Media hora más tarde Gustavo y Patricia estaban en el piso de Francisco Gil. El joven los recibió con un atisbo de emoción en su voz. Enseguida pudieron entrar en el apartamento —pequeño pero funcional— y una vez en el despacho les mostró un par de cajas de cartón, de gran tamaño, repletas de papeles, notas, archivadores, fotos...
En medio de aquel maremagnum de información había un ajado libro que se correspondía con la primera y única edición de 'Las Puertas', de Bernabé Ablaneda. Un libro en rústica, con portada de color gris donde solo se mostraba el título y el autor. También había un ejemplar de 'España Hereje'.
—Bueno... ustedes son los expertos. Yo estoy aquí para ayudarles en lo que necesiten saber.— dijo el joven solícito.
- Hola Francisco... Esta es mi compañera la agente Monteros. Espero que entre los dos podamos abarcar más y más rápidamente. Me temo que ahora más que nunca el tiempo es oro.
La mente de Cortés estaba a medio camino de dónde se encontraba físicamente. La otra mitad permanecía en un estado de tensa alerta por sus compañeros que habían quedado vigilando la vieja tienda del anticuario. La ausencia de este no le gustaba. Le producía cierta desazón. Cierta sensación de peligro.
- Antes de comenzar, es importante, nadie ha contactado con usted tras nuestra reunión esta mañana, ¿verdad? Nada relativo a los documentos o... al hecho de que nosotros fuésemos a venir aquí a revisarlos.
Patricia se alegraba de haber dejado la comisaría. Tras la muerte de Robledo, el ambiente era lúgubre, los ánimos de todos allí se encontraban por el suelo. Además, tanta tarea administrativa le había dado dolor de cabeza.
Llevó las fotografías que había mandado Montalbano a los expertos en lenguas, compró dos cafés para llevar y condujo hasta la tienda de antigüedades para recoger a Cortés y seguir hasta el apartamento de Gil.
-Encantada, puedes llamarme Patricia. Espero que no te moleste el tuteo.
Mientras aguardaba la respuesta a su compañero, tendió las manos para tomar el libro, pero esperó a que el joven se lo cediera. No quería forzar ninguna situación con alguien que podía tener una pista muy importante para la resolución del caso.
El muchacho negó con la cabeza.
—No, nadie. La verdad es que sería sorprendente si eso hubiera pasado ¿no? Quiero decir... no hace ni un par de horas que han venido preguntando por estos documentos.
El chico parecía ahora algo más tenso, como si de pronto hubiera empezado a calibrar que podría correr un riesgo real por aquellos conocimientos.
-¿Me permites? -al ver que Gil no se había percatado de su gesto, la detective tomó el libro por su cuenta. Cada minuto contaba y cuanto antes pudiera echarle un ojo, mejor. Mientras repasaba las páginas, continuó con la conversación.
-Creemos que el trabajo de su tío puede ser importante para el autor de los crímenes... Y así como nosotros hemos dado contigo, él también podría hacerlo -levantó la vista al tiempo que se daba cuenta de que podía haber alarmado de más al descendiente de Ablaneda.
-Oh, no quiero asustarte... pero sería bueno que tomaras algunos recados. También podemos pedir un móvil que vigile la zona, ¿no? -dijo dirigiéndose a Gustavo. Y en ese momento otra idea acudió a su mente.
Buscó su móvil y mandó un mensaje breve a la central. Necesitaba una copia de la imagen que habían obtenido del asesino. Tal vez Francisco lo conociera de algún otro ámbito, con preguntar no perdían nada.
Hojeo el libro de manera superficial para ver si algo me llama la atención (ya lo veremos más a detalle luego, calculo).
También pido la imagen del asesino que captaron las cámaras en lo de Bragante. Tal vez tengamos suerte :D
@Chemo, si es necesario gastar puntos, adelante!
Patricia le mostró la foto del sospechoso a Francisco mientras ojeaba el libro. El chico lo observó un rato, rascándose el mentón.
—Pues la verdad es que es complicado identificar a alguien concreto... va muy tapado. No sé... la verdad es que no me doy cuenta.
Mientras tanto la detective ojeaba el libro con avidez. Se vio sorprendida al comprender que aquello intentaba simular ser ¡un grimorio de magia! Algo confusa revisó algunas páginas al azar: ingredientes, símbolos, rituales... ¡Eran conjuros! Extrañada leyó una parte de la introducción: al parecer el profesor Ablaneda había recopilado de varias fuentes, tanto orales como escritas, los formatos de conjuros y rituales originales. Patricia pasó la página rápidamente: por desgracia la edición era muy básica y carecía de ilustraciones. Pero tenía el pálpito de que quizás en ese libro hubiera una descripción, en algún punto, del ritual que estaban realizando en los asesinatos1.
[1] Sería necesario gastar 1 punto de documentación y dos horas examinando el libro o una tarde entera si no se tiene documentación.
Gustavo observaba todo aquello y no podía dar crédito a lo que leía. Patricia y él se intercambiaban miradas cargadas de verdadera estupefacción. El autor de aquellas palabras creía en la magia. Aquello parecía una sentencia hueca pero reveladora a la hora de entender que quien estuviera tras los crímenes no estaba simplemente asesinando. Era alguien convencido de que invocaba algo o a alguien... de que estaba trascendiendo los límites del mundo real.
- No lo puedo creer... - musitó Cortés a tenor de las palabras escritas en aquel viejo tomo.
Mini post para indicar que gasto el punto de documentación.
Gustavo estaba en una página concreta y se la mostraba a Patricia:
El ritual de la Apertura de la Realidad requiere los corazones palpitantes de cuatro Carceleros y la sangre de un Inocente.
Los Carceleros pueden ser inmovilizados por el Ritual de la Negación, de forma que su presencia física no pueda ejercer ninguna acción. En ese momento deben situarse en un pentagrama con cinco velas negras en la posición de la carta mal denominada como Ahorcado del Tarot. Esta posición implica una suspensión en el momento y debe usarse para mantener al Carcelero inmóvil mientras se realiza el ritual para extraer su corazón de la caja torácica. Aunque el cuerpo mortal que alberga a la entidad muere en el proceso el corazón palpitante puede ser introducido en un frasco protegido por las runas del Silencio, de forma que el Carcelero no pueda escapar para buscar otro armazón en esta Realidad.
Gustavo revisaba los datos: al parecer los otros rituales y fórmulas venían en otras partes del libro, pero ahora no tenía el tiempo necesario para seguir todas las referencias. Fue saltando hasta que encontró otra parte mucho más siniestra del proceso:
El Inocente debe tener la impronta de su alma impoluta. Es por ello que debe escogerse un neonato que todavía no tenga consciencia de la Mentira. Se abrirá en canal para obtener su sangre y guardarla en un frasco especialmente preparado para...
Joder. Un neonato. ¡Estaban hablando de matar a un bebé! ¿Y si ya lo habían hecho? Eso no se lo habrían pasado porque no tendría relación con el caso aparentemente. Pero ¿quienes eran los Carceleros? Seguro que había más datos en el libro sobre eso pero nuevamente el tiempo apremiaba. El detective fue al final del texto que se refería al ritual: ¿cuál era el objetivo?
Una vez realizado el proceso completo se romperá el Sello de la Mentira. El hechicero podrá entonces dar forma a la cadena y convertirla en un objeto físico fuera del alcance de los Arcontes. Esto provocará la Ruptura de la Realidad en la zona donde se realice el Ritual, permitiendo rasgar el Velo y mostrar a los Durmientes la Realidad que acecha al otro lado.
¿Qué demonios significaba aquello? Revisando los datos hasta el momento tenían tres asesinatos ¿tres Carceleros? Faltaría un cuarto... y lo del Inocente igual ya había sucedido y no sabían nada.
Punto gastado. Aún así necesitarías 5 horas de lectura (no tienen que ser seguidas) para estudiar el libro a fondo y encontrar todas las partes del ritual.
Al ver lo que le señalaba Gustavo, Patricia volvió a sentir con fuerza de que Robledo estaba metido en toda esa mierda. La sospecha había anidado en su cabeza cuando hallaron la huella del comisario en el sótano de Bragante, pero en ese momento la había descartado de plano por lo inverosímil.
Sin embargo, el hecho de que el ritual indicara que a un "carcelero" (fuera lo que fuera eso) se lo debía sacrificar como lo habían sacrificado a él, le daba mucho peso a su teoría. Siguió leyendo y otra idea loca volvió a su cabeza.
-¿Cuando falleció Adelaida? La verdadera*, no nuestra víctima -con la falta de sueño y tanta información para procesar, la detective no hallaba en su memoria ese dato. Sólo le sonaba que era un bebé cuando había fallecido a quien le robara la identidad la primera víctima, pero no si había llegado a nacer.
-Gustavo deberíamos reunirnos con nuestros compañeros cuanto antes. Si nos permites -dijo dirigiéndose a Francisco- nos llevaremos el libro de tu tío. Aún hay información útil que tenemos que extraer. No te preocupes que te lo devolveremos en perfectas condiciones. Y ya estoy llamando para solicitar un móvil que vigile la zona. Mejor curarnos en salud.
Patricia quería compartir sus impresiones con su compañero de camino a la tienda de antigüedades, antes de reunirse con el resto del equipo.
*Tengo la idea de que había muerto de bebé, pero no me acuerdo si es así.
—Por supuesto. Quizás... cuando todo termine... bueno, no soy un profesional pero igual habría posibilidades de que me concedieran una entrevista para... bueno... ya saben... podría escribir algo sobre el asunto.
Los detectives asintieron condescendientemente. Como acabaría eso no podían saberlos ni ellos mismos, así que de momento no perdían nada dándole al chaval unas pocas esperanzas de convertirse en el Truman Capote hispano.
Salieron del apartamento del muchacho con varios papeles y los libros de Ablaneda.
Entiendo que regresáis frente a la tienda de antigüedades. Voy a ver si vuestros compañeros hacen algo o esperan la orden judicial antes de reuniros de nuevo.
Gustavo estaba realmente afectado. Leer aquellas palabras le hizo conectar con la escena en la que el propio Robledo era el protagonista de aquella macabra estampa. Las manos le temblaban y un sudor frío se había instalado en su nuca sin intención de abandonarle. Cuatro Carceleros... iban tres. ¿Quién podría ser el cuarto? Y aquel asunto del alma pura... ¡un bebé! Estremecía sólo con pensar en ello. Quien fuese el demente que estaba haciendo todo aquello realmente creía en que de algún modo, con aquellas atrocidades conseguiría... ¿rasgar el velo de la realidad? ¿Qué querría decir con eso?
- Muchas gracias por su colaboración, señor Gil. - Gustavo no había abandonado el tratamiento de usted. - Sé que todo esto es extraordinario y, muy probablemente, excitante para usted. Y, sí, cuando esto acabe tendremos esa entrevista. Pero hasta entonces entienda que se trata de una investigación policial en curso. Que no puede revelar nada que ataña a la misma a nadie. ¿lo entiende...? Gracias otra vez y que tenga buena tarde.
Ya en el coche, habiendo guardado aquellas carpetas con la documentación de Ablaneda en el maletero, Gustavo intentó reorganizar las ideas.
- Creo que llamaré por teléfono a Montalbano... a ver qué tal van. Si la cosa está calmada por allí igual sería aconsejable ir a dar la bienvenida a Isolino. Ese pobre diablo puede que tanga algo. Ya me agarro a cualquier clavo ardiendo.
* Pues eso... llamo a Montalbano y en función de lo que vayan a hacer vamos o no. Si esperan a la orden nos vamos a ver a Isolino y si entran a sangre y fuego vamos para allá. Vamos... eso no me lo pierdo. :)