Partida Rol por web

El mensajero no dejaba de intimidar con el caballo, amenazando con pasarles encima. A punto estuvo de echar a reír al ver que, la que suponía no era más que una vulgar campesina, comenzaba a increparlo, sin embargo los ojos casi se le salieron cuando ésta le reveló su identidad.

-Co... Co... ¿¡Condesa!? -dijo ahora entre asustado y sorprendido.

Bajó ágil de su montura y clavó la rodilla en la tierra, manteniendo la cabeza gacha y metiéndose la mano bajo el jubón para extraer una misiva.

-Perdonádme, no sabía que se trataba de vos -miró de reojo al hombre que la acompañaba dándose cuenta cabal de que un campesino no era, sino un soldado al servicio de la noble. Temió morir- Me dirigía a Baterville, llevo un mensaje urgente para vos, de parte de milord Maurice Vigeé-LeBrun, Conde de Hasser.

Tiene un buen pronto... sí.

Creo que servirá.

Me acerco a ambos tranquilamente, como quien no quiere nada con ellos y miro la reacción de ambos.

Está claro que la Condesa es una chica de armas tomar...

¿Me pregunto si será capaz de matar a alguien a sangre fría?

Mi cara cambió totalmente cuando aquel que antes me dijo de todo, ahora se arrodillaba ante mí. Me sentí totalmente frustrada, no bajé la espada pero él ya no tenía aquella actitud. Por unos instantes ni siquiera le entendí pero pronto, a base de respirar profundo, conseguí entender que se trataba de un mensaje de Maurice.

-¡Calla! ¡Basta con las malditas disculpas! ¿Cuál es ese mensaje?

Miré a Altair, casi preguntándole con la mirada si le creía. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, aquello era demasiado estúpido.

Espero que hable pronto. Aquí estamos al descubierto.

Mis ojos miran hacia todos lados.

¿Y sí el mensaje es una trampa?

Más vale estar atento a lo que pase.

Habla rápido. Mi señora no tiene tiempo que perder. Digo serio, como siempre.

El mensajero tuvo deseos de arrojar a Catrina la misiva en la cara y decirle "Leéla, zorra", pero no lo hizo, no era ningún idiota, así que se puso de pie y le pasó la nota.

-Se me ordenó regresar con la respuesta, fuera ésta sí o no -inclinó la cabeza y sujetó las riendas de su caballo-... Espero -añadió refiriéndose a que esperaba la respuesta para poder marchar.

¿Qué dice la carta, mi señora? Digo extrañado.

¿Es algo importante? ¿Ha pasado algo grave? Continúo mientras fingo impresión y curiosidad.

Vos diréis que queréis hacer.

Miro al mensajero con desdén, lo último que haría sería viajar con un idiota de tamaña altura, así que me dirijo a Altair.

-Nada de qué preocuparse, Maurice quiere verme. Hasser nos espera-sólo entonces volví a mirar al gusano aquel.-Decidle a vuestro señor que la respuesta es sí.

Hice una seña a modo de despedida y volví a montar mi caballo.

-Bien, atendamos nuestros asuntos primero, soldado.

Esperaba que entendiera aquella frase, nada más insoportable que encima tener que ir a la carrera como aquel perro faldero.

Asintió y montó con premura al caballo, por suerte sus indicaciones eran sólo transmitir la respuesta de la mujer, no escoltarla a ella ni mucho menos. Era un mensajero, no un perro guardián.

Tras una inclinacion de cabeza más por conveniencia que por otra cosa, espoleó al equino y se fue tan rápido como había llegado.

La lluvia comenzó a caer poco después del que imbécil mensajero se fuera como un cobarde pero eso era lo que menos importancia tenía, me preguntaba para qué quería verme ese hombre. Amigo de mi hermano, demasiado, quizás de algún modo se había enterado de lo ocurrido y ahora las cosas cambiaban o quizás alguna venganza. De pronto no parecía tan buena idea ir a allá. Miré a Altair, la verdad es que yo estaba cansada.

-¡Hey! Imagino que tú no porque eres un hombre fuerte y valiente y todo eso pero estoy muy cansada y esta maldita lluvia me está haciendo congelar, si continuamos así, terminaré dormida sobre la montura y para la mañana, estarás libre de mí.

Lo último lo ironicé con una sonrisa, sorprendentemente ni siquiera quería estar lejos de él.

Vamos... y ahora si siquiera me llamas por mi nombre... ¿Tan mal te caigo? Digo sonriente.

Una vez más, me sorprendo al verme sonreir.

Vamos a buscar refugio entonces... mira, creo que allí delante hay algún tipo de construcción en la que podemos cobijarnos. También parece bastante defendible, así que creo que es una buena opción. ¿No te parece?

Bueno, también es cierto que pueden rodearnos y acabar con nosotros.

Me atreví a sonreír y a mirarle sin más, una mirada sin dobles intenciones por primera vez en mucho tiempo.

-No...-respondo.

Pero él ya está hablando de la vieja construcción que nos puede servir de refugio.

-No es mala idea, al menos tiene un techo y me estoy helando. Si no podemos defenderlo entre los dos, será el destino, Altair...-mencionó su nombre con enfásis y suavemente.

Nos acercamos a aquel lugar, por suerte, estaba construido de modo que una gran roca era una de sus paredes, era como si fuera una garita del camino, alguna antigua construcción para que algún soldado vigilara las diligencias, con una sola entrada y un techo que aunque parcial, aún nos daría cobijo. Los caballos podían quedarse detrás, a buen resguardo y lejos de curiosos. Me apeé del mío y lo até justo en un árbol cercano a aquella enorme roca, le hice una seña a él. Iba a entrar pero sujeté el bolso, la espada y le cedí el honor a él.

Miro con otra de mis medias sonrisas a Catrina mientras observo como me cede el paso a la construcción.

Bueno, no está mal para pasar la noche. Pienso mientras miro rápidamente su interior.

No es por desconfiar, pero en peores sitios me he metido. Nunca está de más un poco de paranoia. Eso suele salvarme la vida.

Todo despejado, Milady Catrina. Creo que podéis entrar.

Me hago a un lado para que la dama entre primero mientras bajo un poco la mirada hacia donde termina su espalda para deleitarme con el movimiento de sus caderas.

¿Que haces Altaïr? No es el momento de pensar en eso.

Entré justo como me lo indicaba, estaba calada hasta los huesos, no era nada a lo que estuviera acostumbrada pero para descansar y aguantar el frío de la noche, por mí estaba bien. Entré despojándome enseguida de la capa, sintiendo que el frío era el mismo pero no dije nada. Caminé hasta una esquina del derruido lugar, una esquina con techo y donde no iba a mojarme.

-Parece que al menos podremos dormir un poco sin congelarnos...

Dije buscando con la mirada un lugar donde sentarme, pero todo me parecía demasiado sucio, claro otra cosa mejor no iba a esperar. Al fin me resigné y pasé mis manos por mis brazos intentando darles calor.

Toma. Esto te ayudará a entrar en calor. Le digo mientras me quito la capa y la envuelvo con ella.

No es mucho, pero es lo que tengo a mano ahora.

Después, me siento contra uno de los rincones del lugar mientras tiro mi capucha hacia atrás.

Bueno, que tal si me cuentas algo de tu primo este que vamos a visitar.

Sólo espero que no sea como el hermano... lamentaría mucho dejarla sin familia.

-Gracias...

Sin nada mejor, me senté frente a él recargando mi espalda en la pared y cerrando los ojos unos instantes.

-No es mi primo, es el conde de Hasser. Muy amigo de mi hermano, un buen tipo. Tiene una posición, puede darme asilo sin que nadie sepa que estoy allí pero no sé para qué me ha mandado a buscar...

Apreté su capa contra mi cuello, mi boca había empezado a temblar.

-Si decido ir contigo, si decido convertirme en... Bueno... ¿No volveré a verte, no?

¿Por qué rayos estaba preguntándole eso? ¿Por qué?

¿No verme más? Como no seas una alumna aventajada y aprendas las cosas en una semana... Digo solemne.

El entrenamiento es duro y largo. Hay aprendices que pasan más de cinco años con su maestro y aún así no aprenden lo que tienen que saber. ¿Estarías dispuesta a que te entrene durante tanto tiempo?

Lo miré fijamente a los ojos, si estaba dispuesta a que fuera mi sombra ¿por qué no iba a estar dispuesta a que me entrenara? Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, aquel maldito clima era un asco... ¿O era él que me hacía sentirme así?

-No tengo mejores cosas que hacer pero no sé si tenga el temple... Si lo tuviera, te habría matado.

Sujeté la espada con fuerza y la puse cerca de su rostro con una sonrisa maliciosa.

Sonrío mientras paso mi dedo por el filo de la espada, haciendo un pequeño corte en el, hasta que llego a la punta y lentamente, retiro la espada de mi rostro.

Catrina, Catrina, Catrina, nunca saques una espada si no vas a utilizarla. Digo mientras mis ojos señalan hacia abajo.

En mi otra mano, la punta de mi cuchillo sobresale por mi manga, a pocos centímetros de su estómago.

Tienes mucho que aprender, señorita.