- ¡Jajajaja! - Wolfgang, por fin libre de la presa de su viejo amigo, reía doblado sobre si mismo con las manos en el estómago. - ¡Menudo truco rufián! - Exclamó palmeando la espalda de Álvaro con muy buen ánimo. Estaban en el lado correcto de la puerta, por fin. Por fin estaban en el lado correcto de los acontecimientos. - ¡Muy buena! ¿Has visto la cara del pobre tipo cuando lo has hecho tropezar? ¡Por Ranald! ¡Luego dicen que yo soy el bribón! - Echó un vistazo en derredor para situarse y localizar, ¿por qué no? a algún incauto al que robarle unas pocas monedas. Las justas para unas cervezas, no más, que tampoco había que abusar. Y una noche de posada, aunque fuera en el suelo, que por todos los dioses ya estaba molido de dormir al raso, pasando frío y necesidad como los animales.
Señaló la columna de humo en cuanto la vio y la sonrisa se le borró de la cara.
- Mala señal amigo, mala señal. La última vez que vimos incendiarse una taberna acabamos mas mal que bien. ¡No es de justicia! ¡Las tabernas deberían estar protegidas por los dioses! - Negaba falsamente entristecido - Pero supongo que es nuestra señal de entrada a la función. ¿En qué taberna nos dijeron que estaría Lollenda? Porque mucho me temo que va a ser la que está en llamas. Con la suerte que estamos teniendo últimamente no me extrañaría nada que ella fuera la causa...
Vaya ya veo porque habian cerrado las puertas, las risas de Wolfgang me trajeron a mi mundo y tuve que torcer el gesto, no estaba especialmente orgulloso de aquello, pero lo hubiera hecho mil veces si estuviera en la misma situacion.
-Creo que ese humo no echa colores, asi que parece un incendio normal- digo pensando con la barriga -vamos seguro que hay algo que le sobre a alguien, y de camino buscaremos alguna armeria- digo dirigiendome hacia el humo de lo que quede de la posada, aunque lleno de guardias tambien habria multitud de curiosos entretenidos con el espectaculo, mientras nosotros gustosos nos entretendriamos con sus pertenencias. Mirando a Wolfgang de arriba a bajo y viendo las pintas que tenia y sin verme yo mismo y sin ganas le dije -recuerda que ademas de comer, nos hace falta un labado de cara al menos y unas mudas nuevas- si no iban a tirarnos a los perros a la minima de cambio, solo por las malas pintas.
Wolf señaló la saca que llevaba a la espalda, en la que nadie reparaba y que muchas veces él mismo olvidaba.
- Aquí llevo ropa "limpia" - Entrecomilleó con los dedos - Huele a perro mojado porque no la secamos cuando salimos del río, pero por lo menos no tiene dos palmos de porquería encima. En cuanto podamos nos cambiamos, que si que es verdad, damos bastante pena. Si yo me viera así por la calle seguro que me daba un par de cobres para comprar algo de comida.
- Por el camino a la posada podemos ir viendo si alguien sabe algo de Lollenda. No es muy común eso de cruzarse con una elfa, por muy capitalina que sea la ciudad. - Se encogió de hombros, sonriendo - Además, llama mucho la atención por si misma, ya sabes.
Motivo: Oteando en busca de pringaos xD
Tirada: 1d100
Dificultad: 29-
Resultado: 85 (Fracaso)
Si es que con las tiradas de caca que tengo... xD
Mientras caminaban por la abarrotada entrada de la ciudad hacia las calles que ascendían hacia el norte, los ojos expertos de Wolfgang vieron una bolsa que colgada desprevenida del cinturón de un hombre que discutía a voz en grito con otro que parecía haberlo agraviado de algún modo. Casi estaban llegando a las manos, y sus gestos a parte del tono de voz elevado presagiaban que acabarían en el suelo. Wolfgang desconocía cuanto podía haber en manos de aquel sujeto, pero sus ropas gastadas no presagiaban una gran fortuna.
Tirada de Movimiento Silencioso para hacerte con la bolsa del sujeto. Puedes robarle o pasar del tema. Como tu creas mejor.
Asenti con la cabeza a las palabras de Wolfgang, habia que llegar primero a la posada, pero mas importante aun que nos saliera gratis, y una de las maneras era dejando que las habilidosas manos de mi companero actuaran, o si no mi acero podia dar buena cuenta de quien se alterara demasiado, dandonos tiempo a escapar.
Lleno de mierda hasta el mostacho, me lo atuse con un poco de salibilla y mire de un lado a otro con vista de entendido aunque la verdad que estaba un poco perdido en esta ciudad, demasiado tiempo en el campo creo yo.
Dejo actuar, pero me preparo por si nos sale rana.
Wolf caminó directo hacia su objetivo. Tropezón fortuito, disculpas "disculpe señor, disculpe señor, ha sido un accidente", manos por aquí y manos por allá para recolocarle la ropa y una bolsa de monedas cambiando de propietario. Pero si aquel tipo era lo mejor que había podido ver entre la multitud reunida junto a la puerta es que estaba perdiendo el ojo. O que nunca lo había tenido. Así que se paró en seco, negó un par de veces y se volvió, regresando por dónde había venido de nuevo con Álvaro.
- Directos a la taberna en llamas, mi buen amigo. - Dijo con un par de palmadas entusiastas en la espalda del espadachín - No vamos a sacar nada en claro por aquí, ni rumores ni monedas, así que mejor no perder el tiempo. Ranald no nos sonríe y no soy de los que va por ahí tomando lo que uno no tiene. Si no hay un buen premio no me la juego, ya tengo bastante con lo que tengo y no me gustarías perder las manos por cuatro cobres... - Se encogió de hombros, sonriendo de aquella manera tan suya.
Y sin más, echó a andar con las manos en los bolsillos para evitar la tentación de alargar alguna mas que la otra y agarrar por el camino algo que no debía.
No me la juego que seguro que fallo y nos metemos en mas problemas xD
Alvaro Y Wolfgang se movieron rápido por las calles, ojo avizor y siguiendo en todo momento la estela de la humareda que ascendía hacia el cielo mientras esquivaban a los pasmados ciudadanos que con la cabeza hacia el cielo se preguntaban qué demonios estaba pasando en la ciudad. Dos incendios en el mismo día no eran casualidad. Los cuchicheos seguían a los dos aventureros mientras cruzaban las calles desde el sur de la ciudad hacia el norte. Cuando doblaron la esquina donde se encontraba la Comisión de Oficios (26) para dirigirse calle arriba hacia la otra punta donde destacaba el gran Templo de Sigmar (28), comprobaron que las llamas ascendían de un punto medio. Pero no era todo lo que vieron. En ese preciso momento, de una de las posadas que había en la calle vieron como una figura familiar salía por la puerta y miraba en dirección al gran incendio que estaba consumiendo uno de los edificios.
Lollenda bajó a la calle, y nada más salir pudo distinguir con su visión más desarrollada como las llamas lamían furiosamente la fachada de piedra de la posada. El cartel de la misma, donde se leía el titulo "La Luna Roja" (30) y se podía ver un dibujo que la representaba, comenzaba a arder por el intenso calor que se desprendía. En el aire flotaba el olor a madera quemada, pero no solo eso, sino que el olor de la carne quemada estaba presente, aunque muy disuelto. Junto a la posada de la que había salido la elfa, había gente que no se aventuraba a avanzar más, pues a lo largo de la calle también se distinguían una serie de bultos tendidos en el suelo, en un avanzado estado de descomposición. Hay quien hablaba de que la plaga había vuelto a la ciudad, y que se había debido a la lujuria, el libertinaje y el juego que en La Luna Roja se derrochaba todos los días.
(26, 28, 30) Los números corresponden al mapa de la Ciudad de Middenheim. ¿Ok? Con los lugares establecidos.
Entráis en la misma escena ya que habéis confluido en el lugar. ¿Ok? Así hasta el encuentro siguiente y unificación podréis estar juntos y postear unidos.
Menudo paseito, la vedad que podia cogerle el gusto a aquella ciudad con relativa facilidad, transeuntes despistados, guardias correteando de aca para ... vete a saber. Respire profundo el sudor, el agua encharcada, los animales y todo me resulto familiar.
Cuando casi llegamos al origen del fuego, tuve que restregarme los ojos. Y levante un dedo de la mano senalando como un nino chico que ve un carromato grande y ornamentado. O su padre compra una mula nueva. Era ella, por fin, habia costado pero por fin teniamos nuestros frutos.
-A mis brazos mi nina!!- dije mientras nos acercabamos, aguantando en la comisura del ojo que una lagrima saliera disparada y rompiera mi imagen de tipo duro.
Wolf iba todo el camino de acá para allá, saludando a los transeúntes, mendicando con su gracejo natural y sus palabras zalameras algún que otro cobre y poniendo la oreja para enterarse de que a tal o cual comerciante se le había visto con mujeres de moral laxa y peor reputación o de que alguien había ajustado cuentas con otro alguien por una deuda de juego.
- ¡Oh, Álvaro! - Exclamó llegados un punto, echándole el brazo por encima a su más viejo y único amigo - ¿No amas las ciudades? ¡Yo las amo! ¡Menos que a las mujeres y la cerveza, pero válgame Sigmar que sin unas no habría de las otras! -
Iba riendo y disfrutando del paseo cuando divisaron a Lollenda a lo lejos.
- ¡Lollenda! - Gritó sacudiendo una mano en el aire y echando a andar detrás de Álvaro - ¡A sus brazos y luego a los míos, princesa! - Wolf no tenía ninguna reputación de tío duro que mantener, así que no se preocupó cuando le pusieron los ojos vidriosos.
La elfa abrió los ojos de par en par cuando los vio... los creía fantasmas ya, huesos roídos por ratas o algo peor... peor no, allí estaban, vivos, de una pieza... eso no tenía sentido pero que alegría sentía en su corazón al verlos bien, sanos.
Lollenda avanzó a buen paso, pero siempre manteniendo esa gracia y serenidad propia de los de su pueblo, los altivos altos elfos, una raza orgullosa y vieja como el tiempo. No lloró, aunque sintió unas ganas de hacerlo, se frenó, debía mantener su fachada, sus formas... siempre estoica, dura, peligrosa.
No dio abrazos, pero si los cogió a ambos por los hombros y les besó en una mejilla a cada uno... eso era demasiado para ella, y ellos, que la conocían, sabían que Lollenda jamás besaba ni abrazaba - me alegro de veros, muchísimo... mi corazón late de nuevo por la alegría de veros con vida... pensaba volver a mi tierra al creeros muertos, pero ahora me tengo que quedar aquí, con vosotros... decidme ¿qué os ha traído aquí?
-Pues que va ha ser alma de cantaro, tu nos has hecho venir- dije con la cara de pazmarote, acaso esperaba que con una pista fiable o no, no estuvieramos buscandola como cerdos el lodazal. -llevamos tras tu pista tanto que ya no me acuerdo, por cierto tienes a media familia tuya buscandote, tubimos una larga charla con tus primos y son gente maja- digo picando un ojo, la verdad que nos salvaron el culo y no nos mataron, asi que si son gente muy maja.
-Y como veras, estamos caladitos de mierda hasta las orejas y tenemos hambre de mas de tres dias- digo apretandome la barriga para dar mas enfasis -asi que seria ideal tomarnos medio minuto de tranquilidad y contarnos nuestras andanzas y que te hizo perderte aqui a ti sola, mi nina! del alma, si es que tu ... ya sabes lo que quiero decir- digo rematando la pregunta, porque anda muy lejos de casi todas partes y a nosotros nos da igual pero ella andaba sola, y eso no es de recibo.
Desde el lado opuesto de la calle llega un gran estrepito y acompañado de un terrible crujido de madera que pone los pelos de punta. Repentinamente el techo de la posada que se encuentra en llamas se viene abajo y eleva al cielo una gran cantidad de chispas y renovadas llamas al entrar nuevo oxigeno en su interior. El incendio se recrudece mientras ante las puertas de la devorada posada se pueden ver cinco figuras, varias de ellas tendidas en el suelo mientras una de ellas da vueltas de lado a lado con claro gesto desesperado. La gente que se encuentra asomada a los balcones y ventanas lanza expresiones de horror cuando el crujido llega a su cenit.
Vaya desastre tienen aqui, espero que lo arreglen, y pronto si no se les va a ir de las manos. Ademas acabamos de llegar, y ya tenemos que buscar otra posada, pense mientras me rascaba la berruga del cuello.
La ultima vez que dejo que te me escapes, pense mirando a Lollenda de arriba a bajo, parecia que algo habia cambiado en ella, bajo esa estampa de inmutabilidad que poseia ahora la veia algo diferente, algo que no entendia:
-Y cuentanos, que paso con nuestros "amigos"- dije aguantando la risa -los de la "I" grande, ya sabes- los malnacidos esos locos, chalados que casi hacen que nos maten, justo esos.
Estamos o no estamos?
Acompañadme hacía la posada donde tengo que encontrar a ciertas personas - su tono de voz parecía algo violento, tosco... algo había herido su orgullo en demasía y los que conocían a Lollenda sabían que cuando se la hería, las sangre corría con facilidad. Se colocó mejor la capucha para tapar sus orejas y ojos tan llamativos - No sabía que hubiera dejado pista alguna... pero en mi estado poco rastro pude tapar - comentó con cierta calma - Aquellos cerdos Sigmaritas - dijo con total calma, con su tono de voz frío e inmisericorde que tanto la caracterizaba - provocaron estos incendios, para variar, los vi salir de la calle y bajaron por donde yo estaba... por suerte para mi decidieron obviar mi existencia; yo ahora tengo que recuperar lo que me pertenece... y me imagino que allí podréis comer algo
- Menudos gilipollas, ¿no? - Dijo Wolf cuando Lollenda explicó que los incendios de las posadas estaban siendo cosa de esos animales sin seso y con exceso de poder. - ¡Con la de cosas que hay para quemar y van por ahí quemando el sustento de pobres hombres y mujeres como nosotros, del estrato mas bajo de la sociedad, dónde pocos tienen más que el edificio en el que viven y trabajan. Por no decir ¡Qué están quemando barriles enteros de vino y cerveza! ¡Botellas de ron y licor! Tiras de cecina, panceta, piernas de cordero, pan de centeno, manzanas frescas y tarros de mermelada... - Negaba mientras veía al pobre tipo rodar en llamas, siguiendo con su lista de cosas que estaban ardiendo en el edificio y que ya nunca nadie iba a poder comer. No era asunto suyo lo que le pasara a ese desgraciado, así que con un encogimiento de hombros siguió a Álvaro y Lollenda hacia la taberna dónde debían estar sus cosas.
- No es que hayas dejado rastro, es que sabíamos a dónde ibas y hemos estado viajando con tus primos - Le guiñó un ojo, sonriente - El mismo capitán de los lobos que te mandó aquí nos dijo dónde estarías. Somos muy persuasivos cuando se trata de encontrar a la persona mas importante para nosotros de todo este viejo y feo mundo. Hasta nos firmó una carta por si teníamos problemas con la guardia o el posadero. ¡Ja! - Sacó la nota y la agitó en el aire, guardándola antes de una chispa del incendio le prendiera también fuego.
- ¿Entonces estamos aquí para encontrar... ? - Preguntó, alzando las cejas. Aún no estaba del todo seguro que cosas de Lollenda habían ido a encontrar aunque se jugaba el culo a que sería el arma familiar de la que les había hablado alguna que otra vez.
Mientras comentaban los pormenores de sus viajes y su encuentro, el trío recién reencontrado se encamino hacia la posada, pues algo les decía que los responsables de todo aquel jaleo se encontraban en esos momentos en aquel lugar. Había una serie de cosas por hacer, entre ellas conseguir armas y llenar el estomago, pero seguro que si era posible mejor sería hacerlo con las coronas de otros. Coronas, comida y aventuras. Seguro que encontrarían todo aquello en Middenheim, la ciudad del Lobo Blanco.
Importante: Caballeros, pasamos a la escena "{9.2} La cacería". ¿Ok? Cerramos esta escena y la 7.0 de Lollenda. Para cualquier duda, acudimos al Foro del grupo, hasta que habilite correctamente un foro para los 6 presentes.
!!Un saludo chicos!!