Un turno de guardia tranquilo. No había un alma por los alrededores, por lo que te permitiste recostarte contra un tronco de un árbol, sin atreverte a dormir en la guardia, pero de forma relajada. No había señales de peligro inminentes, de eso estaba claro. El engendro que había atacado al dicharachero Alberic debía de haber sido el último integrante de una patrulla o un hurlock extraviado.
Las llamas producían un efecto hipnótico, sobre todo en medio de aquella impenetrable oscuridad y sin otra ocupación más que la de ver las llamas danzar sobre los troncos, con aquel sibilante crepitar que tan fácilmente podría llegar a amodorrarte si decidieras echarte una cabezada. Pero el deber era el deber...
De pronto, de una de las tiendas de campaña surgió una alta figura estilizada. Era Alenka, la maga y vuestra supuesta "jefa" con la sangre más fría que el hielo perpetuo de las Montañas de la Espalda Helada. Sin decir una palabra cerró la tienda y se condujo hasta sentarse cerca de ti. Tras calentarse las manos ligeramente, procedió a hablar.
Era la suya una voz sibilina, mezquina, que no incitaba a la confianza. Pero allí estaba, solo los Paragones sabrían con qué ideas metidas en la cabeza, dispuesta a darte palique.
-Definitivamente, no os pagan bastante por arriesgar vuestras vidas luchando contra cosas como los genlocks, ¿no crees, Gunnar?
Y volvió a quedarse callada, mientras se frotaba las manos al calor de la hoguera.
-En realidad eso lo hago gratis -dice el Enano, cargando su pipa de buen tabaco. Hablar con una mujer humana, por muy bruja que fuera, no era particularmente enriquecedor... pero en el fondo ella no tenía la culpa de haber nacido alta, torpe y escasa de entendederas-. Matar engendros no es mal pasatiempo. Y eso que dices de arriesgar la vida... ¿a qué te refieres? Uno arriesga su vida cada segundo, haga lo que haga, esté donde esté. Bajo techo también te mueres.
Alenka agitó su melena, desafiante, mientras se cruzaba de brazos. Su rostro mostraba una media sonrisa de hiriente superioridad.
-Gunnar, tú has sido mercader, por lo que sabes apreciar el valor del dinero de una forma en que tus estúpidos compañeros no sabrían valorar. Contigo no me voy a andar con rodeos, ya que ni magos ni enanos solemos tener mucho que compartir al fuego de una hogera entre agradables chanzas ¿me equivoco?. Tengo una idea que no podrás rechazar.
Tras una pausa dramática, destinada expresamente a causarte interés, se decidió a proseguir.
-Al grano- dijo, poniéndose seria de repente- Definitivamente, ese asno de Neruda no os paga bastante por arriesgar vuestras vidas luchando contra aberraciones como los engendros- ves cómo se sacude la arena de una bota mientras habla- Probablemente obtendríais un pago de cincuenta monedas en soberanos de oro, que es cien veces más de lo que vais a ganar, si los niños fueran retenidos y se pidiera por ellos un rescate, en vez de ser escoltados de vuelta a Stenhold.
Cincuenta monedas de oro. Había dicho cincuenta monedas de oro. Con esa cifra bastaría para comprar tres docenas de buenos caballos de monta o una casa en la capital, en Denerim. Bastarían para vivir durante años, es más dinero del que jamás has visto ni verás.
Pero todo tiene un precio.
El enano ladea la cabeza, asintiendo aquí y allá. Da una larga calada a su pipa.
-Mis compañeros son estúpidos, en efecto -dice-. Pero no tienen la culpa, mujer. Son humanos, el riego sanguíneo no llega con la presión adecuada a las cabezas y... op, disculpas.
Gunnar vuelve a fumar con evidente placer.
-En cuanto a la propuesta en sí... -continúa-, dejando de lado que Gunnar sólo tiene una palabra (por lo tanto ya tenéis vuestra respuesta), aunque confieso que unos cuantos cachorros humanos me preocupan bastante menos de lo que os preocupan a vos, bien, lo cierto es que dejé el comercio y me di a los caminos por dos razones. Una, no soy avaricioso. Dos... bueno, estaba borracho y no recuerdo cual era la segunda. En resumen, mi señora Alenka: haced con esos niños lo que os apetezca una vez cobrada mi paga tras completar mi compromiso. Pero poned uno de vuestros escuchimizados dedos encima de la cabeza de uno de esos mequetrefes, y os separaré la cabeza del resto del cuerpo para que vuestra altura se asemeje más a la adecuada.
Después sonríe, dando otra larga calada y expulsando el humo haciendo en el aire una nube informe.
-Vaya, si me ha salido un Dragón -dice, admirando la nube de humo que, en efecto, se parece tanto a un dragón como a un cagarro de caballo.
Alenka se ríe ruidosamente. No parece desconcertada en absoluto por tu respuesta.
-Quizás debería matizar mejor mi oferta, pues creo que no he dejado del todo claro lo que pretendo hacer con los críos. Blaker es el escolta que acompaña a los niños desde Denerim. Sé de buena tinta que tiene algunas deudas que deben ser saldadas. Podría ser fácilmente convencido de pedir un rescate por los retoños siempre que su parte cubra sus deudas.
Alenka se aclara la garganta antes de proseguir.
-Y en cuanto a los niños, no pienso tocarles un pelo. Si las cosas van bien, ambos retoños ni siquiera sabrán lo que está pasando. Cuando nos reunamos, les diré que ha habido una incursión de engendros tenebrosos y que es demasiado peligroso que regresen a casa. Diré que el arl me ha ordenado implorarle a Ser Blaker que se los quede un poco más. Mientras tanto, regresaríamos a Stenhold con una nota de rescate de unos supuestos bandidos. Neruda pagará el dinero, todos ganamos lo que nos merecemos y sus hijos son devueltos sin el menor rasguño.
Su voz torna más vehemente en este punto de la conversación.
-Habéis conocido a ese hombre. Habéis visto cómo trata a sus semejantes, a todos cuantos le rodean. ¿Qué problema hay en repartir un poco su fortuna? vosotros tendréis vuestra parte, los niños regresarán ilesos y encantados y el arl pagará lo que os debería haber pagado desde un principio, que sois mercenarios, no esclavos en Tevinter. Además, ¿qué represalia podría haber? ¿Crees que el arl va a destinar a sus hombres a perseguir a unos supuestos bandidos mientras sus tierras son asoladas por engendros tenebrosos? Se limitará a pagar para librarse de un problema menor. Porque para él, sus hijos son un mero problema insignificante. Solo se preocupa de sus tierras y de que no las mancillen los engendros.
-He visto cómo ese humano trata a sus semejantes, en efecto -dice Gunnar sin dejar de fumar, la vista hacia la oscuridad más allá del anillo de luz de la hoguera-. Pero no es mi problema. Como dije antes, y no me importa repetir, Gunnar sólo tiene una palabra.
Alenka suspira contrariada.
-En fin, se ve que los enanos tenéis la roca metida hasta en la mollera. ¿Qué se le va a hacer? ¡Adiós a toda una vida resuelta para el grupo! Buenas noches, Gunnar, "enano de una sola palabra".
Se incorporó con absoluta indiferencia, como si el resultado de tus palabras le fuera completa y absolutamente indiferente, retornando a continuación a su tienda de campaña, en donde se acostó. Al cabo de unos instantes ya estaba dormida.
No hubo más percances en toda la noche.
Fin de escena :P