Partida Rol por web

Borgo ya ha tenido bastante muerte pero Obedece a demian y le alcanza sus cosas. Despues se ata un cuerda y la ancla a la muralla para no salir volando. A continuacion se dedica a curar alos heridos.

Con un zarpazo, Demian agarra las armas que le tiende el mediano susurrando un escueto gracias que casi no llega a oídos de Borgo, pues el rohirrim lo pronuncia mientras se da la vuelta para acercarse a las murallas. Sois muchos, pero... ¡unos cuantos vais a caer antes de acercaros, malditos! Tensa el arco y lanza la primera flecha, pero con tan mala fortuna que aterriza en el suelo, perdiéndose en el lodo. Con las dos siguientes tampoco tiene suerte, así que antes de disparar de nuevo descansa los brazos, baja la cabeza y coge aire para soltarlo lentamente y así sosegar su ánimo y poder concentrarse. La lluvia no le facilita las cosas, pero sabe que puede hacerlo mejor. Vuelve a levantar el arco, apunta con detenimiento y la flecha sale disparada hacia la masa de enemigos. Demian aguanta la respiración mientras el proyectil vuela y, al ver que se clava sin piedad en el pecho de un enemigo, suelta un grave grito que casi parece de júbilo. A continuación se gira buscando con la mirada a Norwyn.

- ¿Dónde está ese jinete imberbe?- pregunta, rugiendo por encima de la tormenta a Ozbeorn y a Ergon- ¡Debe decir al capitán que envie un grupo a avisar a la siguiente torre de vigilancia!

Me acerco a mi lado de la muralla para poder apuntar mejor al enemigo. Y como siempre que estoy en apuros pienso en mi hogar, en que tengo que erradicar todo mal antes de que llegue a contaminar los hermosos parajes de los que está formado Lothlórien o a corromper a la gente del lugar. Era una auténtica lástima, pero por estos hombres ya no se podía hacer nada. Lamentablemente el corazón humano era demasiado fácil de manipular...

Me guié por las llamas que transportaban, asegurándome así de sus situaciones y apuntando disparé sin piedad. Si fracasaba no me detenía y proseguía con los demás.
Algunas flechas por desgracia, fallaban, pero la gran mayoría daban en el blanco, dejando a los Balchott con unos preciosos adornos que atravesaban su pecho o cabeza.

 Borgo desciende por la escala, presto a ayudar al capitán.

Disparáis con tesón vuestras flechas contra un enemigo apenas identificable bajo la terrible tormenta que azota la noche, apenas podéis penetrar la oscuridad, como si un mal aun mayor aunara fuerzas con la tempestad para ahogaros y aislaros de todo, y a vuestro alrededor las fuerzas enemigas se van concentrando, numerosos fuegos se unen a los que ya había y vuestras flechas parecen fútiles. Son demasiados.

Vuestras ropas y vuestros ánimos se van enfriando rápidamente, no tenéis donde guareceros de la lluvia. En otros tiempos la parte de arriba tendría una habitación donde guarecerse y desde la cual poder disparar proyectiles o vigilar, pero dicha habitación está en ruinas y apenas tiene un techado que permita hacer un fuego para calentaros por turnos.

 Entre las oscuras nubes y la fuerte tormenta que golpea la torre y los campos podéis ver no muy lejos una figura alada, monstruosa de aspecto seudohumanoide pero de mayor envergadura, que  lleva en sus garras, cogido de una pierna un soldado rohirrim.

Cuando está a una respetable altura, lo suelta y éste cae con un alarido de horror.

Seguramente sea uno de los mensajeros que logró pasar el cerco para advertir a los pueblos cercanos.

Os parece ver, a lo lejos, algo que cae al suelo desde gran altura. Escucháis con pavor un alarido - humano - de terror.

El rohirrim sigue con ojos horrorizados la caída de la figura, apenas distinguiéndola entre la lluvia. Cuando impacta en tierra y se oye el grito, un escalofrío recorre su espalda y le cuesta recuperarse del estupor, aunque cuando reacciona lo hace casi con furia, frustrado por la incomprensión.

- ¡¿Pero qué demonios...!?- vocifera Demian entre el rugido de la tormenta mientras se gira hacia Ozbeorn, Ergon e Isilwen- ¿Habéis visto eso? ¡¿Qué era?! ¡Solo he podido distinguir una forma que caía al suelo!- exclama con impotencia, desando que sus compañeros puedan aclarar aquel caos.