diréis que no me encuentro en condiciones de asistir a lo que resta de las celebraciones. Daréis la noticia de que parto en busca de mi hermano esta misma noche y volveréis aquí con la venia de los reyes para poder marcharme. Mientras yo, haré los arreglos pertinentes cuanto antes, luego decidiré...-lo miré a los ojos.-Decidiremos qué hacer...

Me volví a su espada que estaba recargada de la pared junto a la cama, la observé unos instantes y deseé nunca tener que usarla pero en el fondo presentía que no sería de esa manera. Me acerqué a él lo suficiente para mirarle a los ojos y casi rozarle, estábamos juntos en aquello o separados pero no soportaría más la incertidumbre.

-¿Y bien?

Como ordenéis, milady. Le digo mientras me separo de ella y me retiro hacia la puerta. Espero que penséis lo que estáis haciendo.

Rápidamente, como una saeta, salgo del palacete de los Baterville y me dirijo hacia el castillo de sus majestades, para llevarles la noticia.

Arreglé algunas cosas, sabía que no iba a volver y lo mejor era largarme cuanto antes. Encontraría alguna posada cercana aunque tenía que montar pues no podía llevar un carruaje yo sola. Me llevé el dinero suficiente, el resto podía usarlo Desmond pues sólo él sabía donde estaba y marché, al fin eso era lo que merecía: la soledad por la avaricia de mi hermano, había conseguido de un modo o de otro destruirme y él le había ayudado. Sólo había dos caballos, tomé el mío, aunque hacía mucho no lo montaba y me alejé a donde sabía estaba la posada más cercana; me cambiaría el nombre y así no tendría que explicar nada a nadie. Aunque no le veía el sentido a iniciar una nueva vida. Bajo el frío cielo de aquella mañana, totalmente abrigada, comencé el autoexilio.

El pequeño bolso pesaba, el frío casi cortaba mi respiración y me golpeaba el rostro como un enemigo vivo pero mi cabeza estaba muy lejos de aquella cabalgata por el bosque; pensaba en él, en sus manos, sus caricias toscas y sus cuidados. ¿Qué clase de animal era yo que podía pensar en él de una manera casi romántica? No lo sabía y no quería entenderlo. Apenas llegar a la posada, me apeé y dejé el caballo a un cuidador por unas monedas, entré y el posadero me miró de arriba a abajo, aún así no se atrevió a decir nada por que vio mis ropas finas, sabía que no era una mujer cualquiera.

-Quiero una alcoba, pagaré una semana adelantada...-ya era casi media tarde y era mejor no levantar sospechas.-Tengo un caballo, también cobre el alojamiento de él.

El hombre me miró de arriba a abajo y más allá, en una mesilla del comedor, otro hombre posó sus ojos en mi cuerpo, sentí un ligero escalofrío.

-Señora, le daré la mejor habitación de la posada. Mi esposa puede ayudaros, supongo que venís acompañada por algún guardia...-el hombre cogió las monedas enseguida.
-No, estoy de paso y me alcanzaran cuando parta, me han dejado aquí. Soy la señora Rajak y espero no ser molestada.

El hombre sonrió, había mucho dinero en esa mujer o al menos eso era lo que pensaba. Me hizo acompañar por una chiquilla de 10 años escaleras arriba, desde donde podía incluso verse parte del castillo de Northumbria y poco después subió un frugal almuerzo. Tenía que irme pronto pero despistando, evitando dar a conocer quién era en realidad.