Partida Rol por web

Tantas preguntas en tu cabeza, que se arremolinan mientras tus pasos avanzan por aquellas calles olvidadas, que intentan a golpes salir y expresar una nueva conversación.

Las suelas de tus botas golpean algunas piedras en el camino, mientras la niebla de tu legado acaricia tu piel marchita otra vez.

Una pequeña sonrisa se dibuja en tu gesto mientras piensas en el gesto de tu padre al verte avanzar sin miedo, solo con mil preguntas. Con aquel carácter que al igual que él te hace soñar.

Tantas horas de práctica en aquel viejo salón, mientras la alquimia y tu legado se mezclaban intentando resolver el tiempo, mientras encontrabas el valor de enfrentarte a tu destino. Pero ahora que has tomado la decisión, te preguntas que verás mañana, y que será lo que salga de todo aquello.

Aquella puerta entreabierta deja ver un rastro de luz, que al igual que la esperanza tiñe de candor aquella noche oscura.

En tu interior la incertidumbre te hace pensar que la muerte es también un paso que ronda tras Oldland, y del que puedes salir indemne o tocada como aquellos con los que has vivido… una herida más.

Las brumas que hacen acopio de aquella que fue tu familia se agrupan a tu alrededor. Tantos deseos que plasmar que incluso tus sentimientos te golpean a veces, transformando el ambiente en dolor.

Todo dependía de ti, de aquello que tu corazón sintiese… de aquello que te llevaría hasta el final.

Sentías en tus manos el poder de la esperanza, pero también el dolor. Mil agujas que te perforaban desde dentro pensando en si mañana todo empezaría a cambiar.

Vida o muerte en tus manos, depende de la emoción….

Dejas escapar el aire entre tus labios, mientras la bruma te acompaña, esa bruja que es marca en tu linaje, pero que lleva los tintes de la familia Letang.

Es hora de asumir tus pasos, estás en Oldland… y todo puede pasar.

Aquel olor a sangre penetraba en tus fosas nasales, sentías que aquel aroma despertaba aquella fuerza entrenada durante tantas noches en aquella sala, en tu hogar....

Ahora había que decidir... si dejar que el destino guiases tus pasos o quizás dejar que siguiese su curso y no actuar.

Al ver el cuerpo de su hermana sin vida lo primero que Marion sintió fue frío. Un frío intenso y gélido como nunca la había recorrido. El frío de la desesperanza y de la acuciante soledad. Había recorrido muchos kilómetros para encontrar a su hermana, y ahora la había perdido.

Tuvo que contenerse para no sollozar. Tuvo que contenerse para no gritar, o ponerse a temblar, o tantas y tantas cosas que serían una muestra de debilidad que en este lugar bien podía costar la vida.

Sentía pena. Pena y enfado. Sin pensarlo empezaba a condensar la bruma a su alrededor, preparándose para un combate que sabía conscientemente que no llegaría por el momento. Si por ella hubiera sido los habría matado a todos allí mismo con tal de tener a su hermana de vuelta y poder marcharse las dos de manera segura de allí. Pero sabía que aquello no era posible. Si quería un futuro con Lylian... Si quería un futuro con su familia tenía que asegurarse de que hubiera un mundo sobre el que vivir. No podía dejar que los traidores se salieran con la suya.

Fue entonces cuando tomó la decisión. En su mochila tenía de todo. Comida y agua, pero mucho más. Todos los reactivos posibles, e incluso algún ave muerta con la que practicar. Pero no iba a ponerse a hacer pruebas ahora. Confiaría en sí misma. Confiaría en Oldland y en la capacidad de traer a su hermana de vuelta.

De modo que en un momento en que creyó pasar desapercibida se acercó a su mochila y abrió uno de los bolsillos, cogiendo varios tubos de ensayo de distintos colores y guardándoselos en el bolsillo. Y un rato después, intentando no llamar la atención, destapó uno de ellos. Dejó que la bruma entrara en él, que absorbiera y se empapara de su contenido, y luego desde la distancia la llevó a las fosas nasales y la boca de Lylian. Si en algún momento aquello tenía alguna oportunidad de funcionar, tenía que ser ahora. Tenía que ser aquí. Tenía que ser con ella.

Nervios y miedo había en tus actos, pero más aún esperanza... una esperanza que brillaba en tus ojos mientras rebuscabas en tu mochila esperando no equivocarte y poder traerla una vez más.

Tu mente aún te anclaba a aquellos viejos brebajes que usabas en el sótano de aquella vieja casa, aunque en verdad aquel poder estaba verdaderamente en ti....

Oldland radicalizaba todo lo que sentíais y creabais. No solo vuestras palabras y actos, sino también vuestra fuerza, vuestras esperanzas y vuestros miedos.

Durante algunos minutos mordías tu labio insegura de haber conseguido aquel fin... pero cuando por fin viste como Lylian se alzaba sentada en aquel asiento empezaste a respirar... estaba de nuevo con vosotros. Al menos el primer paso en Oldland, brillaba un poco más nítido de lo que el viejo Vael parecía precipitar.

Al levantarse y ver los dos cadáveres Marion no apartó la vista. Estaba decidida a hacer algo al respecto. Tenía que experimentar con este regalo que Oldland le había dado: si lo comprendía lo suficiente quizá al final pudiera devolver la vida a Madre.

El final de la noche anterior había sido triste. Marion se había dormido un rato después de terminar de cantar, y en su pecho había ido creciendo la soledad y el vacío. Tenía a Lylian, sí, y eso era lo único que la frenaba lo suficiente como para no mandar a todos los presentes a tomar por culo con su insistencia y sus preguntas.

Los ojos dorados de Marion se posaron en ambos cuerpos. Katia, familiar de una antigua amiga de su madre. Y Trevor, aquel hombre de color que había tenido la firmeza para ponerla en su sitio cuando ella había amenazado a todos. Si tenía que escoger, le gustaba más él, como aliado y compañero. Sin embargo ella le causaba cierta ternura por su búsqueda. Le recordaba en cierta forma a sí misma.

Pero Marion sabía que no debía dejarse llevar por los sentimientos. No iban a encontrar a esos asesinos a través de dibujar corazones, lanzar besos al aire y decir cosas bonitas, sino luchando a muerte. Y Trevor había demostrado ser más astuto, saber cuándo callar y ser certero con su arma.

La decisión estaba tomada. Además, seguro que los traidores pensarían que ella traería de vuelta antes a Katia antes que a Trevor, y eso serviría para confundirlos.

Decidida a probar algo nuevo Marion tomó un botecito diferente esta vez, y una vez más dejó que un jirón de bruma se empapara de él para llevarlo a las fosas nasales del negro. Era un reactivo que siempre le había llamado la atención por su olor mentolado. Por más que supiera que la magia no estaba en su alquimia se sentía mejor meclándolas, probando cosas nuevas y haciéndose poco a poco con la ilusión de que podría dominar este poder lo suficiente como para repetirlo al menos una vez cuando todo hubiera terminado.

Marion observó, sorprendida, cómo Katia volvía a la vida. Durante el proceso ni siquiera estaba segura de que ella hubiera tenido algo que ver, pero al darse cuenta de que Trevor no se levantaba y notar el olor mentolado en el ambiente algunas cosas terminaron de encajar en su mente.

Aquello era una mala noticia. Muy, muy mala. Si ni siquiera podía elegir a quién devolver a la vida, tenía un problema. Todos lo tenían. No podía arriesgarse a tratar de traer de vuelta a alguien que hubiera demostrado ser de ayuda y acabar resucitando a uno de los asesinos. O peor aún alguien que le tuviera un odio acérrimo a ella o a su hermana.

Lo sentía por Trevor. Lo sentía por todos los que cayesen después. Pero el riesgo era demasiado grande. Ahora que se paraba a pensarlo ni siquiera sabía si su poder cambiaba a la gente, como le habían contado que había pasado con Tetsuo.

Estaba decidido: por muy poco que le gustase la idea no traería a nadie más de vuelta. No en esas condiciones.

La mañana se alzaba de nuevo tiznada del color de la sangre, esta vez por la sangre de aquella mujer de ave exótica... En tus manos el poder de alzarla... solo si tu lo intentabas... aunque sin saber como jugaría el destino....

Al despertarse y encontrarse con el cadáver de aquella mujer los ojos dorados de Marion se posaron en él, observando su estado. Ni por un momento se planteó traerla de vuelta: había tomado su decisión. El riesgo era demasiado grande. No usaría un poder que como mucho podía aspirar a comprender, pero que sabía que jamás controlaría. Aquello sería como firmar una sentencia de muerte para sí misma.

Además, Marion era consciente de que su inacción podía ser malinterpretada: muchos pensarían que era Melina quien traía de vuelta a los demás, convirtiéndose así en un objetivo claro de los traidores y permitiéndole a ella pasar desapercibida. O eso quería pensar.

La bruma se revolvía entre tus manos, indecisa de actuar...

Marion era consciente de que una vez más llegaba el momento en que su poder podía ser utilizado. Y aunque las cosas hubieran cambiado tener a los tres Primogénitos ante ellos no hacía que fuera menos arriesgado. Se sintió tentada de acercarse a Melknhar y pedirle ayuda para comprenderse a sí misma, pero si el hombre tenía el poder para eso también lo tendría para adivinar que ella tenía esa necesidad.

No era sólo no controlar su propio poder. Era no conocerlo, y saber que no lo conocería jamás.