Partida Rol por web

- Vayaaaa! -El joven observa cómo se aleja la joven con el corazón palpitando aceleradamente.

Con el recuerdo siempre presente del beso, Kemet se presenta ante aquellos que le darán su hospitalidad esa noche. Agradeciéndolo tanto como sus modales le permiten, se sienta esperando el momento para ir a reunirse con Walidah y recibir su desconocido pero ansiado regalo. Los olores son nuevos para él, los sonidos más abundantes que en su aldea también suenan extraños.

Una vez que considera es el momento, ausentándose debidamente, se aleja de su lugar de pernocta para acudir a la cita con la joven.

Los detalles del lugar los ha memorizado perfectamente y busca hasta dar con el. Una vez allí esperará a que Walidah acuda.

Al salir de la casa los amos de la misma te advierten de los peligros de la noche, como si fueras uno de sus hijos. Aunque ya no tengas la edad para recibir esos consejos, los mayores, sobre todo las mujeres, siguen dándolos...

Ha caído la noche en Menfis y en contra de la costumbre de tu pueblo, en el que en la caída de la noche tan sólo se aventuran los que todavía queden por hacer sus necesidades, aquí todavía se ve alguna persona que vuelve de sus lugares de trabajo, o que porta algún fardo o que por alguna razón debe hacer un encargo a estas horas.

Te diriges al final de la calle, hasta la casa de la puerta verde, cercana ya a la ribera del Nilo. La actividad se reduce hasta que el último rezagado hace un par de minutos que pasó. La noche ha caído por completo.

Entonces oyes un grito femenino a escasas calles de distancia, en una transversal a la calle en la que te encuentras.

Enamorado, consigo encontrar la famosa casa de la puerta verde. A pesar de los consejos, que agradezco, mi nuevo sentimiento por Walidah hace que olvide pronto los posibles peligros. No obstante, llevo mi bastón de pastor, no soy un imprudente.

Al rato de esperar, un grito de mujer me sobresalta. Es cercano y la idea de que Walidah estuviera en peligro me enciende un fuego en mi interior como nunca he sufrido.

Corriendo tanto como mis piernas me permiten me dirijo hacia donde mis agudos oidos han captado el sonido.

Tu corazón palpitante a punto de salirte por la garganta, llegas con el miedo incontenible de que Walidah sea el origen de los gritos. La calle, directamente visible desde el templo, está ocupada por un hombre rapado sobre una figura femenina que no grita, sino gime. Dada la oscuridad imperante es difícil percibir nada más, no pudiendo siquiera estar seguro de que la mujer tendida sobre el polvo del suelo sea Walidah.

La escena parece ser una clara agresión. Una joven yace tendida al parecer malherida. La falta de luz me impide saber si se trata de Walidah. Espero que no lo sea. Armándome del valor que pueda hacer acopio, tenso mis músculos y sujeto con ambas manos mi bastón gritando:

- Oiga! Qué ha ocurrido aquí! Muéstrese o atacaré sin dudarlo! -

Poco convencido por mis palabras me quedo quieto en busca de una respuesta para decidir mi acción, o lo mas probable es que el temor me haya paralizado. En cuanto mi adrenalina me deja pensar, la imagen de Walidah herida me anima a dar un paso mas.

- Si no me responde le atacaré, se lo juro! -

Y así lo haré si el individuo no da muestras de inocencia.

El hombre alza repentínamente la cabeza, aparentemente por haber reparado en tu presencia sólo gracias a los gritos que has proferido. Su cara está bañada en sangre, sus ojos brillan en la oscuridad de la noche y se posan en ti con la determinación del cazador ante la presa.

El individuo se gira para mostrarme un rostro ensangrentado. Sus ojos parecen brillar en la oscuridad como los de un felino.

La imagen de un monstruo propio del reino de los muertos viene a mi mente para compararse con el ser que tengo delante.

Tu sangre se congela en tus venas. Tu corazón te dicta blandir el bastón, pero tu instinto te dice que debes huir como nunca en tu vida, si deseas conservarla...

No sé si por valentía o que mis piernas temblorosas no consiguen moverse, pero aguanto plantado blandiendo mi bastón a la espera que el ser se acerque y defenderme.

Quizá desearía correr, pero mi mente llena de miedo no puede pensar ahora, tan sólo el instinto de supervivencia ha hecho que reaccione de esta manera. Y así lo haré.

- Su..Suéltala maldito! - Trato de gritarle con una voz que casi no sale por mi garganta seca.

El hombre, antes abrazando con fuerza a la mujer gimiente (y moribunda) de un fluido movimiento se desembaraza de su víctima, se acuclilla y se lanza hacia ti a la velocidad del rayo mientras gruñe:

- ¡¡Sangreeee!!

El ser se avalanza sobre mí casi sin poder reaccionar. Pero mi instinto me impulsa a moverme y colocar mi bastón de punta hacia él como medida defensiva. Tal vez así le frene.

- Atrás! - Grito sancando las fuerza de flaqueza.

El ser se abalanza sobre ti a velocidad sobrehumana, no dándote tiempo a reaccionar como pensabas que podrías. El terror te invade, haciéndote temer por tu vida mientras tus instintos de supervivencia te gritan: "¡huye, huye!". Tu corazón, no obstante, te empuja a quedarte, a defender a la chica, a defender lo poco de bueno y justo que tiene la vida, a hacer lo correcto.

Como una sombra, el oscuro ser recorre la distancia entre ambos tan rápido como una exhalación.

Sin tiempo para pensar en ataques me cubro con el bastón intentando que su cuerpo se acerque lo mínimo al mío. Después, si continúo con vida trataré de correr alejándome de la escena y pedir auxilio.

Ni siquiera atinas a poner el bastón entre tú y el monstruo, convirtiéndose en un obstáculo que te hace trastabillar al tratar de girarte para huir, no poniéndose de acuerdo tu cerebro y tus músculos en el movimiento a realizar.

De un brutal empujón el ser te lanza, vara perdida en el proceso, varios metros más para allá, rodando por el suelo. El mundo se vuelve un borrón inestable y rodante hasta que consigues parar el movimiento clavando tus brazos en el suelo, quedando cara arriba. Justo por encima de ti, ya en el aire por el salto que ha realizado, el ser.

El golpe recibido me desorienta por completo. Cuando recibo el aliento me doy cuenta que estoy boca arriba. Como movido por el viento, el ser está a una distancia por encima mío. Y va a atacar!

Sin arma alguna y en inferioridad de condiciones, mi única opción va a ser huir. Trato de impulsarme como pueda para salir de la zona de caída del ser y trato de correr para salir del callejón.

Milagrosamente logras moverte justo antes de que aquello aterrice violentamente sobre ti. Has reaccionado a tiempo, pero no las tienes todas contigo. Te revuelves para comenzar la fuga, con la desesperación y rapidez que sólo el miedo a la muerte infunde a los vivos.

Salto cerrando los ojos. Al no notar el impacto deduzco que he conseguido la ventaja. Pero no me detengo a comprobarlo. Salgo corriendo tan rápido como el miedo me azota, notando su apestoso aliento detrás.

El alivio por no ser alcanzado sólo te dura una décima de segundo. Ni siquiera has conseguido comenzar el esprint cuando sientes la mano del ser engancharse a tu hombro y en una fracción de segundo más aterriza con las rodillas en tu espalda a la vez que por el impulso tú te vuelves a desplomar sobre el suelo.

Pierdes el aliento y tratas de revolverte para deshacerte de él, pero ya es demasiado tarde. Sus afilados dientes se clavan en tu cuello, desgarran tu piel y llegan con eficiencia hasta tu sangre, sangre que comienza a succionar con fuerza. Tu resistencia se desvanece.