Partida Rol por web

Adentro del túnel frío y helado, sientes una opresión en el pecho y la tensión que se adhiere a tu piel. El aire es denso y gélido, envolviéndote en un ambiente desolado. Los miles de esqueletos que te rodean, con sus formas esqueléticas yacen inertes, como testigos mudos de un pasado olvidado. Su presencia crea una atmósfera sobrecogedora, recordándote la fragilidad de la existencia y la fugacidad de la vida.

La única luz que guía tu camino emana desde el fondo del túnel, una tenue luminosidad que parece prometer una salida, aunque distante y velada. A medida que avanzas, la sensación de persecución te acecha, un escalofrío recorre tu espalda mientras miras hacia atrás en busca de respuestas en la oscuridad infinita. Sientes que algo, un ente invisible, te observa desde las sombras, desatando una sensación de inquietud en tu interior.

En medio de esta angustia, los recuerdos emergen en tu mente, como fragmentos de un rompecabezas incompleto. Las peleas con tus padres cuando eras joven, las tensiones generadas por tus creencias contrapuestas y las barreras emocionales que separaban tus caminos. Los pensamientos oscuros que invadieron tu mente, y la búsqueda de una salida en las artes marciales como una forma de canalizar esa ira interna. La incomodidad y el silencio que envolvían tu relación con tu familia, hasta el momento en que te viste obligado a abandonar tu hogar.

El encuentro con Edmun, el maestro que se convirtió en tu guía y protector, proporcionándote un refugio seguro en su dojo, se despliega en tu memoria como un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. El sacrificio y la dedicación que te llevaron a obtener una beca universitaria gracias a tus habilidades en el deporte, abriendo nuevas puertas en tu camino. Y finalmente, el arduo trabajo como camarero para asegurar tu subsistencia y construir una vida independiente.

Mientras avanzas por el túnel, esos recuerdos se entrelazan con la incertidumbre y el miedo, una amalgama de experiencias que te han moldeado hasta el momento presente. La oscuridad y la persecución constante representan tus propios demonios internos y las barreras que has tenido que superar en tu camino. A medida que te adentras en lo desconocido, una chispa de determinación se enciende en tu interior, recordándote que estás dispuesto a enfrentar cualquier adversidad para forjar tu propio destino.

Mietras deambula en ese extraño tunel, teniendo una sensación inquietante, desagradable, como si lo que veía estuviera mal, o no tendria que estarlo viendo, veia a su padre era un hombre estricto,chino tradicional devoto de las ideas socialistas e imperiales del pais y que quería que se encargara del negocio familiar, un negocio que tenia varias generaciones detrás, pero que sencillamente no era para él. Su madre era una mujer de cabellos rojizos, japonesa, pero que también tendía ascendencia irlandesa. El recuerdo mas importante que tiene de ellos es una noche buena, cuando era niño, cuando el no tenía ideas de independizarse y seguir otros caminos que no sean los que por tradición estaban perenne en su familia, entonces recuerda que lo trataban muy bien, no había peleas, solo eran ellos tres pasándola bien, contando historias, pintando lamparas de papel caliente para dejar que flotasen en el firmamento.

Tiene mucha familia repartida por el mundo, tanto de parte de padre como de madre. Ambas familias destacan por tener muchos hijos, aunque de su parte fue hijo unico, algo que tal vez en el fondo, se los reprocha.

La persona que mas le importaba era una antigua novia que fallecio en un tiroteo, algo que nunca olvidara y de vez en cuando le carcome la memoria y el corazon, usualmente la sigue extrañando. Entre las amistades, no se podian contar muchas, pero entre ellas precisamente estaba esa chica, la cual habia sido su mejor amiga antes de finalmente vencer la barrera de la amistad y llegar a una relacion, poco despues fallecio. De ahí, recuerda amigos que fueron inseparables, pero a lo largo de su vida a tenido varios, hasta perder el contacto. Por lo que normalmente no suele tener muchas. Solo una vez recuerda estar especialmente rodeado de gente, cuando trabajaba en un bar tematico, pero eso hace mucho tiempo, antes de tener que viajar a new york. Una de esas personas fue una mujer misteriosa, que le daba la sensación de ser esotérica, esta persona parecia ser sabia y de alguna manera la consideraba como una instructora o mentora. Otra de las personas que ahí conocía, estaba un cocinero gordo chino, siempre contento y amante del kungfu, aunque no daba la sensación de ser hábil con ello. Entre otros personajes singulares. Aquel bar lo recuerda con especial cariño.

Entre las cosas que le gustan hacer actualmente, además de los hobbies de su niñez, que de vez en cuando, cuando tiene la oportunidad, le ayudan a desconectar, son los juegos de arcade retro, como de lucha y otros. A parte de eso tiene una colección de brazaletes, muñequeras y pulseras, que suele gustar de ir adquiriendo en distintas partes de new york como recuerdos. Además que las suele usar, variando mucho, en cada uno de sus entrenamientos en el dojo. También le gustan las motocicletas, le gusta cuidar la suya, pues le gusta la libertad que le ofrece.

Se podría decir que el dragón es su bestia mítica favorita y figura o simbolo con el que se siente altamente identificado, aunque se considera alguien tranquilo, siempre ha sentido que tiene una fuerza y una sabiduría escondida en su interior. Piensa en eso cuando llega a la luz o esta cerca de esta.

Los huesos crepitaban bajo tus pies mientras ascendías por aquel túnel grotescamente insólito. Tus zapatos quebraban el material óseo con una serie de crujidos escalofriantes, y una sensación de incomodidad profunda te invadía. Algo estaba mal, podías sentirlo en tus entrañas.

El eco del pasado resonaba en tu mente: recordabas la última navidad, aquella en que por un breve instante pareció que tu familia podía mantenerse unida, antes de que las disputas empeoraran y la tensión se volviera insoportable. Recordabas el dojo de Edmun Hills, aquel lugar en el que habías entrenado desde pequeño, y donde Edmun, a diferencia de tu propio padre, siempre te trató con cariño y respeto. Recordabas con especial intensidad el día que, con tan solo trece años, te habías marchado de tu hogar para vivir en el dojo. Edmun te recibió con una calidez que jamás habías experimentado, y su sobrino, Max Hills, se convirtió en tu hermano de facto. A pesar de todo, aún manteníais esa conexión, una familia elegida, inseparable.

Tu mente volvió al presente, y te encontraste recordando el día en que el dojo fue atacado. Maleantes, ya sea enviados o lavados de cerebro, habían irrumpido la paz del dojo para luchar contra vosotros. Una ira como ninguna que hubieras sentido antes se apoderó de ti... y acabaste incinerando a varios de ellos. Aunque en aquel momento no reflexionaste sobre tus actos, habías acabado con vidas, inocentes o no.

Lanzaste una mirada a las profundidades del túnel, y una sensación ominosa se apoderó de ti. El crujir de los huesos se hacía cada vez más rápido y potente, como si una serie de pasos pesados avanzaran en la oscuridad hacia ti. Como si algo surgiera de la nada, avanzando inexorablemente en tu dirección.

Hitsagaya se consideraba alguien valiente, alguien que no retrocedía al peligro gracias a su entrenamiento en artes marciales, pero eso no significaba que se enfrentaba a las balas poniendoles el pecho. Ahí, en ese lugar notaba algo innatural por lo que en cuanto escuchó como algo se le acercaba a toda velocidad partiendo los huesos, hitsagaya no lo pensó ni un segundo y salio corriendo con todas sus fuerzas para intentar salir de ese tunel lo mas rapido que pudiera. Si todos esos esqueletos estaban ahí amontonados unos encima del otro, el por supuesto no tenia ganas de formar parte de la decoración.
Más aún si lo que parecía que se acercaba era grande y pesado. La cosa cambiaría si tuviera al menos un vistazo de la criatura y un arma que fuera algo más que sus puños, pero al no ser el caso, la respuesta estaba clara, el tunel, o lo que pareciera la salida del tunel estaba ahí, por lo que la seguiría así tuviera que hacerse daño en las extremidades al tener que apoyarse en aquel terreno incomodo como eran el monton de huesos, pero no se detendría por nada del mundo.

Su maestro, como el buen maestro que era no le habia enseñado a ser un tonto, la sabiduria e inteligencia que poseia le indicaba a elegir sus batallas. Los años de entrenamiento actuaban en el como un resorte, no solo en la lucha, si no también en su forma de pensar y actuar. Tanto le había influido aquella persona que aplicaba sus enseñanzas en cada uno de los aspectos de su vida y de su personalidad. Por otro lado, max, su mejor amigo y hermano de circunstancias le había ayudado a vivir lo que seguramente habria sido para el tener un hermano de sangre, algo que nunca probablemente experimentaria de otra manera, por lo que en el fondo, pese a los inconvenientes que habian ocurrido con su familia, de todas maneras le agradcian, porque lo habian preparado para ser el buen alumno del dojo que era, y ahora el hombre que no se quedaba en un lugar donde no quisiera estar.

Mientras ascendías por el tortuoso túnel, la criatura emergía gradualmente desde las sombras. Una aberración, una monstruosidad formada por la unión macabra de innumerables esqueletos, adquiriendo la forma grotesca de una araña. Su movimiento era inquietantemente articulado, con una fluidez antinatural, recorriendo con facilidad la longitud del túnel.

Sus tres cráneos, unidos en un horrorífico espectáculo, presentaban cuencas oculares vacías. Sin embargo, dentro de ellas, ardiendo como brasas en la negrura de un pozo sin fondo, se percibía una luz oscura, un fuego infernal. Cada uno de esos ojos te miraba fijamente, irradiando un odio visceral, un rencor que te recordaba acusadoramente los pecados de sangre que habías cometido en el pasado, las vidas que habías arrebatado con tus propias manos.

Mientras huías por el túnel, el sonido desgarrador de los huesos bajo tus pies resonaba con un eco espantoso. Podías sentir cómo la criatura se acercaba cada vez más, su presencia implacable llenando el aire de miedo. Te acercabas a la luz, casi podías alcanzarla, pero una mano gélida emergió del suelo y se aferró a tu tobillo, arrastrándote hacia la profundidad de esa tumba de huesos.

El frío penetrante te invadió mientras el mar de osamentas te consumía, te engullía en su abismo. Tu respiración se tornaba cada vez más escasa a medida que los huesos se incrustaban en tu cuerpo, desatando un dolor indescriptible antes de que la oscuridad cubriera tus ojos.

Tu mente se inundó de recuerdos ajenos. Imágenes de una madre abrazando a sus dos hijas. Escenas de un grupo de amigos disfrutando de momentos alegres. La imagen de un padre regresando a casa, exhausto pero satisfecho, con el sueldo del día en su bolsillo. Pero todas estas escenas felices se veían abruptamente interrumpidas por la sombra amenazante de un demonio desbocado que invadía sus vidas.

Los dominaba, los controlaba, imponiéndoles su nefasta voluntad. Esta oscura influencia los llevó a atacar el dojo y, sin oportunidad de redención, sus cuerpos padecieron una muerte cruel, quemados vivos por el poder que tú habías desatado.

¿Te arrepentías de estas muertes? ¿O tu determinación te hacía pensar que se merecían aquella muerte?

El dolor de ver aquellas vidas arrebatadas era mayor que la sensación dolorosa de los huesos astillandose en su piel. Por supuesto creía que no se merecían ese terrible final, no creía que nadie se mereciera eso. Era más fuerte el sentimiento por el hecho de que sentía que había sido su culpa. Antes había matado, pero no de aquella forma, no a su familia. No estaba seguro de si el lo había hecho, considerando aquella criatura monstruosa que había aparecido, pero si estaba seguro de que su fuego les había consumido. A veces soñaba con sus gritos y sus caras. Era raro, incomodo, desesperante. Aun pese a todo deseaba haber intentado llevarse mejor con ellos, con su padre especialmente, pero eso ya no sería posible, porque estaban muertos.

Cuando había sido engullido por aquella criatura monstruosa, solo podía pensar en que le habría gustado hacer algo más, de alguna manera darle significado a la muerte de sus padres, si no había sido solamente él, buscar al responsable. Pensaba en toda su vida, todas las promesas y metas, si había algo que pudiera anhelar en ese momento sería la de haber tenido la fuerza y el control para salvarles, dejarles por cuenta propia y  por anhelos de independencia, pero no porque sus vidas se hubieran terminado, directa o indirectamente por su culpa. De alguna manera, la culpa le invadía de la misma forma como esa criatura le engullía hasta las profundidades, haciendole querer gritar, golpear lo que tuviera delante, pero sin poder lograr nada inutilmente. Aun con todo esa culpa era como ese monstruo al que estaba indefenso y a su completa merced.

El dolor, más profundo en el plano emocional que en el mental, invadía tu alma. El peso de las vidas que habías tomado y la forma en que lo habías hecho te hacían enfrentar el verdadero dolor de tus acciones. La muerte ya no era un concepto simplificado, sino una carga pesada que recaía sobre tus hombros. Ahora, tenías la oportunidad de reflexionar sobre quién eras realmente y dominar tus habilidades de una manera más consciente, comprendiendo que la masacre indiscriminada no era el camino que debías seguir.

En medio de esos pensamientos, una llama surgió en tu mano, y al tocarla, sentiste cómo todo tu cuerpo se envolvía en fuego. Sin embargo, no te causaba dolor; era una sensación reconfortante, como si estuvieras siendo abrazado por las llamas. Experimentaste la compañía de sentimientos como la amistad, la lealtad y el honor, que siempre habían estado presentes en tu vida y que tu maestro, Edmun, te había inculcado. Algo había cambiado. Aquellos sentimientos se materializaron a tu lado, tomando forma de una armadura que te envolvía por completo, una armadura forjada a partir de pura voluntad.

En ese instante, te sentiste revigorizado y envalentonado. La armadura representaba la síntesis de tu determinación y de los valores que siempre habían guiado tus acciones. Era un escudo impenetrable contra la oscuridad y una manifestación física de tu compromiso por caminar un sendero diferente, uno basado en la redención y la protección de aquellos a quienes amas. Con esta nueva armadura de voluntad, estabas listo para enfrentar los desafíos que te aguardaban, y encontrar un equilibrio entre el poder que poseías y el propósito que habías elegido seguir.

Despertaste, te encontrabas en la habitación, recuerdos de cosas que habían sucedido en los últimos minutos acudieron a tu mente. Batallas que habían tenido contra ángeles caídos, y como tu, Máx, César y Edmun habían compartido muchas cosas al respecto. Hoy era el día en el que por fin te reunirías con tu amigo Jose, te lo habías encontrado hace poco y te asustaste en el momento que te diste cuenta que tanto el como tu compartían el mismo poder, ambos eran portadores de Sacred gears. En ese momento solo te limitaste a saludarlo y evitarlo para poder pensar que hacer con la situación. Tiempo después lo invitaste a tomar unos tragos, habiendo decidido que lo mejor seria hablarle de su situación para que supiera a que se enfrentara y quizás hasta presentarlo con Max y Edmun los cuales podrían ayudarlo también y darle aun mas credibilidad a tu historia.

La aparición de la llama como una ultima guinda del pastel de aquel torrente de desesperación le alarmó durante el instante el que se creía además de devorado incinerado en la que seria la muerte mas horrorosa que incluso podía haberse imaginado, pero le sorprendió encontrarse con que la llama además de no causarle daño, le era reconfortante, familiar, cálida, pero acogedora, como aquel calor hogareño que casi había olvidado. De alguna manera el monstruo había desaparecido, solo se veía a si mismo irradiando la luz que las llamas cubriéndole el cuerpo sobre aquella espectacular armadura emanaban, ya no sentía peligro, ni ningún temor, se sentía capaz de tener en su mano el control que tanto había perseguido y que le había llevado a causar tantas muertes. No entendía dónde estaba, ni qué significaba realmente, solo sentía una profunda y férrea determinación tan intensa como la llama del dragón con el que siempre se había identificado.

Al despertar a pesar de toda la experiencia casi sentía pesar, pesadumbre al pensar que todo había sido solo un sueño, pero incorporándose en la cama y observándose las manos, el cuerpo, sabía que esa armadura seguía estando ahí, en alguna parte, la importante resolución a la que había llegado con su camino, el poder alcanzado le dudaría poco al recibir en su mente como un reel de imagenes todos los acontecimientos recientes y el apremio creciente por advertir a Jose de lo que les acechaba desde la oscuridad, los enemigos, de inmediato se puso de pie, se alistó y salió de su departamento con la intención de proteger, ahora que se sentía con la capacidad y el control que en sus momentos finales había añorado poseer para poder hacer algo, si aquello había sido su muerte, entonces estaba decidido a hacer algo con esa nueva oportunidad, la llama de su determinación más ardiente que nunca.

Camino de Muerte: Prólogo Hitsagaya Yanami terminado