Partida Rol por web

Ivalic siguió a Arik junto al resto del grupo, todos estaban decididos a ayudarle y lo de convertirse en un niño lobo no le hacía demasiada gracia. El niño miró la casa con curiosidad, era la primera vez que se acercaba tanto, nunca había pasado por allí aunque sí la había visto de lejos, ni siquiera sabía quien vivía allí. Una anciana se asomó por la ventana protestando porque Arik la había despertado. Ivalic señaló al posadero disimuladamente con el dedo para que quedara claro que había sido el hombre el que había tirado piedras contra los cristales de la casa.

-Parriwimple. ¿Quien es esa señora? ¿La conoces?

Su amigo repartía por todas las casas del pueblo así que seguramente le podría decir quien era aquella mujer.

Pues a Layla parece que no le funcióno...

No estaba seguro de nada de lo que pasaba, pero por si acaso dejaría el asunto en manos de expertos, sobre todo si Herr Urik y la Señora Helene no decían lo contrario, se fiaba de su criterio.

Helene fue testigo mudo del intercambio de palabras, absorbiendo cuanto allí se decía. Y era hora de intervenir.

-Hola, señora Gulpika. Antes que nada, agradecerle sinceramente su ayuda -dijo con voz marcada por la preocupación que sentía. Puso una mano sobre los hombros de Vjelkus, protectora. ¿Qué hubiera hecho o sentido de ser su hijo el afectado por el mordisco? Cierto que su hijo era su hijo, pero en aquellos pocos días había desarrollado para con Ivalic un verdadero sentimiento de afecto y cariño y el escaso tiempo, siempre relativo, no mermaba que se sintiera como una segunda madre para con él-. Y quisiera pedirle un favor. ¿Le importaría que la asistiera en la preparación del remedio? Quisiera aprender, si no lo considera una intromisión. Hemos tenido suerte de que Arik la conociera y de que viviera cerca pero puede que la suerte no siempre nos sea tan halagüeña -dijo. Y era cierto. Podrían volver a tropezarse con licántropos, luchar contra ellos, sufrir su mordisco en medio de la nada. Ahora reconocía la hierba que habían ramoneado en el campamento de Ludovico y afortunadamente contaban con existencias de la misma. Ignoraba si era un bien escaso o no, una hierba rara, pero contar con ella y desconocer el proceso para la elaboración de la pócima er acomo no tenerla-. ¿Cómo se llama la hierba y qué propiedades tiene? ¿Dónde crece y qué usos tiene al margen del presente? -indagó curiosa pero respetuosamente. Era posible que la mujer fuera celosa de sus conocimientos y que no estuviera dispuesta a compartirlos-. ¿Sirve, por un casual, para ahuyentar a los licántropos? -preguntó. Su presencia en el campamento de Ludovico la había asociado a su intenso perfume, algo que embotara los sentidos e impidiera captar el rastro de olor del medio vistani.

Guardo un respetuoso silencio y monto guardia en la puerta. Todavía es de noche y el peligro podría presentarse en cualquier momento desde el lugar más inesperado.

Parriwimple se encogío de hombros. No conocía a la señora, pero parece que Arik sí, así que la ancianita seguro que es una buena persona.

¡¿Qué?!-exclamó la anciana, poniendo la mano en forma de cuenco en torno a la oreja para escuchar mejor.

Helene tuvo que volver a realizar las mismas preguntas para que la herborista llegase a escucharla. La anciana sonrío, con unos dientes bastante sanos y numerosos para su edad, y tiró de la muñeca de su discípula para ponerse ambas al mismo lado de la mesa.

Esta planta es belladona, también llamada matalobos. Huele, huele...-acercó un ramillo a la naríz de Helene, de modo que pudiese detectar su pestilente hedor-. Las raíces de la belladona sirven como antídoto de varias setas venenosas, y se debe preparar como una sopa. Los frutos negros son venenosos si se comen, pero en emplastos sobre la barriga disminuyen los síntomas de los dolores menstrua... taparos los oídos niños... menstruales. También en emplasto, sobre las extremidades, disminuye los síntomas del baile de san vito. Básicamente tiene efectos sedantes: su veneno en contacto con la piel adormece los músculos.

La belladona crece en el bosque. La que ves aquí la cultivo yo misma en mi jardín, y nunca ha entrado un hombre lobo por la noche a violarme. ¿Coincidencia? Puede... Lo que vamos a hacer ahora es desmenuzar los frutos en el mortero, hasta hacer pulpa. ¿Ves? Así. Prueba tú, querida-dijo, tendiéndole el mortero para que continuara-. Más. Tritura la piel. Ahora echamos algo de agua, para diluír la concentración. Rebañamos pulpa del mortero con una cuchara de plata. Con media cuchara, para un niño, es suficiente. Ponemos otra cuchara encima, y escurrimos hacia los lados. Nos quedamos con la pulpa, y nos deshacemos del exceso de agua y jugo.

Decidle al niño que se tumbe. Cuando tome la cucharada, empezará a notar un fuerte dolor en el estómago, y fiebre. Debemos preparar unos paños con agua, para ponerle en la frente y que la fiebre no le mate. Le durará varias horas, quizás esté así hasta el amanecer. Con una dosis más fuerte, el niño estaría con los dolores dos días. Después de eso... quizás el veneno le mate, quizás no. Quizás el lobo que lleva dentro muera, quizás no.

Preparaos... esta noche va a ser muy larga...

-Ivalic, túmbate pequeño. Procura estar lo más tranquilo posible. Estaré a tu lado todo el tiempo y cuidaré de ti. ¿Entendido? -dijo Helene, que había seguido las instrucciones de la anciana a pies juntillas-. Como ella ha dicho, va a ser una noche larga y mejor no asustarse. Y vosotros, rezad. Toda ayuda será bienvenida. 

Ivalic se quedó maravillado por la cantidad de cosas que hacía aquella hierba, aunque a mitad de la explicación se vio obligado a taparse los oídos y perderse algunos de los remedios, aquello era muy común entre los adultos cuando no querían que algún niño se enterara de algo. Observó en silencio como las dos mujeres preparaban el remedio y obedeció cuando le dijeron que se tumbara. Sin embargo ante lo que posiblemente se le venía encima dudó por unos instantes.

-Bueno, quizás el lobo no me mordió mucho y no hace falta, además si a Layla no le funcionó...

Lo que podía pasarle en las próximas horas no era nada halagüeño, pero al igual que cuando su madre le obligaba a tomar aquel jarabe asqueroso para la tos se vio en la necesidad de obedecer a las mujeres.

Parriwimple asintió y tomó la mano de Ivalic.

- Ivalic puede apretar mano Parriwimple. Parriwimple no sentirá dolor. Parriwimple preferiría estar lugar Ivalic. Parriwimple rezar manos Guiseppe para que creen fuerzas en Ivalic- dijo con convicción mientras se arrodillaba junto al lecho de la cama de Ivalic.

Ivalic sonrió a su amigo y tomó la mano, sabía que con él a su lado todo saldría bien porque era una buena persona y a las buenas personas terminaban por sucederles cosas buenas aunque en aquella región no pareciera posible, pero el niño tenía fe en su amigo.

-Gracias Parriwimple, todo saldrá bien, ya verás.