Partida Rol por web

Habíais decidido encargaros de buscar leña. No habría de ser complicado hallarlo en mitad de un denso bosque, fuese procedente de árboles perennes y de hoja caduca a placer. El problema habría de ser hallar ramaje seco, que hubiese escapado a la incesante lluvia que había acompañado a buena parte de la jornada.

Dos personas diestras en el combate, una en el manejo del hacha, otra en el manejo de la guadaña, juntos buscando leña.

Comenzasteis a avanzar entre la arboleda, al principio en silencio, buscando algo con lo que encender un fuego que mantuviera caliente al grupo durante la noche.

Deambulabais entre árboles, maleza mojada -poco apta para su consumo como leña- y arbustos de todo tipo. Apenas sí se veía ya luz en el horizonte. Pronto sería noche cerrada.

- Vamos, Maese Gunnar. No debemos hacer esperar a los otros.- decía un enérgico Brennus. El guerrero de la guadaña avanzaba a paso ligero, de un lado a otro.

Un tronco tras otro, arbusto tras arbusto… pero sin tener demasiada suerte. También era cierto que no estaba poniendo demasiado empeño en la búsqueda. Su mente pensaba en la Alenka que permanecía quieta en el campamento. A la espera de comida y fuego.

Se paró en seco, fingiendo preocupación por no encontrar ningún tronco.

- Espero que estéis teniendo más suerte que yo.- dijo mientras dejaba caer sus brazos hacia abajo.

Morrigan pensaba en otra cosa. Aunque hubiese llovido, no era tan difícil encontrar el ramaje necesario. Con la atención necesaria, podrías encontrar cientos de ellos. Aún así, otros pensamientos ocupaban la mente del guerrero.

Tras cruzar el puente había sido tranquilo, muy tranquilo… quizá demasiado. Ni siquiera se habían encontrado con ningún tipo de animal feroz. ¿ Quizá habían salido asustados por su presencia, o habría alguien más? Alguien que les estuviese vigilando… desde la distancia.

Mientras fingía ser un inexperto, fruto de su juventud, observaba con atención su entorno. Atento ante cualquier cosa… no fuese que estuvieran en el punto de mira de otra emboscada mucho más grande.

-BlufffurUMMMMujnjbluff... -tarareaba Gunnar una vieja tonada enana en tono suave mientras daba una patada aquí y allá, buscando ramaje en condiciones. 

Era obvio que aquellos humanos eran bastante torpes en cuestiones de supervivencia. Normal, con toda aquella distancia entre la cabeza y el corazón: la sangre no llegaba a donde tenía que llegar con la suficiente potencia, estaba claro. Y además ruidosos, como cerdos en su piara, que si pisando donde no toca, que si soltando flatulencias cuando no toca, que si hablando en ese idioma suyo tan eufónico a quien no toca...

El tal Brenus no era una excepción. Hacía como que buscaba leña y lo único que conseguía era desconcentrarlo. En realidad parecía más dedicado a contar estrellas, o repasar la tabla del 1, o a saber con qué extraña ocupación a la que se dedicasen los pobres humanos cuando se aburrían. 

Nada. Con semejante compañía es imposible hacer nada a derechas o izquierdas, se dijo mientras renunciaba a seguir buscando una madera que, era obvio, tampoco debía existir en aquel lugar. Porque de haber existido, sin duda él la hubiera encontrado sin dificultad alguna. Faltaría más.

-Bien, humano Brenus -dijo lanzando una última patada al aire-, aquí no hay nada que quemar. ¿Regresamos, a ver si podemos fumar una pipa o dos antes de las guardias nocturnas?

Uno humano diestro con la guadaña. Un enano diestro con el hacha. Dos hombres y un destino: la inutilidad a la hora de localizar leña.

Más de uno podría imaginarse los comentarios burlescos que surgirían de la despiadada boca de la tirana Alenka cuando regresasen al campamento con las manos vacías. Porque así estaban las cosas: leña había por doquier, pero toda estaba húmeda a causa de la lluvia. Claro que era lógico. ¡Estabais en la mitad del bosque! Y hasta donde vuestro conocimiento llegaba, no había árboles que se cubrieran con capas cuando llueve, ni siquiera los míticos silvanos salvajes del Bosque de Brecilia harían tal cosa.

Así pues, así estabais después de deambular un rato: más cansados, más aburridos y sin madera que quemar.

- ¿Y rendirnos tan fácilmente?- dijo en un tono jocoso.- No, ni hablar. Seríamos el hazmerreír del grupo.

Brenus dejó de poner toda atención en su alrededor en busca de posibles amenazas y centralizó toda su mirada foco en el enano, con las manos apoyadas en la cadera, formando un triángulo con sus brazos.

- Desde aquí puedo presenciar sus burlas, sus miradas de desaprobación, sus cabezas negando el no haber encontrado madera…- cada palabra que pronunciaba venía acompañado de algún gesto que teatralizaba la escena. Morrigan actuaba como si de una tragedia se tratase.

- Incluso nuestros enemigos se burlarían de nosotros… ¿Podrías soportarlo? Porque yo no.- puso la mano en la frente, exagerando su cara como si hubiese perdido a un ser querido.- Mi orgullo me dice que no lo mancille. Que no debo rendirme… - bajó la mirada hacia el enano.- Por eso os pido, a ti, oh Gunnar, maestro de maestros, cuyo valor rivaliza con los más grandes héroes, dejadme que lo intente una vez más. No habré puesto el suficiente empeño. Os prometo que si no encuentro nada, regresaremos.

Y sin dejarle responder, Brenus, el guerrero de la guadaña, comenzó a ir de un lado a otro. Buscando en cualquier resquicio la madera para encender una hoguera. No debía rendirse. ¿Qué pensaría Alenka si volvía con las manos vacías? Debía encontrarlo fuera como fuera.

"Fortuna, no me abandones".

Pero la Fortuna tenía otros planes más divertidos y se olvidó de ayudar a Brenus, quien desistió en su búsqueda. Había mirado y remirado, pero la humedad se había burlado del guerrero.

- Maldita humedad...- miró al enano con expresión triste.- No ha podido ser. Siento haberte hecho perder el tiempo. No hay nada. Cumpliré mi promesa y te seguiré de vuelta.

"¿A quién se le ocurre prometer semejante cosa? Pero, lo que es más importante... ¿sabré cumplirla y no desviarme del camino? ¿Cómo diantres se cumple una promesa?

Percepción: oír. 1-4-2+1= 8

Te parece notar una presencia cerca de vosotros, como si alguien os estuviese espiando al otro lado de los matorrales. No podrías asegurar que fuese una criatura o un humano, lo único que podías aseverar era que no se trataba de una criatura de gran tamaño, pues se hallaba oculta tras unos arbustos que no te llegaban más que al hombro.

Y justo cuando las palabras se las llevaba el viento, justo cuando Brenus se había rendido ante la insistencia del enano para volver, justo al dar el primer paso en pos de Gunnar, reparó en algo. La señal de la amada (o odiada, según se mire) Fortuna.

"Oh… ¿por qué seré tan bocazas?

Lo que no había podido vislumbrar antes, se iluminaba ahora. Ante tanto movimiento no había prestado toda la atención necesaria para notar la presencia de algún invitado sorpresa. ¿Humano, elfo, criatura de cuatro patas? No, no y tal vez. Los canes solían ser bastante sigilosos y más cuando cazaban en manada… ¿quizá algún despiste? ¿O quizá era otro de esos genlock exploradores?

Morrigan se paró en seco para volver a hablar.

- O quizá me esté precipitando y no hayamos perdido nuestro valioso tiempo como creíamos- habló dramatizando una vez más.- Creo que no estamos solos.- dijo en un tono más serio. Entonces, dirigió una mirada gélida hacia el arbusto con inquilino- Quien quiera que seas, sal de ahí ahora mismo.

Su mano izquierda se deslizo hasta la espalda para tocar la parte inferior de la guadaña y asegurarse de que allí estaba. Adoptó un actitud defensiva ante la posible amenaza.

Chia dudó unos instantes en los que se planteó volver por donde había venido, finalmente acabó por acercarse a la pareja como si no se hubiese dado cuenta de que estaban ahí, deteniéndose cuando apareció a la vista de ambos.

-Ouh...- musitó con voz dulce, mirando a un lado y a otro asegurándose que el dueño de las pisadas no estaba por ahí- No deberíais hacer tanto ruido, hay algo... rondando.- Señaló hacia el lugar de donde venía tampoco tenía mucho más sentido dar información adicional de una criatura de la que solo sabía cómo eran sus pisadas.

Se frotó un brazo visiblemente incómoda, mirando al suelo con un leve rubor rosado extendiéndose por las pálidas mejillas.

-Tengo que seguir el rastro- se excusó antes de buscar dónde había dejado el último indicio de aquella criatura.