La mañana parecía cualquier otra salvo por el cambio de rutina de los presentes o al menos de algunos que no acostumbraban a romper la vida diaria de trabajo. Se encontraban en un lugar muy amplio el cual era propiedad del señor Uriel J. Bright, quien muy amablemente le había enviado con anticipación cantidades de tarjetas de invitación a distintas personas de alto nivel moral en la creciente ciudad de Cassadiah y alrededores. La mansión era tan enorme que te podía robar la vista a considerable distancia, de acabados impecables y abstractos que se fusionaban en parte con la naturaleza comprendiendo enredaderas que cubrían ventanas y estatuas, parecía un castillo con vida propia.
El terreno era muy amplio, empezando por el inmenso recorrido desde la entrada de la caseta de vigilancia hasta la pequeña rotonda donde aguardaba un botones para recibir a los invitados mientras su compañero registraba el vehículo y se apropiaba de las llaves con el propósito de estacionarlo a un costado donde variopintos vehículos a vapor reposaban a la espera de sus dueños, pero había algo que llamaba aún más la atención, y es que no se podía saber si era parte de la mansión o no, una especie de transporte descansando en el cielo con una forma un tanto peculiar, era redondeada y su diseño hacía juego con la misma mansión debajo de ella.
Los invitados fueron llegando de uno en uno incluyendo miembros de la tripulación quienes ya tenían experiencia operando sistemas iguales o similares, el botones que se encargaba de recibir a los invitados se aproximó a la gran puerta doble de madera abriéndola de par en par, y allí estaba él, Uriel J. Bright, esperando dentro y como si posara para un retrato al pie de las escaleras centrales que daban a un sinfín de habitaciones, con la mirada en alto observando al horizonte y con un toque delicado al son de la música del tocadiscos posado en una pequeña mesita de madera; de pronto varios meseros salieron de la nada con bandejas de copas de vino y distintos licores, otro con pequeñas porciones de comida ensartada en delicados palillos de cristal listos para servir a sus hambrientos invitados.
Es momento de comenzar con el prólogo, que se diviertan.
Los poderes no se podrán utilizar hasta después del prólogo.
Tras despegar la vista de la nada, Uriel se percató de la presencia de los invitados que poco a poco iban llegando, accionando los nervios de su rostro a manera de sorpresa y felicidad, - ¡Ah! Mis estimados, sean todos bienvenidos, por favor sírvanse como en casa. - Golpeó las palmas dos veces para indicarle al botones que se ocupara de sus abrigos y sombreros al percatarse que no estaba cumpliendo con este deber, pero no le importó mucho al atravesarse una copa de vino, la cual tomó para acompañar a los invitados.
Debra se acercó a la puerta tratando de ocultar la curiosidad que tenía por el resto de los invitados, parecia buscar a alguien, entrego su sombrero a uno de los botones que se encontraban flanqueando la entrada y se dispuso a saludar a Uriel
-Señor Bright, buen día, me encuentro infinitamente agradecida por la invitación a su bello zepellin, es una nave de ensueño, ya vera que prepararé un reportaje impresionante sobre él y sobre todos los distinguidos invitados que nos acompañarán hehehe por cierto.. ¿Dónde están? - exclamo mientras estrechaba la mano de Uriel
Si había algo que le gustaba a Abby, era sin duda contemplar los maravillosos terrenos que en esos momentos la rodeaban, claro que esto no podía distraerla mucho, debía aun presentarse con la persona que la había invitado en primer lugar ¿Que clase de invitada sería si se olvidaba de ello? No lo quería ni pensar, por lo que termino por entrar, dando su abrigo a uno de los botones con una pequeña sonrisa en sus labios, para ahora si poder acercarse al hombre que había hecho aquello posible y justo a tiempo para escuchar la pregunta que aquella mujer habia soltado, preguntando por los demas invitados.
—¡Pues aqui tienen a una!— Comentó jovial, dando una pequeña calada a su pipa y mirando primeramente al propio Uriel, extendiendo su mano una vez que llegó su turno de saludarle —Debo admitir que siempre es un deleite a la vista mirar sus terrenos, muchas gracias por la invitación, no puedo esperar a estar en el Zeppelin, aunque conociendote sera simplemente grandioso— Terminó de decir tranquilamente, antes de poder ahora si voltear a ver a la otra mujer que estaba allí, dedicandole tan solo una sonrisa amistosa, tenía curiosidad por ver a los demas invitados en esos momentos, solo quedaba esperar suponía
Entre los tripulantes del zeppelin se hallaba Samuel J. Callahan, un hombretón grande y fuerte, de complexión musculosa y brazos acostumbrados al esfuerzo físico. Tenía la tez morena, una poblada barba oscura y el cabello recogido en rastas que le caían hasta los hombros. A simple vista podía parecer que se trataba de un delincuente o alguien de clase baja, pero aquel individuo desempeñaba la labor de ser el jefe de seguridad del zeppelin, a las órdenes de Uriel J. Bright.
Aunque nunca hablara de ello, Callahan se lo debía todo al señor Bright. Él le había dado un buen empleo en el que se encontraba a gusto y se sentía útil para con la sociedad. Hasta el momento en que entró a trabajar como jefe de seguridad, la mayoría de oficios que Callahan había desempeñado eran rudos y, en más de una ocasión, en sus otros empleos el hombretón se había llegado a sentir como una herramienta o incluso como un objeto.
A pesar de las apariencias, Callahan era cordial y agradable en el trato a los invitados, lo que le había sido de gran ayuda en su pasado. Por ello, ese día, a medida que los invitados entraron, los había saludado desde la entrada.
-Pónganse cómodas -les pidió a las dos primeras mujeres que habían llegado-. Si en algún momento necesitan algo, solo tienen que decirlo. Nuestro zeppelin posee excelentes servicios de alimento, bebidas y entretenimiento, y todo ello a su disposición. -Esbozó una sonrisa, mientras se mantenía en su puesto, vigilando para que no sucedieran irregularidades.
- Muy buenas tardes, señores... y señoras- dijo agachando la cabeza cortésmente el señor Eggstein hacia donde se encontraban las señoritas. Avanzó lentamente, apoyándose en su bello bastón ornamentado de broncelinio plateado y se situó frende a Uriel. - Es una auténtica maravilla su Zeppelin, Mr. Bright, estoy seguro de que será una experiencia inolvidable, desde luego.
Un hombre mayor, de ligero sobrepeso, mucho pellejo y manos sedosas para su oficio avanzó entre los presentes murmurando - Perdonen, disculpen, perdone - Hasta llegar junto al anfitrión y cuadrarse con las manos a la espalda junto a él para recibir a todo aquel que subiera a bordo del transporte
Me llamo Helmut Bösengeist y seré su capitán en este viaje- Echó un vistazo al tiempo - Parece que el tiempo será favorable, así que guarden algo para los placeres del interior de nuestro crucero - Intercambió una sonrisa de satisfacción con el srBright y otro vistazo al zeppelin en tanto los tripulantes empezaban a subir.
Ah, un viaje tranquilo para mi último viaje como piloto. Pronto volveré a las montañas a vivir de mi nostalgia y mis recuerdos con mis sobrinos
A medida que se acercaba sonaba como si un mecanismo chirriase tras la tela. Engranajes, metal oxidado o hueco, incluso algún tufo a desinfectante en grandes cantidades que hacía a más de uno apartarse. Esa fue la aparición de Poxviridae, el excéntrico doctor que caminaba con dificultad apoyándose en un bastón que parecía ser madera oscura con algún tipo de cableado en el tronco, terminado en figuras extrañas que posiblemente ni el propio doctor conocería.
Iba completamente cubierto de cabeza a los pies con una túnica oscura sin detalles, aunque podían verse rasos de tela bajo ellas. Aparte, una máscara de hierro simulando las que llevaban en época medieval los sanitarios para combatir a la peste con unas especies de gafas tintadas que no dejaban ver más allá del cristal.
Caminó tranquilamente, sacando con sus largas uñas metálicas que no se sabía si eran injertos de piel o guantes, una invitación al viaje.
Uriel, viejo amigo, ¿cómo van esos nuevos ojos? – Se acercó Uriel para dar dos pequeños toquecitos con el afilado índice al cristal izquierdo del hombre.- Sin duda un trabajo excelente. Recuerda que tienes revisión dentro de un par de semanas.- Ladeó el rostro a la par que soltaba una pequeña tos dentro de su máscara al emitir una breve risotada, sin embargo cortó de inmediato esa porción de alegría al ver al botones acercarse a él para, posiblemente, pedirle la capa, alzando su bastón para poner distancia, apartándolo.- Ni se te ocurra acercarte saco de gérmenes, no si quieres seguir conservando esas piernas.- Volvió a toser, esta vez apartándose un poco del chico aunque permaneciendo al lado de Uriel, sobre todo para comprobar que el resto de invitados se estaban presentando.
Friedrich entró intrigado con un paso calmado mirando entre los anfitriones para buscar a alguien de su estatus con el que charlar. Tras ser recibido por Uriel pensó ha dejado de lado el decoro que desconsiderado y eso mismo decía su cara. En vez de responder con una regañina se limitó a un leve gesto con la cabeza de forma cortes. El botones cogió su enorme maleta y se distrajo buscando algún invitado de su nivel con el que poder charlar. Senor Konrad, mucho gusto conocerlo en persona en mi país se habla mucho de usted sin duda un hombre como usted tendrá interres en negocios en gozar de la compañía de gente de su nivel en esta aerronave. Miró acto seguido a Abby Nell Porter le sonaba de alguna noticia que había llegado sobre la viuda Señorra Nell no conocí a su marrido en persona perro tengo entendido que fue un gran hombre de negocios según me contó un amigo de mi padre en Cinden. tras este gestó esperó la respuesta de estos dos invitados con los que buscaba nuevos socios comerciales.
No se si se a entendido pero tendría un acento parecido al alemán.
Vineccio estaba llegando tarde. Aunque le pesase, debería entrar junto a los invitados. Estaba emocionado, al fin entraría en aquella majestuosa obra de ingeniería y conocería a su creador, Uriel J. Bright. Se acercó a él, con el corazón latiendo intensamente y la respiración entrecortada, y esperó a que nadie le estuviese manteniendo la palabra.
—S...s-señor Bright. —Vineccio se quitó su gorra e inclinó un poco la cabeza— Disculpe el restraso. Es para mí un honor conocerlo y tener la oportunidad de formar parte de esto, soy asiduo lector de todas sus publicaciones sobre sus maravillosas obras de ingeniería, su eficaz método de ahorro de combustible mediante la implementación de... —Vineccio miró a su alrededor, algo avergonzado por dejarse llevar y de alguna manera poder estar importunando a su ahora jefe—. Bueno —sonrió, algo poco usual en él— ya habrá tiempo para estas conversaciones. Me gustaría revisar la sala de máquinas para poder ponerme a trabajar cuanto antes, si no es molestia.
Vineccio asumió que existe una sala de máquinas (o algo similar), aunque perfectamente pueda no haber.
- ¡Señorita Debra! Qué agradable tenerla por acá, me da mucho gusto que haya atendido a mi invitación, ya verá que es una belleza de nave. - Tomó un pequeño sorbo de su copa de vino al mismo tiempo que su cara se sorprendía en respuesta a la entrada de las demás personas, - Hablando de los invitados, helos aquí, con su permiso señorita Debra eh-- siéntase como en casa, no tardamos en abordar. - Dijo alejándose para recibir a las demás personas.
- ¡Oh! Señorita Porter déjese de modestias, - Soltó una pequeña carcajada amistosa, - Pero entre usted y yo, tiene razón. - Rió - Simplemente grandioso. - Guiñó un ojo con delicadeza y al ver que el señor Callahan se ofrecía ayudar a las damiselas presentes, le respondió con un ademán que seguramente Mr. Callahan entendió como un "gracias".
-¡Mr. Eggstein! No se imagina lo emocionado que estoy, ya lo verá con sus propios ojos en unos momentos. - El señor Bright posó una mano sobre el hombro del señor Eggstein amablemente y estaba a punto de seguir la conversación hasta que el señor Helmut lo saludó y se presentaba con el grupo muy amablemente. - Tal como lo dice mi Mr. Bösengeist, no tienen de qué preocuparse ¡en sus manos está el viento! - Rió dándole unas pequeñas palmadas al piloto.
El sonido chirriante que Mr. Bright pudo reconocer al instante provenía del excéntrico Poxviridae Quien por fin se hacía presente, su extrañeza es su encanto por más intimidante que parezca, - ¡Oh! Ho ho ho ho ho ho, sabía que no rechazaría mi invitación... - Dijo mientras lo recibía con mucha tranquilidad, - Claro, claro, tengo mi agenda como viento en popa, sus métodos sí que son milagrosos y se lo agradezco mucho Poxviridae. - Luego rió en cuanto el excéntrico doctor rechazó al botones quien se ofrecía a brindar sus servicios, le brindó unas palmadas en el hombro al apenado botones y prosiguió, - Si me disculpa Poxviridae, - Dijo mientras se excusaba al señalar al señor Hindburg quien había iniciado una conversación con Mr. Eggstein y la señorita Porter.
- ¡Mr. Hindburg! Permítame saludarlo formalmente, - Le brindó un apretón de manos al hombre, - Disculpe que los interrumpa, estaremos abordando en un momento. - El señor Di Palmare se aproximó entusiasta a saludar a Mr. Bright con un poco de retraso aunque no más que los demás invitados que ya habían tardado un poco.
- El honor es todo mío señor Di Palmare, no se preocupe por el retraso. - Dijo al sacar un reloj de bolsillo de aspecto lujoso, - Oh, claro que me gustaría, sin embargo esté atento al llamado de abordaje... La sala queda pasando esa puerta. - Señaló con un brazo a uno de los botones quien asistiría al señor Di Palmare, el hombre luego de asentir con aparente felicidad, se dirigió a guiar el camino del maquinista.
Los demás invitados parecían haberse puesto de acuerdo al llegar al mismo tiempo y un poco tarde, los recibieron igual de hospitalarios que siempre y el grupo tuvo una que otra conversación superficial antes que el señor Bright diera la orden de abordar el majestuoso Zeppelin.