Era aquella una sensación que rozaba la gloria. Por fin un poco de descanso tras tan ajetrado día de caminatas. Afuera, Gunnar -¿o era ya el turno de Garret-? vigilaba que nada aconteciese en los alrededores. Nada se oía en el bosque salvo el crepitar de las llamas. Sin duda, aquella iba a ser una noche tranquila.
En aquellos momentos compartías tienda con Tásar, quien se hallaba convenientemente dormido. Podías percibir el sedante sonido de su plácida respiración. A ti, sin embargo, te costó caer en brazos de Morfeo, aunque no sabías por qué. Por fin tus ojos se cerraron, presa del cansancio, permitiéndote viajar al Velo en sueños.
A tu alrededor se formaron imágenes borrosas. Estabas en una tienda de campaña en el bosque, pero en un bosque extraño. Había silvanos salvajes quemados, plantados de hojas a raíz en vez de en la forma habitual. Las flores aparecían de colores imposibles, y la tonalidad del cielo era purpúrea en vez de azulada. Una mala copia de la realidad, como todas las que los espíritus reproducían en el Velo.
De entrada, creías hallarte a solas, pero al momento te percataste de que no era así. Había alguien sentado a la puerta de la tienda de campaña, en el exterior. Podías ver su borrosa forma tras la descolorida tela. La forma te era familiar, con su azulada túnica de maga y su larga melena lisa de color ala de cuervo.
Solo había otra persona en el grupo que pudiera permanecer consciente en el Velo además de ti, y se hallaba afuera, aguardando.
-Hace rato que te espero, Pellian. Tenemos que hablar. Y no sé por qué presiento que nos vamos a entender muy bien. Ya lo verás.
Sí, era ella, tan despierta y consciente como tú al otro lado del umbral. Pero... ¿Por qué? ¿Qué demonios hacía en tus sueños, al otro lado del Velo?
Al incorporarse acarició suavemente la tela de la tienda de campaña con la yema de sus dedos. Tenía un tacto sutil como si estuviera hecha de tela de araña. Otra pobre imitación de la realidad. El Velo. A menudo tal alejado de la realidad como si todo el lugar fuera un puzle montado por un dios ciego y loco.
Se puso en pie con parsimonia, tratando de adaptar sus sentidos a esta nueva realidad caótica. Fuera la mujer esperaba.
¿Qué hacía ella en sus sueños? ¿Una reunión secreta en el velo a espaldas de todos? Sus palabras apestaban a conspiración.
Salió de la tienda con cautela apartando la tela con su báculo. Todavía no sabía que pensar y no podía descartar que se tratase de algún demonio tratando de confundirle.
-¿Alenka?- Preguntó arqueando una ceja.
Alenka agitó su melena, desafiante, mientras se cruzaba de brazos. Su rostro mostraba una media sonrisa de hiriente superioridad.
-Pellian, tú eres mago del Círculo. Por eso me he permitido reunirme aquí, a solas, donde prácticamente nadie más del grupo pueda escuchar lo que vamos a hablar. Me da la impresión de que eres un tipo que sabe apreciar el valor del dinero de una forma en que tus estúpidos compañeros no sabrían valorar. Contigo no me voy a andar con rodeos, ya que somos de la misma condición y seguro que nos comprenderemos al instante, ¿me equivoco?. Tengo una idea que no podrás rechazar.
Tras una pausa dramática, destinada expresamente a causarte interés, se decidió a proseguir.
-Al grano- dijo, poniéndose seria de repente- Definitivamente, ese asno de Neruda no os paga bastante por arriesgar vuestras vidas luchando contra aberraciones como los engendros- ves cómo se sacude la arena de una bota mientras habla- Probablemente obtendríais un pago de cincuenta monedas en soberanos de oro, que es cien veces más de lo que vais a ganar, si los niños fueran retenidos y se pidiera por ellos un rescate, en vez de ser escoltados de vuelta a Stenhold.
Cincuenta monedas de oro. Había dicho cincuenta monedas de oro. Con esa cifra bastaría para comprar tres docenas de buenos caballos de monta o una casa en la capital, en Denerim. Bastarían para vivir durante años, es más dinero del que jamás has visto ni verás.
Pero todo tiene un precio.
Los ojos le hicieron chiribitas cuando oyó la cantidad. Cincuenta soberanos de oro, una cantidad capaz de comprar muchos privilegios y libertades. Suficiente para quitarse a los templarios de encima y empezar una nueva vida de lujos. Dedicó una enigmática sonrisa a Alenka y se sentó sobre una roca.
- Es una cantidad importante, pero no tan importante como para recibir dos palmos de acero en el abdomen, que es lo que conseguiremos si nos enfrentamos los dos solos al resto del grupo, aunque estoy seguro de que has pensado en ello y tomado medidas ¿Tiene más miembros esta pequeña conspiración?
Se puso a dibujar en el suelo con la punta de la bota, después alzó el rostro hacia la maga y volvió a sonreír con malicia.
- No negaré que me gusta el oro más que a un templario el lirio, pero ahora mismo la balanza está peligrosamente desequilibrada. Garantízame un par de cosas y no me importará mancharme las manos.
Primero, que seremos al menos tantos como ellos. Si nos superan en número no cuentes con que me suicide. He visto como lucha ese enano. Y segundo, que Neruda estará dispuesto a pagar. Ese cretino destila avaricia por cada poro, pero tu lo conoces mejor que yo.
Si no puedes garantizarme esas dos cosas no participaré, pero tampoco me interpondré en tu camino hasta que no tenga claro cuál será el caballo ganador. Considérame parte neutral en este asunto.
Alenka se ríe ruidosamente. No parece desconcertada en absoluto por tu respuesta.
-Quizás debería matizar mejor mi oferta, pues creo que no he dejado del todo claro lo que pretendo hacer con los críos. Blaker es el escolta que acompaña a los niños desde Denerim. Sé de buena tinta que tiene algunas deudas que deben ser saldadas. Podría ser fácilmente convencido de pedir un rescate por los retoños siempre que su parte cubra sus deudas.
Alenka se aclara la garganta antes de proseguir.
-Y en cuanto a los niños, no pienso tocarles un pelo. Si las cosas van bien, ambos retoños ni siquiera sabrán lo que está pasando. Cuando nos reunamos, les diré que ha habido una incursión de engendros tenebrosos y que es demasiado peligroso que regresen a casa. Diré que el arl me ha ordenado implorarle a Ser Blaker que se los quede un poco más. Mientras tanto, regresaríamos a Stenhold con una nota de rescate de unos supuestos bandidos. Neruda pagará el dinero, todos ganamos lo que nos merecemos y sus hijos son devueltos sin el menor rasguño.
Su voz torna más vehemente en este punto de la conversación.
-Habéis conocido a ese hombre. Habéis visto cómo trata a sus semejantes, a todos cuantos le rodean. ¿Qué problema hay en repartir un poco su fortuna? vosotros tendréis vuestra parte, los niños regresarán ilesos y encantados y el arl pagará lo que os debería haber pagado desde un principio, que sois mercenarios, no esclavos en Tevinter. Además, ¿qué represalia podría haber? ¿Crees que el arl va a destinar a sus hombres a perseguir a unos supuestos bandidos mientras sus tierras son asoladas por engendros tenebrosos? Se limitará a pagar para librarse de un problema menor. Porque para él, sus hijos son un mero problema insignificante. Solo se preocupa de sus tierras y de que no las mancillen los engendros.
Dicho esto, suspira, como si emitir tal discurso le hubiese supuesto un esfuero enorme.
-Dame tiempo para que hable con el resto. Si consigo el apoyo de la mitad, ¿te unirías entonces al plan?
Pellian sonrió y asintió con la cabeza.
- Lo haré con mucho gusto.
-Sabía que podía contar contigo, Pellian. Tú eres inteligente, un mago del Círculo. Eres consciente de la cifra que te he puesto delante de los ojos y sabía que no la habrías de rechazar. Voy a recabar más apoyos. Serán necesarios para la misión que nos traemos entre manos. Nos reuniremos al amanecer para ver cómo vamos a llevar a efecto tal plan.
Y Alenka desapareció de tu sueño tal y como se había aparecido, retornando al mundo de los vivos.
Fin de escena.