Partida Rol por web

-¿Cree que se la habrá llevado el Enterrador, Herr Urik? No pudo irse ella sola... ¿Que piensa usted?

A Ivalic no le apetecía volver a encontrarse con Madame Eva nunca más y menos sabiendo que estaba muerta, todavía le dolía el papo del tortazo que le había pegado en la iglesia y además casi había sido capaz de engañar a Parriwimple para que la ayudara a robar el libro.

-Si quiere puedo llevarle la ballesta Herr Urik, pero mi madre no quiere que la maneje. ¿No le conté cuando mi abuelo se clavó un virote en el pie? Yo no había nacido, o era muy pequeño, pero me lo contaron mis padres. Estaba cargándola o haciendo algo con ella y fiiiuuuuuusss. Ivalic describió con su mano un virote descendiendo desde una ballesta imaginaria hacia su pie. Se le clavó en el pie y luego cojeó toda su vida, mi madre tiene miedo que me pueda pasar a mi lo mismo, me quiere mucho. ¿Tu madre también te quiere mucho? Seguro que sí y seguro que usted siempre la obedece, es un paladín.

- "No creo que sea tu destino seguir exactamente los pasos de tu abuelo, pero si así fuera, en cierto modo tal vez estarías honrando su memoria.

Respecto a muertos que no están donde debieran, lamentablemente siempre tiendo a pensar lo peor en esos casos, que ha sido cosa de necromancia." -

No sé para qué quieres una capa, niño. Si total... no abriga por delante. Mejor un poncho, mejor una chaqueta...

Siguió refunfuñando mientras subía las escaleras. Al cabo de un rato se presentó en el dintel de la habitación de Parriwimple y Urik con el vestido robado, o nuevo, o como se diga.

¿Qué le parece, Herr Urik? ¿Estoy guapa?

Snif, snif...

Lo estaba pasando mal, y allí todo el mundo la quería poner a trabajar y nadie le daba consuelo. Se sentía tan aislada... Elenya en la planta superior, atendiendo las heridas de Varikov, Parriwimple y su adorado paladín. Bobby, Arik e Ivalic caminando hacia la casa del carpintero. ¿Y Olga? Olga se quedó sola y desconsolada en la planta inferior de la Viña de Sangre. O "Niña" de Sangre, con la mancha en el letrero. Sin custodia. Y le podía haber pasado de todo: pudieron matarla, secuestrarla, violarla, la pudieron convertir en vampiro o peor... pudieron raparle el pelo al cero.

Pero su niñera estaba muy lejos, escuchando cómo Bobby le decía a Giussepe que el párroco necesitaba una puerta nueva para la iglesia porque algún desaprensivo la había derribado. Y que como Bobby le había contado a Danovich que las manos de Giussepe estaban heridas, que el carpintero se pasase mañana para que la magia de los dioses (Danovich no especificó si los buenos o los malos) curase las manos del carpintero como pago por adelantado. Y así quedó la cosa, con un Giussepe francamente emocionado y al que casi se le salta una lágrima cuando supo que iba a volver a poder trabajar con sus propias manos.

Cuando Ivalic y Arik volvieron, tras despedirse de Bobby, que dormiría en su casa, la madre de Olga estaba allí para recibirle. Parece ser que como se encontró a su hija sin vigilancia, decidió esperar allí unos minutos para que Arik llegase. Así le pudo dedicar una mirada desairada al marcharse sin mediar palabra, mientras tiraba de la muñeca de Olga para llevársela a la casa de los Veljoban. Así se fueron, madre, hija y cajita.

Elenya pudo entonces también hacerle unas curas a las heridas de ese par de irresponsables que dejaron a una niña sola. Arik no pudo dormir en su habitación junto a la cocina para facilitar que Elenya le revisara las heridas de las piernas. Y Elenya ahí, dándolo todo, en mitad de la noche, de habitación en habitación. Cuando los ruidos sonaron en la planta baja, todos despertaron y vieron a Elenya en el pasillo con cara asustada y un farolillo encendido en la mano. Recordaban a una mudanza, moviendo muebles, o a un demonio destrozándolo todo. Lo normal. Pero así no hay quién duerma.

Me encuentro lo bastante bien como para levantarme, pero no lo bastante como para luchar, a decir verdad.

Pese a eso, me levanto, recojo el cinturón con las dos espadas y sus fundas y correas respectivas, el escudo, y me pongo la capa por encima del pijama.

No hay tiempo para ponerse la armadura, me temo.

En el pasillo, observo por un momento a Parriwimple y a Varikov, después acudo a investigar la fuente del estruendo.

El pequeño Ivalic se encogió de hombros ante las palabras del paladín, no podía negar que tenía parte de razón, pero desobedecer a su madre estaría feo, seguía estando muy enferma y no quería que se llevara un disgusto que la pusiera peor.

-No se preocupe Herr Urik, puedo seguir llevando su antorcha, mi abuelo nunca llevó una antorcha ni acompañó a ningún guerrero valiente como usted.

No dijo nada de Madame Eva, el solo pensar en que podían volver a encontrarla a saber como le daba escalofríos. Las palabras de Elenya no le dieron escalofríos, pero si que le hicieron fruncir un poco el ceño en claro signo de disgusto. Tiró de su mini capa mini chula y mini guay con un gesto de dignidad.

-No sabes nada Elenya. ¿No ves que Herr Urik lleva una igual? Todos los grandes aventureros la llevan. ¿O es que no te gusta la capa de Herr Urik?

Va... Chicas, no había quien discutiera con ellas, al momento se estaba quejando de su capa y al siguiente presumía de su vestido nuevo, como si un vestido fuera de alguna utilidad. Al menos su mini capa mini chula y mini guay si. Prefirió no seguir discutiendo y retirarse a dormir junto a su madre y su hermana, o al menos eso intentó hasta que un gran estruendo lo despertó.

-¿Que ha sido eso? Preguntó a su madre y su hermana mientras se levantaba con cierto tiento. Quedaros aquí, voy a ver que pasa. Cogió su tirachinas y su daga y salió al pasillo donde un farolillo sostenido por Elenya le hizo distinguir la figura del paladín. Herr Urik... ¿Que pasa? Sin pensarlo dos veces se acercó al paladín que parecía estar intentando comprobar lo mismo que él.

- "No lo sé, Ivalic, pero conociendo estas tierras, debemos de estar siempre preparados para esperar lo peor." -

Pero... No estáis aún curado, Herr Urik... Es una locura.

Elenya no podía evitar que cuando miraba la espalda del Caballero del Cuervo alejarse, resonaran en su cabeza las palabras del pequeño Ivalic. Oh, sí... aquella capa en los hombros de Herr Urik le quedaba condenadamente bien. Otro de los habitantes de aquel pasillo tenía un concepto distinto de la estética: Varikov ladeó el bigote en una sonrisa burlona al ver al paladín en pijama. Ahora hasta le parecía lógico que se enlatara debajo de tantas libras de metal, ya que en caso contrario su aspecto era de lo más ridículo.

 Las damas primeru, "Uri"-y se apartó para dejarle bajar las escaleras en primer lugar.

Varikov no tenía muchos conocimientos de caballerosidad y protocolo, pero una de sus voces sí, y le susurró la frase que decir en aquel momento y le explicó el sentido del chiste. De porqué dejar pasar a un paladín de aspecto amanerado es gracioso y se ve reforzado llamándolo dama.

Varikov, Ivalic y Urik bajaron las escaleras y se encontraron un espectáculo extraño. Una luz blanca alargaba su estela moviéndose en círculos por la posada, como un huracán. A su paso, las sillas se alzaban, las mesas temblaban, los cubiertos y vasos flotaban en el aire. Y la luz se fue haciendo más y más lenta hasta cobrar forma, como una sábana blanca con las cuencas y la boca del rostro vaciadas.

 ¡AAAAH! ¡UN FAN...! ¡FAT! ¡FANTAAAASMAAAA!

Varikov alzó el hacha y cargó contra el espíritu agitando el filo en medio de aquella neblina blanca con contorno de sábana muy, muy, muy transparente. El instinto de Urik fue acertado: haberse puesto la armadura no hubiese supuesto ninguna diferencia contra un enemigo incorporal.

Siguió a Herr Urik y pronto se le unió Varikov, no parecía que los otros estuvieran despiertos, o al menos aún no habían salido al pasillo, daba igual con sus dos amigos Ivalic se sentía seguro así que bajó con aplomo siguiendo la estela del paladín en pijama y junto al enano.
Se quedó boquiabierto cuando comprobó que un fantasma se encontraba en la parte de abajo de la posada destrozando todo a su paso. Vio como Varikov arremetía contra él y preparó su tirachinas, no sabía si las canicas podían atravesar al fantasma y hacerle daño, pero era lo mejor que se le ocurría.

-¡Es un fantasma Herr Urik! ¿Que hacemos?

Por si acaso sería mejor disparar primero. Sin pensarlo dos veces estiró la goma y apuntó a la aparición con cuidado, no quería dar a ninguno de sus amigos, para después soltarla, al menos parecía ir bien dirigida.

-Pero qué demonios... -Arik abre los ojos, sorprendido. Un ruido en el piso superior, un ruido inmenso. Avanza su mano hacia la alabarda-. Enseguida vuelvo.

Y se mueve hacia las escaleras que unen el sótano con la planta baja de su posada.

Bajo las escaleras a la velocidad de un anciano renqueante, debido a mis heridas. Varikov se impacienta y me adelanta, atacando al fantasma con su hacha.

También el valeroso posadero ataca. Yo me lamento interiormente, sabiendo que no soy rival para esa aparición fantasmal, al menos no en mi estado actual.

Parriwimple no había querido bajar, al menos al principio. El dolor, y la sensación brutal de pérdida tras todos los tremebundos acontecimientos de estos días, hacían que se sintiera cada vez peor. No era ya que no entendiera nada. Era que los lucutuosos acontecimientos, el abrir forzadamente los ojos a la realidad de la muerte, negada desde su infancia, causaban al sencillo hombretón una profunda sensación de pérdida irreparable con la que, al menos aun, no podía lidiar. 

Por ahora, había pedido que le enseñaran a combatir. Era lo único que por ahora podía hacer. Al escuchar los ruidos del piso de abajo, sin embargo, reunió fuerzas para tomar su garrote y bajar las escaleras. Sin embargo, al observar lo que ocurría abrió los ojos, desmesuradamente, sin encontrar una capacidad de reacción suficiente para intervenir.

- ¿Por qué hay una sábana rara que se mueve y que casi no se ve? - murmura. 

Viendo a Parriwimple despistado, desorientado y confuso por sus heridas, al igual que yo, me coloco delante de él en posición defensiva para protegerle de posibles ataques.