Partida Rol por web

Roca se levantó de la tierra ayudado por la mera amabilidad de Ivy Mhor. -Sí, cuida de ellas...y, dale un saludo al dragón de mi parte- Ivy tenía una sensación que correteaba por el interior de su cuerpo, y esa sensación le añadía que Roca aún tenía algo que hacer en esta parte de la historia. Roca terminó diciéndole que allá donde el portal mágico conduce él no puede pisarlo o moriría lenta y dolorosamente: Hace varios años atrás todos firmaron un pacto y nadie podía pisar slas Tierras de otro dueño, salvo una orden.

El hada ya se encontraba frente al portal mágico, y aunque Ivy aún tenía más preguntas que hacer su cuerpo ya fue convertido en diminutas virutas que fueron tragadas por el poder del portal mágico.

Así fué como Ivy se coló en el interior del Portal, esperando que Faerhart se encontrara al otro lado. Al menos eso era lo que mas deseaba en esos momentos.

Pero esta vez estaba sola.

Tras ser engullida por la poderosa luz verde apareciste en la entrada de una sólida caverna. La entrada es espeluznante, lo que hace estremecerte durante unos instantes tras haber imaginado el interior de dicha caverna. Miras hacia detrás y observas un paisaje desolador y siniestro, cubierto por árboles sin hojas y tan oscuro como el cielo que cubre las montañas negras de alrededor. Sobre la entrada hay una escultura de una cabeza de dragón con la boca abierta y con dos llamas que cubren los orificios de lo que son los ojos.

A ambos lados hay un par de antorchas sujetas por dos finos pedestales de piedra.

Una docena de columnas naturales de piedra caliza soportan el techo de esta caverna de 12' de altura. Están cubiertas de musgo verde y hongos de distintos colores. Sus capiteles y bases acanalados hacen que el entorno parezca la espesura de un bosque. La luz penetra en la caverna a través de cuatro grietas de gran tamaño, haciendo que el estanque de poca profundidad que puede verse en el centro y desde tu posición reluzca como un diamante.

Alrededor de este se extiende una densa capa de musgo, salpicada con algunas hojas caídas, lo cual aumenta la apariencia boscosa del lugar. En diversos puntos puedes distinguir el brillo del oro entre el musgo, y a unos tres metros del estanque, al oeste, también alcanzas a ver lo que parece ser el extremo de un arco*

Mi cuerpo se fundía con la energía del portal haciéndome sentir insustancial, etérea, como las imágenes que habían atormentado y jugado con Roca poco antes de que nos despidiésemos. Ya había terminado de introducirme por completo en el portal cuando recordé que dejaba algo pendiente con el hombre que abandonaba tras de mí. Mi voz retumbó durante mi traslado fundiéndose con la magia que nos transportaba a otro nuevo enclave. No se suficientes cosas de la daga.

Mi sentido de la corporeidad se precipitó sobre mi conciencia en el momento en el que el transporte finalizó. Atrás tan solo el recuerdo de un lugar maldito poblado por extrañas criaturas en otros tiempos, coloqué mis cabellos y comprobé que todas mis pertenencias habían viajado conmigo antes de dar los primeros pasos que me alejarían del único mundo que conocía. El automático gesto de conteo de objetos no contuvo la sensación de soledad y perdida que me carcomía. Había dejado atrás lo más importante en mi vida, mi cachorro se había perdido y yo me había convertido en la segunda madre que lo abandonaba. Reflexioné en esos instantes en las razones que podrían haberla llevado a tomar la misma decisión y recé para que al igual que yo ella hubiese saldo victoriosa. Ese pensamiento me entristecía porque aunque victoriosa había perdido algo más importante que mi propia existencia y podría darse que la historia se repitiese, podría haber perdido la oportunidad de volver a reunirme con Faerhart.

El rostro tallado en piedra del dragón no hacía más que empujar mis pensamientos, el realismo de sus facciones, el cuidado que el artista había imprimido en cada uno de sus cincelados me indujo a pensar en un idea más esperanzadora. Si este había sido un antiguo refugio de dragones Faer seguro que se había sentido muy interesado, era posible que sus actuales pobladores quisieran recuperar su antiguo esplendor aprovechando la figura del cachorro. Reanimada y con los sentidos alerta estudié el entorno en busca de marcas que me llevasen al deseado reencuentro.

La arquitectura se desplegaba cubierta de frondosa vegetación de humedales. Los hongos el olor a tierra húmeda y la descomposición de la roca indicaban que esta zona era sombría, pero lo peor de todo era que todo hablaba de largo tiempo de despoblación. No parecía haber pasado nadie por aquel camino en mucho tiempo, necesitaba encontrar la señal de un paso o de una huella, escuchar la voz susurrante de alguien que espiase mi recién llegada. Necesitaba que el tiempo no corriese en mi contra.

Te adentras un poco más para distinguir algo que te llame la atención entre toda esta alfombra de musgo, humedad y piedra. La luz que entra por las grietas del techo te es mas que suficiente para orientarte por el interior del pasadizo.

El estanque se encuentra en completo silencio, sin movimiento alguno de sus aguas. Después tus sentidos perciben que lo que hay tras ese arco de piedra es un muro cerrado con extraños símbolos grabados. En las cuatro paredes de la estancia hay grandes puertas de hierro, cada una con un enorme cerrojo corredizo y que tiene pinta de no poder moverse con simples gestos de muñeca. Te centras en los extraños símbolos y te das cuentas de que hay cuatro filas de losas octogonales de piedra de 4' de anchura. Cada fila contiene una de las siguientes losas: un pez, una langosta, una ballena y una anguila (ver el dibujo). Bajo la última fila de losas hay un conjunto de espacios abiertos: cuatro grupos con ocho agujeros estrechos (aunque dan la sensación de ser profundos), que forman un esquema octogonal.

Frente a ti, además de ver el muro plagado de extraños simbolos ves una pieza que podría encajar en uno de esos grupos con ocho agujeros, la pieza tiene dibujada una langosta.

Antes de que puedas decidir que hacer, escuchas un movimiento en el interior del agua como si alguien hubiera lanzado una pequeña piedra en su interior. El agua del estanque que permanecía en todo momento tranquila ahora está en movimiento. No hay duda de que algo ha tenido que hacerlo, o quizá solo haya sido un pequeño pez que habita en el estanque.. Al lado de las tres puertas de hierro hay tres pedestales y no sabes bien lo que están sujetando.

La maleza hundía sus raíces en la piedra desgastada del edificio. El tiempo había causado estragos en la que anteriormente habría sido una rica construcción. Mis pies hacían rechinar suavemente la arenisca desprendida del techo y las rocas, mientras mi mirada se perdía a través de las rendijas de luz que se abrían un hueco en el techo. El cielo era lo único que aparecía de fondo, no había visto un sencillo pájaro desde que había llegado, el sonido de sus cantos, el movimiento apresurado y tembloroso de pequeños roedores, no había nada que indicase que aquel lugar albergaba vida en sus entrañas.

Mis indefinidos movimientos me llevaron hasta una puerta con extraños símbolos, los dibujos que estaban labrados en su superficie parecían simples representaciones de animales. Cogí con fuerza las barras y tiré de ellas esperando que el tiempo me ayudase en este momento y hubiese desgastado con su fuerza el engranaje que las mantenía fijas, pero nada sucedió. Mis brazos tiraron a la vez en un mudo esfuerzo para ver como todo permanecía impertérrito, como si mi presencia no hubiese sido detectada.

Finalizada la comprobación simple del estado de la puerta me dirigí de nuevo frente a los dibujos. Las yemas de los dedos se posaron sobre el relieve de los animales sintiendo sus curvas, algunos de ellos estaban ligeramente cubiertos por musgos que retiré con las uñas para dejarme ver con precisión sus siluetas. El conjunto parecía simple y sencillo como los dibujos que representaban, pero era su sencillez la que me despistaba. No sabia exactamente que debía hacer con ellos, pero sabia que debía avanzar hacia algún lado. Debía mantenerme activa para que la búsqueda de Faerhat no cayese en el olvido de mi mente errática.

Despistada con los dibujos no pude darme la vuelta lo suficientemente rápido como para descubrir que había causado el sonido de chapoteo. Había sido muy ligero, como una inmersión muy lenta que evitase ser percibida. La superficie del lago revelaba ondas y eso solo podía hacerlo algo que hubiese enturbiado su superficie. Desde donde me encontraba miré en dirección a la balsa de agua, iba recuperando su inmovilidad habitual. Primero fijé la atención hacia lo que tenía encima el lago, podía haber sido una simple piedra cayendo del techo, para después avanzar hacia el lago con pasos cautelosos.

Atrás dejaba ese enigma sin resolver, y una pieza ya encontrada. Ante mi un lago imperturbable que se retorcía suavemente ante la interrupción inesperada de algo. En la distancia unas columnas que todavía me ocultaban sus secretos. Había demasiadas cosas que revisar y yo volvía a estar sola para resolverlo todo. En otro momento mientras yo revisaba el panel Faer se hubiese encargado de mirar el lago por su propia iniciativa curiosa o incluso podía haberle pedido que mirase las columnas mientras él solo quería saciar su curiosidad con cualquier elemento que a mi me hubiese asado desapercibido. Nunca me había sentido tan sola como ahora, quizás porque nunca había disfrutado de la compañía de nada ni de nadie hasta que encontré el huevo de mi dragón.

Alzando el vuelo dejé que mis alas me transportasen con suavidad hacía la superficie del lago para planear por encima de él y poder apreciar lo que guardaba en su interior.

Una oscuridad aclaredcida mantiene todo en una frágil penumbra. El ambiente, calmo, parece reposar tiempos pasados.

Ivy decide sobrevolar el pequeño manantial tras ver las ondas de agua, lo que indica que o algo salió del agua o por el contrario algo se introdujo en ella. Lo que se aprecia es un árbol extraviado, mostrando su tenue silueta. Su tronco, encorvado por el paso del tiempo, se retuerce incesante. Sus ramas, quebradas, se alzan resecas. Un frondoso haz de hojas se amontona alrededor de lo que se asemeja a una pequeña casa de árbol. Cuidada al detalle, parece salida de sueños remotos, de magia, fantasía e imaginación. A sus pies, una larga escalera se alza desde el suelo, rotos sus últimos peldaños.

Lo extraño es que permanece en el interior de un manantial de agua.

Hogares como este son los que habitan esos pequeños seres que al anochecer, cuando la vista se convierte en el más inútil de los sentidos, recorren presurosos los más extraños recovecos. Pero esta casa del árbol, al parecer, se muestra vacía, repleta de criaturas ausentes.

Quizá sea mejor dejar a un lado la casa árbol, y centrarse en esas columnas que sostienen unas piezas de piedra, pero eso es solo un quizá para un hada revoltosa como Ivy Mhor. Desde esa posición más alta, observa que, lo que sostienen esos pedestales son las piezas que faltarían encajar en el cuadro con extraños simbolos; Una pieza con un pez, una pieza con una ballena, una pieza con una anguila, y por último la pieza de la langosta que ya vió.