Sentías el cálido sol acariciando tu piel mientras avanzabas por el camino de piedra labrada. El cielo se extendía despejado, salpicado de nubes esponjosas que flotaban serenamente. A medida que caminabas, una suave brisa soplaba, trayendo consigo un aire fresco y revitalizante.
El suelo que te rodeaba era una arena rojiza, brillando bajo el sol con un matiz cobrizo que parecía iluminar todo el entorno. Cada paso descalzo que dabas transmitía el calor de las piedras bajo tus pies, recordándote tu conexión con la tierra y la energía que fluía a través de ella.
A lo lejos, hacia el final del camino, se alzaba un majestuoso acantilado. Desde su cima, una hermosa tela azul colgaba, ondeando suavemente con la brisa. Parecía fundirse con el paisaje infinito de nubes que se extendía más allá, creando un espectáculo visual cautivador y envolvente.
A medida que avanzabas, tus ojos se posaban en las estacas de madera que se erguían a los costados del camino. En ellas, telas de colores vibrantes danzaban con gracia. Cada tela evocaba un recuerdo de tu pasado, revelando momentos de tu vida que habías dejado atrás.
Las telas te recordaban la presión que sentiste por parte de tu familia, los desacuerdos con tu padre cuando tomaste la decisión de partir. Las palabras amorosas de tu madre que intentaba comprenderte y apoyarte en tus momentos más difíciles. También recordabas los pocos amigos que hiciste durante tu carrera en medicina, los desafíos y los momentos de camaradería compartidos.
Tu mente viajaba a través de recuerdos más luminosos, como la emoción que sentiste al tener tu primera motocicleta, la satisfacción de iniciar tu propio negocio de ropa y los momentos de felicidad que encontraste en el camino.
Mientras avanzabas entre las estacas y las telas de colores, podías sentir la dualidad de tu camino: los desafíos y las luchas, pero también la alegría y la realización que encontraste al seguir tus propios sueños.
Es el momento de complementar el pasado de Sumire. ¿Cómo era su madre? ¿Recordaba algo bueno de su padre? ¿Tenía más familia? ¿Tenía personas que le importaban? ¿Había hecho grandes amigos o amigas a lo largo de su vida? ¿Cómo había sido la relación con su novio? ¿Qué hobbies tiene actualmente que la distraen en su tiempo libre? En este post puedes marcar y transformar en canon todo lo que sientas que es importante del pasado de Sumire, para así añadirlo a las narrativas futuras.
La cálida arena rojiza se deslizaba bajo mis pies dejando unas leves huellas a mi paso. Observé el paisaje a mi alrededor mientras dejaba que la fresca brisa moviera mi cabello en suaves hondas. Avancé lentamente hacia la cima del acantilado atraída por aquella tela azul que parecía un trozo del mismo cielo.
En el camino otras telas de colores llamaron mi atención. Con la respiración entrecortada, observé el primero de ellos, una tela grisacea donde se veía a mi padre frente a una yo niña que miraba el suelo avergonzada. Al acercar la mano para tocarlo el recuerdo me invadió.
- ¿Qué es esto, Sumire? - gritaba mi padre a mi yo de 11 años agitando unas hojas ante mis narices - ¿Segunda? ¿Y encima detrás del hijo de los Unagi? ¿Acaso te he criado para ser una perdedora? ¿Cómo voy a mostrar mi rostro en el próximo evento benéfico? Seguro que ese patán de Unagi se pavoneará de esto delante de todos.
- Lo siento, padre - dije con una media voz. Los Unagi eran una familia de clase alta con varios negocios, entre ellos un hospital que rivalizada con el hospital de mi padre. Ambas familias se la pasaban intentando desprestigiar al otro cada vez que tenían oportunidad.
- Más te vale estudiar más duro y ser la primera la próxima vez. Por el amor de los dioses, eres la heredera de los Idane...
El recuerdo se desvaneció haciendo que torciera el gesto. Mi autoritario padre y su prestigio, nada le importaba más que ganar y mantener su alto estatus. Alejé la mano de aquella tela para acercarla a otra de tonos verdes bosque que me hizo esbozar una tierna sonrisa. En ella mi madre me sonreía como siempre que era reganada por padre.
- Sumire, no llores - mi madre acariciaba mi cabeza sentada en la cama - tu padre está bajo mucha presión, pero está muy orgulloso de ti y sólo le preocupa tu bienestar.
Sentada en el suelo y la cabeza en el regazo de mi madre dejé de llorar - pero siempre se enfada conmigo...
- Todo irá mejor, no te preocupes, yo te ayudaré a que puedas estudiar muy duro y que tu padre esté orgulloso de ti.
Me alejé lentamente de aquel recuerdo con un suspiro. La echaba de menos. Rocé la siguiente tela de un brillante amarillo. El recuerdo de mi amigo Osuke vino a mi, un chico alegre y algo hippie al que no le gustaban las normas. Nos habíamos conocido en la universidad y pronto nos habíamos hecho amigos.
- Venga, Sumire, tu padre es un rollo - decía tumbado tranquilamente en césped de la universidad - sáltate el toque de queda y vayamos a la fiesta.
Divertida, me reí. Siempre me proponía planes locos y que iban totalmente contra todo lo que me habían enseñado. Mi estricta vida se rompía en pedazos cuando estaba con él y eso me gustaba. Con él podía vivir libremente.
Me reí mientras otro recuerdo me invadía, otra vez el rostro de mi padre se presentó ante mi, pero esta vez sonreí de oreja a oreja.
- Muy bien hecho, hija mía - ante él estaba la enorme pantalla del ordenador con el tablón de anuncios de la Universidad con las notas de Medicina - menuda paliza le diste a ese Unagi, esta vez voy a barrer el orgullo ese engreído.
Yo sonreía contenta y orgullosa de que mi padre me elogiara - gracias, padre.
- Sigue así, cielo - dijo saliendo por la puerta, pero antes de marcharse se dio la vuelta y torció el gesto - lo tienes todo para convertirte en una gran doctora y seguir mis pasos, Sumire. Será mejor que empieces a comportarte como tal y alejarte de la gente que tenga malas influencias en ti como ese Adachi. Ni siquiera sé cómo han podido admitir en una universidad de prestigio a ese pobretón.
Suspiré mientras veía la espalda de mi padre alejarse. Sabía que no le caía bien Osuke.
Una serie de recuerdos se fueron sucediendo uno detrás de otro, las largas horas en la biblioteca, de fiesta con Osuke, de compras con mis amigas Jun y Ayane, otra vez mi padre gritándome...
- Sumi, qué ropa tan chula, ¿cómo consigues combinarla tan bien?
- Tendrías que abrir una tienda de moda...
- Vamos Sumire, tu padre no está aquí, desmelénate y diviértete...
- ¡Sumire! ¿Qué horas son estas de llegar? Y vestida así, como una... si vuelve a repetirse, quedarás encerrada en tu habitación y tendrás escolta para ir y venir de la universidad. No permitiré que arruines así tu vida...
Las voces se superponían una encima de otra. Cerré los ojos fuertemente y, de pronto, se oyó un fuerte sonido que todo acalló. El sonido de una bofetada.
- ¡Eres una vergüenza para esta familia!
Sostenía mi enrojecida mejilla mientras miraba desafiante a mi padre quien estaba rojo de rabia con la mano en alto.
- ¡Escaparte para verte con ese malnacido de los barrios bajos!
- Shoji no es ningún malnacido - dije sin alzar la voz.
La mano se volvió a alzar pero mi madre la paró.
- ¿Si tanto lo quieres porqué no vives con él entre la basura del bajo mundo?
Sin decir una palabra, volví a mi habitación y salí con una maleta. Hacía mucho que la había preparado.
- Si sales por esa puerta no vuelvas.
- Sumire, piénsalo bien, no te vayas - me rogó mi madre aunque fue en vano.
No fue fácil, pero a mis 23 años y con la ayuda de mis mejores amigos, conseguí abrirme paso en el mundo. Tanto Jun como Ayane venían de buenas familias y me ayudaron en mis proyectos. Aunque tenía una buena cantidad de dinero ahorrado su apoyo fue clave para mi éxito. Un año más tarde por consejo de mis amigos, abrí una pequeña tiendita de ropa en el centro que pronto se hizo popular. Poco después, Osuke me regaló una moto de segunda mano con su salario que atesoré.
- Sumire, te echo de menos. ¿No podrías volver? Tu padre está muy arrepentido - mantenía el contacto con mi madre por teléfono, pero nunca más volví a aquella casa.
Al menos, mi padre tuvo razón en una cosa, Shoji era un malnacido. El recuerdo de la noche que lo pillé entrando en un club nocturno con el dinero que me había sustraído de mi cuenta de ahorro y el cómo se encontró todas sus cosas colgadas de los árboles de la calle arrancó una sonrisa de mi rostro.
- Por nuestra Sumire y por su tienda - brindábamos aquella noche que salimos de copas tras el éxito de la tienda. Jun, Ayane y Osuke me felicitaban y pedían una bebida tras otra alrededor de una mesa en un bar de moda.
- Y que pueda regalarnos muchas ropas en un futuro - bromeaba Jun.
- Por que sigamos siempre siendo los mejores amigos.
- ¡Por nosotros!
Perdón el tocho post, me emocioné al escribir. Si resulta muy confuso lo reduzco ^^
Mientras te sumergías en el mundo onírico, los recuerdos se agolpaban en tu mente, desfilando uno tras otro. Sentías la opresión que tu madre ejercía sobre ti, su presencia constante pero su falta de acción frente a tu padre. Tus amigos, las traiciones sufridas y las decisiones que tomaste para dejar atrás esos momentos oscuros.
En tu sueño, los recuerdos se mezclaban con la realidad actual, rememorando el momento en que las sombras te atacaron en el sombrío callejón y cómo Erika, con una sola pregunta, abrió la puerta hacia un mundo desconocido: "¿Quieres venir conmigo?" Tu vida se había vuelto una montaña rusa de peligros y emociones vertiginosas desde entonces.
Mientras contemplabas en sueños los retazos de tu vida, veías cómo se desplegaban ante ti como lienzos. Te enfrentabas a la disyuntiva de elegir en qué vida deseabas quedarte, qué camino deseabas seguir. ¿La tienda de ropa era realmente tu verdadera pasión? ¿Cuál era tu sueño más profundo, tu anhelo más genuino en la vida?
En ese mundo onírico, te enfrentabas a las preguntas cruciales que resonaban en tu interior. La ausencia de las exigencias de tu padre te permitía explorar tus verdaderos deseos y anhelos. ¿Qué rumbo tomarías en tu vida? ¿Qué sueño perseguirías para encontrar tu verdadera felicidad y realización?
La tela azul brillaba, como si esperara saber tu respuesta, como si esperara ser un espejo de quién querías ser.
Nuevos recuerdos se desplegaban ante mi. Ya no sólo rememoraba mi vida junto a mi familia y mis amigos. Me detuve un momento ante el recuerdo del ataque y todo lo que vino después. Aquel fue un antes y un después, igual que lo fue el día que salí de casa. Ansiaba volver a mi vida tranquila, las noches de fiesta y las tardes de juego que tanto había soñado siempre. Había pasado por mucho y había luchado para conseguir mis sueños.
Pero todo había volado en una sola noche. Acaricié el telar que me mostraba el momento en el que Erika se mostró ante mi, y observé luego el rostro de Jake en otro recuerdo. Sí, anhelaba volver al momento antes de que todo se torciera, pero tampoco podía negar lo que había pasado, ni lo que había aprendido y descubierto. Si quería recuperar mi pacífica vida, debía encontrar la manera de que mi nueva vida pudiera formar parte de ella sin poner en riesgo ni a mi ni a mis seres queridos.
Deseaba explorar mis nuevos poderes, encontrar la forma de acabar con todas las amenazas que me acechaban y vivir mi vida como quería, en libertad, haciendo lo que quisiera. Y para eso tendría que luchar y ganar.
En el instante que asentaste tu determinación, la última tela pareció radiar con una intensidad incrementada, su brillo se alzaba como un faro en medio de la obscuridad. Habías tomado una decisión irrevocable: recuperar la serenidad de tu vida anterior, controlar este nuevo y pujante poder sin poner en riesgo a los que te rodeaban. Explorar tu potencial, erradicar las amenazas que te asediaban, y eventualmente abrazar la cotidianeidad anhelada. Esta resolución, como un faro luminoso en medio de la tormenta, rejuvenecía tus energías, y avanzabas hacia la tela con una serenidad recién encontrada.
Al extender la mano y rozar la tela, esta respondió a tu contacto envolviendo tu brazo derecho en un abrazo etéreo. Poco a poco, se fue transformando en un brazalete tejido de insospechada belleza, en el que podías distinguir tu nombre y una frase que susurraba "Tu guías tu propio camino". Era un recordatorio tangible de tu autonomía, de tu libertad indomable para dictar el curso de tu vida, una libertad que nadie jamás podría arrebatarte. Un extraño torrente de poder recorrió tu cuerpo, una corriente cálida y revitalizante.
Parpadeaste, y en un instante te diste cuenta de que habías regresado a la realidad. Estabas de vuelta en tu cama, el sol de la mañana bañando tu habitación con su luz suave. Pero ahí, en tu mano derecha, persistía el brazalete. Aún brillaba con un fulgor especial, un testimonio tangible de tu aventura nocturna y del camino que te esperaba.
El 30 de marzo había amanecido. Una semana después de unos sucesos que tus recuerdos revivían de forma inquietante. Recordabas el enfrentamiento con un ángel caído en un cementerio, una alianza con demonios para derrotarlo. Los inquisidores que combatieron a vuestro lado cayeron en la lucha, llevándote a Gabriel y a Erika a enfrentar las consecuencias ante la Inquisición.
Entonces, Jack Ripper hizo su aparición. Un cazador de brujas que había acogido a Gabriel en la orden tras su retirada de la Inquisición. En una sala llena de inquisidores dispuestos a escuchar vuestra versión de los hechos, una explosión interrumpió la sesión. Soldados armados y armaduras tecnológicas irrumpieron en la sala, y una frenética huida fue vuestra única salida. Lawrence y Touka, cazadores de brujas aliados a Jack, se unieron a vosotros, y juntos, lograsteis escapar.
En la actualidad, las noticias hablaban de la iglesia que ocultaba a la Inquisición, que se había desplomado bajo su propio peso, enterrando todo a su paso. Era probable que solo ustedes habían sobrevivido al cataclismo. Siendo aún de mañana, recibiste un mensaje de Gabriel, que decía "Reunámonos a medio día en nuestra base, necesito hablar con todos vosotros".
Ganas:
Brazalete de la determinación: Este brazalete te da acceso a aprender y utilizar magia como si tuvieras este stunt de forma natural.
Anótalo en tu ficha, puedes hacer un post de cierre de tu escena antes que pasemos a la siguiente.
Me sentí revitalizada con cada paso que daba, cual destino esperado toda mi vida extendí la mano hacia la brillante tela. Esperando tocarla apenas llegué a tocarlo cuando esta cambió, alterando y moldeando su forma hasta envolver mi brazo. Maravillada, observé el hermoso brazalete en el que se había convertido. "Tu guías tu propio camino", me gustaba la frase, describía perfectamente mis metas.
Volví a sentir aquel intenso torrente de energía que me embargaba. Cerré los ojos un instante y al volver a abrirlos todo cambió. Miré alrededor confundida. Estaba en mi habitación y era ya de día.
- ¿Habrá sido un... - no terminé la frase. La respuesta llegó a mi más rápido de lo esperado.
Con mano tembloroso acaricié suavemente el brazalete. Era real, muy real. Me coloqué bien mi nuevo accesorio y me acerqué a la ventana observando la calle. Aquel sueño o lo que hubiera sido revivía viejas heridas y fortalecía mi determinación. No iba a renunciar a mis planes y estaba dispuesta a lo que fuera para conseguirlos.
Rememorando los últimos acontecimientos, no iba a ser fácil, pero nunca lo había sido. Mi móvil sonó y leí con desconfianza el mensaje de Gabriel. No tenía muchas ganas de volver a encontrarme con él y desconfiaba ligeramente de sus intenciones, pero posiblemente sería mejor acudir.
CAMINO DE LA TELA: PRÓLOGO SUMIRE IDANE TERMINADO