Partida Rol por web

Muerto el perro, se acabó la rabia. Pero no la caza. El último tajo de Maximilan no sería el último golpe de espada que tendrían que dar. Ya no había perros que siguieran su rastro, pero no tenían caballos, estaban heridos y aún eran perseguidos. Llegaron al río al mismo tiempo que sus perseguidores alcanzaban la cima de la ladera.

El río bajaba caudaloso pese a ser verano. Era consecuencia de un helador invierno, una primavera invernal y un verano que no lograba elevar las temperaturas. Por ello el deshielo llegaba tardío, justo en aquellos momentos. Un agua helada y abundante capaz de arrastrar a un hombre y causarle hipotermia. Un par de flechas les fueron lanzadas, pero sin el alcance o la fuerza necesaria para herir a los fugitivos. 

-¡Aprisa!-gritó Max urgiendo a la elfa para que se moviera con rapidez. 

Empezaron a chapotear en el río, cuyo caudal esperaba les ajara de sus perseguidores.

Detrás, la muerte en forma de virotes y lanzas, apresada y torturada por débiles humanos. Delante la perdición en forma de un río de aguas rápidas y frías. No voy a darles la oportunidad a los humanos

Si nuestros perseguidores son similares a los guardias a los que nos enfrentamos llevarán mucha armadura, lo cual les impedirá pasar el río. Y, tras pensar en ello, dejo en tierra los virotes y la poca armadura que lleve y sea fácil de quitar.Sin decir nada me lanzo tras el humano, buscando lograr cruzar el río y continuar nuestro camino. 

La corriente empapó sus ropas y cuerpos en cuanto se internaron en ella. El agua del río estaba helada, pero aquello era mejor que el frío de la muerte que tendrían si los aldeanos les alcanzaban. Imposible que les alcanzaron. El río bajaba con gran fuerza desde las montañas y pronto ganaron velocidad, peligrosa velocidad. Era una titánica tarea mantenerse a flote y sacar la boca del agua para respirar; y tampoco era seguro asomar la cabeza, troncos derribados yacían sobre el cauce, un movimiento erróneo podía suponer medir la resistencia de sus cráneos contra alguno de aquellos maderos.

Frío, asfixia y golpes eran sus enemigos en aquella azarosa y aún peligrosa huida.

La salvación -el río- podía convertirse sin mayores problemas en otra condena. Maximillian, poco dado a la natación, chapoteaba miserablemente, intentando mantenerse a flote. El cansancio acumulado y los nervios no jugaban a su favor.

No obstante, dado que múltiples troncos flotaban a su alrededor, echó mano a uno de ellos. Eso lo mantendría a flote.

El río es un buen método para huir de unos perseguidores armados y equipados con pesadas armaduras y ropajes. Sin embargo el lanzarse a un río helado y torrentoso con varias heridas de gravedad recientes no es una de las mejores salidas que he escogido en mi larga vida, algo que noto cuando mi cabeza se sumerge bajo las aguas en varias ocasiones, llenando de agua mis pulmones...

La corriente les alejó de todo peligro, pero tal vez les alejó demasiado. Rodeados de una naturaleza hermosa, quizá algo siniestra, y llena de vida, con árboles y animales salvajes. Farmiekh logró salir del agua con relativa facilidad, pese a haber permanecido en ella más tiempo del que hubiera querido. El noble estuvo un largo rato en ella y solo después de mucho luchar contra la corriente logró alcanzar la orilla. Tiritando de frío. Estaban separados unos 300 metros el uno del otro, pero podían verse. 

Lo malo es que estaban en orillas opuestas...

Ya no parecía haber peligro de ser cazados por humanos.

Penosamente, Max llegó a tierra firme. Por fin habían perdido de vista a aquellos que les perseguían. Sin embargo, estaban en orillas opuestas.

El joven noble, empapado hasta los huesos, tosió y se aclaró la garganta. Se estaba acatarrando, aterido de frío hizo señales con el brazo a la elfa.

Tenían que ponerse en movimiento cuanto antes. Lo principal, juntarse y poner rumbo a Altdorf.

El agua me lleva con fuerza pero las décadas de entrenamiento a mis espaldas consiguen darme fuerzas para salir a flote pese a las graves heridas. Aún estando semidesnuda y empapada logro recomponerme y comenzar a maquinar. El estúpido y débil humano parecía estar en peor estado, no muy lejos de mí pero en otra orilla. Por un momento se me pasa por la cabeza dejarlo tirado pero, a decir verdad, el joven noble tenía agallas y me había salvado de los mastines. Observo a mi alrededor buscando alguna forma de cruzar para alcanzar la orilla del humano y volver a ayudarle, una vez más...

Aquella primera tos no era buena señal. El noble tiritaba de frío, más acostumbrados a los fuegos de palacio que a los rigores del bosque. Alzó la vista viendo cómo Farmiekh se aproximaba a él. Seguramente maldiciéndole. Orillas opuestas del mismo río.

No parecía haber medio a la vista por el que cruzar el río.

El humano tirita en el suelo, débil y enfermo. No entiendo como esa raza puede ser una amenaza, solo tienes que mojarlos y se mueren solos...

Observo a mi alrededor buscando algo que me indique donde estamos, una granja, una señal, una curva en el río o un camino.

Humano, vamos a continuar marchando en la misma dirección que la corriente. Seguramente encontremos algún puente, un campesino o una zona donde el agua sea menos turbulenta y pueda cruzar a vuestro lado -grito al noble mientras empiezo a caminar pese a la fatiga y a las heridas recibidas.

Maximillian tosió y se limpió las narices con la manga. No se encontraba bien, el chapuzón y las aventuras le estaban pasando factura.

Soltó una blasfemia por lo bajo, mientras comenzaba a tiritar. Tendrían que ponerse en marcha cuanto antes, o de lo contrario podría ir a peor.

La elfa propuso seguir la corriente del río. Con buen criterio, dicho sea de paso, pues a buen seguro hallarían un puente que les permitiera reagruparse.

-Vamos- dijo Max mientras señalaba el cauce del río. 

Siguieron el río, durante muchos kilómetros y horas, sin que este menguara su caudal o lograran encontrar un puente o vado. Con las últimas luces del día, perdida ya toda esperanza, divisaron una pequeña luz tintineante en la orilla que Farmiekh se encontraba. Al aproximarse, se dieron cuenta de que era un pequeño farol que se zarandeaba en la popa de un pequeño bote, amarrado a la orilla.

Junto al bote, alzándose en gran ángulo, había una caña de pescar cuyo hilo y cebo se hundía en el río. El dueño de la caña y el bote se hallaba muy próximo, destripando un par de truchas con un cuchillo.

La última opción de reagruparse estaba ahí, un pobre diablo con un bote. El pescador se afanaba en sus labores, ignorante de que los dos sectarios lo observaban. Maximillian, al otro lado del río, miró al hombre y luego a la elfa.

Se lo señaló con el dedo y le hizo un gesto: compóntelas como puedas, pero juntémonos.

La elección del método, bien fuera la persuasión o la violencia, quedaba en manos de Farmiekh. Tal y como había actuado hasta ahora -Max le debía la vida- sabría obrar del mejor modo.

El pescador descuartiza con calma y experiencia un par de peces mientras que el pequeño bote se mece con la corriente del agua. La oportunidad se presentaba clara, acercarse al hombre, tratar de llegar a un acuerdo con él y cruzar a la otra orilla. Eso podría evitarme un posible combate en mi grave estado de salud, lo cual es de agradecer. Además, tal vez el hombre nos indicara donde nos encontramos, una información realmente importante dada la situación en la que estamos.

Sin embargo no puedo más que sentir envidia por el pescador, afanado en destripar seres vivos, razón por la que no puedo evitar acercarme a él con sigilo, espada en mano, dispuesta a enseñarle la forma correcta de abrir en canal a un animal. Además, así no habría testigos ni otros cabos sueltos...

Farmiekh no fue precisamente discreta. Avanzó hacia el pescador con la espada desenvainada y se movió con rapidez. El hombre vio llegar a la elfa, y aunque al principio se extrañó en cuanto divisó el brillo metálico de la hoja retrocedió hasta que el agua le llegó por encima de los tobillos, para acabar cayendo de espaldas, con el agua a la altura del ombligo, alzando las manos tratando de defenderse.

¡No! ¡Por favor! ¿Por qué?

El gimoteo del hombre hace que me detenga. Otras razas como los orcos mataban por instinto, los enanos por supervivencia o los renegados de mi especie para ocultar su debilidad. Mi especie ve la muerte y el sufrimiento de otra manera, como un don, un regalo, un arte. Tal vez uno de mis primos renegados perdonara la vida del hombre pero mi cultura era mejor, menos ilusa.

Con la espada en la mano señalo el pescado que el hombre ha dejado caer en el suelo -Por la misma razón, supervivencia. Será rápido -concluyo acercándome a mi víctima preparada para segar su vida con celeridad. Sin embargo al acercarme noto todo el peso de la frustración y las heridas inflingidas por otros de su especie. El odio crece en mi interior mientras busco los nervios del hombre.

Será rápido pero dolerá. Dolerá mucho...

El hombre detuvo el primer tajo con su brazo, lo que provoco que el corte hiciera que se le desprendiera, el segundo tajo fue al pecho, y destrozó al hombre. Su sangre brotó con rapidez y se mezcló con el agua, tiñéndola de roja. De una patada Farmikeh metió el cadáver en el río hasta que la corriente lo arrastró. Muerto sin que supiera por qué. Ni la elfa tuviera la más remota idea de quién era.

Ahora la barca era suya, y Max surgió entre la vegetación al otro lado del río. Iban a reencontrarse.

Cojo las truchas y busco entre las pertenencias del fallecido tratando de localizar hilo de pescar y una aguja para remendar mis heridas. Tras revolverlo todo, incluida la caña de pescar, meto los enseres en la barca y cruzo al lado del humano para ir por la orilla del enfermizo humano.