Partida Rol por web

Expedición al castillo de Ravenloft

Retazos en la noche del 29 al 30 de noviembre del año 750

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04/10/2015, 20:11
Director

No podía volver a casa con las manos vacías, así que estuvo haciendo tiempo por la tarde, cazando en los bosques occidentales. Él también lo necesitaba. Necesitaba relajarse. Últimamente, las voces de su cabeza habían ido a más. Hasta se estaban casando entre ellas y teniendo nuevas vocecitas infantiles que se sumaba al resto del tropel. Es culpa de Ivalic, había pasado tanto tiempo con ese niño repelente que ahora tenía su tono incrustrado en la mente, replicándose como un virus.

Volvió a la catarata del Tser al atardecer, con un par de conejos colgados del cinto. Sus chicos estaban allí, para recibirlo, pero ninguno era como Farkas. Lanzó el primer conejo, y los cuatro huargos se lanzaron hacia la carroña. El quinto de sus chicos, más grande, era solo un lobo terrible del tamaño de un caballo. Era astuto, esperó en la maleza mientras los cuatro huargos se lanzaban dentelladas peleándose por la primera pieza. Varikov lanzó el segundo conejo, el lobo terrible salió de la maleza y devoró el conejo de un bocado. Luego gruño...

Grrrrr...

Sus chicos nunca gruñían a Varikov. Le reconocían como un hijo a un padre. Es como si aquel lobo terrible notase que el enano se estaba ablandando, volviendo más sentimental. No tiene tiempo para esto, si quiere manipular a los humanos tiene que bajar por el camino hasta la gruta tras la cascada y librarse del cadáver de Jeref Maurgen.

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05/10/2015, 19:52
Varikov el Trampero

Me deshago de los cadáveres humanos que hay en mi cueva y vuelvo al pueblo mientras mi picha ondea chula y guay...

      ...
      No me sorprende que el lobo le ha gruñido antes, se ha vuelto idiota.
      Se ha vuelto humano.
      ¿Y qué diferencia hay?

Un silencio repentino que hubo en su cabeza le permitió reflexionar sobre aquel día. La maldita zorra que hace poco llegó al pueblo, buscando a su marido, hizo que al enano se le encogieran los huevos durante unos minutos, cuando le preguntó si lo conocía. De todos los que mató, ¿por qué tuvo que ser justo esta la que viniera a buscarlo? Gruñó insatisfecho mientras pasaba su áspera mano sobre la aun más áspera barba. Para joderlo más, volvieron a encontrarse al Ludovico y su maldita moneda, ojalá se le cayera en la raja de culo la próxima vez que tenga que adivinar dónde va a parar mi bota. Tenía que haber dejado a que lo mataran esos estúpidos cuando lo pillamos la primera vez.

Las voces volvieron a hablar todas a la vez, como si fueran famosos cutres en un programa de Tele 5 del que, por suerte, Varikov nunca se iba a enterar. Comentaban si lo que hizo el enano fue la mejor elección o tenía que haber hecho otra cosa. Las opciones eran varias y ninguna fácil.

Podría tirar los cuerpos al río, la corriente se encargaría de llevarlos lejos de su cueva, pero quien sabe que experto en cuerpos hundidos les iba a acompañar en el futuro y era mejor no dejar rastro. También había pensado en quemarlos, pero seguramente el puñetero fantasma o el cuervo no tenían nada mejor que hacer que dar una vuelta por el bosque justo cuando él iba a hacerlo. Había pensado en dejarlos ahí, al fin y al cabo eran sus dos mejores obras maestras, no tenían porque pensar que él fue el asesino. Podría decir que los encontró muertos en el bosque y que esa fue su manera de preservarlos. Podría funcionar, el posadero tenía una cría encerrada en el sótano y ahí la dejaron como si nada. Pervertidos locos, todos y cada uno, hasta el crío ese de los abrazos de los cojones.

Cogió el hacha y entró en la cueva, buscó unos sacos o mantas y puso sobre ellos los dos cuerpos. Le quitó a Jeref el anillo, la espada y la armadura y descargó sobre los cadáveres toda la rabia que tenía acumulada en contra los de la misma raza. Oh, cuanto sudor y placer a la vez. Su sonrisa se hacía cada vez mayor. Solo paró cuando vio que ya no se distinguía donde empezaba uno y acababa el otro.

Completamente desfigurados, metió los cuerpos en los sacos y, uno a uno los arrastró fuera de la cueva. Se alejó todo lo que pudo de su "hogar", buscó un claro en medio de los arboles, cavó un hoyo y les prendió fuego dentro. Con la ayuda de los sacos, la piel de lobo que llevaba uno de los cadáveres y los productos químicos, las llamas no tardaron mucho en devorarlo todo.

Apagó las últimas llamas y se aseguró de que no quedaba ningún trozo demasiado grande como para ser identificado como perteneciente a la estúpida raza y cubrió lo que quedaba con algo de tierra, hojas y ramas. Estaba satisfecho, pero recordó que sus "compañeros" eran más capaces de averiguar todo tipo de cosas inútiles con tal de no ir a por Strahd y enredarse en ellas hasta el infinito y más allá. Suspiró. Ahora solo faltaba quitarse de encima las pocas pertenencias de Jeref.

- Encantau de conocerte, ho, dijo cuando acabó de enterar la armadura y al poner la espada al lado de una cruz, clavada en la tierra. Le había pasado por la mente incluso buscar una tumba y vestir un cadáver con la armadura, pero ya no tenía mucho tiempo hasta la salida del sol y quería encontrarlos cuanto antes. El anillo lo dejó atado de la espada. Una de sus voces, una ñoña mujer, insistió en hacer incluso un lazo. Las manos bastas del enano no servían mucho para ese tipo de cosas, pero al final lo consiguió. Eso podría despistar a su mujer si alguna vez llegaría a encontrar sus pertenencias.

      ¿Y dónde están sus pantalones?

Después de todo el trabajo, se fue al río a lavarse de la tierra y el humo que podría haberle ahumado un poco. Y se fue sin pantalones. Por suerte se dio cuenta de que no los llevaba puestos cuando algo le impedía al andar.

      ¡Venga ya! ¡Tampoco la tiene tan larga!

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05/10/2015, 21:25
Director

Varikov miró para abajo. Identificó aquello que le impedía andar como la punta envainada del erecto espadón de Jeref, que al ser tan grande como el enano, se arrastraba como un arado por la tierra.

¿Haz vizto qué zentimentaloide ze ha vuelto el chaval?

¡¿Qué encantado de conocerte ni qué niño muerto?! Nota mental: niño + muerto.

Sip. Se ha vuelto un flojo. Así le gruñía el lobaco. Casi parecía la reposición de...

Realmente, sus voces ven demasiado la televisión, sea lo que sea eso. Para cuando volvió, con pantalones, al camino viejo de Svalich, se fijó en las huellas del suelo. Las pisadas de los humanos volvían hacia el pueblo, las de todos salvo las de Irina. Cosa de ser un fantasma y no tener pies. Pero también vió (en dirección al pueblo), unas herraduras de caballo marcadas en el suelo. El jinete pasó por allí después de los humanos.

El caso es que no se iba a encontrar a esos idiotas en el paso de montaña, así que tocaba volver al pueblo con todos esos niños que corretean por las calles y le señalan y se retan a tocar al enano raro. Menos mal que desde que hubo una invasión zombi los padres ya no dejaban salir a los niños a la calle. Estaba la cosa más tranquila.

Un rato después, descubrió nuevas pisadas de sus compañeros que se desviaban hacia el sendero que escalaba la colina Lysaga, en dirección a las ruinas del viejo monasterio. Pisadas de ida y vuelta. Fuese lo que fuese lo que les llevó allí, ya habían hecho lo que tuviesen que hacer. La pista seguía llevando al pueblo. También las huellas de caballo.

Llegó entonces a la encrucijada, con el patíbulo con las horcas colgando, y el humilde cementerio de ajusticiados. Por una vez, quizás porque iba solo, ningún fantasma salió de su tumba. El alma de Varikov está demasiado negra como para que los espíritus se le acercasen como polillas hacia la luz.

Nuevas huellas... Los humanos habían ido y vuelto al campamento gitano otra vez, pero las más recientes llevaban a Barovia. A estas alturas, habían dado tantas vueltas por las desviaciones, que el caballo les había adelantado: las pisadas humanas aplastaban la tierra por encima del rastro de la montura. Seguro que el caballo había llegado antes a esa asquerosamente limpia aldeucha humana.

Notas de juego

Editado: estás en la encrucijada, junto a un pequeño cementerio en el que rebuscó Jeref hace dos meses, con armadura, espadón y anillo.

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07/10/2015, 22:26
Varikov el Trampero

No le llevó mucho dejar la espada, la armadura y el anillo en el cementerio. Se acercó a una tumba reciente, con la tierra revuelta y, después de hacer un hueco lo suficiente grande, metió la armadura ahí y la tapó. Al lado clavó la espada que llevaba el anillo atado con un bonito lazo, o eso le parecía a Varikov.
      
Ahora que nada le impedía andar empezó a seguir las pisadas que había en el suelo. Al parecer, después de mucho ir y venir, las huellas llevaban al pueblo. El enano se preguntaba si se habían perdido o buscaban algo en concreto, si simplemente fueron a alguna parte y se les olvidaron hacer algo y tuvieron que volver... Había muchas posibilidades teniendo en cuenta que se trataba de un grupo de humanos.

Por suerte o mala suerte, en cuanto se iban a encontrar se iba a enterar de todo. Recordaba al puñetero niño, que hablaba más que todos juntos, y un escalofrío recorrió su cuerpo mientras sus piernas lo llevaban por el mismo camino que siguieron los otros. ¿Será el camino de la perdición?