El esclavo que obedece escoge obedecer.
El hombre abrió un ojo, el otro se hallaba cerrado por las heces secas que habían bloqueado los músculos de su párpado. Necesitó romperlas con la mano para poder abrir el ojo, aunque una vez abiertos dudó que fuera capaz de ver. Se hallaba en un lugar oscuro, húmedo y maloliente. También tenía un sabor espantoso, el de las inmundicias humanas, generadas por el cuerpo o por ajetreada vida urbana. En algún momento la boca del hombre se había abierto, con todas aquellas desagradables consecuencias. Entornando un poco los ojos pudo ver algo de luz filtrada a través de una rejilla. La luz penetraba a través de los oxidados barrotes, era luz diurna procedente de un cielo encapotado y grisáceo sobre un extenso bosque, situado casi cuatrocientos metros por debajo. A través de los barrotes se filtraba el agua sucia, que caía, empujada por la fuerza de la gravedad, por la escarpada pared de piedra de la gigantesca roca sobre la que estaba construida Middenhiem. De no haber sido por aquello barrotes el cuerpo de Marcus se había precipitado al vacío.
El cuerpo había sido arrastrado hasta allí por la inmunda corriente, tras haber caído en ella cuando el suelo de la taberna se hundió en la tierra, tras el derrumbamiento provocado por el fuego, consecuencia de la lucha con el demonio. Cada uno de aquellos sucesos llevo al siguiente, hasta la actual situación de Marcus. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dónde estaba su amo y señor? ¿Qué pasaba con el Orbe? ¿Y los Inquisidores?
Marcus: Aquí te dejo un comienzo. Perdiste 1 PD, pero no estoy seguro de si te lo quitaron.