Me despierto con una sacudida. Siento la boca llena de arena y los ojos me escuecen. Mientras trato de incorporarme y sacudirme la espesa sensación llegan hasta mi algunos sonidos. El mar, las olas acariciando suavemente la arena, el susurro del viento entre las hojas de árboles invisibles aún para mi.
La claridad ciega hace que me cueste más de lo que esperaba enfocar lo que me rodea. En el primer intento de incorporarme, me tambaleo y caigo nuevamente con las manos por delante, sufriendo una arcada. El sabor de la bilis llega a mi boca. Al menos estoy vivo ¿Pero dónde estoy?.
Entonces es cuando lo veo... Tres barcos acercándose a la costa.
... y un ruido a mi espalda.
El crujido que siempre le precede.
Una silueta se alza, pequeña, detrás de Gabriel, apenas alcanzará algo más que la cintura.
Ladea su cabeza sin rostro.
De sus garras gotea un líquido que perfectamente podría ser sangre.
Pero no dice nada, sólo... ¿Observa?
Entonces...
¿... Yo...?
Brilla tras el pulido metal un sistema de conexiones tan complejo que ninguna mente humana de la época podría comprender, un brillo violáceo.
Vives... Fuera... De... Tiempo...
El sonido de la voz es poco más que un reverberar metálico, lejano. Alza sus garras goteantes.
... Tú.