Partida Rol por web

Dominic se encuentra solo en su camarín, con la luz tenue del fluorescente que ilumina la estancia. Se sienta en un pequeño banco y respira profundamente, tratando de controlar su nerviosismo antes de su entrenamiento en el ring. La mafia siempre estaba detrás del para combatir, y lo tenía como uno de sus favoritos. Tenía suficiente experiencia en combate para estar tranquilo, pero aún así, no se podía concentrar.

Su mente divaga, recordando el motivo por el que se encuentra en este lugar: proteger a su familia de las mafias que lo acosan por las deudas que contrajo. Su madre y sus dos hermanos menores, ella hacía todo por ayudar, pero parecía que nunca alcanzaba. Vivían en Brooklyn, pasando muchas penurias, pero al menos, no les faltaba comida en la mesa. Pensaba que les pasaría a sus hermanos en el futuro, que sería de su madre. ¿Cuánto quedaba por pagar? ¿Realmente pagaría algún día? Momentos así le traían la ira en los ojos, pues le recordaban que las deudas habían sido provocadas por su padre.

La tensión aumenta cuando piensa en su padre, acordándose cuando lo vio por última vez hace años y que nunca más volvió a encontrar. Los recuerdos de Irak también aparecen en su mente, evocando los traumas que aún arrastra consigo. Se pone de pie, ajusta sus guantes y mira fijamente al espejo frente a él, tratando de encontrar la fuerza necesaria para enfrentar lo que está por venir.

Al menos no todo había sido mal en aquel lugar. Aún se acordaba de alguien que valía la pena, alguien que, si bien, no sentía que podía llamar amigo, lo había pasado bien junto a él en varias oportunidades. Se acordaba de Kuzuki Ren, otro luchador callejero de 21 años con el cuál había combatido varias veces. A veces le causaba risa, y también rabia la situación del. Era un hombre que luchaba por diversión, por el interés en las peleas, prácticamente se había escapado de su casa y se había empezado a meter en ese ambiente solamente para luchar. Era loco y divertido, alguien con quien poder pasar el tiempo. Aunque hace tiempo que no aparecía.

Hoy era 27 de Marzo, y era momento de salir afuera para subir al ring y luchar.

Con un último suspiro, el pelirrojo espanta momentáneamente esa nube de pensamientos ofuscándolo, lo cual ya es un proceso casi rutinario cuando está a solas, arreglándoselas para permanecer resuelto en el peligroso camino que algún día le permitirá liberar a su familia, pues jamás se perdonaría si aquellos desgraciados aparecieran en su puerta demandando el dinero que no tenían. Desde hace meses que prefiere dar su padre por muerto, es más sencillo así y también habitual ver a gente desaparecer en tal mundo, daba igual cuantos rumores hubiera al respecto.

Fue imposible no preguntarse sobre Kuzuki, el muchacho terminó cayéndole bien pese a todos sus esfuerzos por alejarlo y aunque no le sorprendería si algo malo le hubiera pasado, lo lamentaría, así que su lado optimista opta por creer que siguió sus pocos consejos y dejó esa vida mientras le era posible. 

Sin mayores preámbulos, camina hacia el cuadrilátero porque ya va siendo hora de dar al público un espectáculo, además no siempre se tiene el lujo de pelear con guantes.

Había un cartel dentro del local el cuál se tambaleaba peligrosamente, anunciando las batallas ilegales que tienen lugar en su interior. Al salir del camarín, sentiste el aire está viciado por el humo del tabaco, el olor a alcohol barato y la peste de la droga. Las paredes están descascaradas y algunos agujeros de bala están cubiertos con parches de madera. El suelo está lleno de restos de botellas rotas, jeringas y otros objetos que mejor no identificar. Una barra destartalada se extiende a lo largo de una de las paredes, donde los clientes piden sus bebidas a los bartenders con mal humor. En la parte posterior del local, un ring de lucha improvisado ocupa gran parte del espacio. Los luchadores se preparan para subir al ring, mientras los mafiosos que apuestan en las peleas gritan y lanzan dinero al aire. Los matones de las mafias, con sus trajes oscuros y sus armas, se sientan en las mesas del fondo, vigilando todo lo que ocurre con sus miradas frías y amenazantes. El ambiente es tenso y peligroso, y cualquier paso en falso podría llevar a consecuencias desastrosas.

Mientras la gente te hacía espacio para que pudieras luchar, viste a quién sería tu contrincante el día de hoy. Darius “El destripador” era un hombre de unos 30 años, con una barba desaliñada y piel curtida por el sol. Sus ojos son pequeños y hundidos, y su nariz parece haber sido fracturada varias veces. Su cuerpo está cubierto de tatuajes y cicatrices, y su ropa parece haber sido sacada de la basura. Su presencia es intimidante y parece estar en guardia constante, como si estuviera esperando un ataque en cualquier momento. Aunque no parece tener mucho peso, se mueve con agilidad y rapidez, lo que lo convierte en un luchador temido en los círculos clandestinos de Nueva York. Nunca habías luchado con él, pero sabías que probablemente iba ser un buen desafío.

En el fondo, observaste de reojo, pues Vito estaba observando atentamente el ring. Vito un hombre corpulento y de apariencia intimidante se sienta en una mesa del fondo, rodeado de sus matones. Con su traje oscuro y su mirada fría, Vito observa con interés el combate que se avecina. Sabes que ha invertido una gran cantidad de dinero en las apuestas por ti, y sabes que, si pierdes la pelea, los mafiosos no tendrán piedad contigo.

Justo antes de abrir la puerta separándolo de aquella próxima pelea, la costumbre le recuerda ponerse esa máscara social, su expresión tornándose arrogante y su andar confianzudo, más que nada para mantener vivo el infame renombre por el cual es conocido, haciéndose ver como un luchador engreído que parece incapaz de callarse. Así, atraviesa por enésima vez ese hostil antro donde debe pelear, acostumbrado al ruido, olores y miradas asesinas encima suyo, saludando a fanáticos y discrepantes por igual, pues aunque Dominic podría tratar tal desplante como un alter ego, el lugar genuinamente no le intimida. Entre los daños físicos del lugar, restos de vicios y semejante clientela, el sinfín de estereotipos negativos llega tan lejos que resulta ridículo.

Claro está, tiene claro que un peligro tan real como implícito lo rodea, pero según él, el segundo es mucho mayor, prefiriendo hacer oídos sordos a las transacciones que ocurren en las mesas ocupadas por los peces gordos del mundo criminal. Sus peleas pueden terminar siendo letales, sin embargo, sólo son un espectáculo de fondo para los susodichos.

Sonríe con aire canalla mientras avanza hacia la arena tomándose su tiempo, siente la adrenalina recorrer su cuerpo, tomándose medio segundo para desconectarse del mundo al mirar a Vito, el actual protagonista de los múltiples bastardos controlando su vida. Hay tensión en sus propios ojos, cada uno sabe cuánto hay en juego y qué pasará si pierde, no obstante, Dominic sabe convertir dicho temor en convicción si se trata de proteger a quienes más quiere, sólo necesita una víctima.

—¿De verdad me voy a ver así a los treinta? Quizá necesite retirarme antes de tiempo —Con los ojos clavados sobre Darius, su sonrisa se amplia al tiempo que toma su posición, tronándose el cuello mientras saborea la calma previa a la tormenta—. Acabemos con esto.

Darius lo mira fijamente, sin mostrar ninguna emoción en su rostro. Da un paso hacia delante, colocando sus manos en guardia mientras habla con voz grave y profunda.

-¿Crees que me veo mal a los treinta? -pregunta Darius en tono desafiante-. La edad no es más que un número, no importa cómo te veas. Lo que importa es lo que eres capaz de hacer. Si piensas que necesitas retirarte antes de tiempo, entonces no tienes lo que se necesita para estar aquí.

Dijo, continuando avanzando hacia tu dirección, estando preparado y listo para la lucha. Las luces parpadean intermitentemente, y la música que suena en el fondo es estridente y agresiva, aumentando aún más la tensión en el ambiente. Los bartenders sirven bebidas con mal humor, y los clientes hablan en voz baja, como si temieran interrumpir la tensión que había en el combate. Hay una mezcla de expectación, temor y emoción en el aire. Los mafiosos y sus matones están ansiosos por ver cómo se desarrollará la pelea, y los clientes están expectantes, sabiendo que podrían presenciar algo peligroso o emocionante.

Su imborrable sonrisa adquiere aún más diversión después de escucharlo, pues aparte de parecer más viejo físicamente, Darius definitivamente suena como un vejestorio al intentar sermonearlo antes de una pelea, pero ya verían quién le enseñaba a quién cuando sus puños estuvieran hablando, así que abstrayéndose en aquella mentalidad combativa, sus sentidos proceden a enmudecer todo lo que sucede alrededor suyo. Suelta una última frase antes de dedicarse a ver rojo.

—Respeto que no te importe tu apariencia, ¿sabes? Porque vas a quedar irreconocible —Colocando su guardia en alto, primero querría ver de que es capaz su oponente.

Darius escucha la provocación con indiferencia, como si no le importara en absoluto lo que su oponente piense de él. Luego, mueve sus piernas con agilidad mientras se desplaza por el ring, estudiando los movimientos de su oponente y buscando cualquier oportunidad para atacar. A medida que se mueve, sus ojos pequeños y hundidos escanean cada detalle del cuerpo de su oponente, buscando patrones y debilidades en su forma de luchar. Podías sentir que realmente te enfrentabas contra alguien metódico, alguien que realmente sabía de combate. Un dejo de preocupación apareció en tu mente unos segundos.

Darius se mueve con habilidad, balanceándose de un lado a otro en el ring, su postura tensa y preparada para atacar en cualquier momento. Se mueve rápidamente, haciendo juego de pies y buscando siempre el mejor ángulo para atacar a su oponente. En ocasiones, realiza falsos movimientos para ver como reaccionas ante sus posibles golpes, por ahora, solamente te está tanteando.

Para bien o para mal, ve como su contrincante opta por seguir una estrategia similar a la suya, obligándolo a circular el perímetro de la arena mientras le observa con atención cual duelo de pistoleros. Una cauta preocupación cruza sus pensamientos, él no es ningún campeón invicto y le ha tocado perder en ciertas ocasiones, sabiendo reconocer a alguien experimentado cuando le tiene en frente. En ese momento siente varias cosas: aquella mencionada preocupación, alivio por no haberlo subestimado (aunque sus provocaciones pudieran demostrar lo contrario) y la permanente tensión que antecede al primer golpe.

Aunque no muerde el anzuelo de sus fintas, sabe que ha reaccionado lo suficiente para darle una que otra idea a Darius, finalmente decidiéndose por comprobar que hará con tal información. De súbito, Dominic se arriesga dando un ágil paso hacia adelante y lanza un puñetazo con la diestra.

Darius se movía con agilidad en el ring, observando los movimientos de su oponente mientras hacía juego de pies. Se movía hacia un lado y hacia el otro, como un depredador acechando a su presa. De repente, Dominic lanzó un rápido gancho de derecha que conectó en el costado de Darius, haciendo que se tambaleara ligeramente.

Pero Darius no se dio por vencido, recuperándose rápidamente y arremetiendo con un contragolpe con toda su fuerza. Lanzó un puñetazo de derecha que iba hacia la mandíbula de su oponente. El golpe iba tan fuerte que hizo que el público emitiera un grito de sorpresa y admiración.

La apuesta había sido todo un éxito, él mismo sintiendo la fuerza detrás del impacto recién propinado contra Darius, sin embargo, el enfrentamiento no acabaría hasta que uno de los dos cayera derrotado. Al no haber bajado completamente el brazo izquierdo, podría cubrir ese flanco de su rápido contraataque, pero desconocedor de cuánto poder iría a cargar tal movimiento, quizá no fuera suficiente para salir intacto.

Aprovecha el impulso del primer golpe para cerrar distancias con tal de no recibir todo el impacto, lanzando un gancho izquierdo tras defenderse.

Darius se movía alrededor del ring con agilidad y rapidez después de recibido el golpe, observando los movimientos de su oponente y buscando la mejor oportunidad para atacar. En un momento, logró conectar un fuerte golpe que sacudió a su rival, quien tambaleó por un momento pero logró mantenerse en pie. El golpe fue tan fuerte que Dominic sabía que si no terminaba el combate pronto, podría perder, pues el golpe fue tan duro que sentía como su cabeza aún estaba mareada.

Sin embargo, Dominic no se rindió y contraatacó con toda su fuerza. Darius intentó bloquear el golpe, pero fue demasiado tarde y recibió un fuerte golpe en la mandíbula que lo dejó momentáneamente aturdido. Sus piernas se tambalearon y cayó al suelo desmayado. Había sido un golpe fulminante.

El local estaba en silencio mientras Darius estaba tendido en el suelo, inconsciente después del fuerte golpe que recibió. El público miraba con incredulidad mientras Dominic se alejaba del cuerpo de su oponente, mirándolo con cierta lástima. Los mafiosos que habían apostado por Darius maldijeron en voz baja, y algunos de ellos comenzaron a levantarse de sus asientos, aparentemente listos para actuar si alguien se atrevía a desafiarlos.

Mientras tanto, el resto del público parecía estar en shock ante la victoria de Dominic. Algunos de ellos comenzaron a aplaudir tímidamente, mientras que otros se quedaron sentados en silencio, mirando el ring con expresiones desconcertadas. Las apuestas habían sido altas, y la victoria de Dominic había tomado a todos por sorpresa. Viste a lo lejos sonreír a Vito, el cuál te hizo un gesto para que te acerques a la mesa, mientras uno de los bartender se acercó a darte una toalla y agua para que te pudieras limpiar y recuperar el aliento. Mientras tanto, dos matones sacaban a Darius del ring y se lo llevaban a rastras.

Poco a poco su consciencia deja atrás la violenta inmersión del encuentro, reincorporándose medio incrédulo al procesar que ha vencido a Darius, el público parece compartir su sorpresa ante la breve pelea ya que más allá de las típicas maldiciones de quienes han perdido su dinero, los aplausos celebrándolo son demorosos e incluso tímidos. Normalmente su reputación demandaría que se burlara o realizara una salida ruidosa, pero el tipo peleó bien y Dominic sabe que ganó por muy poco, así que nada más se voltea alzando el brazo derecho en actitud victoriosa, el otro apenas sintiéndolo tras recibir semejante golpe.

Cual rutina, procede a acercarse a Vito mientras le regresa una sonrisa cansada, agradeciendo el vaso de agua y la toalla con un asentir de cabeza, esperando sus palabras con cuanta atención le queda.

Vito observó con una sonrisa burlona cómo Dominic se acercaba. Ordenó a uno de sus compinches que le sirviera un vaso de whisky, mientras mantenía su mirada fría y amenazante sobre él.

"Bien hecho, chico", dijo Vito con un tono de voz frío y calculador. "Parece que tienes talento en el ring. Las apuestas estuvieron bastante favorables para nosotros. Darius era un gran peleador y casi todos apostaron por él, por lo que me ha servido bastante. Pero recuerda que tienes una deuda conmigo. Una deuda muy grande."

Vito se inclinó hacia Dominic, y le habló en un susurro que resonó en sus oídos como un aviso de peligro.

"No quiero que te olvides de ello. Tienes suerte de haber ganado hoy, pero no pienses que eso significa que tu deuda ha sido saldada. Te estaré vigilando, y espero que cumplas con tus promesas."

Vito contó el dinero de las apuestas con un aire de autoridad, y luego separó una cantidad para cubrir su inversión en la entrada de Dominic. Luego, se acercó a Dominic y le dejó un fajo de billetes encima de la mesa, sin apartar su mirada fría y amenazante.

"Esto te deja con dos mil dólares", dijo Vito. "Pero no olvides que la deuda sigue ahí. Si no cumples, habrá consecuencias. Y no te gustaría saber qué es lo que le pasa a aquellos que no cumplen conmigo."

Vito hizo un gesto con la mano, indicando que la conversación había terminado y que Dominic debía retirarse. Uno de sus compinches se acercó y le indicó a Dominic que era hora de partir. A pesar de que ganó la pelea, Dominic sabía que no podía darse el lujo de desafiar a Vito, quien tenía una reputación peligrosa en el mundo de la mafia.

Tomándose el vaso de agua al seco, aguarda con aparente calma el inevitable sermón del mafioso, el cual sabe acabará convirtiéndose en una diatriba sobre su deuda, cuánto se arriesga a perder y menciones implícitas a qué pasará si llega a fallarles, ¿pero qué puede hacer? Es prisionero de una deuda heredada, supuestamente todo estaría bien mientras cumpliera, mas nada le impedía a Vito hacer lo que quisiera, así que siempre opta por morderse la lengua y darle el gusto de oír su propia voz.

—Nunca lo olvido —Responde con seca resignación entretanto acaba con el vaso de whisky, esperando que el alcohol le ayudara a ignorar el dolor e hiciera esa conversación más tolerable—. Gracias —Con una sonrisa tan falsa como cansada, toma su dinero, conteniéndose comentar sobre como no es ningún secreto qué sucede con quienes no cumplen, es decir, por algo su gente tenía tal reputación.

Sin más qué añadir, Dominic se dispone a retirarse de regreso al camarín, sólo quiere vestirse y largarse de ahí, quizá comprar algo en el camino a casa.

Dominic salió de la mesa de Vito con un ligero temblor en las manos. Sabía que su deuda con el mafioso era grande y que no podía permitirse fallarle. Se dirigió hacia los camarines, ansioso por cambiarse de ropa y salir del lugar lo antes posible. Sabía que el ambiente en esos callejones oscuros no era seguro, y prefería no tentar su suerte más de lo necesario.

Cuando llegó al camarín, comenzó a desvestirse rápidamente mientras trataba de mantener su mente ocupada en otras cosas. Se preguntaba qué haría con el dinero que había ganado en la pelea. Le preocupaban los recuerdos de su madre y su familia, ¿Que pasaría si, algún día, caía en la lona? Pensarlo solamente le daba escalofríos. A veces, la vida en la ciudad era peor de lo que había pasado en Irak, pues era un miedo distinto, un miedo que se podía combatir.

De repente, Dominic sintió una extraña sensación de terror que lo invadió. No sabía de dónde venía, pero podía sentirlo en lo más profundo de su ser. Una sensación que lo alertaba de un peligro inminente. Intentó ignorarla, pero era imposible. Sabía que algo andaba mal.

Finalmente, se vistió y salió del camarín. El callejón estaba oscuro y vacío, lo que hizo que se sintiera aún más incómodo. Comenzó a caminar hacia la salida, tratando de mantener la calma y la compostura.

De repente, sin esperarlo, sintió un fuerte golpe en la cabeza. Todo se volvió negro y se desplomó en el suelo. No había nadie alrededor, pero podía sentir que su agresor estaba cerca, observándolo. Podía sentir su presencia en el aire, como una sombra que lo perseguía. Los pesados pasos acercarse a él, poco a poco.

Dominic trató de levantarse, pero no podía. Su cabeza le dolía mucho y apenas podía moverse. Sabía que estaba en peligro, que su vida estaba en juego. Luchó con todas sus fuerzas, intentando recuperar el control de su cuerpo, pero era inútil. Todo lo que podía hacer era esperar y rezar para que alguien lo encontrara a tiempo.

Suceso Inesperado: Prólogo Dominic Di Santis - Fin